lunes, 24 de octubre de 2022

La mamá de Manuel Belgrano, María Josefa González. - 24 -10 -2022-

La Mamá de Manuiel Belgrano, María Josefa González Casero. Asociación Belgraniana de Morón. 23 de octubre de 1742: Nace María Josefa González Casero, madre de Belgrano. Doña María Josefa Gonzalez Casero nació en Buenos Aires el 23 de octubre de 1742 y fue bautizada el 14 de abril de 1743 en la Parroquia de San Nicolás de Bari. Perteneció a una familia criolla, cuyo linaje se origina en Loreto, Santiago del Estero (no es de extrañar que de las cuatro escuelas donadas por Belgrano, una de ellas se emplazase en la ciudad de Loreto, en homenaje a la tierra de los abuelos maternos), con el casamiento del español gaditano Juan Alonso González con la criolla santiagueña Lucía Islas y Bravo de Zamora. Luego, en la siguiente generación la familia se trasladó a Buenos Aires, donde nació María Josefa, la que se casó con el italiano genovés Domingo Belgrano y Peri a los 15 años de edad, el 4 de noviembre de 1757 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. De este matrimonio, nacieron alrededor de 16 hijos, los cuales algunos de ellos no llegarona a la adultez. La vida próspera y pudiente de la familia Belgrano, se vió fuertemente conmovida cuando Don Domingo, fue acusado por un manejo fraudulento detectado en la Aduana, donde el ejercía funciones de auditoría. Este proceso se inició en el año 1788, época en que ya Manuel se encontraba realizando estudios en Derecho en la Universidad de Salamanca, a donde había viajado en el año 1786. El juicio que involucraba a Don Domingo, por el que incluso llegó a sufrir prisión domiciliaria, se llevó adelante en España y allí aparece en las diversas cartas que le envía su hijo Manuel, el carácter y la personalidad de Doña María Josefa. Frente a la adversidad y los padecimientos económicos a que se había sometido a la familia y la profunda depresión en la que había caído su esposo por la injusticia de la acusación, se muestra con el dignísimo talante de matrona criolla. Manuel el estudiante de abogacía que reside en España, supervisa el juicio, de lo cual mantiene puntualmente informada a su madre. Y esta, imparte instrucciones, incluso se dirige por carta personal al Rey Carlos IV, desplegando un accionar admirable para una mujer de instrucción escasa como era la situación general de las matronas en aquel entonces. La lucidez de sus expresiones, la energía de sus ideas, nos muestran una personalidad definida, fuerte y enérgica. Finalmente el mencionado monarca sobreseerá a Don Domingo de toda culpa y cargo. La actitud durante los años duros para la familia, demuestran una María Josefa timón de aquel núcleo familiar numeroso. Con hijos viviendo en España donde el casi abogado Manuel, se mueve entre los tribunales y los bufete de los abogados para hacer marchar el expediente, las cartas en donde le rinde cuentas y le informa el estado y situación de las cosas, nos hablan de una madre central y protagonista, con ideas propias dispuesta a llevarlas a cabo. De cumplida religiosidad fue sepultada dentro de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario y Convento de Santo Domingo (estrechamente ligados a la familia), a metros de la casa que habitara, al morir en agosto de 1799. (en la imagen la iglesia de Loreto, pueblo que el abuelo de doña Josefa donó tierras para la fundación de la Villa y que con el tiempo fuera arrasada por las aguas del río Dulce).

domingo, 23 de octubre de 2022

La Batalla de Cepeda. Fin de un desencuentro. - 23 - 10 - 2022.

