El General Manuel Belgrano no gozó de buena salud en su adultez. En cambio, el general José de San Martín, sufrió achaques, pero logró sobreponerse.
Belgrano preparó la Batalla de Salta, (20 de Febrero de 1813) con fuertes dolores postrado en su carruaje, con vómitos de sangre, no podía montar, y desde allí dio las indicaciones ."Hubo momentos en que llegó a perder la noción de lo que estaba ocurriendo". Según su médico estos vómitos era indudablemente gástricos. Consiguió el alivio de sus dolores y pudo montar a caballo, participó en la batalla, y consiguió el mayor triunfo de su carrera militar.Durante sus Estudios Universitarios en Salamanca, (1786-1789) ,lo mismo en Madrid (1790-1793) España sufrió algunas dolencias.
El joven abogado Manuel Belgrano fue nombrado Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires ,el 16 de
noviembre de 1794, y en los años siguientes desde 1795 a 1802, visitó a varios médicos para mejorar su salud.
Entonces el doctor Miguel Gorman, y los Protomédicos Miguel García de Rojas y José Ignacio de Arocha, le expresaron
que "padecía varias dolencias" originadas en años anteriores . Aquellas curaciones aliviaron los dolores; pero no
consiguieron el método justo para curarlo, por lo cual le aconsejamos que cambie de país, Montevideo por ejemplo, para su tratamiento y descansar".
El mes de Agosto de 1795 guardó reposo y durante 7 meses solicitó licencia para trasladarse a Montevideo y recuperarse. El tiempo de su convalecencia, en la Banda Oriental, nombró reemplazante en su cargo a su primo Juan José Castelli.
Belgrano fue afectado también de paludismo, conforme lo relata al Gobierno en nota fechada el 3 de mayo de 1813: "Estoy atacado de paludismo-fiebre terciana, que me arruinó a términos de serme penoso aún el hablar; felizmente lo he desterrado y hoy es el primer día, después de los doce que han corrido que me hallo capaz de algún trabajo".
Las adversidades y dolencias trataba de soslayarlas, en pos de su pensamiento patrio de Independencia y Libertad.
Ello quedó confirmado con el testimonio de el Mayor Emilio Loza, cuando escribió que "la salud de Belgrano es un elemento que debe tenerse en cuenta. Su espíritu estaba amargado por las continuas exigencias del gobierno y decaído por las rivalidades y ambiciones de algunos jefes de los cuerpos".
Con posterioridad, y ya en 1815, Belgrano fue enviado a Londres, en misión diplomática, junto a Bernardino Rivadavia; a donde llegó enfermo. El General, solicitó un tratamiento durante su estadía londinense, se restableció de sus dolencias, en especial del paludismo; hasta su regreso a Tucumán, en 1816 no registró padecimientos de salud.
Belgrano también padecía de trastornos digestivos, dispepsia (digestión difícil) e inflamaciones en la zona abdominal, muy posiblemente originados por factores psicosomáticos. Otros estudiosos creen que la falta de jugos digestivos causaba este problema, o el déficit alimentario producto de su vida militar, plagada de carencias, como consta en diversos documentos.
Aparentemente su salud empezó a agravarse entre 1818 y 1819. El 1º de febrero de 1819, Belgrano cumplió órdenes del Gobierno, se puso al frente del Ejército del Norte, acantonado en Tucumán, y salió de Campaña contra los caudillos federales del Litoral (José Gervasio Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez) que impulsaban la anarquía, retaceaban apoyo a los ejércitos patrios, desafiaban a las autoridades nacionales desconocían al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y al Congreso que había declarado nuestra Independencia, saboteaban sus comunicaciones e interceptaban los cargamentos de provisiones, refuerzos y armas que el Directorio remitía a los Ejércitos del Norte y de los Andes, y comprometían así la causa de la Independencia.
A diferencia de San Martín, Manuel Belgrano obedeció estas órdenes, y acudió a socorrer al Directorio y al Congreso de Tucumán -que ya funcionaba en Buenos Aires por esa época-, ante el riesgo de desintegración del país y que reinara la anarquía; contra lo que tanto había luchado siempre.
Por esa época, su enfermedad estaba de nuevo avanzada. Sus amigos y su médico le aconsejaron que no fuera personalmente él con la expedición, pues bien podría enviar a otro oficial a cargo. Belgrano se negó.
