viernes, 31 de mayo de 2019

Belgrano creó la Escuela de Dibujo.- 31 - 05 - 2019.

Instituto Belgraniano de Venado Tuerto
Belgrano creó la Escuela de Dibujo
Asociación Belgraniana de Morón

Los antecedentes de esta iniciativa se encuentran en dos de las memorias anuales
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para docentes y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel. Maggi).


miércoles, 29 de mayo de 2019

Mariano Moreno reseña biográfica. - 29 - 05 - 2019 -

A doscientos seis años de su “misteriosa muerte”, Mariano Moreno sigue siendo un personaje histórico incómodo. Fue alejado prolijamente del panteón oficial, mencionado apenas como abogado y homenajeado a medias el 7 de junio, el día del periodista. Los aniversarios de su nacimiento (23 de septiembre) y de su muerte (4 de marzo), pasan inadvertidos para la mayoría de los argentinos de hoy, la gente del futuro de la que hablaba Moreno, que tanto hizo por nosotros sin conocernos.
Quizás un ejemplo palmario de lo que decimos sea el estado de total abandono en que se encuentra su monumento en la Avenida de Mayo y Paraná, frente al bello teatro Liceo. Está sucio, mal iluminado y tapado por ramas de un frondoso árbol que impiden distinguir la estatua del secretario de la Junta que corona la obra del escultor Miguel Blay y Fábregas inaugurada en 1910.
No son pocos los que siguen queriendo borrarlo de la historia o, lo que es casi lo mismo, minimizar su actuación a términos burocráticos o sanguinarios. Estamos hablando de uno de nuestros padres fundadores, uno de los grandes introductores del pensamiento más progresista de la época en nuestro país, junto a Manuel Belgrano, Hipólito Vieytes y Juan José Castelli, un pensamiento diferente que se oponía a aquel corpus ideológico escolástico-colonial que repudiaba la ciencia, el conocimiento experimental y por lo tanto el cambio.
Este abogado nacido en Buenos Aires en 1778 y graduado en Chuquisaca, que obtuvo su título con una tesis basada en la condena a la explotación de los originarios en las minas del Potosí, regresó a Buenos Aires en 1805 y comenzó a trabajar para el Cabildo pero también en la defensa de los indefensos. Dijo por entonces: “Nunca podrá encontrarse señal más segura de la decadencia de un reino que la impunidad de los delitos”.
El 25 de mayo de 1810 asumió el cargo de Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta de gobierno patrio. Ese día dijo al jurar: “La variación presente no debe limitarse a suplantar los funcionarios públicos, e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración; desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido; promover el remedio a los males que afligen al estado; excitar y dirigir el espíritu público; educar al pueblo; destruir sus enemigos, y dar una nueva vida a las provincias”.
El 25 de mayo de 1810 asumió el cargo de Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta. Desde ahí impulsó la educación pública, creó la jubilación para docentes y la biblioteca pública.
Desde su cargo impulsó la educación pública, creó la jubilación para los docentes y la biblioteca pública, el actual Nacional Mariano Moreno. Promovió la formación educativa de los soldados y oficiales del ejército patriota. Legisló a favor de la igualdad y dignidad de los pueblos originarios y el acceso de sus miembros a los cargos públicos.
Condenó la esclavitud en un escrito en el que señalaba: “Gime la humanidad con la esclavitud de unos hombres que la naturaleza crió iguales a sus propios amos, fulmina sus rayos la filosofía contra un establecimiento que da por tierra con los derechos más sagrados”. Fundó La Gaceta de Buenos Ayres, el órgano de prensa de la Revolución en el que escribía en su primer número: “El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus Representantes, y el honor de estos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir los delitos”.
Fomentó la libertad de prensa porque según pensaba: “Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dese acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impúnemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles”.
Héroe de mayo. La tapa del más reciente libro del historiador y columnista de Viva Felipe Pigna. / Gentileza Editorial Planeta
Héroe de mayo. La tapa del más reciente libro del historiador y columnista de Viva Felipe Pigna. / Gentileza Editorial Planeta
La labor de Moreno llevó su tiempo, un tiempo que parecía intuir que no tenía, y si bien es obvio que quedó parcialmente frustrada o inconclusa, su memoria y su obra, la jurídica, la económica y social, mantienen una vigencia extraordinaria. Moreno publicó a Rousseau para instalar la idea de República, para dejar claro que no se concibe a un gobierno sin poder legislativo, sin división entre los tres poderes independientes. Esto se refleja claramente en la convocatoria a un Congreso de Diputados del que fue el gran impulsor para que se constituya en un poder legislativo que funcione junto a la Junta, avance hacia la independencia y redacte una imprescindible constitución. Los objetivos de Moreno en la Junta y en la Revolución chocan concretamente con Saavedra y el Deán Funes, quienes le van a contraponer una estrategia: cuando van llegando los diputados del interior son incorporados directamente a la Junta, lo que faltaba a la palabra y al derecho de lo que se había planteado. Esta estrategia sirvió para dejar en minoría a los morenistas, y provocar la renuncia de Mariano Moreno a su cargo de Secretario de Guerra y Gobierno.
El otro episodio clave y polémico de la vida de Moreno es el fusilamiento de Santiago de Liniers, en el que cierta historia, sacando completamente de contexto y obviando que el ex virrey era parte de una conspiración que se proponía arrasar a sangre y fuego Buenos Aires y Santa Fe, culpa absolutamente a Mariano Moreno por este hecho, lo cual es un absurdo histórico. El documento que condena a Liniers está firmado por todos los miembros de la Junta, con excepción del cura Alberti que se excusa por su condición de sacerdote, pero que se indigna porque se ha excluido de la condena al obispo implicado en el complot. El fusilamiento de Liniers va a ser utilizado como un argumento de los enemigos de Mariano Moreno para usar el término jacobino de “terrorista”, para explicar a los miembros más exaltados de la Junta, entre los cuales también estaba Juan José Castelli, descrito por los servicios secretos de la colonia como un subversivo, “principal interesado en la novedad”. Quizás el más bello elogio que haya recibido el orador de la revolución que podría aplicarse sin dudas a su amigo y compañero, Mariano Moreno.
No son pocos los que siguen queriendo borrarlo de la historia o minimizar su actuación a términos burocráticos. Estamos hablando de uno de los padres fundadores de la Patria.
Son muchos los historiadores de diversas tendencias que sostienen que Mariano Moreno fue víctima de una maniobra ilegítima, lo que puede comprobarse en las actas del 18 de diciembre de 1810, para desplazarlo del poder y “cortar de raíz”, como dice Saavedra, con su obra de gobierno, moderna, progresista y democrática.
Moreno pudo sentir en carne propia la profunda injusticia que se cometía y la ingratitud de sus compatriotas. Tuvo la dignidad de presentar su renuncia, indeclinable “como la de todo hombre de bien”, porque como también decía, “prefiere al interés de su propio crédito que el pueblo empiece a pensar sobre el gobierno, aunque cometa errores que después enmendará, avergonzándose de haber correspondido mal a unos hombres que han defendido con intenciones puras sus derechos”. Intentó resistir junto a sus partidarios el retroceso evidente que se avecinaba pero no pudo. Partió hacia una misión imposible que le costaría la vida. Sin embargo el morenismo siguió vivo y pudo florecer en la Sociedad Patriótica fundada por Bernardo Monteagudo, a la que adherirá en 1812 nuestro querido Gran Jefe, José de San Martín, a poco de regresar a su patria. Merecen una mención especial los textos de María Guadalupe Cuenca, Mariquita, Lupe, la extraordinaria compañera de Moreno, que nos ha dejado un testimonio notable de los sucesos de su tiempo, de sus lógicos temores y de su amor incondicional a través de 14 cartas dirigidas a su marido que nunca llegaron a destino, y que escribió con una humana mezcla de ilusión y angustia sin saber que su destinatario ya no estaba en este mundo.
Aquel muchacho de 32 años se había ido para siempre en alta mar el 4 de marzo de 1811, poco después de decir con su último aliento, “Viva mi Patria, aunque yo perezca”.

