martes, 16 de diciembre de 2025
Revolución de Mayo, pensamiento de sus protagonistas.-16-12-2025
LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UN ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO DE SUS PROTAGONISTAS
Por Damian Leandro Zanni
El proceso revolucionario de mayo de 1810 en el Virreinato del Río de la Plata, que culminó con la formación de la Primera Junta de Gobierno, estuvo impulsado por una pluralidad de ideas y motivaciones, que iban desde la lealtad al rey Fernando VII hasta el deseo de una independencia total. La visión dominante en aquel momento difería significativamente de las revoluciones de corte radical como la Francesa, buscando establecer un gobierno interino.
RECHAZO AL RADICALISMO Y TRADICIONALISMO
Desde sus inicios, los promotores del movimiento de 1810 marcaron una clara distancia con los principios de la Revolución Francesa. El Pronunciamiento de Caracas del 10 de abril de 1810 reflejaba esta cautela al advertir que si la revolución "proclamando principios de exagerada libertad, teorías impracticables de igualdad como la revolución francesa, desconfiaríamos de las rectas intenciones de los promovedores".
Este rechazo al extremismo se vinculaba a un profundo tradicionalismo americano con raíces católicas y españolas, donde las doctrinas de igualdad se entendían dentro de un marco histórico propio, no como una importación de las ideas ilustradas más radicales.
LA LEALTAD A FERNANDO VII Y EL ANTI-NAPOLEONISMO
El sentimiento inicial dominante en 1810 no fue el de la secesión, sino el odio a la invasión napoleónica en España y la firme voluntad de conservar el Nuevo Mundo fuera del yugo francés. La caída de Fernando VII y la acefalia (falta de cabeza) de la Corona española desencadenaron la acción. Las colonias, consideradas propiedad del monarca, vieron en su cautiverio la oportunidad de cortar vínculos con la metrópoli, no necesariamente con el rey.
Según la interpretación de La Gaceta de Buenos Aires, los actos de los "revolucionarios" hispanoamericanos no eran más que una imitación de los patriotas peninsulares que también formaban Juntas locales. El objetivo primario era crear un gobierno provisional, o interino, mientras el monarca estuviera ausente o en tanto no se pudiera establecer la monarquía sobre bases legítimas. La Gaceta vislumbraba en el movimiento el inicio de un "IMPERIO
QUE HA DE HEREDAR la gloria y la felicidad del que está por perecer en el Continente de Europa".
El mismo Juan Manuel de Rosas, al conmemorar el aniversario del 25 de mayo en 1835, reforzó esta tesis de la lealtad inicial. Rosas afirmó que el acto de 1810 no fue una sublevación contra autoridades legítimamente constituidas o contra el soberano, sino un acto para:
* Cubrir la falta de autoridades que habían caducado tras la acefalia de la nación.
* Preservar la autoridad del Rey de la que había sido despojado por la perfidia de Napoleón.
* Fortalecer los vínculos con los españoles para auxiliarlos.
* Preservar al Virreinato de la anarquía en la que estaba sumida España.
Para Rosas, fue la ingratitud y hostigamiento del gobierno español a lo largo de siete años lo que forzó a declarar la independencia.
LA DIVISIÓN IDEOLÓGICA: MODERADOS Y RADICALES
A pesar de la fachada de unidad y lealtad, la Primera Junta de Gobierno (25 de mayo de 1810) evidenció una "grieta" interna sobre el rumbo político a seguir:
* Línea Moderada (Saavedristas/Tradicionalistas): Liderada por el presidente Cornelio Saavedra, esta facción se inclinaba por una acción cautelosa, manteniendo la fachada de fidelidad a Fernando VII y enfocándose en la organización política interna del país.
* Línea Radicalizada (Morenistas/Liberales): Encabezada por el secretario Mariano Moreno, esta línea, influenciada por algunas ideas de avanzada (no la Revolución Francesa en su totalidad, sino más bien el liberalismo de las Cortes de Cádiz), planteaba la independencia absoluta. Moreno, junto a Manuel Belgrano y Juan José Castelli, sostenía que, al no haber existido consentimiento en la conquista, era imperativo romper los lazos con la metrópoli.
La convocatoria a los cabildos del interior para integrar la Junta, una medida que luego se consideró errónea, terminó inclinando la balanza hacia la facción moderada y tradicionalista. Los diputados del interior se unieron a la Junta, lo que llevó al desplazamiento de Moreno.
LIBERALISMO, TRADICIONALISMO Y GUERRA CIVIL
El texto destaca un punto crucial: la contienda que siguió no fue primariamente entre liberales y absolutistas, o entre americanos y españoles, sino una guerra civil que se fue definiendo por posturas políticas y la organización del país.
* Los "Liberales" y Tradicionalistas: Historiadores como Enrique de Gandía sostienen que los verdaderos "liberales" en este contexto eran, en esencia, los tradicionalistas y defensores de una evolución política acorde con los derechos del pueblo y las viejas libertades municipales. Estos nunca desearon la guerra ni la independencia a ultranza.
* Los "Revolucionarios" Absolutistas: El conflicto, según esta visión, fue provocado por los absolutistas (erróneamente llamados "realistas" o "españoles" por algunos), quienes por su intransigencia e intento de mantenerse en puestos que jurídicamente no les correspondían, rompieron la paz.
La guerra enfrentó a americanos de ambos bandos, como lo lamentó Belgrano al conceder el armisticio de Salta, sabiendo que "han peleado americanos en ambas líneas". El propósito inicial del primer gobierno fue la defensa de los derechos naturales del hombre ante la prisión de Fernando VII y la salvación del país de una denominación extranjera.
FACTORES DETERMINANTES DE LA REVOLUCIÓN
Diversos antecedentes influyeron en el clima de efervescencia que condujo a la Revolución de Mayo, entre ellos:
* La Cuestión del Poder: Las colonias se consideraban propiedad del rey, no de España; al caer este, se consideraban libres de cortar lazos con la metrópoli, no con el monarca.
* Influencias Externas: La Independencia de los Estados Unidos (1776) y las nuevas ideas de la Revolución Francesa (1789), así como la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, sirvieron como referencias ideológicas, aunque se rechazara su radicalismo.
* Ideas Precursoras: El pensamiento de autores como Fray Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, y Francisco Suárez sobre la igualdad entre criollos y peninsulares, junto a las ideas de patriotas como Francisco Miranda y Antonio Nariño, sentaron bases de avanzada.
* Debilidad Española: La pobre administración española y el rígido sistema de monopolio comercial generaban resentimiento.
* Las Invasiones Inglesas (1806 y 1807): Demostraron la ineficacia del sistema político hispano y, crucialmente, permitieron que el pueblo tomara conciencia de su propio poder. La formación de fuerzas militares criollas fue un factor determinante.
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FUENTES
* Historia de las ideas políticas en Argentina- Vicente Sierra
* Gandía, Enrique de. (Síntesis citada).
* La Gaceta de Buenos Aires. (Publicaciones de 1810 y 1811).
* Marcha Patriótica. (Incluida en la Lira Argentina, 1822).