LA SEGUNDA BATALLA DE CEPEDA. Esteban Domina. El 23 de octubre de 1859 se libró la batalla de Cepeda. Poco después se firmó el Pacto de San José de Flores y parecía que desencuentro entre la Confederación Argentina y la provincia de Buenos Aires tocaba a su fin. La “política de fusión” impulsada por Justo José de Urquiza había naufragado ante la intemperancia de la provincia que desconocía la Constitución sancionada en 1853 y no acataba al gobierno con sede en Paraná. La cuestión de la aduana, que seguía en manos de Buenos Aires, dividía las aguas. Lo que hasta allí era confrontación retórica muy pronto trocaría en acciones concretas. En abril de aquel año, el congreso paranaense dictó una ley facultando a Urquiza a reincorporar a la provincia separatista por las buenas o por las malas. Buenos Aires lo tomó como una declaración formal de guerra y se preparó para la contienda en ciernes. El gobernador Valentín Alsina, un halcón porteñista, encomendó a Bartolomé Mitre, que no le iba en zaga, el mando del ejército. En los meses siguientes, los representantes de varias potencias extranjeras intentaron acercar a las partes, pero sería en vano: las posiciones en pugna eran irreductibles. La batalla se libró en la cañada de Cepeda, a orillas del arroyo del mismo nombre, en el límite de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. El mismo lugar que, en 1820, fue escenario del combate entre el último Directorio y los caudillos del litoral (imagen). Con las primeras luces del 23 de octubre, confiando en la eficaz caballería entrerriana, Urquiza tomó la iniciativa y lanzó el ataque. Como el ejército confederal superaba en número al suyo, Mitre había montado un dispositivo defensivo, apoyado en su artillería e infantería, mejor equipadas para el lance. Antes de que cayera la tarde, el jefe porteño comprobó que le sería imposible sostener la posición y ordenó la retirada. Pese a que muchos fueron tomados prisioneros, logró poner a salvo al grueso de su ejército, que ese mismo día se reembarcó en San Nicolás y regresó a Buenos Aires. Entretanto, a Urquiza le quedaba una vez más el camino expedito para entrar en la ciudad portuaria; sin embargo, como en ocasiones anteriores, prefirió la vía de la conciliación. Al día siguiente de la batalla, el vencedor lanzó una proclama dirigida a los bonaerenses, en la que les recordaba que había ofrecido la paz antes de combatir y de triunfar: “La victoria y dos mil prisioneros tratados como hermanos es la prueba que os ofrezco de la sinceridad de mis buenos sentimientos y de mis leales promesas”. Como lo había hecho después de Caseros, se ilusionaba con seducir a los díscolos porteños que, igual que entonces, seguían viéndolo como un émulo de Rosas y no admitían su jefatura. Urquiza no se arredró y, los primeros días de noviembre, acampó junto a su ejército en las inmediaciones de San José de Flores, al aguardo de los representantes de la provincia vencida para sellar el ansiado acuerdo. Los enviados de Mitre acudieron a la cita. Pese a que traían como ofrenda la renuncia de Alsina, las primeras rondas fueron menos promisorias de lo esperado y las deliberaciones quedaron empantanadas durante varios días. Urquiza, por su parte, estaba dispuesto a permanecer allí hasta lograr el objetivo que perseguía. El 9 de noviembre se reanudaron las conversaciones, que esta vez se reencauzaron hacia un entendimiento. Buenos Aires aceptó integrarse a la Confederación y acatar la Constitución de 1853, reservándose el derecho a revisarla. También hubo consenso alrededor del punto más álgido: hasta tanto se sancionase una nueva ley de Aduanas, Buenos Aires oxigenaría cada mes las arcas exhaustas de la Confederación. El 11 de noviembre se firmó el Pacto de Unión Nacional y quedó expedito el ingreso de Buenos Aires a la Confederación Argentina, en pie de igualdad con las demás provincias. Pocas semanas después, en enero de 1860, la convención porteña revisó el texto constitucional sancionado en 1853 e introdujo modificaciones y enmiendas que a Juan Bautista Alberdi le parecieron excesivas. Para él, y para muchos referentes del espacio federal, eran demasiadas concesiones a quienes, recordaban con acritud, habían sido los derrotados en Cepeda, no los triunfadores. Sin embargo, Urquiza, magnánimo y pragmático a la vez, no se apartó de su postura y, anteponiendo una vez más la necesidad política de alcanzar la unión nacional, mandó a refrendarlas, tal como se concretó algunos meses más tarde. Todo parecía encaminado hacia un final feliz. Santiago Derqui había reemplazado a Urquiza en la presidencia y Mitre era por entonces el hombre fuerte de Buenos Aires. Sin embargo, fue una ilusión pasajera; las diferencias no tardaron en reaparecer y los vientos de guerra volvieron a soplar, sólo que esta vez con mayor fuerza. . . pero esa es otra historia.