domingo, 26 de mayo de 2019

Belgrano. Pensamiento y acción. - 26 - 05 - 2019 -


El general Manuel Belgrano: el pensamiento y la acción.

Al cumplirse este lunes el aniversario de la muerte de Manuel Belgrano y celebrarse el Día de la Bandera, Carlos María Marturet, secretario Académico del Instituto Nacional Belgraniano, opinó para Télam sobre la figura del prócer. 

Texto Por Carlos María Marturet (*) - 19 - 06  - 2016 -. DÍA DE LA BANDERA.

"Don Manuel Belgrano fue un hombre polifacético: abogado, economista político, funcionario público, periodista, diplomático, pionero de la educación pública, militar, y con ello logro muchos méritos más que lo dignificaron como uno de los Padres de la Patria.

Nació, como súbdito de un virreinato, el 3 de junio de 1770 y falleció el 20 de junio de 1820, pero, por propia decisión y compromiso, como ciudadano libre de su Patria, en una República en formación.

Inició su educación formal en el seno de una familia fraternal, que le dio tres de los dones que toda persona debe recibir: un apellido - su identidad -; una religión, el don precioso de la fe, que lo hizo prójimo y trascendente; y una educación que lo constituyó como persona digna y servicial a su sociedad.

Dedico 16 años, el 33 % de su vida, a estudiar. Se formó en escuelas, colegios y universidades, recorrió bibliotecas, compró, estudió, atesoró y finalmente donó sus libros.

Estudió idiomas para poder leer y traducir a los clásicos universales y a las personalidades de su época. Se entregó con alegría y pasión por el saber; y gracias a ello fue un funcionario capaz, sensible, comprometido, valiente, perseverante e integro.

Fue un estadista pionero en la promoción de los Derechos Humanos, pregonando por la educación pública de nuestros niños y niñas; reivindicando el rol social de la mujer y como protector de los pueblos originarios; y para consolidar estas convicciones y acciones nos legó la bandera de "Nuestra Libertad Civil" (Declarado Símbolo Patrio Histórico de la Nación el 29 de abril de 2015; Ley Nro. 27.134), único símbolo de ese momento histórico, del que se tiene registro fidedigno de su creación, de su creador y de sus destinatarios.

Se transformó en un conductor militar extraordinario. Comandó operaciones militares en dos teatros de operaciones de nuestra Independencia, con ambientes geográficos totalmente diferenciados y difíciles, obteniendo resultados asombrosos.

Como soldado, debió primero sembrar, en las mentes y en los corazones de los ciudadanos, el germen de la confianza y de la libertad, para luego poder completar la movilización y la instrucción de piquetes de milicianos disminuidos, desorganizados, desequipados, desarmados y, los más grave, desmoralizados. Y los convirtió en ejércitos disciplinados y heroicos, hasta el sacrificio de su propia vida.

Manuel Belgrano fue el primero en atreverse a crear un modelo de enseña patria "blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional" que el mismo había inspirado, y de hacerla bendecir, y de hacerla jurar por militares y civiles, y de presentarla en batalla como un símbolo de independencia, de libertad y de soberanía política y popular, años antes del Congreso General Constituyente en Tucumán.

Honró y sublimó a las mujeres y las mujeres lo amaron a él. Dos de ellas le dieron descendencia. Fueron mujeres decididas, atrevidas valientes y plenas, y estas cualidades en una mujer de esa época les significaron alegrías pero también amargos sufrimientos.