* Pronunciamiento de Caracas. (10 de Abril de 1810).
* Rosas, Juan Manuel de. (Discurso en el Fuerte, Aniversario del 25 de Mayo, 1835).
* Información general sobre antecedentes y miembros de la Primera Junta (sin atribución directa, pero basada en hechos históricos citados en el texto de origen).
domingo, 14 de diciembre de 2025
San Martín y Rosas. Cartas.- 14 - 12- 2025 -
La Relación Entre Rosas y San Martín
También paso por alto el legado del sable, obviamente otorgado al Restaurador por la excelencia de su gobierno
La Relación Entre Rosas y San Martín
Redacción
Por: Redacción
Cartas de Lectores
Señor Director:
“La ciudad de Buenos Aires está en deuda con los deseos manifestados por el general San Martín. Cuando nuestro Libertador, el 6 de mayo de 1850, le escribió la que sería su última carta. Así -amigo y compatriota-Juan José de Rosas, le manifestó:
” ¿Cómo argentino me llena de un verdadero orgullo ver la prosperidad, la paz interior, el orden y le honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado?
“Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce usted de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de usted este su apasionado amigo y compatriota”.
“La actual legislatura, que se niega a considerar y discutir el cambio del nombre de la avenida Monroe por el de Juan Manuel de Rosas, esta contrariado justamente aquel deseo del Padre de la Patria”
D. Norberto J. Chiviló
norbertochivilo@yahoo.com.ar
Carta de Lectores – La Nación – O5-11-05
Sable Corvo de San Martín Obsequiado a Rosas
Señor Director:
“Cuando nuestro país se encontraba en plena guerra civil, en 1820, Santa Fe, que se había enfrentado con la provincia de Buenos Aires, exigió – para firmar la paz- una indemnización por los perjuicios que las tropas porteñas le habían ocasionado a esa provincia durante la contienda.
Como el pueblo de Buenos Aires consideraba humillante ese pedido y Santa Fe la ponía como condición indispensable para el tratado de paz, Rosas, que conocía acerca de la importancia que implicaba para ambas provincias el tratado de paz, ofreció como donativo 25.000 cabezas de ganado de su propia hacienda y gracias a eso se firmó la paz. Este era el gobernante al que días pasados un lector se refirió como el “peor gobernante que tuvo nuestro país”.
“Tan cierto como que los federales fusilaron, enviaron a los opositores al destierro y expropiaron los bienes de sus adversarios, fue que los unitarios también lo hicieron y aun después de muerto Rosas. También lo es que el mismo Rosas murió pobre, desterrado, con sus bienes expropiados y sin lugar a dudas, de haber retornado a su patria hubiera sido fusilado. Con sus errores aciertos, Rosas defendió firmemente nuestra soberanía y por eso el Libertador le legó su glorioso sable, y si bien es cierto que no es bueno cambiarles los nombres a las calles, también lo es que nada mal vendría a nuestros gobernantes de hoy seguir los buenos ejemplos de patriotismo de algunos de nuestros próceres”
Martin Schindler
Pacheco de Melo 1940, Capital
Carta de Lectores – La Nación – 12-11-05
www.losandes.com.ar
www.lifeder.com
Señor Director:
“En la edición del 12-10 se publicó una respuesta de Luis José Vicent de Urquiza al doctor Norberto Chiviló, sobre Rosas. En ella el autor demuestra una total ignorancia sobre la vida de San Martín en el exilio, al señalar el desconocimiento que el Libertador tenía sobre lo que ocurría en la patria, dado que, después de su fracaso regreso de 1829, se quedó hasta su muerte en Francia.
“Ignora la correspondencia mantenida con el general Guido, con O’Higgins y con otros personajes y hasta con el propio Rosas, en la que demuestra cabalmente su conocimiento sobre los acontecimientos políticos que afectaban a la patria en toda esa ausencia”
“También paso por alto el legado del sable que establece en el testamento de 1844, obviamente otorgado al Restaurador por la excelencia de su gobierno, la defensa de la soberanía de la Argentina, hasta ese momento amenazada por Francia, los unitarios y los corsarios aventureros. La máxima expresión de esa defensa será ejercida en la Vuelta de Obligado y luego en el desarrollo de la guerra del Paraná que reportará acciones bélicas hasta junio de 1846, en la Vuelta del Quebracho. Esta acción militar fue completada con un éxito diplomático en los tratados de paz consiguientes.
Fue, además, un hecho posterior al legado, lo que demuestra el aprecio favorable de San Martín hacia el gobierno de Rosas”
Dr. Oscar J.C Denovi
Manuel Gálvez 220 – Capital
DNI 5.315.223
Carta de Lectores – La Nación – 18-11-O5
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San Martín y Rosas: una amistad de americanos
La polémica sobre Rosas oscurece tanto el Combate de la Vuelta de Obligado, como el vital apoyo del Libertador, en un conflicto crucial para Latinoamérica.
San Martín y Rosas
Mariano Oropeza Por: Mariano Oropeza
1838 no era un año particularmente bueno para José de San Martín, que había visto recrudecer su deteriorada salud en Grand Bourg, a seis leguas de París. La compañía alivia sus dolores, su querida hija Mercedes, el cuñado Mariano Balcarce, las nietas y las visitas de amigos sudamericanos como Miguel de la Barra o el mismo Rey Luis Felipe, que en una oportunidad afirmó, “tengo el vivísimo placer de estrechar la diestra de un héroe como vos; general San Martín…me congratulo que seáis huésped de la Francia y que en este país libre encontraréis el reposo de tantos laureles”, en un gesto de relevancia para la trama posterior, y que explica la estatura de San Martín en Europa.
1838 tampoco era un año bueno para Juan Manuel de Rosas. Rodeado por enemigos internos, los unitarios y sus propios antiguos aliados estancieros, más la intromisión francesa en Uruguay, asuntos hogareños concitan sus preocupaciones. Su Evita, Encarnación Ezcurra, la revolucionaria del 33, la jefa espiritual de la Mazorca, está moribunda. La alegría de la reciente mudanza a la quinta de Palermo de San Benito resulta opacada por la agonía de su amada esposa “Esa santa era la esencia de la virtud sublime y el valor sin ejemplo…no se ha quejado durante la enfermedad. Su cadáver parece santificado” escribe Rosas a la viuda del caudillo Estanislao López “El hombre recio, el gaucho viril, cierra la puerta para que no lo vean llorar” comenta su biógrafo Manuel Gálvez, y el pueblo elije usar el cintillo federal en señal de luto.
Y mientras en Montevideo Alberdi pide que se use la escarapela tricolor francesa, y que se invada el suelo argentino para derrocar al “monstruo de Rosas”, tras la ocupación a la isla Martín García en octubre de 1838, el Padre de la Patria, el General San Martín, escribía diciéndole al Restaurador de las Leyes que si hay guerra “yo sé lo que mi deber me impone”. El genial estratega americano de sesenta años se presta bajo las órdenes de Rosas, “si usted me cree de alguna utilidad…tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a mi patria honradamente en cualquier clase que se me destine”, lo que provoca una sensación de alegría “incontenible en Rosas…lleva la carta con orgullo entre sus manos en todo momento” El gobernador de Buenos Aires excusa al Libertador de semejante esfuerzo y afirma que sería una lástima que retorne a la Patria por temor a una guerra que “no sucederá”, sabiendo todo lo contrario pero evitando un duro trance al Criollo Más Grande del Nuevo Mundo.
