jueves, 26 de mayo de 2022

Juana Azurduy. Dama Patriota. 26- 05-2022.

FALLECIMIENTO DE LA GENERALA JUANA ASURDUI 25 de Mayo de 1862 (ver artículo completo) Juana Asurdui nació, en el cantón de Toroca en las cercanías de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780. Ese año la ciudad de La Paz fue sitiada por Tupac Catari y Bartolina Sisa, alzados en armas en apoyo a Túpac Amaru. Durante su infancia su familia tiene un buen pasar. Ella aprenderá el quechua y el aymará. Trabajará en el campo, en las tareas de la casa, y se relacionará con los campesinos e indios. A la muerte de su madre primero y luego de su padre, su crianza quedará a cargo de sus tíos junto a su hermana Rosalía. Su adolescencia será conflictiva, ya que chocará con el conservadurismo de su tía, por lo que será enclaustrada en el Convento de Santa Teresa. Se rebelará contra la rígida disciplina, promoviendo reuniones clandestinas, donde conocerá la vida de Túpac Amaru y Micaela. Leerá la vida de Sor Juana Inés de la Cruz entre otros, lo que le llevará a la expulsión a los 8 meses de internada. De regreso a su región natal, conoce a Melchor Padilla, padre de su futuro marido, amigo de los indios y obediente de las leyes realistas, quien muere lejos de su casa, en una cárcel porteña, acusado de colaborar con otra rebelión indígena, en el año 1784. Ligados a la historia de la resistencia alto peruana, estos hitos biográficos de Padilla ejercerán una enorme influencia sobre la formación de Juana Asurdui. . . . . . . . . . .

miércoles, 25 de mayo de 2022

La Escarapela Nacional. Creador Belgrano. Aprobación.- 25 - 05 - 2022.

DÍA DE LA ESCARAPELA. Creador Manuel Belgrano. Aprobación. El Día de la Escarapela Nacional arrancó con la Resolución del 13 de mayo de 1935 del Consejo Nacional de Educación que lo estatuyó el 2O de mayo, recogiendo la iniciativa de los profesores Benito Favre y Antonio Ardissono, directivos de la Escuela N° 11 de Buenos Aires. Posteriormente, una resolución del año 1941 del mismo organismo trasladó la efeméride al 18 de mayo, en tanto que otra del año 1951 la movió al 19 de mayo y una más del año 196O repuso el 18 de mayo, en todos los casos sin demasiados fundamentos. La fecha elegida alude a que ese día de 1810, las damas que entrevistaron a Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, lucieron unos ornamentos blancos y celestes en la ocasión, aunque no existe registro histórico de dicho evento. El propio Saavedra no lo menciona en su “Memoria autógrafa”; aunque es posible que, si efectivamente ocurrió, haya sido en casa de Nicolás Rodríguez Peña, donde, según Saavedra, “hubo una gran reunión de americanos que clamaban que se removiese del mando al virrey y crease un nuevo gobierno”. Al referirse a los sucesos del día 22 de mayo de 181O, afirma que “la plaza de la Victoria estaba toda llena de gente y se adornaban ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca". Tampoco está corroborado que fueran de esos colores los cintillos que repartieron los “chisperos” de French y Beruti en la Plaza Mayor, según señaló Bartolomé Mitre en su crónica: aunque con el paso del tiempo los usos y costumbres avalaron ese ritual, hay distintas versiones al respecto. Juan Manuel Beruti, hermano de Antonio y testigo directo de esas jornadas, afirma en sus “Memorias curiosas” que los patriotas se reconocían en la plaza con “una cinta blanca” y “una escarapela encarnada en el sombrero”. Incluso, hay quienes sostienen que los colores blanco y celeste fueron adoptados durante las invasiones inglesas por los integrantes del Regimiento de Patricios. Sin embargo, nada de todo lo anterior cuenta con respaldo documental. Lo que sí está acreditado es que el Primer Triunvirato aprobó el uso de la escarapela el 18 de febrero de 1812. Fue a solicitud de Manuel Belgrano, quien se hallaba en la Villa del Rosario instalando las baterías Libertad e Independencia a orillas del Paraná. Belgrano, pronto a marchar al Alto Perú, creía necesario usar un distintivo de la fuerza propia diferente al del enemigo. Un motivo "militar", pero claramente político en un momento crucial en el que predominaba la ambigüedad: se estaba en guerra con los realistas, pero todo seguía haciéndose en nombre del rey de España, tanto que en el fuerte de Buenos Aires —sede de las autoridades— seguía flameando el pabellón real. El Triunvirato accedió al pedido, autorizando a Belgrano a usar una escarapela blanca y azul celeste: “El gobierno ha resuelto que se reconozca y se use por las tropas la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que deberá componerse de dos colores, blanco y azul celeste, quedando abolida desde esta fecha la roja que antiguamente se distinguía”. En 1813, la escarapela fue aprobada como símbolo patrio por la Asamblea General de ese año, que además oficializó el Escudo y el Himno Nacional. Probablemente, aunque no se cita en los documentos oficiales, esos colores no fueron elegidos al azar: eran los mismos del manto y túnica de la Inmaculada Concepción, patrona de la Casa de Borbón, que los monarcas adoptaron como propios. De ese modo se seguía el libreto de la estrategia dada en llamar “la máscara de Fernando VII”, un ardid que los sucesivos gobiernos estiraron hasta 1816, cuando ya no había margen para seguir haciéndolo. Más allá de las cavilaciones e, incluso, controversias que puede suscitar el asunto, lo único fehaciente es que la escarapela fue creada por el Primer Triunvirato por pedido expreso de Manuel Belgrano, quien no tenía dudas ni vacilaciones acerca del propósito independentista de la hora. En razón de ello, quizás la fecha elegida para esta efeméride debió haber sido el 18 de febrero en lugar del 18 de mayo. Curiosamente, la escarapela corrió la misma suerte que la bandera, cuyo día debiera ser el 27 de febrero, cuando fue enarbolada por primera vez, y sin embargo se estableció como tal el 20 de junio. De todos modos, vale la pena lucirla con orgullo y sin complejos como lo que es: un genuino símbolo de argentinidad.

La Semana de Mayo de 1810. Revolución de ideas.- 25 - 05 - 2022.