Como hombre no pudo disfrutar del amor esponsal, ni pudo brindar el amor filial. Fue parte de su renunciamiento personal.
Fue un protagonista fundamental y fundacional de su época, respetado, admirado y envidiado, y este último sentimiento degeneró en odios y resentimientos. Tuvo una salud frágil. Sufrió enfermedades "del cuerpo y del espíritu", y por ello vivió solamente 50 años, muy pocos.

Manuel Belgrano falleció con la dignidad de quienes lo dan "todo por la Patria".

Murió en Gracia de Dios con pensamientos y palabras de esperanza, agradeciéndole por la vida recibida y deseando "solo haber sido un digno hijo de la Patria".

Eso fue nuestro Manuel Belgrano por eso, de pie frente a su historia, solo nos resta como ciudadanos comprometidos con nuestro pasado, responsables de nuestro presente y esperanzados en nuestro futuro, mantener vivo su legado y aprender a transmitir, en el lenguaje de las próximas generaciones, los valores, virtudes y cualidades que forjaron su personalidad y guiaron su vida y obra, convencidos que "Los hombres no se guiaran por preceptos abstractos de la razón pura; necesitan ver encarnados ese Ideal en una Persona al que seguirán por la sola fascinación de su Ejemplo".

(*) General de Brigada (R) "VGM" Licenciado. Secretario Académico del Instituto Nacional Belgraniano.

La salud de Belgrano y sus últimos días. -26 - 05 - 2019 -


Biografía. La salud de Manuel Belgrano y sus últimos días.
Por Juan Pablo Bustos Thames | Infobae. 16 de junio 2016



Manuel Belgrano nunca gozó de buena salud en su adultez. En cambio, el general José de San Martín, pese a
 sufrir numerosas enfermedades y achaques, tenía un mayor vigor físico, y logró siempre sobreponerse a sus 
males, para fallecer, recién en su ancianidad.

Poco antes de la Batalla de Salta, eran tan fuertes los dolores que sufría Belgrano, que pasó mucho tiempo
 postrado en su carruaje, con frecuentes vómitos de sangre, dado que no podía montar, y desde allí dio las
indicaciones iniciales para la batalla. Hubo momentos en que hasta llegó a perder la noción de lo que estaba 
ocurriendo.

Dicen los especialistas que el origen de estos vómitos era indudablemente gástrico, pues por lo que sabemos, 
aparecían y terminaban súbitamente, a diferencia de lo que hubiera sucedido de ser respiratoria la causa. La 
cuestión es que, con el correr de las horas, y aliviados los dolores, consiguió incorporarse y pudo montar a
 caballo para dar las indicaciones finales en la batalla, coronando el mayor triunfo de su carrera militar.

Algunos creen que lo aquejaba una sífilis, adquirida en sus años de juventud y de estudios universitarios en 
España. Ya el 16 de noviembre de 1796, y sirviendo como Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos 
Aires, tres médicos (el doctor Miguel Gorman del Protomedicato, y los licenciados Miguel García de Rojas y José
 Ignacio de Arocha) expresaron que "padecía varias dolencias" y le habían diagnosticado "un vicio sifilítico… y 
complicadas por otras originadas del influjo del país, cuya reunión ha sido causa de no poder conseguir los alivios
 con el método más arreglado; por lo que sentamos la necesidad de mudar de país a otro más adecuado, y 
análogo a su naturaleza, en cuya virtud nos consta que pasó al de Montevideo  y Maldonado".

Ahora bien: ¿fue afectado Belgrano por sífilis? Es poco probable; habida cuenta de que su descendencia,
 engendrada después de habérsele detectado estos síntomas, no registró rastros de dicha enfermedad; máxime
 cuando la sífilis puede ser congénita. Tampoco se registró esta enfermedad en sus parejas.


La muerte de Manuel Belgrano, 20 de junio de 1820 

¿Qué pudo haber ocurrido entonces? En esa época no estaba muy bien diferenciado el diagnóstico de las distinta
s enfermedades de transmisión sexual; y era común que los médicos confundieran unas con otras. Además, los
 síntomas de la sífilis son comunes a los de otras enfermedades.

Durante todo el año anterior ya había tenido varias recaídas en su salud. Casi todo el mes de Agosto de 1795
 debió guardar reposo y durante 7 meses solicitó licencia para trasladarse a Montevideo y recuperarse, 
cambiando el clima de la capital por otro más benigno. Por eso, en varias oportunidades debió solicitar licencia, 
para poder atender su salud, siendo reemplazado en su cargo por su primo Juan José Castelli, mientras duraba
 su convalecencia, en la Banda Oriental o en la quinta de su hermana de San Isidro.

Otros sostienen que el prócer también padecía de reumatismo crónico. Se lo medicó con distintos tipos de sales
 y con iodo. También habría sufrido de "dacriocistitis crónica", que es la obstrucción de los conductos lacrimales,
 lo que degeneró en fístulas en ambos ojos, supurándole pus y lágrimas que le impedían trabajar o fijar la vista. Afortunadamente, para su estética, las fístulas, con el tiempo, evolucionaron favorablemente, a tal punto que no
 afectaron el aspecto físico de Belgrano.

Ya en el Alto Perú, Belgrano fue afectado de paludismo, conforme lo relata al Gobierno en nota fechada el 3 de
 mayo de 1813: "Estoy atacado de paludismo-fiebre terciana, que me arruinó a términos de serme penoso aún el
 hablar; felizmente lo he desterrado y hoy es el primer día, después de los doce que han corrido que me hallo 
capaz de algún trabajo". El mayor Emilio Loza, narrará, en forma concordante, que "la salud de Belgrano es un 
elemento que debe tenerse en cuenta, su espíritu estaba amargado por las continuas exigencias del gobierno y 
decaído por las rivalidades y ambiciones de los jefes de los cuerpos".