El Marqués de Yavi, Edecán de Manuel Belgrano.- 23 - 10 -2022.-

EL MARQUES DE YAVI, Edecán de Belgrano. Asociación Belgraniana de Morón · 22 de octubre de 1820: Muere Juan José Feliciano Fernández Campero (Marqués de Yavi) Edecán de Belgrano y protagonista de la Guerra Gaucha. Fernández Campero nació en San Francisco de Yavi, provincia de Jujuy, el 9 de junio de 1777, le tocó convertirse en el cuarto marqués de Tojo (o Yavi) y heredó todos los dominios que abarcaban gran parte del actual norte argentino y sur de Bolivia. Por su condición social, ejerció varios cargos públicos y fue elevado al rango de coronel mayor del Ejército realista, a pesar de no tener formación militar. Pasada la revolución de 1810, Campero se encontró, como tantos españoles y criollos de la época, en la difícil situación de seguir siendo fiel al rey o sumarse al naciente gobierno patrio. Eso lo terminó de definir durante la batalla de Salta, en 1813. El 20 de febrero lo encontró como gobernador provisorio de Salta y a cargo del ala militar izquierda del Ejército realista, conducido por su compadre, el general Pío Tristán. Ya con las acciones militares iniciadas, Campero decidió retirar sus tropas sin presentar combate, cumpliendo su compromiso decidió retirarse sin atacar huyendo por las lomas de Medeiros, es el "movimiento retrogrado que hizo la caballería enemiga" que relata en su parte del triunfo Belgrano, contribuyendo en mucho a la victoria de las armas patriotas. Belgrano lo designó su edecán y Comandante de la Puna, y el 27 de junio de 1814 el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas -a instancias del prócer- le extendió los despachos de coronel del Ejército del Auxiliar del Perú. El retiro de Campero del campo de batalla, fue tomada en España como una traición imperdonable a la Corona. Los realistas le hicieron, en ausencia, un consejo de guerra. Lo sentenciaron a prisión perpetua y a partir de entonces se convirtió en una obsesión para los españoles, quienes no descansarían hasta vengarse del noble traidor. Ya no había vuelta atrás para Fernández Campero, quien se unió definitivamente al Ejército patriota, en el que se le respetó el cargo de coronel. Con la asunción de Martín Güemes, primo del marqués, como gobernador de Salta y jefe de la defensa del norte argentino, bajo el mando de Belgrano, Campero pasaría a ocupar un lugar central en el esquema militar. Al mando de un escuadrón de 600 hombres, sostenido económicamente por su propio bolsillo, estuvo a cargo del flanco oriental de la Puna y la Quebrada de Humahuaca. Se calcula que el marqués aportó a la a la causa revolucionaria alrededor de 200 mil pesos de esa época, una cifra importantísima, más si se tiene en cuenta que el presupuesto anual de Salta era de 180 mil. La mala interpretación de una orden dada por Güemes a Rojas dejó sin vigilancia la zona de Yavi. Un escuadrón realista atacó el pueblo cuando se daba la misa del domingo. En breves minutos una balacera generó pánico y confusión entre los pobladores y el ejército. Rodeado por el enemigo, fueron cayendo los patriotas bajo las armas realistas. El marqués logró montar un caballo, pero al tratar de saltar una zanja, cayó de la cabalgadura y fue tomado prisionero. Ahí comenzará el martirio de Fernández Campero. Tras "el desastre de Yavi", los realistas también invadieron Jujuy y Salta. Recién en 1817 Güemes los obligó a retirarse humillados y derrotados. Campero fue encarcelado en Tupiza y en Potosí. Allí fue víctima de terribles torturas y condenado a prisión perpetua. Después de un año de castigos logró escaparse de la prisión, pero fue recapturado y llevado a Lima. Enterados de la grave, dolorosa y humillante situación a la que era sometido, Belgrano, San Martín, Güemes y el plenario del Congreso de Tucumán pidieron por