Unos meses más tarde, en momentos en que Rosas hábil negocia diplomáticamente con los franceses, y endurece las represalias en el Confederación a los opositores, San Martín enviaba a otra carta, “lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido, se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor a la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una felonía tal, ni el sepulcro puede hacer desaparecer” Alberdi huiría disfrazado de soldado francés, y amparado por Garibaldi en 1843, ante el sitio del aliado de Rosas, Manuel Oribe, sobre un Montevideo mayoritariamente con franceses y argentinos, “dejé el fusil…y elegí atacar a Rosas en todo el mundo” redactaba el tucumano en la comodidad parisina. Para Sarmiento, Alberdi, el inspirador de la Constitución Nacional, será “el primer desertor de la causa argentina”
Rosas y San Martín en sintonía fina
Aquella primera carta que tanto enorgullecía al gobernador de Buenos Aires, incluso San Martín lo halagaba con un “respetable general”, fue una de tantas que se enviaron durante los años posteriores. Por el lado de San Martín debemos buscar los justificativos de esa amistad en un pensamiento que no era nuevo, y que ya había asomado en Guayaquil: la necesidad de terminar con la anarquía que asolaba la tierra recientemente independizada, aunque fuese con “mano dura” El Libertador tenía la opinión que solamente Rosas era capaz de liderar un proceso de unidad, y que era su paso autoritario clave en un futuro republicano, algo que le recordaría a Sarmiento para la furia del sanjuanino, “tan tirano no puede ser si tiene al pueblo de su lado y gobierna hace tantos años” Pensamos que aquellos años previos a la integración nacional hacía falta algo más que un estado –inexistente- represor o una Aduana poderosa. Necesitaba Rosas el apoyo de líderes del Interior, de los caudillos, y de las distintas clases sociales, ricos y pobres, que vieron unos acrecentadas sus fortunas, con medidas proteccionistas, y otros protegidos con unos incipientes derechos sociales –Rosas impulsó desde el otorgamiento de tierras a los sectores humildes a los carnavales sin segregaciones.
“Hace cerca de dos años escribí a Usted que yo no encontraba otro arbitrio para cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra desgraciada tierra que el establecimiento de un gobierno fuerte; o más claro, absoluto”, decía en referencia a la Revolución de los Restauradores del 33 que volteó a Balcarce y dio la suma del poder a Rosas, “que enseñase a nuestros compatriotas a obedecer las leyes. Yo estoy convencido que cuando los hombres no quieren obedecer la ley, no hay otro arbitrio que la fuerza. 29 años en busca de una libertad que no solo no ha existido sino que en este largo periodo, la opresión, la inseguridad individual, destrucción de fortunas, desenfreno, venalidad, corrupción y guerra civil ha sido el fruto que ha recogido la Patria después de tantos sacrificios: ya era tiempo de poner término a males de tal tamaño y para conseguir tan loable objeto yo miré como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable; y no dudo que su opinión y la de todos los hombres que aman a su país pensarán como yo” sentenciaba en 1835 a Tomás Guido, tres años antes de remitir la primera misiva a Rosas, y remataba con una advertencia a sus futuros tergiversadores, “usted sabe que mi presencia cercana a Buenos Aires en el año 29…hizo que todos los demagogos, ambiciosos e intrigantes se escuden detrás de mi nombre para sus fines particulares”
El señor de las Pampas, como llamaban en Europa a Juan Manuel de Rosas, desde la juventud tuvo una profunda admiración por San Martín. Lo conmovía el amor a la patria, la Patria Grande americana, y los vínculos afectuosos que entabló con los gauchos, negros e indios. Durante el tiempo que Buenos Aires hostigarían a San Martín con el mote de “traidor de la patria” por no unir su espada a la guerra fratricida, años rivadavianos, Rosas nombraría desafiante a sus estancias San Martín y Chacabuco. Más tarde bautiza la nave insignia de la Armada Argentina Ilustre General San Martín –la misma que piratearían los franceses en 1845-, pese a la solicitud de Almirante Brown de llamarla Restaurador Rosas.
El Restaurador de las Leyes agradecerá las actitudes solidarias de San Martín en Europa, en contraposición a otros argentinos que se ofrecen servilmente a las cortes con la posibilidad de invadir el país y derrocar a un “tirano” En varias oportunidades desea un destino diplomático para un hombre que unió un Continente y San Martín declina respondiendo que es solamente un militar. Tal es el respeto que San Martín profesa a Rosas, pese a que reconoce resignado que se apoya en la violencia porque “si no se hace respetar…se lo merendarán como una empanada”, que en el testamento de 1844, meses antes del Combate de la Vuelta de Obligado, decide legar el sable que lo acompañó en la gesta de la independencia americana, “ le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”, en un sapo que la historia tradicional argentina nunca digirió –y ocultó.
“Los argentinos no son empanadas que se comen con la boca abierta”
A la par que los diarios de argentinos antirrosistas en el mundo acusan al Libertador, “se ha envanecido con glorias que debió a la suerte y al esfuerzo de otros (sic)” de Florencio Varela o “era de los que en la causa de América no ven más que la independencia del extranjero, sin importarle nada de la libertad (sic) de Valentín Alsina, San Martín decide mover sus resortes desde Nápoles, donde acude a mitigar los dolores de un cuerpo que guerreó desde niño. Desde allí escribe una serie de cartas a Jorge Dickson, nuestro cónsul en Londres, y que éste publica en la prensa inglesa con los cañones aún humeantes del Combate de la Vuelta de Obligado. Amparado en el enorme respeto que proyecta su figura de Libertador americano y genial estratega militar, reconocido mundialmente, afirma que no duda del espíritu “pacificador” de los ingleses y franceses (je) pero que las potencias no deben contar con la desunión, “no dudo que en la capital podrá haber un número de enemigo personales de él –se refiere a Rosas- , -pero- estoy persuadido de que ya sea, por orgullo nacional o por temor, o por la prevención heredada de los españoles contra los extranjeros, cierto es que todos tomaran parte activa en una lucha, resistencia…hasta el infinito…además, se sabe que el alimento principal del pueblo es la carne…que como los caballos… y todos los medios de transporte se pueden retirar fácilmente al Interior…se puede formar un vasto desierto, impracticable el pasaje para un ejército europeo” enfatiza causando un profundo efecto en la opinión pública y que presiona contraria de una mayor intervención militar –que probablemente hubiese sido insostenible para los patriotas de la Campaña del Paraná. Unos días después del Combate de la Vuelta de Obligado, y cuando los europeos sufren en carne propia el fervor anticolonial, San Martín escribe a Rosas satisfecho, “los argentinos no son empanadas que se comen con la boca abierta”, y considera la lucha de Rosas “tan trascendente como la de nuestra emancipación de España”.