Con posterioridad, y ya en 1815, Belgrano es enviado a Londres, en misión diplomática, junto a su amigo, 
Bernardino Rivadavia; a donde llegó enfermo. Sin embargo, pareciera que en su estadía londinense, el general 
se restableció de sus dolencias; en especial del paludismo; ya que hasta su regreso a Tucumán, en 1816 no se
 volvieron a registrar padecimientos de salud.



Belgrano también padecía de trastornos digestivos, dispepsia (digestión difícil) e inflamaciones en la zona
 abdominal, muy posiblemente originados por factores nerviosos o psicosomáticos. Otros creen que la falta de j
ugos digestivos causaba este problema, o el déficit alimentario producto de su vida militar, plagada de carencias,
 como consta en diversos documentos.

Aparentemente su salud empezó a agravarse entre 1818 y 1819. El 1º de febrero de 1819, cumpliendo órdenes 
del Gobierno, Belgrano se puso al frente del Ejército del Norte, acantonado en Tucumán, y salió de campaña 
contra los caudillos federales del Litoral (José Gervasio Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez) que
impulsaban la anarquía, retaceaban apoyo a los ejércitos patrios, desafiaban a las autoridades nacionales, 
desconocían al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y al Congreso que había declarado nuestra 
Independencia, saboteaban sus comunicaciones e interceptaban los cargamentos de provisiones, refuerzos y 
armas que el Directorio remitía a los Ejércitos del Norte y de los Andes, comprometiendo así la causa de la 
Independencia.

A diferencia de San Martín, Manuel Belgrano obedeció estas órdenes, y acudió a socorrer al Directorio y al 
Congreso de Tucumán -que ya funcionaba en Buenos Aires por esa época-, ante el riesgo de desintegración del 
país y que reinara la anarquía; contra lo que tanto había luchado siempre.

Por esa época, su enfermedad estaba ya bastante avanzada. Sus amigos y su médico le aconsejaron que no 
fuera personalmente él con la expedición, pues bien podría enviar a otro oficial a cargo. Belgrano se negó. Intuía
 que, si no comandaba él mismo al ejército, éste corría el riesgo de desintegrarse, contagiando con su accionar 
anárquico a las demás provincias (como efectivamente ocurrió después).

Su escasa salud se devastó por la dura travesía por intransitables senderos de tierra, a través de Tucumán, 
Santiago del Estero y Córdoba, sumada a las inclemencias del tiempo, por dormir en la intemperie, o en una 
incómoda tienda de campaña, en medio del frío y la lluvia.

Fue en esa travesía desde Tucumán hacia Córdoba que un viajero inglés, llamado Samuel Haigh, se cruzó con 
Belgrano y su ejército y nos dejó un claro testimonio del deplorable estado en el cual encontró a ambos: "Apenas
 habíamos andado dos leguas por la mañana, cuando encontramos toda la fuerza del general Belgrano, 
compuesta de tres mil hombres, en camino al interior. Los soldados iban en estado lastimoso, muchos descalzos
 y vestidos de harapos; y como el aire matinal era penetrante, pasaban tiritando de frío, como espectros vivientes…
 Belgrano nació en Buenos Aires, y tenía reputación de ser muy instruido, pero no fue un general afortunado. 
Entonces, debido a su debilidad, no podía montar a caballo sin ayuda extraña, y no parecía capaz del esfuerzo 
requerido para guerrear en las pampas. Su persona era grande y pesada…".

Ya se evidenciaba, en el testimonio que nos brinda este inglés, alrededor de un año antes del fallecimiento del 
prócer, que el cuerpo de Belgrano se encontraba hinchado y deformado, a raíz de su enfermedad.

En el Museo Mitre existe una carta escrita en la Posta de la Candelaria, el 7 de Abril de 1819, dirigida a su 
sobrino político, el ex Director Supremo, el coronel peruano Ignacio Álvarez Thomas, en la que Belgrano le 
cuenta que tiene afectados el pulmón y el pecho. También el muslo y la pierna derechos, lo que obliga a sus 
soldados a ayudarlo a montar y bajar del caballo, tareas que ya no puede realizar solo.

Un año después, en una carta dirigida el 13 de Abril de 1820 al entonces Gobernador de Buenos Aires y antiguo 
amigo suyo, don Manuel de Sarratea, le confía que "su enfermedad comenzó el 23 de Abril de 1819". Se refería,
 en concreto al malestar  que lo venía aquejando en el pecho y en el pulmón.

En mayo de 1819, con el Ejército del Norte se moviliza hacia Cruz Alta, localidad distante como a 200 kilómetros
 al sudeste de la ciudad de Córdoba, justo en el límite con Santa Fe. En medio del duro otoño cordobés, Belgrano
 se instaló en un rancho miserable, y padeció frío, humedad y la lluvia. No tenía comodidades y eso agravó más 
aún su salud al no tener el ambiente propicio para recuperarse.
Su desazón ante el estado institucional de la Patria complica aún más su padecer 
físico
A principios de junio, se trasladó a Capilla del Pilar, a 50 kilómetros al sur de Córdoba, sobre el Río Segundo. Allí
 se entera de la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón, como Director Supremo y de la elección de José 
Rondeau, como último mandatario de las Provincias Unidas. Su salud se agrava aún más. Ahora ya no consigue 
conciliar el sueño. Su respiración se torna difícil. Por la hinchazón en sus pies y piernas ya hasta se le complica 
desplazarse y caminar, cuando antaño tenía un andar ligero y sin dificultades pues era de caminar casi corriendo.
 Su desazón ante el estado institucional de la Patria complica aún más su padecer físico.