Intuía que, si no comandaba él mismo al ejército, éste corría el riesgo de desintegrarse, contagiando con su accionar anárquico a las demás provincias (como efectivamente ocurrió después).
Su escasa salud se devastó por la dura travesía, por intransitables senderos de tierra, a caballo y en carretas,y por la escasa comida, a través de Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba, sumada a las inclemencias del tiempo, por dormir a la intemperie, o en una incómoda tienda de campaña, en medio del frío y la lluvia.
Fue en esa travesía desde Tucumán hacia Córdoba que un viajero inglés, llamado Samuel Haigh se cruzó con Belgrano y su ejército. El viajero nos dejó un claro testimonio del deplorable estado en el cual encontró a ambos: "Apenas habíamos andado dos leguas por la mañana, cuando encontramos toda la fuerza del general Belgrano, compuesta de tres mil hombres, en camino al interior. "Los soldados iban en estado lastimoso, muchos descalzos y vestidos de harapos; y como el aire matinal era penetrante, pasaban tiritando de frío, como espectros vivientes"…
Belgrano tenía reputación de ser muy instruido, pero "no un militar bien formado, eso sí, lo salvaba si ideal patriótico. Tuvo infortunios y también fue afortunado".
El viajero inglés comentó que "entonces, debido a su debilidad, no podía montar a caballo sin ayuda extraña, y no parecía capaz del esfuerzo requerido para guerrear en las pampas. Su persona era grande y pesada…
"Ya se evidenciaba, en el testimonio que nos brindaba este inglés, alrededor de un año antes del fallecimiento del prócer, que "el cuerpo de Belgrano se encontraba hinchado y deformado, a raíz de su enfermedad".
En el Museo Mitre existe una carta escrita en la Posta de la Candelaria,(actual Ciudad de Casilda),d el 7 de Abril de 1819, dirigida a su sobrino político, el ex Director Supremo, el coronel peruano Ignacio Álvarez Thomas, en la que Belgrano le cuenta que "tiene afectados el pulmón y el pecho. También el muslo y la pierna derechos, lo que obliga a sus soldados a ayudarlo a montar y bajar del caballo, tareas que ya no puede realizar solo".
Un año después, en una carta dirigida el 13 de Abril de 1820 al entonces Gobernador de Buenos Aires y amigo suyo, don Manuel de Sarratea, le confía que "su enfermedad comenzó el 23 de Abril de 1819". Se refería, en concreto al malestar que lo venía aquejando "en el pecho y en el pulmón".
En mayo de 1819, con el Ejército del Norte se movilizó hacia Cruz Alta, localidad distante como a 200 kilómetros al sudeste de la ciudad de Córdoba, justo en el límite con Santa Fe. En medio del duro otoño cordobés, Belgrano se instaló "en un rancho miserable, y padeció frío, humedad y la lluvia". No tenía comodidades y eso agravó más aún su salud al no tener el ambiente propicio para recuperarse.
A principios de junio, se trasladó a Capilla del Pilar, a 50 kilómetros al sur de Córdoba, sobre el Río Segundo. Allí se enteró de la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón, como Director Supremo y de la elección de José Rondeau, como último mandatario de las Provincias Unidas. Sus ayudantes comentaban que su salud se agravó aún más. Ahora ya no conseguia conciliar el sueño. Su respiración se tornaba difícil. Por la hinchazón en sus pies y piernas y se le complicaba desplazarse y caminar, cuando antaño tenía un andar ligero y sin dificultades, pues era de caminar ligero. Su desazón ante el estado institucional de la Patria complicó aún más su padecer físico. "A Belgrano le dolía la Patria".
Sus allegados, preocupados, convocaron al doctor Francisco de Paula Rivero, quien le diagnosticó una "hidropesía avanzada" que es la retención de líquido en los tejidos.