Y San Martín sigue peleando hasta la muerte por la libertad americana, en todos los frentes. Cuando peligra el acuerdo de paz en 1849 entre la Confederación Argentina y los potencias mundiales, Francia e Inglaterra, agotadas en una guerra que sus ciudadanos no comprenden, a miles de kilómetros y humillados supuestamente por un “bárbaro gaucho”, un San Martín enfermo vuelve a utilizar sus contactos políticos y convence al ministro de guerra francés, otro admirador de su genio militar, de que una invasión contra los argentinos sería costosísima y de una duración incalculable, “el gaucho jamás ha sido cobarde” La asamblea francesa vota por el cese de fuego, “no hay un gobierno en Europa tan bien formado como el de Rosas” admiten, y los argentinos emigrados en París, junto a brasileños y franceses, abren una oficina de reclutamiento para invadir el país y deponer al rosismo –que es clausurada en 1851, sería más efectiva la de Río de Janeiro previa a Caseros…
En mayo de 1850 escribe San Martín a Rosas, uno de los pocos americanos que colabora económicamente con los escasos ingresos del Libertador, “no quiero quitarle el precioso tiempo que emplea en el beneficio de nuestra patria”, dice con humildad el enorme argentino, Rosas hace que lean dos veces las líneas, escondiendo la emoción, “como argentino me llena de verdadero orgullo el ver la prosperidad, la paz interior y el honor restablecidos en nuestra querida patria…todos estos progresos…en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos Estados se habrán hallado…-deseo de salud- y que al terminar su vida pública –una sutil sugerencia de San Martín, un liberal republicano-, sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino” La historia sería otra.
Fuentes: Lafforgue, J.-Halperín Donghi, T. Historias de los caudillos argentinos. Buenos Aires: Alfaguara. 1999; O´ Donnell, P. Juan Manuel de Rosas, el maldito de nuestra historia oficial. Buenos Aires: Aguilar. 2001; Pasquali, P. San Martín confidencial. Correspondencia personal del Libertador con su amigo Tomás Guido (1816-1849). Buenos Aires: Planeta. 2000
Fecha de Publicación: 2O/11/2O21
San Martín habla de las Islas Malvinas.- 14 - 12- 2025.-
Impacto por la carta donde San Martín habla de las Islas Malvinas: por qué es un documento clave para la soberanía argentina
10 diciembre, 2O25 Gonzalo Torres.
El Libertador de América tenía muy en claro que se trataba de territorio que le pertenecía a la entonces Provincias Unidas del Río de la Plata.
miércoles, 1O de diciembre de 2O25 – https://www.canal26.com/
San Martín hablando de Malvinas Foto: Archivo
El 2 de abril de 1982 dio inicio la Guerra de Malvinas, conflicto que enfrentó a Reino Unido con Argentina por la soberanía de las islas. Lo cierto es que el origen de su descubrimiento forma parte de un relato que se ha intentado callar. Incluso no fue hasta tiempos recientes que se viralizó un material más que importante para el reclamo argentino: una carta de José de San Martín.
Los primeros gobiernos patrios de las Provincias Unidas tuvieron en cuenta a las Malvinas, a las que consideraron parte integrante de su territorio, heredado de España por sucesión de Estados, según el uti possidetis juris de 1810. Esto es la que las vuelve argentinas, un reclamo justo y soberano que Reino Unido quiere tapar.
San Martín sabía de las Malvinas
Sucede que 40 días después de declarar la Independencia, el 9 de Julio de 1816, el Libertador envió una carta al ministro de Guerra del país en la que hace mención a las Islas. Una muestra inobjetable del conocimiento del territorio que la Nación recibió, un documento que se suma a la serie de antecedentes históricos, geográficos y políticos que respaldan el reclamo de soberanía argentina.
La carta original se exhibe en el Museo Malvinas
El documento tuvo con destinatario al coronel Antonio Beruti y con fecha del 14 de agosto de 1816 desde Mendoza. En ella había un pedido: “Disponga que todos los de alta clase que se hallen presos en esa jurisdicción de su mando sentenciados a los presidios de Patagones, Malvinas u otros sean remitidos a esta capital con copias de sus respectivas condenas y a la mayor seguridad posible comprendiendo también en ellos a los desertores contumaces en este delito”.
Sarmiento el cipayo ilustrado. Citas y reflexiones.-14 -12-2025-
SARMIENTO: EL CIPAYO ILUSTRADO CONTRA LA NACIÓN
Por Damian Leandro Zanni
El "Maestro" fue la voz más brillante de la traición y el desarraigo nacional.
Domingo Faustino Sarmiento, ese "prócer de lata" encumbrado por la intelligentzia europeizada, no fue un constructor, sino el más feroz demoledor de la Argentina criolla.
Su divisa de "Civilización y Barbarie" fue, en verdad, una fórmula de sometimiento intelectual y territorial:
ENTREGUISMO TERRITORIAL: Siendo un argentino exiliado, hizo campaña para que Chile se quedara con Magallanes y la Patagonia, considerándola una "posesión inútil" para Buenos Aires. No solo eso: celebró la invasión inglesa a las Malvinas como "útil a la civilización y al progreso". Su proyecto era una "Patria Chica", concentrada y dócil al dictado extranjero.
RACISMO Y ODIO DE CLASE: Su "civilización" se construyó sobre la base del desprecio absoluto por lo propio. Aconsejó no ahorrar "sangre de gauchos" –a quienes veía como "estiércol de la pampa"– y celebró el exterminio de la "canalla" indígena. Para él, la nación era una "dañosa amalgama de razas incapaces", y su única solución fue el genocidio o el reemplazo.
EL TERROR COMO POLÍTICA: Detrás de su amor por el frac y las ideas foráneas, Sarmiento fue un militar sin escrúpulos. Estableció el terror para ganar elecciones y ordenó silenciar los crímenes de sus subalternos contra los "animales bípedos" de la campaña. Su "libertad" era un "sainete ridículo"; su método, el despotismo.
LA CARIDAD EXTERMINADA: En lo social, su liberalismo era despiadado. El Estado, decía, "no tiene alma", y si los pobres y huérfanos se mueren por sus "defectos", que así sea. Negó la caridad pública porque el mendigo era solo un "insecto" útil que recogía desperdicios.
Sarmiento fue el agente cultural del imperialismo, el que impuso el Alcorán de la historia oficial para justificar el despojo económico y cultural, torciendo nuestro destino americanista y federal. Fue el profeta de la Argentina que se arruinó al abrir sus fronteras sin defensa, matando la industria criolla para servir a los intereses de la "gran Albión".
AHORA VEAMOS SU PENSAMIENTO EN PRIMERA PERSONA:
EL PROYECTO DE LA "CIVILIZACIÓN" Y LA PATRIA CHICA
Desde su exilio en Chile, Sarmiento articuló una visión de la Argentina marcada por una profunda dicotomía: Civilización versus Barbarie. Esta idea no era solo una crítica social, sino una plataforma política.