Sus allegados, preocupados, convocaron al doctor Francisco de Paula Rivero, quien le diagnosticó una
 "hidropesía avanzada" que es la retención de líquido en los tejidos. No es una enfermedad autónoma, sino un
 síntoma por el cual se manifiestan, básicamente, enfermedades de los riñones, del corazón y del aparato 
digestivo. El líquido se acumula en el vientre, cuello, brazos, tobillos y muñecas. Puede reflejar un mal f
uncionamiento de los riñones, que no eliminan correctamente los fluidos. El líquido acumulado (como parece
 haber sido en este caso) ocasiona mucha presión sobre el corazón y los pulmones, y termina afectándolos. 
La hidropesía se relaciona con tuberculosis, cáncer de colon, afecciones cardíacas, glandulares, hepáticas o
 renales.

La medicina de la época no atinó a diagnosticar exactamente el cuadro del prócer; tampoco a brindarle el 
tratamiento adecuado. Sus dolores eran tan fuertes que lo postraban. Todos percibían que el General estaba 
enfermo, y cómo la hidropesía había afectado a su cuerpo, hinchándolo en demasía e impidiéndole movilizarse.

Anoticiado del estado de salud de Belgrano, el gobernador de Córdoba, Manuel Antonio de Castro, le ofreció
 trasladarse a la ciudad de Córdoba para poder tratarse mejor y descansar adecuadamente. Belgrano le 
respondió en estos términos: "La conservación del ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de 
muerte, pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados. También puede enterrarse en ella al General. 
Me es agradable pensar que aquí vendrán los paisanos a rezar por el descanso de mi alma".

A finales de agosto de 1819, y con la perspectiva del arribo de la primavera, Manuel Belgrano se siente
 levemente mejor. En una carta suya del 27 de ese mes, dirigida a Tomás Guido, amigo y confidente del general 
San Martín, le cuenta: "Parece que la enfermedad me quiere dejar, llevo unos cuantos días de alivio conocido y
 espero que el sol aproximándose más, me restituirá a mi antigua robustez".

Sin embargo, su ilusión será efímera. Apenas dos días después, los dolores, el cansancio y sus crónicos males 
recrudecen con más fuerza. Es entonces que se dirige al flamante Director Supremo y predecesor suyo en el 
mando del Ejército del Norte, general José Rondeau, y le pide licencia para regresar a Tucumán; muy probable
 para conocer a su hija tucumana, Manuela Mónica, que había nacido el 4 de mayo y estaba a punto de cumplir
 4 meses: "No habiendo podido conseguir en medio del sufrimiento de cuatro meses de enfermedad un alivio
 conocido, y aconsejándome los facultativos la variación de temperamento, debiendo ir al del Tucumán, me veo
 en la necesidad, aunque dolorosa, de ocurrir a V.E. para que me permita dejar el cargo por algún tiempo, hasta 
que logre mi restablecimiento".
Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque (…) la muerte me sería esensible 
separarme de vuestra compañía, porque (…) la muerte me sería menos dolorosa (…), recibiendo 
los últimos adioses de la amistad(…).
Tan mal se sentía que, sin esperar la respuesta oficial del Gobierno, el 11 de setiembre de 1819, Manuel dispuso
 su propio relevo en el Ejército, y ordenó que se hiciera cargo del mismo, su segundo al mando, el general 
Francisco Fernández de la Cruz. En su despedida, con los ojos llorosos y visiblemente emocionado, arengó a sus
 hombres por última vez: "Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la 
muerte me sería menos dolorosa, auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad".

El general Belgrano había elegido pasar sus últimos días en Tucumán, en compañía de la mujer que amaba
 (Dolores Helguero) y a la cual se había visto obligado a dejar, más de 7 meses atrás; y también a su hija recién 
nacida. En esa provincia también tenía entrañables amigos, que siempre lo habían recibido con los brazos 
abiertos.Al pasar por las proximidades de Córdoba, salieron de la ciudad, tanto el gobernador, como las principales
 autoridades a saludar al ilustre pasajero que iba de regreso hacia el Norte. Hasta ese punto también, lo iba a 
acompañar una escolta que, de 25 soldados, había ordenado el general Fernández de la Cruz. De este modo lo
odiaban hasta donde el camino era más seguro para proseguir, a partir de allí, derecho hacia Tucumán. En
 Córdoba tiene lugar una breve y emotiva ceremonia. Cuando Manuel se dispone a despedirse de su escolta;
 todos sus  soldados descienden de sus caballos, y sollozando, visiblemente emocionados, lo van abrazando, uno
 a uno, al  tiempo que le dicen: "Adiós, nuestro general. Que Dios lo acompañe, le devuelva la salud y nos permita

Sin embargo, su arribo a San Miguel de Tucumán no le resultó tan agradable como el enfermo general imaginaba.
 A poco de llegar, se enteró de que la madre de su hija, Dolores Helguero, se había casado con un catamarqueño, 
}mayor que ella. Tal vez influenciada por su familia, para disimular que era madre soltera. Esta noticia debió haber
 sido devastadora para el prócer. Pocos amigos lo pasaban a visitar. Su única alegría era recibir a su niña, a quien
 adoraba y llamaba su "palomita".

Al poco tiempo, el 11 de noviembre de 1819, estalló en Tucumán un motín contra el gobernador de la provincia, el 

catamarqueño Feliciano de la Mota Botello. El instigador de la asonada era nada menos que Bernabé Aráoz, antiguo
 amigo de Belgrano, quien se había resentido mucho con él por el respaldo de éste al mandatario derrocado. Don
 Bernabé había sido un protagonista crucial en 1812, convenciendo a Belgrano de desobedecer al Triunvirato y de
 enfrentar a los realistas.