HECHOS HISTÓRICOS DE LA SEMANA DE MAYO DE 181O. Argentina. Hechos relacionados con la Revolución de Mayo de 181O. En aquella época la Colonia -El Virreinato del Río de la Plata- pertenecía al Rey de España y los criollos querían independizarse, ser dueños de la tierra donde habían nacido. Los criollos se reunían en secreto tratando de buscar soluciones para lograr la libertad para todo el pueblo. Una mañana de mayo llegaron noticias de que el Rey Fernando de España había sido tomado prisionero por el ejército francés. Este hecho sirvió de excusa para que los criollos se organizaran a fin de aprovechar la situación. .................................................... Así fue la Semana de Mayo: del viernes 18 al jueves 24 de mayo de 181O La Revolución de Mayo no fue un suceso que empezó y terminó el 25 de Mayo. Fue la sumatoria de acontecimientos que comenzaron mucho antes. En esta nota de contamos día a día qué sucedió durante la Semana de Mayo. 18 de mayo El virreinato del Río de la Plata era gobernado por el virrey Don Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien alarmado por las noticias que llegaban de España, le pidió al pueblo a través de una proclama que se mantenga fiel al rey de España. El pueblo sabe que la situación política en España es grave, las tropas de Napoleón Bonaparte habían invadido casi todo el territorio español. El rey Fernando VII continuaba prisionero de los franceses. 19, 2O y 21 de mayo Los criollos muy preocupados se reúnen en secreto, hasta entonces en el Cabildo las reuniones se realizaban a puertas cerradas y el pueblo no participaba en ellas. Esta vez el pueblo se reunió en la plaza mayor y deseaba que se convoque a un Cabildo abierto donde ellos pudieran también participar, querían decidir si el virrey Cisneros continuarían en el cargo o no. El virrey al advertir esto dio autorización para que se convoque para el día siguiente a un Cabildo abierto y se reparten 450 invitaciones para los vecinos más importantes de la ciudad. 22 de mayo El Cabildo abre sus puertas y participan en esta importante reunión 25O vecinos. Después de largas horas de discusiones se procede a votar por escrito. Las opiniones estaban divididas porque si el Rey no estaba en condiciones de gobernar, ¿Tiene o no tiene autoridad el virrey? Se propone destituir al virrey y reemplazarlo por una junta de gobierno, integrada por vecinos de Buenos Aires. La votación duró hasta la medianoche 23 de mayo Este día muy temprano se da a conocer al pueblo los resultados de la votación: 69 votos a favor de que permanezca el virrey Cisneros y 155 votos a favor de la creación de un junta de gobierno. El cabildo debía nombrar a los integrantes de la primera junta de gobierno. 24 de mayo El cabildo nombra a Cisneros como presidente de la primera junta pero el pueblo se opone rotundamente, piden la renuncia de Cisneros y exige que el nuevo gobierno esté formado por criollos. 25 de Mayo Mientras el cabildo sesionaba a puertas cerradas a la mañana de este día lluvioso los cabildantes reciben un petitorio firmado por cientos de vecinos donde proponen los nombres de varios patriotas para formar el primer gobierno patrio. El pueblo entero esperaba las nuevas noticias en la Plaza Mayor Los cabildantes terminan la reunión cerca del mediodía y dan a conocer los nombres de los patriotas que formaran la primera junta de gobierno. Presidente: Cornelio Saavedra Secretarios: Juan José Paso y Mariano Moreno Vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea. Todo el pueblo festejó con mucha alegría el nacimiento del Primer Gobierno local, se reunieron en las casas y en las calles a bailar. Es importante recordar que en esta fecha no se decidió nuestra Independencia; sino que todo lo contrario se había decidido y firmado ser fieles al rey de España, por lo cual se creaba un gobierno local hasta que el Rey estuviera en condiciones de volver a hacerse cargo de sus colonias. ............................................. SEMANA del 13 al 19 de Mayo de 181O.(Releer y comparar fechas) EL SOL DEL 25 VENÍA ASOMANDO. El 13 de Mayo de 181O, ya conocían en Montevideo algunas noticias llegadas desde España que corrían como reguero de pólvora.. El 15 de mayo de 181O, hace 212 años, muy pocos hubieran apostado que, apenas diez días después, pasaría lo que pasó en Buenos Aires. Vale la pena entonces echar un vistazo histórico para poner en contexto las jornadas calientes que siguieron y su ulterior desenlace. Lo primero es colocar en espejo la situación reinante en España y en el Río de la Plata, escenarios remotos articulados por las mismas circunstancias. Allá, Napoleón Bonaparte había invadido la península ibérica y arrebatado la corona a los Borbones —padre e hijo— tras la maniobra que pasó a la historia como “La farsa de Bayona”, una usurpación disfrazada de abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, despojado a su vez del real atributo que el emperador de Francia puso en cabeza de su hermano José. Aquí, entretanto, el Virreinato del Río de la Plata había cumplido 34 años de existencia. La extensa jurisdicción abarcaba cuatro de los países actuales —Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia— y estaba a cargo de Baltasar Hidalgo de Cisneros, designado por la Junta Central de Sevilla, último reducto borbónico que pretendía suplir la vacancia del monarca apartado por Napoleón. El Cabildo y la Real Audiencia completaban el aparato de instituciones coloniales que albergaban una frondosa burocracia. Hasta allí la vida en sociedad se regía por las meticulosas Leyes de Indias que lo regulaban todo. Las decisiones y consultas públicas estaban reservadas a quienes detentaban la calidad de “vecino”, la selecta elite de hombres capaces de acreditar pureza de sangre, oficios admitidos y propiedades tangibles; el resto, incluidas las mujeres, estaba excluido del sistema. El clero tenía gran ascendiente en la población y fuerte presencia en la vida familiar y comunitaria. Buenos Aires era la metrópoli virreinal. Carecía del glamour de otras capitales americanas, como Lima o México, de un puerto de aguas profundas como Montevideo y en sus adyacencias no había oro ni plata como en otras partes. La principal fuente de recursos provenía de la vasta y generosa pampa colindante, sobre todo cueros, grasa vacuna y carne salada, insumos esenciales de ese tiempo preindustrial. Los hacendados locales —cuya representación ejercía un ascendente Mariano Moreno— no disimulaban su predilección por el libre cambio para favorecer sus negocios ultramarinos, que básicamente consistían en el intercambio de aquellos commodities por productos manufacturados en Inglaterra y otros países. El contrabando para burlar el monopolio español estaba naturalizado como actividad rutinaria y lucrativa. En cuanto al clima político imperante en la plaza, ya no era el de la apacible aldea de otrora, apegada a chismes y comidillas domésticas. La momentánea zozobra ocasionada por las frustradas invasiones inglesas de 18O6 y 18O7, había vuelto cierta normalidad, aunque perturbada por las noticias que llegaban de Europa tras la invasión napoleónica a la península ibérica. En los cafés aledaños a la Plaza Mayor, salones familiares y despachos oficiales, circulaban las novedades del Viejo Continente que se consumían con avidez y alborotaban el avispero. Esas noticias tardaban en llegar a las provincias, enlazadas por el antiguo Camino Real que fatigaban chasques y carruajes de distinto porte. En el interior profundo, despojado del carácter cosmopolita de Buenos Aires, el sentido de pertenencia a España era mayor. El fermento anticolonial aún no era mayoritario en la sociedad de entonces, pero las ideas iluministas de Rousseau y Montesquieu pululaban en los círculos intelectuales que renegaban del despotismo monárquico. El virrey Cisneros había recomendado en vano a los funcionarios de la Banda Oriental que inspeccionaran las naves que recalaban en Montevideo y retuvieran cualquier documentación inconveniente que viniera en ellas. Entretanto, los habitúes del conciliábulo que desde hacía tiempo solían reunirse a complotar en una jabonería suburbana “orejeaban las cartas” y seguían con atención lo que sucedía en la lejana España. En un salón de la jabonería de Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña —los dueños de casa—con olor a sebo no muy agradable, concurrían a esas citas clandestinas,-casi ocultas-, Juan José Paso, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Domingo French, Antonio Beruti y Agustín Donado, entre otros. Este grupo estaba en contacto permanente con los comandantes de los principales regimientos de plaza —Cornelio Saavedra, Martín Rodríguez y Francisco Ortiz de Ocampo— auscultando la posibilidad de contar con apoyo armado si las cosas pasaban a mayores, pese a que el circunspecto jefe de los Patricios solía repetir que “las brevas aún no estaban maduras”. En paralelo, French y Beruti comandaban un grupo de choque, conocido como la “Legión Infernal”, o los "infernales", listos para entrar en acción si las circunstancias lo exigían. Aún no se conocía la novedad rimbombante que dos días antes, el 13 de mayo, había traído la fragata inglesa John Paris: la caída de la Junta de Sevilla. Estan en el día 19 de Mayo y un grupo quería acelerar las acciones y así estaban las cosas poco antes de que comenzara la vertiginosa Semana de Mayo. SEMANA DE MAYO DE 181O. (Explicación del CPN. Esteban Dómina). 