su persona y hasta ofrecieron canjes de prisioneros. Pero tal era la saña que tenían contra Fernández los defensores del rey que se negaron a acceder a las ofertas. Finalmente, cuando era embarcado rumbo a España, su deteriorada salud empeoró en altamar y fue desembarcado en Jamaica, donde murió el 22 de octubre de 1820 a la edad de 43 años. Fue enterrado en Kingston, la capital de la isla. El 11 de marzo de 2009, en una ceremonia encabezada por el Embajador argentino en Jamaica, junto con representantes diplomáticos de Colombia, Chile, México y Venezuela, representantes del gobierno y la Defense Force de Jamaica, se procedió a la exhumación simbólica de los restos de Juan José Feliciano Fernández Campero. Los mismos fueron recogidos en el lugar que correspondía al atrio del antiguo templo católico jamaiquino de la Holy Trinity Church (Iglesia de la Sagrada Trinidad), destruido por un terremoto en 1907 y que actualmente está ocupado por la Imprenta del Estado de Jamaica. La urna con los restos símbólicos fue entregada al Dr. Rodolfo Martín Campero, descendiente de la familia del Marqués. El próposito final de éste acto fue el inicio de una reparación histórica de su figura y su repatriación a la Argentina para su sepultura en la actual Provincia de Jujuy. Finalmente, el 9 de abril de 2010, en el atrio de la Catedral de San Salvador de Jujuy, se realizó la ceremonia de inhumación simbólica de los restos del Coronel Juan José Feliciano Fernández Campero. Luego de 190 años de su muerte en Jamaica, sus restos retornaron a la Argentina gracias a las gestiones de sus descendientes ante el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina. Dicha ceremonia fue presidida por autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la Provincia de Jujuy, en el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Argentina. Desde esa fecha los restos de quien fuera conocido como el "Marqués de la Guerra Gaucha" reposan en el atrio de la catedral jujeña junto a los restos de Teodoro Sánchez de Bustamante y los hermanos Gorriti. El 15 de noviembre de 2012, la Legislatura de la Provincia de Jujuy por unanimidad decretó que cada 15 de noviembre se conmemorará el "Día de los Mártires de Yavi", en homenaje a los indígenas y criollos que junto al Coronel Juan José Feliciano Fernández Campero, cayeron prisioneros de los realistas en la misma fecha, en 1816. Entre ellos se destacan el Comandante Diego Cala, quien fue pasado por las armas en forma inmediata "por ser un indio rebelde", como también mujeres y niños que luego fueron llevados a Potosí y entregados como esclavos. Este homenaje unió la gesta del Coronel Juan José Feliciano Fernández Campero y las de sus tropas con los homenajes llevados a cabo con motivo del bicentenario del "Éxodo Jujeño". Patricia Vilá Ugarte 1 d · 5 comentarios Ana Elizabeth Rohr Amén Responder1 h Sugerencia para ti Web del Maestro CMF 1 d · Jorge Noro: No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales En la escuela, la formación de hábitos y de actitudes, y la apertura a los valores está directamente relacionada con la mediación cultural. La escuela tiene como misión social específica: la de educar a través de la transmisión sistemática, critica y creativa de la cultura vigente. La formación educativa básica (hábitos, actitudes, valores) no constituye un fin en sí́ mismo, sino que es co… Ver más Jorge Noro: No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales WEBDELMAESTROCMF.COM Jorge Noro: No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales En la escuela, la formación de hábitos y de actitudes, y la apertura a los valores está directamente relacionada con la mediación... Libreria Don Bosco 11 h · 0 comentarios Publicidad Solicitudes de amistad Cumpleaños Contactos Conversaciones en grupo