Los partidarios de Aráoz, encabezados por el capitán Abraham González, temiendo que Belgrano usara su
 autoridad para hacer fracasar la conjura, irrumpieron en su casa y pretendieron colocarle cadenas y grillos en sus 
pies. Belgrano estaba postrado en cama. La oportuna intervención de su médico, el norteamericano Joseph 
Redhead, evitó que lo concretaran. El General, humillado y defraudado, le confió a un amigo: "Yo quería a Tucumán
 como a mi propio país, pero han sido tan ingratos conmigo, que he determinado irme a Buenos Aires, pues mi
 enfermedad se agrava día a día".

En Febrero de 1820 emprendió el regreso a Buenos Aires sin un peso en el bolsillo. El Estado le adeudaba sueldos

 por años de servicios. El dinero que se le otorgara por sus victorias de Tucumán y Salta nunca le fue abonado; 
tampoco se lo destinó al funcionamiento de las cuatro escuelas legadas por el prócer. Su amigo Celedonio Balbín 
le prestó dinero para viajar y lo acompañó él mismo, junto a su confesor, a su médico personal -el Dr. Redhead- y 
dos ayudantes. Así iniciaba el Creador de la Bandera su última travesía, para morir en su ciudad natal.

El Gral. San Martín, por René Favaloro. 26 -05 - 2019 -





El general José de San Martín en el pensamiento y la acción del doctor René G. Favaloro. Nota por Martín Blanco. -  Infobae. Domingo 26 de Mayo 2019.-

"Entre los más de trescientos trabajos publicados por el doctor René GerónimoFavaloro, hay dos libros referidos a la figura del general San Martín. El primero de ellos lo escribió en 1987, titulado ¿Conoce usted a San Martín? En el otro, de 1991, abordó la famosa entrevista con Simón Bolívar, titulado La Memoria de Guayaquil.
Impulsado por su profunda admiración por el Libertador, y con la idea de formar en valores que subyacía siempre en cada paso de Favaloro, al regreso de un simposio realizado en los Estados Unidos, resolvió hacer un alto en su actividad, para lo cual se recluyó en su casa durante tres semanas "por primera vez", en las que trabajó durante largas y extensas jornadas, como era su costumbre. Se entregó por entero a escribir de su puño y letra el referido ¿Conoce usted a San Martín?, que él dedicó a la juventud argentina.
En dicha obra, Favaloro, además de hacer un interesante y concienzudo repaso por la rica y vasta trayectoria sanmartiniana, se enfocó en analizar y desarrollar cuál sería la presencia actual (estamos hablando del año 1987) de San Martín en nuestras vidasa través de las cualidades salientes, sus acciones y los valores que el prócer pregonó a lo largo de su vida, en la que debió enfrentar innumerables adversidades tanto en el ámbito militar como político y económico, sin dejar de soslayar su mala salud, que lo acompañó desde temprana edad hasta su muerte.
A este respecto, Favaloro destacó al esfuerzo como un denominador común en la vida de San Martín, siendo el Cruce de los Andes un cabal ejemplo de ello.
San Martín debió crear y pertrechar un ejército, prácticamente de la nada, para lo cual puso en marcha en Cuyo una economía para la guerra, acompañado por un pueblo abnegado y patriota, con el inestimable apoyo de sus subordinados, que, al igual que su jefe, no conocieron el descanso a expensas de lograr la ansiada libertad.
A modo de ejemplo, veamos cómo encaró San Martín ese tremendo desafío, en carta a su dilecto amigo, don Tomás Guido, fechada el 14 de febrero de 1816: "El tiempo me falta para todo, el dinero ídem, la salud mala, pero así vamos tirando hasta la tremenda (…) he tenido que crear una maestranza, parque, armería, dos hospitales, una fábrica de pólvora (porque ni aun estas se me ha remitido sino para la sexta parte de mis atenciones); una provisión de víveres y qué sé yo qué otras cosas (…) y también he tenido que arruinar fortunas para sostener y crear tantas atenciones; no hablemos de gastos secretos porque esto es un mare magnum". En otra carta, fechada el 22 de diciembre de 1816, a pocos días del inicio de la epopeya, le dice a Guido: "Trabajo como un macho para salir de esta el 15 del que entra, si salimos bien, como espero, la cosa puede tomar otro semblante, si no, todo se lo lleva el diablo".
Favaloro apreció desde pequeño el valor del esfuerzo. Fue testigo del sacrificio de su padre, que tenía un pequeño taller de carpintería, y de su madre, que era modista. Sobre esa base se destacó como alumno en el Colegio Nacional de la Universidad de la Plata, y luego en la Facultad de Ciencias Médicas de dicha ciudad. Refiere Favaloro que una vez en allí: "Durante mis largas caminatas por el bosque, a veces me decía que quizá con un poco de esfuerzo podría constituirme en el primero de mi clase". Y así lo hizo, ya que debido a sus calificaciones y por concurso de oposición, llegó a ser parte del internado del Hospital Policlínico de La Plata, "aspiración suprema de todo practicante".
Como médico rural en Jacinto Aráuz (La Pampa) durante 12 años trabajó sin descanso, atendiendo a todos por igual, sin distinción de raza, religión o situación económica. Su tarea además fue la de educar y trabajar en la prevención. Iba casa por casa enseñando cuestiones básicas pero necesarias, dialogando con docentes, parteras, comadronas, sin discriminar incluso a las curanderas. Todos ellos se encargarían de desperdigar esas enseñanzas, las que incidieron decisivamente, por ejemplo, para lograr una sensible baja de los índices de mortalidad infantil en la zona.
Por otro lado, Favaloro resaltó la capacidad que tuvo San Martín para compartir con sus subordinados, y cómo este entendió con claridad: "La tarea no se debe únicamente al hombre providencial, que poco puede hacer si no tiene la ayuda total de sus colaboradores con quienes debe compartir éxitos y fracasos".