2O DE MAYO DE 181O La tensión fue en aumento cuando verificaron que pocos días antes, una fragata inglesa que recaló en Montevideo trajera la novedad que "había caído la Junta Central de Sevilla, el último reducto de poder borbónico luego de que el rey Fernando VII fuera destituido y reemplazado por el hermano de Napoleón Bonaparte", por tanto España no ten+ia mas Rey. El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, prevenido de que cundieran esas noticias que llegaban de España, había prohibido que ingresara y circulara cualquier documentación o publicación inconveniente proveniente de ultramar. Sin embargo, no pudo evitar que la mala nueva para el partido monárquico se filtrara: a los pocos días todo Buenos Aires estaba enterado de la disolución de la Junta. Esa misma noche, los integrantes del conciliábulo furtivo que tramaba una revolución acudieron a la cita en casa de Nicolás Rodríguez Peña, donde solían reunirse. Además del anfitrión, dijeron presente su hermano Saturnino, Hipólito Vieytes, Juan José Paso, Domingo French, Antonio Beruti, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Manuel Alberti, Agustín Donado, Martín Rodríguez, los principales. Eran quienes, desde hacía tiempo, especialmente después de las invasiones inglesas, acariciaban la idea de sacarse de encima la tutela de la corona española y tener un gobierno propio. La iniciativa no desentonaba del todo con lo que ocurría en España y en América, donde proliferaban las juntas, supuestamente constituidas para conservar el atributo de un rey privado de ejercerlo, como era de público conocimiento. Esta vez, la ocasión parecía haber llegado servida en bandeja: el poder estaba vacante y el virrey ya no representaba a nadie. Las brevas, al decir de Cornelio Saavedra, estaban al fin maduras. No había tiempo que perder. Tras un par de horas de intensa discusión, casi en el mismo instante que el sereno voceaba “las doce han dado y nublado”, el plan de acción quedó acordado. El domingo 20 de mayo, tal como se había convenido en el cónclave, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano entrevistaron a José Lezica, Alcalde de primer voto, solicitándole la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la delicada situación. Juan José Castelli se reunió con el síndico Leiva por lo mismo. La cuenta regresiva había comenzado. Así lo relata Vicente Fidel López en “La gran Semana de Mayo”: “hubo reuniones en lo de Peña y en los cuarteles. Se resolvió hacer venir a Saavedra de San Isidro. Este vino en efecto ayer y ha consentido en tomar el mando de los patriotas. Al momento se fueron a ver al alcalde Lezica y le exigieron un Cabildo Abierto, amenazándole de que si no se cita al vecindario acudirán a la Plaza Mayor con las tropas y con el pueblo para deponer al virrey y nombrar a un gobierno de patriotas”. La elección de los voceros del grupo para entrevistar a los funcionarios ese mismo día no era arbitraria: Saavedra, el comandante de los Patricios, era el hombre fuerte de la plaza; en tanto que los primos Belgrano y Castelli, reputados abogados del medio. En las citas, los portavoces dejaron en claro que si el virrey no accedía al pedido, el pueblo obraría por su cuenta. Por las dudas, los “chisperos” Domingo French y Antonio Beruti tenían aprontada la gente de los arrabales para que la Legión Infernal entrara en acción cuando fuere necesario. No fue un domingo más; en las horas que siguieron hubo agitados contactos: de los funcionarios con los cabildantes, de estos con Cisneros, del virrey con los comandantes de los regimientos de plaza. “Lo que yo quiero saber es si ustedes me van a apoyar o no”, preguntó esa misma tarde el atribulado virrey a los hombres de armas. “Apoyaremos lo que resuelva el Cabildo abierto”, respondió Saavedra, circunspecto como de costumbre. La tensión iba en aumento. 21 DE MAYO DE 181O. Aquel lunes, desde hora temprana, en la Plaza de la Victoria había más gente que de costumbre, a la espera de la resolución. “¡Cabildo Abierto!”, les espetaban a los funcionarios que ingresaban al edificio con gesto adusto, intuyendo que no sería fácil eludir la convocatoria solicitada el día anterior. Mientras los cabildantes deliberaban a puertas cerradas, afuera crecía la agitación, instigada por los manifestantes allí presentes. En “La gran Semana de Mayo”, Vicente F. López cuenta que “no se pudo evitar que entraran a las galerías y corredores, y que lo único que Belgrano y Leiva pudieron obtener fue que se libre el salón mientras abrían el pliego del virrey y deliberaban”. Para convocar al Cabildo Abierto había que esperar la decisión del virrey, que tenía la última palabra en todo. La noche anterior, Cisneros, turbado y dubitativo, recibió a Juan José Castelli y Martín Rodríguez, quienes lo urgieron a que resolviera o, repitieron, “el pueblo obraría por su propia cuenta”. La autorización del virrey se conoció cuando los ánimos comenzaban a caldearse: habría Cabildo, y esa misma tarde se expidió la correspondiente invitación: ““El Excelentísimo Cabildo convoca a V. para que se sirva asistir mañana 22 del corriente a las 9, sin etiqueta alguna y en clase de vecino, al Cabildo Abierto que con anuencia del Excelentísimo señor Virrey ha acordado celebrar, debiendo manifestar esta esquela a las tropas que guarnezcan las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente”. En realidad, el cónclave convocado no era demasiado abierto, porque de acuerdo al formato colonial solo participaban de las deliberaciones los vecinos, “la parte principal y más sana de la población”, o sea que estaba excluida la “parte baja”, que era el grueso del pueblo, la gente común que habitaba los barrios orilleros. La chapa de “vecino” era restringida a una elite en una ciudad de algo más de alrededor de 50.000 habitantes. Estaba reservada a españoles nativos o hijos de españoles, con domicilio en el ejido urbano, patrimonio y una profesión u oficio honorable. No participaban los miembros de castas —mestizos, mulatos, negros o esclavos— ni tampoco mujeres, excluidas a todo efecto. La lista de invitados fue confeccionada por los burócratas con la meticulosidad acostumbrada y ese mismo día se repartieron 450 esquelas nominales, necesarias para sortear el riguroso control que al día siguiente se montaría en las bocacalles de la plaza: nadie que no estuviera invitado podría participar. Cisneros sentía que el piso comenzaba a moverse bajo sus pies, aunque creía que el núcleo españolista que le guardaba fidelidad le ayudaría a sortear la contingencia. Esa misma tarde, los promotores de la movida volvieron a deliberar en casa de Nicolás Rodríguez peña. “Es una trampa, lo único que quieren los del Cabildo es ganar tiempo”, alegaban los duros a viva voz. Cornelio Saavedra, presente en la reunión, sabía que algunos desconfiaban de su compromiso con la causa. Para tranquilizarlos, aseguró que todo estaba bajo control y que su regimiento ya no acataba al virrey. Además, informó que su gente garantizaría el control de la plaza para que no hubiera trabas impuestas por los funcionarios. Los “chisperos” French y Beruti asintieron: ellos harían su parte; tenían punteada la lista de invitados y tratarían de que a algunos se les complicara llegar a la cita. Los integrantes de la Legión Infernal acostumbraban llevar facones y trabucos bajo el poncho por si las cosas se salían de cauce. Además, había un lote de esquelas “mellizas” para invitar a partidarios de la causa, provistas por Agustín Donado, director de la imprenta de Niños Expósitos donde se imprimieron. Todo estaba preparado para la instancia decisiva... 