Estudios posteriores a su muerte, explicaban que "no es una enfermedad autónoma", sino "un síntoma por el cual se manifiestan, enfermedades de los riñones, del corazón y del aparato digestivo". "El líquido se acumula en el vientre, cuello, brazos, tobillos y muñecas". Ello reflejaba un mal funcionamiento de los riñones, que no eliminaban bien los fluidos. El líquido acumulado (como parece haber sido en este caso) "ocasionó mucha presión sobre el corazón y los pulmones, y terminó afectándolos". La hidropesía se relacionó con tuberculosis, cáncer de colon, afecciones cardíacas, glandulares, hepáticas o renales". Por su actividad militar y alejado de zonas urbanas, no se pudo medicar a tiempo, ni brindarle el tratamiento adecuado, ante este cuadro que afectaba al prócer". Sus dolores eran tan fuertes que lo postraban. Todos percibían que el General estaba enfermo, y cómo la hidropesía había afectado a su cuerpo, hinchándolo en demasía, impedía que se movilizara.
El gobernador de Córdoba, Manuel Antonio de Castro, anoticiado del estado de salud de Belgrano le ofreció "trasladarse a la ciudad de Córdoba para tratarse mejor y descansar adecuadamente". Belgrano le respondió en estos términos: "La conservación del Ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de muerte; pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados. También puede enterrarse en ella al General y me es agradable pensar que aquí vendrán algunos fieles criollos y paisanos a brindarme una oración, a rezar por el descanso de mi alma". En estas condiciones pasó el mes de Junio y Julio de 1819.
A finales de agosto de 1819, y con la perspectiva del arribo de la primavera, Manuel Belgrano sentía leve mejoría. Luchaba por su vida con su Fe y fuerza de voluntad.
En una carta suya del 27 Agosto, dirigida a Tomás Guido, amigo y confidente del general San Martín, le cuenta: "Parece que la enfermedad me quiere dejar, llevo unos cuantos días de alivio conocido y espero que el sol aproximándose más, me restituirá a mi antigua robustez". Sin embargo, su ilusión será efímera. Apenas dos días después, los dolores, el cansancio y sus crónicos males recrudecieron con más fuerza. Fue entonces que se dirigió al flamante Director Supremo y predecesor suyo en el mando del Ejército del Norte, General José Rondeau, y le pidió licencia para regresar a Tucumán para curarse; conocería también a su hija tucumana, Manuela Mónica, que había nacido el 4 de mayo de 1819 y estaba a punto de cumplir 4 meses.
"No pude conseguir en medio del sufrimiento de cuatro meses de enfermedad un alivio conocido, y aconsejándome los facultativos la variación de temperamento, debería ir al del Tucumán. Me veo en la necesidad, aunque dolorosa, de ocurrir a V.E. para que me permita dejar el cargo por algún tiempo, hasta que logre mi restablecimiento".
Manuel Belgrano se sentía tan mal que, sin esperar la respuesta del Gobierno, el 11 de setiembre de 1819, dispuso su propio relevo en el Ejército, y ordenó que se hiciera cargo del mismo, su segundo Jefe al mando, el General Francisco Fernández de la Cruz. En su despedida, con los ojos llorosos y visiblemente emocionado, arengó a sus hombres por última vez: "Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me sería menos dolorosa, auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad".
El General Belgrano había elegido pasar sus últimos días en Tucumán, en compañía de la mujer que amaba (Dolores Helguero) y a la cual se había visto obligado a dejar, más de 7 meses atrás; y también a su hija recién nacida. En esa provincia también tenía entrañables amigos, que siempre lo habían recibido con los brazos abiertos.
Al pasar por las proximidades de Córdoba, salieron de la ciudad, el gobernador, las principales autoridades a saludar al ilustre pasajero que iba de regreso hacia el Norte. Hasta ese punto también, lo acompañaba una escolta, de 25 soldados, que había ordenado el general Fernández de la Cruz. Lo custodiarían hasta donde el camino fuera más seguro para proseguir, a partir de allí, derecho hacia Tucumán.
En Córdoba tuvo lugar, antes de salir, una breve y emotiva ceremonia. Belgrano se disponía a despedirse de su escolta; entonces, todos sus soldados
descendieron de sus cabalgaduras y Belgrano sollozando, visiblemente emocionado, los abrazaba, uno a uno, al tiempo que ellos le decían: "Adiós, nuestro General. Que Dios lo acompañe, le devuelva la salud y nos permita volver a verlo pronto". Belgrano no atinó a responder, y embargado por la emoción los abrazo efusivamente, sabiendo que nunca más los volvería a ver.