viernes, 21 de octubre de 2022

José Hernández y el Martín Fierro.-21- 10 - 2022.-

José Hernández y el Martín Fierro. José Rafael Hernández y Pueyrredón (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886) fue un militar, periodista, poeta y político argentino, especialmente conocido como el autor del Martín Fierro, obra máxima de la literatura gauchesca. En su homenaje, el 10 de noviembre —aniversario de su nacimiento— se festeja en la Argentina el Día de la Tradición. Tras iniciarse como militar en defensa de la autonomía del Estado de Buenos Aires, entre 1852 y 1872 desarrolló una intensa actividad periodística, enfrentado al predominio de la ciudad de Buenos Aires en la organización de su país. En una época de gran agitación política, sostuvo que las provincias no debían permanecer ligadas al gobierno de Buenos Aires. Radicado en Paraná desde 1857, residió alternativamente en esa ciudad, en Corrientes, Rosario y Montevideo, antes de regresar a Buenos Aires. Participó en una de las últimas rebeliones federales, dirigida por Ricardo López Jordán, cuyo primer intento de acción finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández en el Brasil. Después de esta revolución continuó siendo durante un tiempo asesor del general revolucionario, pero con el tiempo se distanció de él. A su regreso a la Argentina, en 1872, continuó su lucha por medio del periodismo y publicó la primera parte de su obra maestra, El gaucho Martín Fierro. Fue a través de su poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas y la más valiosa contribución a la causa de los gauchos. Junto con la continuación de la obra, La vuelta de Martín Fierro (1879), forman un poema épico popular. Es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina. Posteriormente desempeñó los cargos de diputado y senador de la provincia de Buenos Aires. Ocupando este último cargo, defendió la federalización de Buenos Aires en un memorable discurso, enfrentándose a Leandro N. Alem. Nació en la Chacra Pueyrredón, actual localidad de Villa Ballester Oeste, partido de General San Martín, provincia de Buenos Aires, propiedad de su tía Victoria Pueyrredón. Sus padres fueron Rafael Hernández e Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón. Fue bautizado el 27 de julio de 1835 en la actual Basílica de la Merced, que por entonces se conocía como Catedral del Norte. Tuvo dos hermanos, Rafael y Magdalena. Fue primo segundo del pintor Prilidiano Pueyrredón y sobrino segundo de Juan Martín de Pueyrredón. Los Pueyrredón eran una familia de filiación unitaria, mientras que los Hernández militaban con los federales; uno de sus tíos moriría en la Batalla de Caseros, luchando a órdenes de Juan Manuel de Rosas. Sus padres viajaban seguido a las estancias de su propiedad en el sur de la Provincia de Buenos Aires, y dejaban al niño al cuidado de su tía Victoria, a la que apodaba "Mamá Toto". Hacia 1840 los Pueyrredón, sintiéndose amenazados por la Mazorca, el brazo armado del rosismo, debieron buscar refugio en Montevideo y José fue dejado al cuidado de su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata, que poseía una quinta en Barracas, sobre el Riachuelo. Estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, dirigido por Pedro Sánchez, entre los años 1841 y 1845, recibiendo clases de lectura y escritura, doctrina cristiana, historia antigua, romana y de España, aritmética, dibujo y gramática castellana. En 1845 se agregaron cursos de francés, geometría y geografía sin costo adicional, en reconocimiento del director Sánchez de su capacidad y conducta.​ En 1843 falleció su madre. El niño padecía un problema en el pecho, que por prescripción médica debía ser tratado con un cambio de clima, lo que lo obligó en 1846 a abandonar sus estudios y trasladarse a las pampas de la provincia de Buenos Aires. Se fue con su padre, que era mayordomo de las estancias del gobernador Rosas en la zona de Camarones y Laguna de los Padres. Esto le permitió entrar en contacto con los gauchos; aprendió a andar a caballo y a realizar todas las tareas que éstos realizaban. Además fue la base de sus profundos conocimientos de la vida rural y del cariño por el paisano que demostró en todos sus actos. En ese período tuvo una visión directa de la realidad del hombre de campo, donde pudo «captar el sistema de valores, lealtades y habilidades que cohesionaban a la sociedad rural». Más información: En Wikipedia.