22 DE MAYO DE 1810 El martes 22 de mayo, a la hora convenida, se presentaron 251 de los 450 invitados al Cabildo Abierto convocado el día anterior. Sugestivamente, la mayoría de los ausentes eran partidarios el virrey. La calidad de vecino, como se dijo, estaba reservada a una elite. Era la que solía concurrir a estas deliberaciones públicas que sólo se convocaban en ocasiones especiales y por motivos extraordinarios. Entre los presentes había jefes y oficiales de los distintos regimientos, el alto clero, burócratas coloniales temerosos de perder sus puestos, abogados, comerciantes de plaza y vecinos notables. Todos hombres. Las posturas estaban divididas de antemano y lucían irreconciliables: los partidarios oficialistas acudieron a la cita con la consigna de sostener al tambaleante virrey y ganar tiempo a la espera de mejores noticias de España, donde tras la caída de la Junta de Sevilla sólo quedaba en pie un minúsculo Consejo de Regencia en Cádiz. El bando contrario, promotor de la movida, quería aprovechar la vacancia real y forzar el relevo inmediato del virrey. Después se vería cómo seguir. El primero en disertar fue el obispo Benito Lué y Riega. Ataviado para la ocasión y portando un ejemplar de las Leyes de Indias en sus manos, afirmó sin rodeos que: “El mando sólo podrá a venir a manos de los hijos del país cuando ya no hubiese un solo español en América”. El vocero de la postura para bloquear el planteo contrario no fue elegido al azar: el clero era una corporación de elevado rango y el obispo “pisaba fuerte” en la América española. El ambiente se cortaba con un cuchillo. Cuando el clérigo concluyó su encendida perorata, Juan José Castelli se levantó de su asiento y pidió la palabra. Con estudiada elocuencia refutó, uno a uno, los argumentos vertidos. “Que tras la disolución de la Junta de Sevilla y con el rey preso de los franceses, no quedaba gobierno legítimo en España”, declamó. Su voz retumbaba en el recinto, concitando la atención de todos los presentes. “Que, por tanto, los derechos de soberanía revertían al pueblo”, afirmó, que era el que allí estaba representado. Ese día se ganó el apodo de “Orador de la revolución”. Enseguida, Juan José Paso relativizó la eventual disidencia o falta de consulta al resto del virreinato aludida por alguien, sosteniendo que, en circunstancias apremiantes como las que se vivían, Buenos Aires bien podía obrar como hermana mayor de las demás provincias hasta tanto estas pudieran enviar sus representantes. Entretanto, afuera se seguía con atención lo que sucedía puertas adentro. La Legión Infernal de French y Beruti mantenía la vigilia, presta a entrar en acción si se recibía la señal convenida, que no fue necesario activar. Las horas transcurrían y los partidarios de Cisneros lucían desconcertados. “A votar, a votar”, exigieron los otros, confiados en que el resultado sería favorable. Restaban aún algunos discursos, pero la suerte estaba del virrey echada. Cuando concluyó el turno de los disertantes, se puso a votación si el Cisneros debía o no seguir en su cargo. La fórmula que se puso a consideración inquiría: “Si se ha de subrogar otra autoridad a la superior que obtiene el Excmo. Señor virrey, dependiente de la soberana que se ejerza legítimamente a nombre del Señor Don Fernando VII, y en quién”. El escrutinio de los votos —que por lo avanzado de la hora se conoció recién al día siguiente— arrojó un claro y contundente resultado: 155 votos por la destitución contra 69 por la continuidad de Cisneros. Al respecto, en “La gran Semana de Mayo” de Vicente F. López, se consigna que “La mayoría dijo pues que sí y se subrogaba el mando en el Cabildo mientras el mismo formaba la corporación o junta que debe ejercerlo, sin que quede duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad”. Todo parecía estar claro y concluido. Sin embargo, no estaba dicha la última palabra… 23 DE MAYO DE 181O Todo indicaba que con la votación favorable en el Cabildo Abierto del día anterior los partidarios de apartar al virrey Cisneros habían logrado su propósito, aunque no se imaginaban que por esas horas se tramaba una burda jugarreta para torcer lo resuelto. La tardanza en dar a conocer la renuncia de Cisneros y la composición de la junta que habría de suplantarlo inquietó a muchos de quienes ese miércoles 23 de mayo acudieron a la plaza de la Victoria en busca de novedades. A su vez, cobraba cuerpo la sensación de que no había sido buena idea delegar el cometido en el Cabildo: se intuía que, detrás de bambalinas, el maquiavélico síndico Julián de Leyva movía sigilosamente las piezas para revertir la derrota infligida al bando monárquico. La tensión fue en aumento cuando trascendió que la junta en cuestión estaría encabezada por el mismísimo virrey depuesto e integrada por cuatro vecinos notables, cuyos nombres se darían a conocer tan pronto fueran aprobados por el propio Cisneros, lo que ocasionaba la exasperante demora. Se decía, además, que dos vocales serían españoles de su absoluta confianza y otros dos del bando que había ganado la votación, que de ese modo tendría representación, pero quedaría en minoría. Entretanto, se sucedían los corrillos y los contactos informales para allanar el camino al ardid pergeñado, sobre todo para lograr el consentimiento de los comandantes de plaza, especialmente de Cornelio Saavedra, pieza decisiva para inclinar la balanza hacia un lado u otro en esa instancia crucial, a sabiendas de que una vez que se conociera la rimbombante novedad podían suscitarse problemas con los más duros del otro bando. Por esas horas, los cafetines aledaños a la plaza eran un hervidero; rumores y chismes de toda clase iban y venían. Al caer la tarde, los habitúes del conciliábulo opositor al virrey volvieron a reunirse en casa de Nicolás Rodríguez Peña. Allí, en un ambiente caldeado, intercambiaron información fidedigna mezclada con las especies un tanto disparatadas que, por esas horas, corrían de boca en boca. Ya habían trascendido los nombres de Castelli y Saavedra quienes, según los corrillos, integrarían el nuevo gobierno en representación de los díscolos. La mayoría de los presentes confiaba más en Castelli que en Saavedra, a quien veían más proclive a seguirle el juego a los del Cabildo o menos dispuesto a llevar la acción a otro nivel, aunque la mayoría disentía conque aceptaran las nominaciones. Temían que la operación gatopardista en marcha dejara todo como estaba, con lo cual lo hecho no habría tenido ningún sentido. De momento, se trataba de meras conjeturas; la única certeza era que el bando oficial se publicaría a primera hora del jueves 24 y que hasta tanto sólo cabía esperar. Dado el cariz que tomaban los acontecimientos, French y Beruti, jefes de La Legión Infernal, partieron a alistar a la gente de los cuarteles —los barrios de entonces— para que estuviera alerta y preparada para salir a arrancar los bandos de las esquinas si, como se temía, los nombres no eran satisfactorios. “El furor de todos era grande y salieron poco después para esparcir la alarma en los cuarteles, y echar gente desde la aurora que arrancara los bandos de las esquinas y de las manos de los que los anduvieran fijando”, consigna Vicente F. López en “La gran Semana de Mayo”. Por cierto, todo este juego de aprestos e intrigas se desarrollaba en Buenos Aires, la metrópoli virreinal, y giraba en torno del Cabildo, una institución de competencia municipal convertida por esos días en epicentro de la acción. El resto del extenso virreinato, sumido en la apacible vida colonial, hasta allí permanecía en ascuas y mantenía su fidelidad al rey. Las horas que siguieron serían de alta intensidad… 24 DE MAYO DE 181O Ese jueves por la mañana se confirmaron los rumores que venían circulando desde el día anterior. Los del Cabildo dieron a conocer la resolución que, textualmente, establecía: “que continúe en el mando el Excmo. Señor Virrey D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, asociado de los Señores el Dr. D. Juan Nepomuceno de Solá, cura Rector de la Parroquia de Nuestra Sra. de Monserrat de esta Ciudad, el Dr. D. Juan José Castelli abogado de la Real Audiencia Pretorial, D. Cornelio de Saavedra Comandante del Cuerpo de Patricios y D. José Santos de Inchaurregui de este vecindario y comercio, cuya Corporación o Junta ha de presidir el referido Señor Excelentísimo Virrey con voto en ella, conservando en lo demás su renta, y las altas prerrogativas de su Dignidad, mientras se erige la Junta General del Virreynato”. De ese modo se oficializaba lo que el intrigante síndico Julián Leyva venía tramando: reemplazar a Cisneros por una junta presidida por…Cisneros. La junta estaba integrada además por dos incondicionales del virrey y, para conformar a los díscolos, Cornelio Saavedra y Juan José Castelli. Parecía broma, pero no lo era, iba en serio. Para que no quedasen dudas de las intenciones, se dispuso, además: “Que los Sres. que forman la presente corporación comparezcan sin pérdida de momento en esta Sala Capitular a prestar juramento de usar bien y fielmente su cargo, conservar la integridad de esta parte de los dominios de América a Nuestro Amado Soberano el Señor D. Fernando Séptimo, y sus legítimos sucesores y observar puntualmente las leyes del Reino”. La trama siguió su curso y a las tres de la tarde se cumplió con el rito antedicho, y el virrey reciclado pronunció un breve discurso aceptando la nominación. Una vez concluida la ceremonia, en medio de repiques y salvas, la comitiva cruzó la plaza de la Victoria rumbo al fuerte, la sede del gobierno. Los monárquicos estaban exultantes: se habían salido con la suya y Cisneros seguía con vida, políticamente hablando. Mientras, en los barrios y en los regimientos cundía el descontento y se escuchaban voces airadas. Esa noche hubo un gran revuelo en casa de Rodríguez Peña: en medio de posturas controversiales y subidas de tono, los presentes coincidieron en que los dos representantes del grupo en el flamante gobierno debían renunciar; alegando que integrar una junta presidida por el mismísimo virrey era, a todas luces, hacerles el juego a quienes pretendían torcer la decisión del Cabildo Abierto para que todo siguiera igual. Manuel Belgrano, presente en el cónclave, montó en cólera. Empuñando su sable, exclamó: “¡Juro a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza!”