José de San Martín
José de San Martín
Al respecto, sirva como ejemplo que San Martín, ya en su retiro, ponderó el trabajo realizado por el baqueano Justo Estay. Refirió que le tocaba a aquel "gran parte de la gloria de Chacabuco", por la labor que este desarrolló en los días previos a esa batalla, dado que gracias a la información por él suministrada respecto a los últimos movimientos del enemigo en la capital chilena, San Martín decidió adelantar la acción para el 12 de febrero de 1817, y no para el 14 de febrero de 1817 como lo había planeado originalmente, lo que coadyuvó al éxito patriota en la contienda.
En ese sentido, en su obra Recuerdos de un médico rural (1980) Favaloro permanentemente hizo hincapié en la ayuda encomiable de sus colaboradores, la gran mayoría vecinos de Aráuz, quienes, impulsados por Favaloro y con el arribo de su hermano Juan José, también médico, lograron poner de pie una pequeña clínica, un centro asistencial que llegó a tener 23 camas, sala de cirugía completamente equipada, lo que representó un gran salto en materia de salud para y en beneficio de todo el pueblo.
Consecuente con ello, Favaloro sostuvo en una conferencia sobre "Marginalidad y pobreza de cara al tercer milenio", dictada en noviembre de 1997 en la Universidad del Litoral: "Nunca recibí distinciones a título personal. Para mí el 'nosotros' siempre estuvo por encima del 'yo'".
Otra cualidad que Favaloro destacó en San Martín fue su verdadera y singular modestia, en su libro resaltó cómo el Libertador le escapaba a los homenajes después de sus éxitos militares. Tal es así que luego de la victoria decisiva en los llanos de Maipú, San Martín le escribió a Pueyrredón informándole que irá a verlo a Buenos Aires, a efectos de tranzar todo lo concerniente a la campaña para libertar al Perú, y le dice: "No quiero bullas ni fandango". Misma actitud tomaría cuando, el 12 de julio de 1821, hizo su entrada en Lima, el centro del poder español en América, y lo hizo en el silencio y la tranquilidad de la noche, a caballo y sin escolta.
Otra muestra elocuente de su modestia puede graficarse mediante una anécdota referida a la batalla de Maipú, cuyo éxito se debió en gran medida al genio táctico de San Martín, que dispuso de una reserva para emplearla en el momento oportuno, y sobre todo a la aplicación del denominado "orden oblicuo", maniobra que consiste en rebasar las alas del contrario y replegarse sobre su centro.
Al respecto, cuando San Martín estaba leyendo al general Juan Gregorio de Las Heras el parte de la batalla, este le señaló que de la forma en que estaba redactado iba a pasar desapercibida la genial maniobra, a lo que Las Heras le otorgaba todo el mérito de la victoria. San Martín sonrió y le dijo: "Con eso basta y sobra. Si digo algo más, han de gritar por ahí que quiero compararme con Epaminondas o Bonaparte. ¡Al grano, Las Heras, al grano! Hemos amolado a los godos y vamos al Perú. ¿El orden oblicuo nos salió bien? Pues adelante, aunque nadie sepa lo que fue. Mejor es que no lo sepan, pues aún habrá muchos que no nos perdonarán haber vencido".
Por su parte, Favaloro ha dado también grandes ejemplos de modestia. En 1962 decidió realizar la especialidad en Cirugía Torácica y Cardiovascular, para lo cual optó por alejarse de su querido Jacinto Aráuz. Se fue de La Pampa a los Estados Unidos, tal el título de otro de sus libros (publicado en 1992), para formarse en la Cleveland Clinic, que estaba a la vanguardia en dicha especialidad.
Vale decir que empezó allí sin sueldo y como observador (simple observer), haciendo trabajos de "enfermero más o menos calificado". No obstante lo cual, fiel a su costumbre, con trabajo, esfuerzo y responsabilidad llegó a ser decisivo en la vida de la Cleveland Clinic y en la historia de la Cardiología, con la utilización y la estandarización de la técnica llamada del bypass o cirugía de revascularización miocárdica. Además, en 1968 realizó el primer trasplante de corazón en el nordeste de los Estados Unidos.
Sobre esto último, inmediatamente conocida la noticia del exitoso trasplante, la atención de la prensa se centró en el doctor Donald Effler (jefe del Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular), quien aparecía como el responsable del suceso, lo que provocaba comentarios desfavorables en gran parte del staff de la clínica, que entendía que el reconocimiento debía ser para Favaloro, que a contrario sensu "estaba muy feliz de que así fuera. De alguna manera retribuía lo que me había enseñado y por sobre todo la libertad con que me había dejado trabajar al estimularme diariamente".
El reconocimiento para René no tardaría en llegar, y sería además de parte del propio Effler, ya que al mes de concretada la famosa operación y antes de dar de alta al paciente, se realizó una reunión plenaria en el auditorio de Educación de la Clínica, en presencia de todo el staff, residentes, instrumentadoras, enfermeros, técnicos, etcétera. Allí, en un salón atestado de gente, el doctor Effler recordó los primeros pasos de Favaloro, sus notables contribuciones y remató: "En estos momentos en el Board of Governors tenemos un gran problema, no sabemos si esta clínica debe seguir siendo la Cleveland Clinic o cambiarle el nombre por Favaloro Clinic".