jueves, 20 de octubre de 2022

Proas en el Monumento a la Bandera. -20 - 10- 2022-

PROAS EN EL ARTE Y LA HISTORIA. La Capital.- CARTA DE LECTORES.-Sábado 17 de Octubre de 2020. El terreno del Monumento Nacional a la Bandera tiene forma de nave, fácil de observar si comparamos el ancho Propileo del extremo oeste y el vértice que conforman la unión de las calles Santa Fe y Córdoba donde se encuentra el mástil, con idea de proa. Dentro de su territorio el propio Monumento fue pensado por los arquitectos que lo proyectaron, Angel Guido y Alejandro Bustillo, aunque la construcción fue solo del rosarino Guido, como una nave que navega hacia un destino con futuro de grandeza. Visto de frente se nos presenta imponente, la proa. Sobre la misma una escultura femenina, esculpida por Alfredo Bigatti, que a muchos recuerda al típico mascarón de proa, pero que en el mensaje de la obra simboliza la Patria Abanderada. La figura lo expresa sosteniendo con su mano derecha levantada el asta de una bandera flameante. El asta, es una caña tacuara, en la que se pueden observar los nervios propios de estos vegetales de la subfamilia del bambú, que termina en una moharra o punta de lanza. Es un símbolo de una de las armas construidas con elementos naturales del país en los primeros años de las luchas por la independencia. Hay una tercera proa en mármol con escultura femenina, relacionada con las del Monumento por ser su modelo de motivación. Es la del barco sobre la que se yergue La Victoria Alada de Samotracia, la Nike diosa de la Victoria. Fue hallada en la isla griega del mar Egeo por el arqueólogo aficionado Charles Champoiseau, cónsul francés en la zona, en 1863 partida en grandes y pequeños trozos. Estos, desde 1914 y por varios años fueron restaurados por diferentes expertos y artistas de distintos países que permiten lucirla en la cima de una ancha escalinata de los interiores del Louvre. Prof.Ernesto Del Gesso.