. Tras un debate acalorado que duró varias horas, se decidió que los dos vocales renunciarían de inmediato y se propondría designar una nueva junta que, en lugar de cinco, tendría nueve miembros. Sin Cisneros, obviamente. Así se hizo. Esa misma noche, a altas horas, se consumaron las renuncias y la junta quedó disuelta. Al día siguiente el Cabildo debía resolver la cuestión. “El ánimo de todos los amigos es no permitirle al Cabildo que vacile y que busque otros emplastos. La plaza está ya ocupada por multitud de los nuestros; y así que el cabildo se reúna mañana se le presentará una representación escrita que tendrá que adoptar o se lo llevará el diablo”, consigna Vicente F. López en “La gran Semana de mayo”. Nadie durmió esa noche, en especial los “chisperos” French y Beruti, que recorrieron los suburbios convocando a la plaza de la Victoria para “garantizar” no volver a caer en una trampa, como había pasado. El sol del 25 venía asomando… 25 DE MAYO DE 181O El viernes 25 por la mañana, el Cabildo volvió a deliberar. Los ánimos seguían caldeados desde el día anterior. Desbaratada la trampa urdida por los operadores de Cisneros, urgía designar una nueva junta, pero esta vez los partidarios de apartar al virrey no tolerarían otra artimaña: habían confeccionado su propia lista y estaban decididos a imponerla por las buenas o por las malas. Mientras los del Cabildo deliberaban a puertas cerradas, los comandantes de regimientos y principales personajes seguían el curso de los acontecimientos desde la casa de don Miguel de Azcuénaga, vecina a la plaza de la Victoria. French y Beruti, entretanto, reunían su gente y repartían cintas para identificar la “tropa propia”. No es posible establecer fehacientemente los colores de esas cintas ni si esa mañana llovía o no y, en tal caso, cuántos paraguas habría: eran un artículo de lujo. Las horas pasaban y la situación seguía trabada. Agotada la paciencia, para apurar el trámite, un grupo de manifestantes ingresó a las galerías del cabildo al grito de: “¡El pueblo quiere saber de qué se trata!”. Cuando estuvieron cara a cara con Leyva, el avispado síndico quiso saber dónde estaba ese pueblo al que aludían, si a esa hora avanzada casi no quedaba gente en la plaza. “Toque la campana —replicó Beruti a viva voz— y lo verá usted con sus propios ojos”. No lo hizo: los monárquicos sabían que a esa altura las cartas estaban echadas, y las de ellos eran perdedoras. Los hechos se precipitaron: se apuró la decisión y la nueva junta, encabezada por Cornelio Saavedra, fue proclamada y esta vez no hubo oposición. La presidencia le correspondió a Saavedra, cuyo regimiento había tenido una gravitación decisiva al volcar su apoyo al movimiento. Además, se sabía que el paso dado podría dar lugar a una guerra, como efectivamente sucedió. Secretarios, dos abogados de prestigio: Mariano Moreno, a quien se le confió la estratégica Secretaría de Gobierno y Guerra, y Juan José Paso, de buena cintura política. Seis vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea y el sacerdote Manuel Alberti. La composición era un tanto transaccional: criollos y españoles, civiles y militares, y un clérigo. Todo fue palaciego; al menos ese día no corrió sangre. Un detalle que no debe pasarse por alto: todo, incluido los juramentos, se hizo en nombre de Fernando VII. Así lo consigna Saavedra en su “Memoria Autógrafa”: “Fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima junta, prestando con los demás señores ya dichos, juramento de estilo en la sala capitular, lo que se verificó el 25 de mayo de 1810. Por política fue preciso cubrirla con el manto de Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”. Estaba claro que el proceso se daría paso a paso, atendiendo al cambiante contexto y a la relación de fuerzas. Por esas horas se ignoraba cómo reaccionarían las distintas plazas del extenso virreinato, aunque se descartaba que algunas serían remisas a acatar una junta designada en Buenos Aires. Manuel Belgrano, por su parte, designado vocal, asentó en sus memorias: “Era preciso corresponder a la confianza del pueblo y todo me contraje al desempeño de esta obligación”. Muy pronto se establecieron los liderazgos y asomaron las primeras discordancias: Moreno se convertiría en el miembro más apasionado y referente del ala dura, junto a Castelli. Saavedra y Domingo Matheu eran el ala más conservadora. Belgrano aportaría lucidez y equilibrio. La revolución se había consumado, aunque fue un acontecimiento netamente porteño; el resto del virreinato poco o nada tuvo que ver con una movida concebida y ejecutada en la metrópoli. El primer desafío del flamante gobierno era, entonces, lograr el acatamiento de las provincias y sumarlas a la causa. Nada fácil. El segundo, prepararse para una guerra que prometía ser larga y sangrienta. Las páginas siguientes recién comenzaban a escribirse…pero esa es otra historia ................................................. DIARIO PERFIL. REVOLUCIÓN DE MAYO ¿Cómo fue el 25 de Mayo de 181O? Ese día amaneció con el cielo opaco y lluvioso, como el anterior. El 24 el Cabildo había designado una junta de cinco miembros y ante el escándalo y la oposición que generó, sus miembros renunciaron esa misma noche. 25 de Mayo de 181O Ese día amaneció con el cielo opaco y lluvioso, como el anterior. El 24 el Cabildo había designado una junta de cinco miembros, presidida por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Ante el escándalo y la oposición que generó, sus miembros renunciaron esa misma noche. El Ayuntamiento rechazó las dimisiones y exigió al ex virrey que reprimiera: “desde que la Junta había prestado juramento estaba encargada de toda la autoridad pública, y no tenía ya facultades para desprenderse de ella. Eso que solicita alguna parte del pueblo no puede aceptarse, por muchas razones de la mayor consideración, pues habiéndose puesto las fuerzas á la disposición de Vuestra Excelencia, esa Junta está en la estrecha obligación de sostener su autoridad, tomando las providencias más activas y vigorosas para contener esa parte descontenta. De lo contrario, este Ayuntamiento hace responsable á Vuestra Excelencia de las funestas consecuencias que pueda causar cualquiera variación en lo resuelto”. Mientras, un tumulto enardecido de jóvenes se dirigió al Cabildo, acaudillado por Domingo French, Antonio Luis Beruti, Feliciano Chiclana, Vicente López y el cura José Grela, increpándolo por haber mantenido al Virrey en el gobierno y exigiendo su remoción. 25 de mayo de 181O: la revolución que no fue Invadieron corredores y galerías del edificio, gritando desaforados. Como el Ayuntamiento estaba reunido a puertas cerradas, golpeaban las puertas y gritaban: “El pueblo quiere saber de lo que se trata”. Temerosos y asombrados, el procurador Julián de Leiva, el alcalde Juan Lezica y el regidor Anchorena fueron a ver qué pasaba. Los demás cabildantes se escondieron en las habitaciones interiores. “¿Qué es lo que ustedes quieren, señores?”, preguntó Leiva. French y la multitud le gritaron: “¡La separación de Cisneros!”. Entonces salió el comandante Martín Rodríguez, que gozaba de la confianza de los agitadores, a tranquilizarlos, “asegurándoles que todo se arreglaría como lo deseaban”, la multitud contestó sus palabras con vivas y se serenaron. Leiva les dijo que era imposible tratar “un negocio tan arduo con un tropel de gentes amotinadas; que nombrasen tres ó cuatro personas para entenderse tranquilamente con ellas”. Entraron: Chiclana, French, Beruti y Grela e hicieron retirar la multitud a la plaza. Llevaban un petitorio para imponérselo al Cabildo; que se había redactado en casa de Miguel de Azcuénaga, ubicada justo en frente. Allí estaban reunidos los principales líderes revolucionarios. Las mujeres en la Revolución de Mayo: un rol clave que fue silenciado Decía el papel: “habiendo el Cabildo excedido las facultades que el pueblo le había dado, en la elección de la Junta y en el nombramiento del señor Cisneros para presidente con el mando de las armas, ya no era bastante que á éste se le separase del mando: el pueblo había reasumido las facultades que le había conferido al Cabildo el día 22 por el hecho mismo de haber sido violado su encargo; no quería ya que subsistiese la Junta nombrada, y que en reemplazo de ella se constituyese otra en esta forma: Presidente y comandante de armas el señor don Cornelio Saavedra; vocales, don Juan José Castelli, don Manuel Belgrano, don Miguel de Azcuénaga, don Manuel Alberti, don Domingo Matheu. don Juan Larrea; y secretarios, el doctor don Mariano Moreno y don Juan José Passo”. ¿Quién redactó esa lista? Tomás Guido y Mitre señalan a Beruti: “En un intervalo, el fogoso Berutti, iluminado por una de esas inspiraciones súbitas que definen una situación, tomó una pluma y escribió varios nombres en un papel. Era la lista de la Junta revolucionaria, que fue aceptada por aclamación popular”. Nadie les preguntó a los que allí figuraban si querían integrarla. Manuel Belgrano y Mariano Moreno se enteraron cuando ya habían sido elegidos. Leiva descreía del alcance del movimiento, y salió al balcón para ver la multitud. Entonces, French y Beruti desplegaron al “batallón patriótico”, que por la lluvia y la hora (mediodía), sólo tenía como cien hombres. Ante la escasa concurrencia, Leiva se mofó: “¿Dónde está el pueblo?”