En 1842, al frente del diario chileno El Progreso, Sarmiento, sanjuanino, se convirtió en un notable promotor de los intereses chilenos. Su campaña insistió en los derechos de Chile sobre el Estrecho de Magallanes, urgiendo a la ocupación chilena antes que la argentina. Argumentó que el Estrecho era una "posesión inútil" para Buenos Aires, remota e inhóspita, y que "Magallanes pertenece a Chile por el principio de conveniencia propia".
Cita: “Esta habilitación del estrecho ha de acarrearnos inmensas ventajas y nos asegurará un provenir colosal. ¿Quedan acaso dudas, después de todo lo que hemos dicho sobre la posibilidad e hacer segura la navegación el estrecho y establecer allí poblaciones chilenas? (…) Para Chile basta, en el asunto de que tratamos, decir ¡Quiero¡ y el estrecho de Magallanes se convierte en un foco de comercio y civilización”.
Fuente: El Progreso, 28 de noviembre de 1842.
Cita: “Un territorio limítrofe pertenece a aquel de los Estados a quien aproveche su ocupación (…) Para Buenos Aires es una posesión inútil. ¿Que haría el gobierno de Buenos Aires con el estrecho de Magallanes, país remoto, frígido, inhospedable? (…) ¡Que pueble el Chaco y el sur hasta el Colorado y el Negro y deje el estrecho a quién lo posea con provecho….¡ Magallanes, por lo tanto, pertenece a Chile por el principio de conveniencia propia sin darlo a terceros”.
Fuente: La Crónica, 11 de marzo de 1849.
Cita: "He contribuido con mis escritos aconsejando con tesón al gobierno chileno a dar aquel paso... El gobierno argentino, engañado por una falsa gloria, provoca una cuestión ociosa que no merece cambiar dos notas, Para Buenos Aires tal posesión es inútil. Magallanes pertenece a Chile y quizá toda la Patagonia... No se me ocurre después de mis demostraciones, como se atreve el gobierno de Buenos Aires a sostener ni mentar siquiera sus derechos. Ni sombra ni pretexto de controversia les queda".
Fuente: El Progreso, 11 al 28 de noviembre de 1842 y La Crónica, 11 de marzo y 4 de agosto de 1849.
Incluso sugirió que Chile podía reclamar la totalidad de la Patagonia al sur de Cuyo.
Cita: “Quedaría por saber aún si el título de erección del Virreinato de Buenos Aires expresa que las tierras al sur de Mendoza entraron en su demarcación; que, a no serlo, Chile pudiera reclamar todo el territorio que media entre Magallanes y las provincias de Cuyo”.
Fuente: Mencionado en el texto.
Esta postura se enmarcaba en su crítica a la "extensión" como el "mal que aqueja a la República Argentina".
Cita: “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión.“
Fuente: Facundo, 1845.
Su visión de "Civilización" se identificaba con lo europeo. En 1842, también justificó la ocupación británica de las Islas Malvinas.
Cita: "La Inglaterra se estaciona en las Malvinas. Seamos francos: esta invasión es útil a la civilización y al progreso".
Fuente: El Progreso, 28 de noviembre de 1842.
Incluso soñaba con una colonia con emigrados de California en el Chaco.
Cita: Soñaba formar “con emigrados de California una colonia en el Chaco que puede ser el origen de un territorio, y un día de un territorio yanqui”.
Fuente: Carta a Mrs. Mann, 1° de abril de 1869 (JMR. La guerra del Paraguay. p.319).
Descartaba la idea de una marina nacional.
Cita: "El día que Buenos Aires vendió su Escuadra hizo un acto de inteligencia que le honra. Las costas del Sur no valdrán nunca la pena de crear para ellas una Marina. Líbrenos Dios de ello y guardémonos nosotros de intentarlo".
Fuente: El Nacional, 12 de diciembre de 1857 y 7 de junio de 1879.
También despreciaba a las provincias interiores que no se alineaban con la política de Buenos Aires.
Cita: "Son pobres satélites que esperan saber quien ha triunfado para aplaudir. La Rioja, Santiago del Estero y San Luis son piltrafas políticas, provincias que no tienen ni ciudad, ni hombres, ni cosa que valga. Son las entidades mas pobres que existen en la tierra".
Fuente: El Nacional, 9 de octubre de 1857.
EL RACISMO Y EL RECHAZO A LO AUTÓCTONO
La dicotomía civilización/barbarie se manifestó en un profundo desprecio por las razas y costumbres nativas y criollas. Sarmiento expresó un racismo explícito y violento, descalificando sistemáticamente al gaucho, al indígena y a la herencia hispánica.
Contra el Gaucho: Instó a no "economizar sangre de gauchos", pues era "lo único que tienen de humano" y servía como "abono".
Cita: "No trate de economizar sangre de gauchos... Es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos".
Fuente: Carta a Mitre de 20 de septiembre de 1861 y El Nacional, 3 de febrero de 1857.
Cita: "Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas".
Fuente: En Buenos Aires, 1853; Carta a Mitre del 24 de septiembre de 1861.
Contra el Indígena: Manifestó una "invencible repugnancia" hacia los "salvajes de América", justificando su exterminio.
Cita: “Por los salvajes de América sentimos una invencible repugnancia sin poderlo remediar; y para nosotros, Colocolo, Lautaro, Caupolicán, no son más que indios asquerosos a quienes habríamos hechos colgar y mandaríamos colgar ahora mismo si reapareciesen.”
Fuente: El Progreso, 27 de septiembre de 1844.
Cita: “Logramos exterminar a los indios? : Lautaro, Rengo, y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces del progreso. El exterminio de esa canalla es providencial y útil, sublime y grande... Se les debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño que tiene ya, el odio instintivo al hombre civilizado.”
Fuente: El Nacional, 19 de mayo de 1857. (Repetida con ligeras variantes en El Nacional, 25 de noviembre de 1876).
Contra la Herencia Hispánica:
Cita: “tengo que luchar con la raza española, tan incapaz de comprender el gobierno libre, crearlo y sostenerlo, aquí como en España (...) España, condenó a la barbarie a los descendientes de europeos en América (...) el castellano es barrera infranqueable para la transmisión de las luces (...) no ha habido en España un hombre que piense (...) España no ha tenido un solo escritor de nota, ningún filósofo, ningún sabio, no posee un escritor que pueda educarnos, ni tiene libros que nos sean útiles”.
Fuente: Mencionado en el texto.
Contra Otras Razas (Judíos y Paraguayos):
Cita: "Fuera esa raza semítica (los judíos) ¿o es que no tenemos derecho como alemanes y polacos para hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo su patria?"
Fuente: Obras completas. Ed Belin Hnos. Parias 1909.
Cita: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrecencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.
Fuente: Carta a Mitre, 1872. Artículo de El Nacional, 12 de diciembre de 1877.
Sarmiento veía a los Argentinos como:
Cita: "una dañosa amalgama de razas incapaces e inadecuada para la civilización"
Fuente: Obras completas. Ed Belin Hnos. Parias 1909.