Otro rasgo saliente que Favaloro destacó de la personalidad y acción de San Martín tiene que ver con su histórico renunciamiento, precipitado luego de entrevistarse con Simón Bolívar, en donde el Gran Capitán, con visión de estadista, se convenció de que Bolívar no tenía intenciones de colaborar con él para terminar la guerra de independencia, y que su permanencia en el Perú ponía en riesgo sus esfuerzos de diez años de revolución, razón por la cual decidió correrse del escenario y dejarle a Bolívar la gloria de terminar la guerra. Ante ello, destacó Favaloro la capacidad de San Martín de haber dado semejante paso en silencio, y haberlo sostenido ante la incomprensión que manifestaron muchos de sus compañeros de armas, incluso la de su amigo y confidente, don Tomás Guido.
El propio San Martín, el 11 de septiembre de 1848, en el epílogo de su vida, vino a confesarle al entonces presidente del Perú, don Ramón Castilla: "Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no solo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas en Colombia la guerra de la independencia hubiera sido terminada en todo el año 23, pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto, tan necesario en aquellas circunstancias, de los motivos que me obligaron a dar este paso, son esfuerzos que usted podrá calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar".
Al respecto, Favaloro sostuvo: "Recordemos siempre el renunciamiento de San Martín. Tengámoslo presente, pues en algún momento de la vida, grande o pequeño, según sea nuestra responsabilidad individual o social, tendremos que hacerlo y, como el Libertador, hagámoslo en silencio".
Al momento de escribir estas ideas, Favaloro ya las había plasmado largamente en la realidad. Su renuncia a la Cleveland Clinic, en el zenit de su carrera, y dejando de lado la posibilidad de ganar formidables sumas de dinero dan cuenta de ello. Lo hizo en silencio, solo decidió escribir una carta de renuncia, que merece ser leída repetidas veces, se trata de una misiva cargada de contenido social, donde está resumido gran parte del pensamiento y la acción que coherentemente pregonó el doctor Favaloro. En ella resaltó que no había cirugía cardiovascular de calidad en Buenos Aires, que solo los adinerados podían viajar y operarse en San Pablo o en los Estados Unidos y que el resto morían lenta pero inexorablemente, sin recibir el tratamiento adecuado. "Una vez más el destino ha puesto sobre mis hombros una tarea difícil. Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. En este momento en particular, las circunstancias indican que soy el único con la posibilidad de hacerlo. Ese Departamento estará dedicado, además de a la asistencia médica, a la educación de posgrado con residentes y fellows, a cursos de posgrado en Buenos Aires y en las ciudades más importantes del país, y a la investigación clínica. Como usted puede ver, seguiremos los principios de la Cleveland Clinic".
Una vez más surge la faz de educador-formador que distinguió a Favaloro. No por nada recalcaba que era su anhelo el que se lo recuerde como docente más que como cirujano, con el orgullo que desde el seno de su Fundación se formaron más de cuatrocientos médicos provenientes de nuestro país y de América Latina.
La educación fue otro punto saliente que don René destacó en la figura del Padre de la Patria. San Martín fue un excelente militar, un político consumado y un notable formador y educador. Con la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo (16 de marzo de 1812) buscó formar un cuerpo modelo, con rígidas reglas por él instituidas, para darle a la patria un ejército altamente profesional, del que por entonces carecía.
No obstante, tenía muy claro que el éxito de las armas obtenido bajo su mando debía afianzarse con la educación, y que era decisivo formar al soberano: "Para defender la libertad se necesitan ciudadanos, no de café, sino de instrucción y elevación moral". Por ello, mientras libertaba naciones, fundaba bibliotecas, sabía muy bien y así lo sostenía: "Las bibliotecas, destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia".
Favaloro estudió con detenimiento la vida y obra del Padre de la Patria, con la particularidad de no haber dejado solo en el ámbito de la palabra o del estudio la inagotable fuente de valores e inspiración que nos legó San Martín. Esas enseñanzas no cayeron en saco roto en la vida del inventor del bypass aortocoronario.
Don René comprendió que no había mejor faro para una sociedad que el legado sanmartiniano, y comprometido como era con su país y con el tiempo histórico en el que vivió, volcó su admiración y su conocimiento sobre el prócer, no solo con la publicación de los dos libros ya referidos, sino además dictando conferencias tanto en el país como en el exterior, con el objeto de difundir la trayectoria, la personalidad y el ideario del Libertador, motivo por el cual el Instituto Nacional Sanmartiniano decidió distinguir en vida al doctor René Favaloro (abril de 1990), premiándolo con las "Palmas Sanmartinianas", máxima distinción otorgada por tan prestigiosa institución.
Sirva entonces esta pequeña y humilde evocación para que nuestra sociedad se aferré con fuerza y convicción a las lecciones impartidas por San Martín, y como Favaloro, las pongamos en práctica en nuestras acciones, materializándolas sobre la base de tan elevados principios. De esa manera pondremos en valor lo dicho por el presidente Nicolás Avellaneda en su célebre discurso del 5 de abril de 1877, cuando convocó al pueblo todo para concretar la repatriación de los restos del Libertador. En dicha ocasión señaló: "Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir"........................................................................
Patricia Parisi en ARMADA ARGENTINA
LA SABÍA PALABRA DEL GENERAL  San Martín  a Belgrano.
(Ante de desazón de Belgrano por las derrotas en Vilcapugio y Ayohuma; las palabras de un amigo)
" Ud realmente no sabe quién es verdaderamente. Facones y sables lo lleva cualquiera pero ideas no y ese es el verdadero oro para mi. Necesito que Ud me ayude a pensar. Elevaré una carta al gobierno para que lo conserven a mi lado. Ud me es indispensable aquí"
( De San Martín a Belgrano en Yatasto)
Fuente: Diego Weinstein

Miguel Fernando Pino y Walter Brandimarte, el  25 de Mayo del 2019, enviaron este pensamiento del General José de San Martín.