Luego de otra dura travesía, que durado varias semanas, Manuel llegó a Tucumán y se recluyó en su casa (pegada a la actual Plaza Belgrano); que era sencilla y sin comodidades. Según nos cuenta su amigo tucumano José Celedonio Balbín, su casa "era de techo de paja, sus muebles se reducían a
dos sillas también con asiento de paja, dos bancos de madera, una mesa ordinaria, un catre pequeño de campaña con delgado colchón que casi siempre estaba doblado".
Su llegada a San Miguel de Tucumán no le resultó tan agradable como el enfermo General imaginaba. A poco de llegar, se enteró que la madre de su hija, Dolores Helguero, se había casado con un señor catamarqueño, mayor que ella. Tal vez influenciada por su familia, para disimular que era madre soltera.
Esta noticia debió haber sido devastadora para el prócer. Pocos amigos lo pasaban a visitar.
Su única alegría era recibir a su niña, a quien adoraba y llamaba su "palomita".
Al poco tiempo, el 11 de noviembre de 1819, estalló en Tucumán un motín contra el gobernador de la provincia, el catamarqueño Feliciano de la Mota Botello. El instigador de la asonada era nada menos que Bernabé Aráoz, antiguo amigo de Belgrano, quien se había resentido mucho con él por el respaldo de éste al mandatario derrocado. Don Bernabé había sido un protagonista crucial en 1812, convenciendo a Belgrano de desobedecer al Triunvirato y de enfrentar a los realistas.
Los partidarios de Aráoz, encabezados por el capitán Abraham González "temiendo que Belgrano usara su autoridad para hacer fracasar la conjura, irrumpieron en su casa y pretendieron colocarle cadenas y grillos en sus pies". Belgrano estaba postrado en cama. La oportuna intervención de su médico,Joseph Redhead, evitó que lo concretaran. El General, humillado y defraudado, les gritó a los ingratos, "si quieren matarme aquí tienen mi pecho".
Al día siguiente le confió a un amigo: "Yo quería a Tucumán como a mi propio país, pero han sido tan ingratos conmigo, que he determinado irme a Buenos Aires, pues mi enfermedad se agrava día a día".
En Febrero de 1820 emprendió el regreso a Buenos Aires sin un peso en el bolsillo. El Estado le adeudaba sueldos por años de servicios. El dinero que se le otorgara por sus victorias de Tucumán y Salta nunca le fue abonado. Belgrano agradeció el gesto de :Gobierno;pero dijo:"el mérito es de mis soldados y lo dono para construir cuatro Escuelas, una en Tarija, una en Jujuy, una en Tucumán y otra en Santiago "para ayudar a tanta juventud analfabeta y desposeida". El Gobierno argentino, casi después de ciento cincuenta años destinó el dinero a la construcción y al funcionamiento de las cuatro escuelas legadas por el prócer, no todas en la misma fecha, sino en tiempos diferido.
Su amigo Celedonio Balbín, quien tenía una tienda le prestó dinero para el viaje le facilitó ropa interior y lo acompañó él mismo, junto a su confesor, a su médico personal - el Dr. Redhead- inmigrante escocés- y sus dos ayudantes.
Así iniciaba el Creador de la Bandera viajó rumbo a Buenos Aires, para morir en su ciudad natal, el 20 de Junio de 1820 por la mañana, conocido como el Día de los Tres Gobernadores. Antes de expirar pronunció estas palabras que escuchó su médico:"Ay, Patria mía cuantos males tienes todavía, espero que las nuevas generaciones los sepan remediar".
El General Manuel Belgrano murió sin dinero y entregó a su médico, su reloj como parte de pago.
Fue amortajado con el hábito blanco de la Orden Dominica y enterrado en el pido de la Iglesia de Santo Domingo, acompañado de un reducido grupo de amigos y sus hermanos.
En 1820 el Padre Fray Francisco de Paula Castañeda, fue de los primeros en darse cuenta de lo injusto que había sido el pueblo y el gobierno en no asistir a los funerales del General Manuel Belgrano y ensayó un obituario en un periódico una semana después. Ese mismo año fundó su primer periódico, con el curioso nombre de "El Despertador Teofilantrópico Místico Político" y con una elegía anunció la muerte del General Belgrano.Un año después de su fallecimiento se realizó un funeral con asistencia de autoridades.
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para docentes y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel Maggi).
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