EL FACUNDO Y LA CONTRADICCIÓN LITERARIA
En 1845, publicó Facundo o Civilización y barbarie. El mismo autor confesó haber usado "inexactitudes a designio" con fines políticos.
El esquema maniqueo que sustentaba el Facundo era evidente. Sarmiento mismo lo explicaba:
Cita: “...Los que cometieron aquel delito de leso americanismo – dice en su libro –, los que se echaron en brazos de Francia (en 1938) para salvar la civilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata fueron los jóvenes; en una palabra, ¡fuimos nosotros!, los unitarios eminentes, como los americanos, como Rosas y sus satélites estaban demasiado preocupados de esa idea de la nacionalidad que es patrimonio del hombre desde la tribu salvaje... Esta juventud impregnada de las ideas civilizadoras de la literatura europea iba a buscar en los europeos enemigos de Rosas, sus antecesores, sus padres, sus modelos; el apoyo contra la América tal como la presenta Rosas”.
Fuente: Facundo o Civilización y barbarie, 1845.
Cita: "Somos traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara... De eso se trata, de ser o no ser salvajes”.
Fuente: Mencionado en el texto.
TERRORISMO DE ESTADO Y AUTORITARISMO
Lejos de la imagen de demócrata, Sarmiento fue un apologeta del terror como herramienta política y militar.
Cita: “es preciso emplear el terror para vencer en la guerra. Debe darse muerte a todos los prisioneros y los enemigos. Debe manifestarse un brazo de hierro y no tener consideración... “
Fuente: Mencionado en el texto.
Cita: "Necesitamos entrar por la fuerza en la nación, la guerra si es necesario"
Fuente: 1861.
Cita: “Sandes ha marchado a San Luis... Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”.
Fuente: Carta de Sarmiento a Mitre, marzo de 1862.
Cita: "Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición."
Fuente: Carta a Domingo de Oro, 17 de junio de 1857, en Peña, Milcíades, "La era de Mitre", Bs. As., Fichas, 1973.
Respecto a la libertad:
Cita: “...nosotros pensamos que en los países sudamericanos la palabra libertad importa sainete ridículo, melodrama horrible y larguísima comedia que no manifiesta tener fin”.
Fuente: 14 de noviembre de 1841.
EDUCACIÓN Y CARIDAD
A pesar de ser conocido como el "Padre del Aula", las citas disponibles sugieren que su aporte a la educación fue más nominal que práctico.
Cita: "En Buenos Aires solo logré fundar dos escuelas".
Fuente: Carta a M. Mann, 15 de mayo de 1866.
Cita: "En la ciudad de Buenos Aires se han construido solo dos edificios de escuelas en estos veinte años (de 1858 a 1878). Mientras tanto no se intenta nada. En la única escuela normal de varones el 95% son ineptos; el 30% debió ser expulsado, y el resto solo concurre por el aliciente del viático con que se premia su asistencia a clase. De las dos escuelas normales de mujeres se debió suprimir una".
Fuente: Informe de 1878.
Su postura sobre la justicia social y la caridad era igualmente dura.
Cita: "Las Cámaras no deben votar partidas para la caridad pública -sostuvo Sarmiento...- porque la caridad cristiana no es del dominio del Estado. El Estado no tiene caridad, no tiene alma...Si los pobre se han de morir que se mueran...El mendigo es como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin necesidad que se le dé dinero...¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por causa de sus defectos? Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad; no se les debe dar más de comer.”
Fuente: Discurso en el Senado de la Provincia de Buenos Aires, 13 de septiembre de 1859. (Repetido con ligeras variantes en Discurso en el Senado de Buenos Aires, 13 de Septiembre de 1859).
VISIÓN DE LOS PRÓCERES Y OPINIONES PERSONALES
Sarmiento también criticó a figuras históricas veneradas en Argentina, incluyendo al General San Martín.
Cita: "San Martín, el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada y su ánimo noble se exalta y ofusca... Fastidiado estoy de los grandes hombres que he visto... Hace tiempo que me tienen cansado los héroes sudamericanos (como si él fuera europeo), personajes fabulosos todos... La expatriación de San Martín fue una expiación. Sus violencias se han vuelto contra él y lo han anonadado... Pesan sobre él ejecuciones clandestinas... Dejemos de ser panegiristas de cuanta maldad se ha cometido. San Martín, castigado por la opinión, expulsado para siempre de la América, olvidado por veinte años, es una digna y útil lección".
Fuente: 1845. La Crónica, 26 de diciembre de 1853; carta a Alberdi 19 de julio de 1852; y 1885.
Respecto a su propia historia, confesó sobre su familia:
Cita: “... la familia de los Sarmiento tiene en San Juan una no disputada reputación que han heredado de sus padres a hijos, dírelo con mucha mortificación mía, de embusteros. Nadie les ha negado esta cualidad y yo les he visto dar tan relevantes pruebas de esta innata y adorable disposición, que no queda duda de que es alguna cualidad de Familia”.
Fuente: Recuerdos de Provincia.
También recordaba sus propias faltas como estudiante:
Cita: "La plana (libreta escolar) era abominablemente mala, tenia notas de policía (conducta deficiente), había llegado tarde, me escabullía sin licencia (se rateaba) y otra diabluras con que me desquitaba del aburrimiento".
Fuente: Mi defensa, año 1843.
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sábado, 13 de diciembre de 2025
Fusilamiento de Manuel Dorrego. - 13 - 12 -2025 -
FUSILAMIENTO DE DORREGO .
Por Esteban Domina.
“Navarro, diciembre 13 de 1828. Participo al gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. Firmado: Juan Lavalle”. Casi dos siglos después, aún cuesta entender ese crimen absurdo: un héroe de la gesta independentista mandó a fusilar a otro héroe sólo por hallarse en veredas opuestas en las cuestiones de poder.
Por esos días ardía la grieta entre unitarios y federales: en 1827, extinguida la autoridad nacional tras la renuncia de Bernardino Rivadavia a la presidencia, las provincias ejercían su propia soberanía. La legislatura de la provincia de Buenos Aires había designado gobernador a Manuel Dorrego, con un meritorio pasado en los ejércitos patrios y ahora enrolado en el espacio federal, pese a ser porteño.
Durante su corta gestión le tocó afrontar una agenda complicada que incluía concluir la azarosa guerra con el Brasil, aliviar la maltrecha economía popular y recomponer el vínculo con las provincias para encausar la postergada organización nacional. Los unitarios, entretanto, no se resignaban a haber sido desplazados por “el populacho”; necesitaban de un brazo armado dispuesto a hacer el trabajo sucio y todas las miradas se posaron en Juan Lavalle, que en aquella guerra había reverdecido los laureles ganados en la gesta independentista americana.
Tras la firma del tratado definitivo de paz con el Brasil —que no dejó conforme a nadie, ya que se perdió definitivamente la Banda Oriental— las tropas desmovilizadas comenzaron a retornar al país. El 29 de noviembre desembarcó el grueso del ejército nacional, con el motín en marcha. Dos días después, los regimientos salieron de los cuarteles y, comandados por Lavalle, destituyeron a Dorrego. Siguiendo la hoja de ruta pergeñada por el círculo unitario, Lavalle fue proclamado gobernador en una parodia de asamblea popular.