. Le dijeron que “tocarían generala y abrirían los cuarteles y que entonces vería el Cabildo donde estaba el pueblo”. 25 de Mayo de 1810. Entonces los cabildantes entraron en “amargas cavilaciones… y después de empeños y de súplicas de todo género”, Leiva llamó a los comandantes, para consultarles si ese papel “contenía realmente la voluntad general del pueblo y de las tropas”. Los hizo responsables de las consecuencias del tumulto. Los jefes le dijeron que, como el Cabildo había defraudado la voluntad del pueblo, al mantener al Virrey, ellos no podían sostener a esa junta, porque no serían obedecidos. Y de no acceder al petitorio de Beruti, el pueblo y las tropas alcanzarían una “fermentación terrible”. Entonces, Leiva aceptó desplazar a Cisneros, pero no a los otros vocales de la Junta del 24, porque salvo Juan José Castelli, eran moderados y garantizaban cierta tranquilidad. Esto fue rechazado por revolucionarios y jefes. Veían el triunfo al alcance de la mano y no había motivos para transigir. Transformaron su petitorio en un ultimátum al Cabildo, que no tuvo cómo resistir a la presión popular y de la fuerza armada. Admitió el Cabildo: “que cedía á la violencia con una precipitación sin término, por evitar los tristes efectos de una conmoción declarada y las funestas consecuencias que asoman, tanto por lo que acaba de oirse, como por el hecho notorio de haber sido arrancados hoy públicamente los bandos que se fijaron (este acto tenía pena de muerte) relativos á la elección é instalación de la primera Junta presidida por el virrey. En vista de todo, se acuerda que sin pérdida de instantes se establezca nueva Junta con los mismos vocales que se han designado de palabra, en papeles sueltos y en EL Escrito presentado por los QUE HAN TOMADO LA VOZ DEL PUEBLO, archivándose esos papeles y ese escrito para constancia en todo tiempo”. La Revolución de Mayo Tomás Guido recuerda: “La multitud no abandonó la plaza, corredores, aposentos del antiguo cabildo, sino cuando se anunció el acuerdo, y se proclamó la nueva junta”. * Juan Pablo Bustos Thames. Abogado, Ingeniero, Profesor Universitario, Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán, estudioso e investigador de la historia, escritor, realizador y conductor televisivo y de documentales. Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP). Facebook: https://www.facebook.com/juan.p.thames/ Instagram: jpbthames / Linkedin: Juan Pablo Bustos Thames. ................................... LOS PROTAGONISTAS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO. ¿QUÉ FUE DE ELLOS? -(Esteban Domina. 31 de Mayo 2O22). ¿Qué fue de los principales protagonistas de la Revolución de Mayo? Por distintas causas, la mayoría de ese núcleo fundacional fue saliendo de escena en los años que siguieron. Mariano Moreno y Juan José Castelli, referentes del ala dura, tuvieron muertes tempranas. Moreno, perdida la partida con Saavedra, renunció y falleció en alta mar en marzo de 1811, cuando viajaba a Inglaterra. Víctima de un homicidio o de un medicamento mal administrado, el fogoso exsecretario de la Primera Junta dejó este mundo a los 31 años. Juan José Castelli murió el 12 de octubre de 1812, a la edad de 48 años, a raíz de un cáncer de lengua. Había sido separado de su cargo, sometido a proceso por su desempeño durante la primera campaña al Alto Perú y encarcelado. Fue sepultado en la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Buenos Aires, en un lugar indeterminado. A esas primeras bajas debe sumarse la del sacerdote Manuel Alberti, vocal de la Junta, ocurrida en enero de 1811 a la edad de 48 años, víctima de un paro cardíaco supuestamente producido durante una ríspida discusión con el deán Funes. Con excepción del ubicuo Juan José Paso, ninguno de los integrantes de aquella Primera Junta volvió a ocupar cargos en los Triunviratos y Directorios que rigieron los destinos de las Provincias Unidas hasta 1820. Paso formó parte de ambos Triunviratos y fue secretario del Congreso de Tucumán, donde el 9 de julio de 1816 le tocó dar solemne lectura al acta de Declaración de la Independencia. Su última actuación pública fue como diputado en el Congreso reunido en 1824. Murió en Buenos Aires el 10 de setiembre de 1833, a la edad de 75 años. Cornelio Saavedra, uno de los más prominentes hombres de Mayo, fue arrastrado por el desastre de Huaqui de 1811, en el Alto Perú. Fue “extrañado” y luego sometido a juicio de residencia por la Asamblea de 1813. Años más tarde se le restituyeron funciones militares de escasa relevancia. Murió en 1829 a la edad de 70 años. El único acto reivindicatorio de su memoria al tiempo de su muerte es el mausoleo que Juan Manuel de Rosas ordenó levantar en el cementerio de La Recoleta. Manuel Belgrano permaneció poco tiempo en Buenos Aires: debió encabezar la expedición al Paraguay y, más tarde, la segunda campaña al Alto Perú, a la vez que en 1815 cumplió una misión diplomática en Europa. Entre 1816 y 1820 comandó el Ejército del Norte, involucrado en el conflicto interno. Enfermo, pobre y olvidado, falleció en Buenos Aires el 20 de junio de 1820. Sus restos fueron trasladados años al mausoleo erigido en el atrio del convento de Santo Domingo, en Buenos Aires. French y Beruti, los fogosos agitadores durante las jornadas de 1810 cayeron en desgracia tras el eclipse del morenismo y fueron alejados del gobierno. Beruti, militar de profesión, fue más tarde oficial del Ejército de los Andes. Murió en 1841, a los 69 años de edad, hallándose aún en actividad. Domingo French tuvo alguna actuación militar, pero en 1817 debió exiliarse en Estados Unidos junto a Manuel Moreno, hermano de Mariano. Murió en Buenos Aires el 4 de junio de 1825. Otro morenista, Miguel de Azcuénaga, el miembro de más edad de la junta, debió exiliarse en Mendoza. Murió el 19 de diciembre de 1833 en su chacra de los Olivos, heredada por Carlos Villate Olaguer en 1903, convertida luego en residencia presidencial. Había cumplido 79 años. Juan Larrea, tras la movida saavedrista de abril de 1811, fue removido de sus funciones, sufriendo además confiscación de bienes y destierro a San Juan. Fue miembro de la Asamblea de 1813, pero en 1815 volvió a sufrir la persecución política y emprendió un exilio forzoso. Reanudó sus actividades comerciales, cayendo nuevamente en desgracia durante la época de Rosas. Vencido por la adversidad, se suicidó el 20 de junio de 1847, degollándose con una navaja de afeitar. Tenía 65 años de edad. Domingo Matheu, el otro español que ocupó una vocalía en la Primera Junta, reemplazó a Saavedra en la presidencia cuando este abandonó Buenos Aires. Luego de disuelta la junta, dirigió la primera fábrica de armas. Retirado a la vida privada, murió en 1831, a los 66 años. El morenismo residual sufrió un sacudón en 1815, cuando la caída del Director Supremo Carlos María de Alvear arrastró a dos de sus principales espadas: Bernardo de Monteagudo, que debió exiliarse en Europa, y Nicolás Rodríguez Peña, confinado en Cuyo desde donde pasó a Chile. Allí residió hasta su muerte, en 1853, cuando tenía 78 años. Sus restos fueron repatriados en 1910, en ocasión de la celebración del Primer Centenario. Monteagudo, por su parte, víctima de una intriga palaciega, fue asesinado en Lima, Perú, en 1825. Tenía 40 años. Otro conspicuo y entusiasta patriota de la primera hora, Hipólito Vieytes, murió el 5 de octubre de 1815 “de pesadumbre”, diría Bartolomé Mitre varios años más tarde. Sus restos fueron inhumados en la parroquia de San Fernando, desconociéndose el lugar exacto de su sepultura. Gregorio Funes, el diputado cordobés aliado de Saavedra, tuvo destacada actuación en la Asamblea de 1813 y fue diputado en 1817 y 1824. Falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 1829 a los 80 años de edad. Sus restos descansan en el atrio de la Iglesia Catedral de Córdoba. Podría continuarse la enumeración, pero este sucinto repaso del final que le tocó en suerte a los principales protagonistas de la Revolución de Mayo permite comprobar que, por distintos motivos, casi ninguno de ellos logró hacer pie en los convulsionados tiempos fundacionales. Tuvieron que pasar varias décadas para que sus nombres subieran al podio de la memoria colectiva.