jueves, 13 de octubre de 2022

Día 12 de Octubre de 1492. Comienzo de Hispanoamérica.-13 - 10 - 2022.-

Envío de Prof. Alberto Buela. 12 de Octubre del 2O22. Cuando Juan Perón acusaba de "imperialistas" a los detractores de la Conquista española de América A contramano de quienes hoy se dicen sus seguidores, el fundador del Justicialismo reivindicó siempre la herencia hispánica y la obra civilizadora de la Madre Patria. Su defensa del concepto de "raza" Por Claudia Peiró En un discurso pronunciado en la Academia Argentina de Letras el 12 de octubre de 1947, Perón exaltó a una Argentina "coheredera de la espiritualidad hispánica" que, "al impulso ciego de la fuerza, al impulso frío del dinero", le oponía "la supremacía vivificante del espíritu". El entonces presidente de la Nación veía en la cultura hispana un reservorio de energía espiritual en medio de "un mundo en crisis" y de una humanidad "acongojada". "La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones", decía Perón. Aquel discurso del 12 de octubre fue pronunciado en homenaje a Cervantes. Recordarlo, dijo Perón en la ocasión, "es reverenciar a la madre España, (...) afirmar la existencia de una comunidad cultural hispanoamericana de la que somos parte y de una continuidad histórica que tiene en la raza su expresión objetiva más digna". Defensa del concepto de raza y de la empresa colonizadora En nuestro país, el colmo de la corrección política llevó a cambiar el nombre de Día de la Raza al de Día del Respeto a la Diversidad Cultural, como si la denominación anterior hubiese sido inspirada por el racismo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, fue en tiempos de don Hipólito Yrigoyen que se instituyó ese feriado. El hombre tiene una estatua en Plaza Lavalle; a lo mejor algún iconoclasta de hoy lo quiere "acostar"... Deberían escuchar a Perón, quien casi anticipándose al infantilismo revisionista de hoy, dedica varias líneas de su discurso a explicar que el de raza no era un concepto biológico, sino espiritual y también una reivindicación del mestizaje que dio origen a nuestras nacionalidades iberoamericanas. "Para nosotros –decía Perón-, la raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual. Constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. (...) Para nosotros los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a saber vivir practicando el bien y a saber morir con dignidad". En su discurso, el General también hizo una encendida defensa de la empresa colonizadora: "La obra civilizadora de España cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. (...) Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. (...) Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano..." Los autores de la leyenda negra Muy significativo es también el señalamiento que hace Perón sobre quiénes están detrás de la promoción de la "leyenda negra" sobre la conquista y colonización de América por los españoles. Un dato del que los autodenominados antiimperialistas de hoy deberían tomar nota. Dice Perón: "Su empresa [la de España] fue desprestigiada por sus enemigos (...). Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos. Y todo, con un propósito avieso. Porque la difusión de la leyenda negra, que ha pulverizado la crítica histórica seria y desapasionada, interesaba doblemente a los aprovechados detractores. Por una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyos asalariados y encumbradísimo voceros repetían, por encargo, el ominoso estribillo [de] nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza". La obra española en América es enumerada a continuación por el General en su discurso en los siguientes términos: "Allí están, como prueba fehaciente (de su magnífico aporte a la cultura occidental), las cúpulas de las iglesias asomando en las ciudades fundadas por ella; allí sus leyes de Indias, modelo de ecuanimidad, sabiduría y justicia; sus universidades; su preocupación por la cultura, (...) su celo por difundir la verdad revelada". Sangre americana Pero, y esto también es relevante en momentos en que se lleva el indigenismo al extremo de reivindicar la fragmentación étnica de nuestras sociedades, Perón reivindica el mestizaje, que fue una política deliberada de la metrópoli, a diferencia de otros imperios que sí fueron racistas ya que se mantuvieron demográficamente aislados de sus colonias: "España levantó ciudades, edificó universidades, difundió la cultura, formó hombres, e hizo mucho más; fundió y confundió su sangre con América". "Son hombres y mujeres de esa raza –siguió diciendo Perón- los que en heroica comunión rechazan, en 1806, al extranjero invasor [y] es gajo de ese tronco el pueblo que en mayo de 1810 asume la revolución recién nacida; es sangre de esa sangre la que vence gloriosamente en Tucumán y Salta y cae con honor en Vilcapugio y Ayohuma; es la que bulle en el espíritu levantisco e indómito de los caudillos; es la que enciende a los hombres que en 1816 proclaman a la faz del mundo nuestra independencia política; es la que agitada corre por las venas de esa raza de titanes que cruzan las ásperas y desoladas montañas de los Andes, conducidas por un héroe en una marcha que tiene la majestad de un friso griego; es la que ordena a los hombres que forjaron la unidad nacional, y la que alienta a los que organizaron la República; es la que se derramó generosamente cuantas veces fue necesario para defender la soberanía y la dignidad del país". Por último, hay que señalar que este discurso de Perón es una interpelación clara al revisionismo del presente que, paradójicamente, al revés de lo que proclama, peca de falta de conciencia histórica. Aunque en el discurso oficial se han colado últimamente proclamaciones en el sentido de asumir el pasado "sin beneficio de inventario", se actúa, y sobre todo se relata, en sentido contrario. "Si la América olvidara la tradición que enriquece su alma –advertía Perón aquel 12 de octubre de 1947-, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez. Ya lo dijo Menéndez y Pelayo: 'Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni una idea dominadora'. Y situado en las antípodas de su pensamiento, (Ernest) Renan afirmó que 'el verdadero hombre de progreso es el que tiene los pies enraizados en el pasado". "Por mi parte –proclamó Perón-, me he esforzado en resguardar las formas típicas de la cultura a que pertenecemos, trazándome un plan de acción [que] tiende, ante todo, a cambiar la concepción materialista de la vida por una exaltación de los valores espirituales". ........................................................