Dorrego salió a la campaña para organizar la resistencia. Su único aliado potencial era Juan Manuel de Rosas, un hacendado con peso propio en la provincia. Logró reunir una modesta fuerza de paisanos y el 9 de diciembre presentó combate en los campos de Navarro, a poco más de un centenar de kilómetros hacia el sudoeste de la ciudad de Buenos Aires. Las tropas experimentadas y bien pertrechadas de Lavalle no tuvieron mayores dificultades en dar cuenta de aquel rejunte improvisado. Sin embargo, el vencido pudo escapar, aunque desoyó el consejo de Rosas, quien le sugirió pasar a la provincia de Santa Fe y buscar el amparo del gobernador Estanislao López. Dorrego se demoró inexplicablemente en un campo de Areco junto a su hermano y otros partidarios y, al día siguiente, unos oficiales desleales lo apresaron y pusieron en manos de Lavalle.
Los unitarios no querían por nada del mundo que el prisionero, dada su popularidad, fuera enviado a la capital porteña, y apremiaban a Lavalle para que completara su desafortunada faena. Mientras Dorrego escribía cartas a gente influyente, Gregorio Aráoz de Lamadrid intercedía para que se le perdonase la vida, aunque la suerte de su antiguo camarada del Ejército del Norte estaba irremediablemente echada.
El 13 de diciembre, a las dos y media de la tarde, luego de recibir el último auxilio religioso, el condenado enfrentó al pelotón de fusilamiento. Lamadrid le facilitó la casaca que llevaba puesta —Dorrego pidió que la suya le fuera entregada a su esposa— poco antes de que la descarga de fusilería quebrara la quietud de la hora y el cuerpo exánime de Dorrego quedara tendido en el piso, desangrándose lentamente. En el lugar se levanta un monumento recordativo.
“La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir”, asentó Lavalle en el parte. Los unitarios suspiraron aliviados, el poeta Juan Cruz Varela verseó con regocijo: “La gente baja / ya no domina / y a la cocina / pronto volverá”. En la vereda opuesta, el pueblo orillero estaba de duelo y en la desolada pampa bonaerense las guitarras bordoneaban cielitos lastimeros.
Tras los postigones de una lóbrega casa, Ángela Baudrix, la joven viuda, lloraba su dolor mientras apoyaba en su pecho el chaleco que llegó a sus manos junto a la carta póstuma de su esposo: “En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro porqué, más la providencia divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no lo ha podido ser en compañía del desgraciado”. A su hija Angelita le dejó una sortija como recuerdo. A Isabel, su otra hija, unos tiradores.
Manuel Críspulo Bernabé Dorrego tenía 41 años. Su trágico final constituye de los mayores actos de ceguera política en la resolución de los conflictos internos y los desencuentros que sobrevolaron la historia argentina como aves de mal agüero. Años después, Esteban Echeverría diría que Juan Lavalle era “una espada sin cabeza”. Entretanto, Juan Manuel de Rosas veía llegada su hora, dispuesto a ocupar el súbito vacío de poder…pero esa es otra historia.
viernes, 12 de diciembre de 2025
Carta de San Martín a Estanislao López.- 12- 12 - 2025-
Diario El Litoral. S.F.
Por Liliana Montenegro de Arévalo
Las relaciones entre San Martín y Estanislao López
Contenido producido por para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año del bicentenario de la independencia del Perú (1821 -28 de junio- 2O21)
Archivo López y San Martín: unidos por la causa americana .Archivo López y San Martín: unidos por la causa americana .
Miércoles 21.7.2O21
Por Liliana Montenegro de Arévalo (*)
La acción estratégica de la Primera Junta de Gobierno a partir de 1810, provoca un profundo deterioro en Santa Fe, que encuentra cortadas sus vías de comunicación al Alto Perú, Paraguay y Montevideo. A ello se agrega el avance indígena producido por la desprotección de las fronteras, al colaborar Santa Fe en las campañas independentistas.
La incorporación de Santa Fe a la liga Federal liderada por Artigas, provoca la reacción de Buenos Aires que somete a la provincia a cuatro sucesivas invasiones, que aumentan su deterioro. Esta situación afecta el Plan Continental de San Martín, ya que podría verse obligado a distraer fuerzas, como sucedió con el ejército auxiliar del Perú, al mando del Gral. Manuel Belgrano.
El Comandante de las Fuerzas de Santa Fe
El 26 de febrero de 1819, San Martín intendente de Cuyo desde 1814, adónde se había dedicado a la organización del Ejército de los Andes, escribe a Estanislao López gobernador interino de la provincia de Santa Fe, a quién se dirige bajo el título de Señor Comandante de las Fuerzas de Santa Fe, con el solo fin de suplicarle la supresión de una lucha entre patriotas que sostienen las mismas ideas de libertad americana. Asegura que no pretende otra cosa que la emancipación absoluta del gobierno español.
Considera que López comparte estas ideas y le anuncia la mediación del gobierno chileno, para poner fin a la guerra que divide a los argentinos. Esta carta es devuelta por Belgrano a Mendoza, creyendo que el intento no era acertado ni oportuno.
El paisano Estanislao López
San Martín escribe otra vez al Jefe de Santa Fe, el 13 de marzo de 1819 pero esta vez la carta está dirigida a su paisano Estanislao López. Le anuncia la marcha de los diputados chilenos; aclarándole que los móviles no son otros que "la libertad e independencia de nuestro país." Insta a López a unírsele, porque será la manera de batir a los maturrangos. Y aclara "Divididos seremos esclavos."
Señala la necesidad de deponer "resentimientos particulares" para llevar adelante la obra de la emancipación. "El verdadero patriotismo consiste en hacer sacrificios." Continuando: "Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas. Usted es un patriota" y le hace saber que queda en la confianza que accederá a establecer la paz, respetando las reclamaciones que deba efectuar.
Ofrece de nuevo entrevistarse, si López lo estima necesario, en el lugar que le señale. "Tal es la confianza que tengo de su honradez y buena comportación". Entre tanto Belgrano, admite la gestión amistosa que San Martín proyecta. Mientras que el Director Pueyrredón rechaza la misión de los comisionados chilenos Salvador de la Cavareda y Cnel. Luis de la Cruz.
El 2 de abril de 1819, en la capital santiaguina la Logia Lautaro resolvía llevar a cabo la campaña al Perú. Por su parte el Ejército Auxiliar del Perú, el 12 del mismo mes en San Lorenzo, acordaba suspender las hostilidades con las fuerzas de la provincia autónoma de Santa Fe.
La amenaza de la expedición española
El 08 de julio de 1819, San Martín escribe al gobernador de Santa Fe. Explica que el desplazamiento hacia el sur del Ejército Auxiliar del Perú, desbarató los planes que debía ejecutar en combinación con los de Chile y de los Andes. Y como esta situación es irremediable, le propone evitar males mayores.