martes, 17 de mayo de 2022

Día del Docente, Maestro, Profesor. Pensamientos. 17 05- 2022.

- La Biblioteca de Alejandría: temáticas del grupo. Facebook. - Envío de Armando Sinchich. Este grupo se ha creado para las personas que tengan interés en la filosofía, literatura, historia, arte y música clásica. El propósito fundamental es compartir, difundir y ampliar el conocimientos de los integrantes por medio de sus valiosos aportes. Tenemos la intención de mantener la objetividad sin importar la situación, es necesario que todos sostengan la postura de La Biblioteca de Alejandría. “De la conducta de cada uno depende el destino de todos”. —Alejandro Magno- -Hoy, 15 de mayo, se celebra el Día del Maestro y del Profesor en algunos países como México y Colombia. Vaya nuestro saludo para ellos y para todos los miembros de LBA (de cualquier país que sean) que se dedican o se han dedicado a la educación. ¡Muchas felicidades! ❤️📚 ✍️ «El término ‘ministro’ deriva del latín ‘minus’, es decir ‘menos’. En cambio, lo fundamental, lo más -en latín ‘magis’- es la tarea del ‘magister’, del maestro (…) Las etimologías responden: pasar de un ministerio a una escuela supone un ascenso». (Irene Vallejo) * ✍️ "Educar es depositar en cada persona toda la obra humana que le ha precedido; es hacer a cada hombre un resumen del mundo viviente hasta el día en que vive, es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote, es prepararlo para la vida"(José Martí) * ✍️ "La educación no cambia al mundo. Cambia a las personas que van a cambiar el mundo" (Paulo Freire) * Fuente: Columna de la escritora Irene Vallejo en El heraldo de Aragón; educacionjosemarti.blogspot.com; gob.mx Silvia León Felicidades a todos los maestros que con sabiduría guían a sus alumnos bendiciones a todos en especial a mi sobrina marisol que sigan tus éxitos hija ResponderCompartir. Eprahim Martínez Felicidades para todos los maestros que con todo su corazón día a día se levantan para tratar de transformar una vida para bien ResponderCompartir. Juan Vicente Piñeiro Felicidades a esos seres que día a día dan lo mejor de sí para llevar amor y sabiduría. .................................................. Docentes, Maestros, Profesores. Nota C.M.F.(Cordis Mariae Filius).Claretianos. La Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, popularmente conocidos como Claretianos (en latín: Cordis Mariæ Filius, C.M.F.; oficialmente y en italiano: Missionari Clarettiani - Congregazione dei Missionari Figli del Cuore Immacolato di Maria), fue fundada por san Antonio María Claret, el 16 de julio de 1849,con el fin de buscar en todas las cosas la gloria de Dios, la santificación de sus miembros y la salvación de las almas de todo el mundo. Envío de Mar Romera: "Cada docente no puede seguir siéndolo sin estudiar cada día, sin leer, sin evolucionar, sin cambiar, sin desaprender para aprender Nuestro alumnado no aprende lo que le enseñamos, nos aprende a nosotros, a sus referentes adultos. Cada docente debe tomar conciencia de la profesión que ha elegido, de la trascendencia que implica y de la importancia social que conlleva; desde aquí y desde la responsabilidad individual, cada docente no puede seguir siéndolo sin estudiar cada día, sin leer, sin evolucionar, sin cambiar, sin desaprender para aprender, sin construir su yo personal cada vez más íntegro y más equilibrado. Las administraciones deberían ser conscientes de esto. Cada docente debe 'cuidarse' y debe ser cuidado; quizá todo empieza por dejar claros los términos de 'cuidado'. Quizá ha llegado el momento de repensar la formación inicial, la formación continua, el acceso a la función pública y, en general, la política de recursos humanos de nuestro sistema. Desde el convencimiento de la existencia de un gran ejército de docentes maravillosos, entregados y preparados que son los que están manteniendo un sistema desastroso y obsoleto que nunca piensa en la infancia; creo que ha llegado el momento de decir ¡Basta!

sábado, 14 de mayo de 2022

Ceferino Namuncurá. Aborigen, pupilo, Colegio Don Bosco. -14-05-2022-.

FALLECIMIENTO DE CEFERINO NAMUNCURA 11 de Mayo de 1905 (ver artículo completo) Nació en Chimpay, en el Alto Valle, a orillas del Río Negro, en la toldería de su padre, el 26 de agosto de 1886. Fue hijo del cacique araucano Manuel Namuncurá, quien depuso sus armas ante el general Nicolás Levalle, por lo que se le dio el grado de coronel de ejército y vastas extensiones de tierra, y de Rosario Burgos, natural del país. Siendo pequeño, la providencia le salvó la vida a orillas del caudaloso Río Negro. Fue bautizado por el sacerdote salesiano Domingo Milanesio, en una de sus giras misioneras, el 24 de diciembre de 1888. En 1897, viajó con su padre a Buenos Aires, y recomendado por el entonces Ministro de Guerra y Marina, teniente general Luis María Campos, se desempeñó como carpintero en el taller de la Armada nacional, con asiento en la localidad de Tigre. Luego por gestiones del ex presidente Luis Sáenz Peña, se lo aceptó en el Colegio Pío IX de la Obra de Don Bosco. Allí realizó sus estudios, demostrando notable contracción, y se dice que sus superiores y compañeros lo admiraron como un verdadero ejemplo de virtudes. . . . . . .................. - Hoy se cumplen hoy 117 años, del fallecimiento de Ceferino Namuncurá Miércoles 11 de Mayo del 2O22.- El 11 de Mayo de 19O5 – Fallece Ceferino Namuncurá, en Roma, Italia. Fue un joven salesiano argentino, aspirante al sacerdocio, de orígenes Mapuche. Su apellido deriva de los vocablos del idioma mapuche «Namun»=Pie y «Cura»=Piedra, «Pie de Piedra» y se utiliza para referirse a alguien firme y decidido. El motivo de su fallecimiento se debió a que contrajo tuberculosis. Después de su muerte, poco a poco la devoción popular lo fue transformando en Santo. .................................. Parroquia María Auxiliadora- Rodeo del Medio. - Hoy 11 de mayo, es el Dia del nacimiento del Beato Ceferino Namuncurá. Hijo del último gran 'cacique' de las tribus de indios araucanos, Ceferino fue enviado a estudiar a Buenos Aires en el colegio salesiano Pío IX. - El ambiente familiar que aquí reina hace que se enamore de Don Bosco y crezca en él la dimensión espiritual. Empieza a querer ser sacerdote salesiano para evangelizar a su pueblo y elige como modelo a Domingo Savio. - En 19O3 Mons. Cagliero lo acepta en el grupo de aspirantes. Debido a la mala salud del joven, a causa de la tuberculosis, el obispo salesiano decide llevarlo a Italia para que pueda continuar sus estudios y en un clima que le parece más adecuado. Murió en Roma el 11 de mayo de 19O5. - Desde 1924 sus restos mortales reposan en su tierra natal, en Fortín Mercedes, donde multitud de peregrinos acuden a venerarlo. Fue beatificado el 11 de noviembre de 2OO7 en Chimpay, su ciudad natal. 📷 ANS. Agencia Info Salesiana ............................................

sábado, 7 de mayo de 2022

Napoleóm Bonaparte. ¿Quién fue y qué fue en Francia y el mundo?-7-5-22-

NAPOLEÓN BONAPARTE QUIÉN FUE Y QUÉ SIGNIOFICÓ PARA FRANCIA Y EL MUNDO. O7 - O5 - 2O22- Breve biografía. El 5 de mayo de 1821, en la Isla de Santa Elena, encarcelado y desterrado moría Napoleón Bonaparte. Nacido en 1769 en Ajaccio, Córcega, un año después que Francia se la comprara a la república de Génova, su padre era el emisario de Luis XVI en la Isla por lo que pasó una infancia sin necesidades, no era un alumno destacado, salvo en matemáticas, que dominaba ampliamente. A los 10 años su padre lo envió a la escuela militar francesa continental de Brienne-le-Château. En 1784 al egresar con buenas calificaciones fue admitido en la École Royale Militaire de París, donde estudió artillería, a los 16 años egresó como Teniente Segundo. Durante la revolución Francesa apoyó la república con la facción Jacobina y participó en el sitio del castillo real de Tólon, su determinación y valor en batalla le valió el ascenso a General de Brigada, luego de sofocar una insurrección realista, se casó en 1786 con Joséphine de Beauharnais. Hacia fines de 1796 se le encomendó el ejército Francés en Italia, a partir de allí comenzó una brillante carrera militar, aunque algunas estrepitosas derrotas macularon su desempeño. Aplicaba exitosamente las técnicas teóricas y las combinaba con intuición y creatividad, que lo convirtieron en un fantástico estratega. Campañas en Italia, Austria, Egipto y la propia Francia lo elevaron al nivel de supremo militar, por su popularidad era continuamente consultado y escuchado, en 1799 se valió de ello y regresó a Francia donde comandó un golpe contra la devaluada república, redactó la constitución del año VIII que le aseguraba ser el Primer Cónsul. Su facilidad para armar ejércitos numerosos y su afán conquistador, mantuvo alerta a toda Europa, sobre todo a Inglaterra su gran rival hasta su muerte. Bajo su mando se produjeron las mayores campañas militares jamás vistas hasta la época, la caída de España en sus manos provocó la avalancha independentista de América, su megalomanía lo llevó a emprender campañas que costaron la vida a millones de personas. Llegó a tener bajo su mando a toda Europa Occidental y Central durante 10 años hasta su derrota en la batalla de Leipzig en 1813, luego de ello ejerció personalmente el poder en Francia. Finalmente el “Pequeño Cabo” como lo llamaban sus soldados, el 18 de Junio de 1815 fue derrotado en la Batalla de Waterloo en Bélgica y fue desterrado por los Ingleses a la Isla de Santa Elena donde encontró la muerte en 1821. Su ambigüedad no limita su importancia en la historia, modeló el mapa Europeo durante 3O años, y fue el responsable de grandes cambios de las tácticas militares.