La hace saber que posee noticias que aseguran la pronta venida de la expedición española contra el Río de la Plata, y le insta a unir los esfuerzos para repelerla.
Firmeza en la ejecución de los planes del Ejército de los Andes
Los intentos conciliatorios de San Martín, resultan infructuosos. El año 1819, el de la Constitución Unitaria producida por el Congreso que declaró la Independencia; y el año del "Reglamento Provisorio para el manejo de la provincia de Santa Fe", culmina con la famosa negativa de San Martín de desvirtuar el objetivo del Ejército de los Andes.
En el año veinte las ciudades-cabildos, al asumir sus antiguos derechos fueron transformándose en provincias autónomas.
Proclamación de la Independencia peruana
La derrota definitiva de los realistas de Perú era el paso que todos pretendían lograr. Tal es el espíritu del oficio que el Libertador le dirige a López en Lima el 16 de mayo, antes de la toma de dicha ciudad y de la proclamación de la Independencia peruana, producida el 28 de julio de 1821. Esta correspondencia de Lima pasó a Mendoza, de allí a Buenos Aires, y luego a Santa Fe.
Solidar la emancipación de América
El 2 de setiembre de 1822 López responde, el oficio del 16 de mayo. Le asegura que sus conceptos "son tan uniformes con los míos" y el deseo de "llenar un empeño tan sagrado" como el que reclama. Ofrece doscientos o trescientos hombres de caballería escogida, si recabase de las autoridades de Buenos Aires lo necesario.
Y se despide: "… que guarde el Alto Ser los años convenientes para solidar la emancipación de América, bajo los auspicios de su primer genio".
Entre tanto, el 26 y 27 de abril de 1822 se produce la entrevista de Guayaquil entre San Martín y Bolívar; y San Martín, guardando el oficio santafesino, emprendió el camino hacia su chacra mendocina.
Con la Provincia en masa
En octubre de 1823 San Martín recibe el último oficio de Estanislao López; en el que se ofrece a la cabeza de su Provincia, ya que sabe con certeza que a su arribo a Buenos Aires será juzgado por un consejo de guerra por haber desobedecido al gobierno haciendo la guerra a Chile, negándose a invadir Santa Fe y llevando la expedición a Perú.
Así le dice: "Para evitar este escándalo inaudito, y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos, con los cuerpos del Ejército de los Andes que se hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de asegurar a Vd. que a su solo aviso estaré con la Provincia en masa a esperar a V.E. en el Desmochado, para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria." San Martín respondió a "López agradeciéndole su aviso y ofrecimiento sin aceptarlo".
Se cierra así la relación entre ambos. El signo común será América: la Patria Grande. Para San Martín vislumbrada en la necesidad de la Independencia, su preocupación permanente por conservar a salvo la libertad de América y para Estanislao López visualizada en el Reglamento Provisorio de 1819: cuando proclama ciudadano a "todo americano".
* Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
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La incorporación de Santa Fe a la liga Federal liderada por Artigas, provoca la reacción de Buenos Aires que somete a la provincia a cuatro sucesivas invasiones, que aumentan su deterioro. Esta situación afecta el Plan Continental de San Martín.
El 26 de febrero de 1819, San Martín escribe a Estanislao López con el fin de suplicarle la supresión de la lucha entre patriotas que sostienen las mismas ideas de libertad americana. Asegura que solo pretende la emancipación del gobierno español.
"* * Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
jueves, 11 de diciembre de 2025
Los dientes de Belgrano en un robo. -11-12 - 2025 -.
EL INSÓLITO ROBO DE LOS DIENTES DE BELGRANO
Por Damian Leandro Zanni
LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL PRÓCER
Los días finales de Manuel Belgrano estuvieron marcados por la penuria y el sacrificio. Aunque provenía de una de las familias más ricas de Buenos Aires, la guerra por la independencia lo dejó casi sin nada. Gran parte de su fortuna se esfumó en campañas militares y, para colmo, el Estado arrastraba una deuda enorme con él: años enteros sin pagarle su sueldo.
Enfermo y sin recursos, Belgrano se vio obligado a empeñar su reloj de oro —un regalo del rey Jorge III de Inglaterra— para poder costear su atención. La muerte lo alcanzó el 20 de junio de 1820, fecha que desde 1938 honramos como el Día de la Bandera. Como miembro de la Orden Tercera de Santo Domingo, fue sepultado bajo una lápida de mármol en el atrio del convento dominico, en pleno corazón de Buenos Aires.
LA EXHUMACIÓN BAJO EL GOBIERNO DE ROCA
Décadas después, durante la segunda presidencia de Julio A. Roca, se decidió trasladar los restos del creador de la bandera al mausoleo que el escultor Ettore Ximénez levantaría frente al templo de Santo Domingo, en la esquina de avenida Belgrano y Defensa. Para supervisar la delicada tarea se designó una comisión de lujo: Joaquín V. González, Pablo Riccheri, Marcial V. Quiroga, Julián Massot y Carlos Malbrán.
En la excavación no apareció rastro del antiguo ataúd, pero sí huesos que fueron ordenadamente colocados sobre una bandeja de plata, bajo custodia de un fraile. También se hallaron varios dientes, que fueron revisados allí mismo por González y Riccheri, mientras un escribano y familiares del prócer observaban cada movimiento. Concluida la labor, todo fue depositado en una urna de bronce a la espera de su destino final.
EL ESCÁNDALO: LOS DIENTES DESAPARECEN
Pero al día siguiente estalló la noticia que nadie había registrado en el acta oficial: los dientes de Belgrano habían desaparecido. La prensa recibió el dato gracias a testigos indignados. Y la indignación no tardó en transformarse en escándalo nacional.
Los responsables del hurto fueron rápidamente señalados: los ministros Joaquín V. González y Pablo Riccheri. Las reacciones no se hicieron esperar. Columnistas y ciudadanos acusaron a los funcionarios de profanar restos que pertenecían “no al gobierno, sino al pueblo entero de la República”. La Prensa denunció el “silencio criollo” de quienes presenciaron la escena sin intervenir, como si ese tipo de abusos formara parte de la costumbre.
LA DEVOLUCIÓN OBLIGADA
Acorralado por la opinión pública, González terminó devolviendo el diente que había tomado, excusándose con una explicación insólita: dijo que se lo había llevado para mostrárselo a unos amigos. Riccheri no se quedó atrás y entregó el suyo asegurando que se lo había enseñado al general Mitre, quien habría evaluado la idea de engarzarlo en oro.
EL FINAL DEL EPISODIO
Una vez recuperadas las piezas dentales, se las reintegró a la urna junto al resto del esqueleto del general. Al año siguiente, todos sus restos fueron depositados finalmente en el mausoleo que hoy se levanta frente a Santo Domingo.
miércoles, 10 de diciembre de 2025
Tricentenario de los orígenes del poblado.
El Tricentenario de los orígenes del poblado
Podría decirse que el Tricentenario que hoy se conmemora tiene en la pluma de Pedro Tuella su génesis argumental.
Por Miguel Angel De Marco (h)
17 de noviembre 2O25
La histórica capilla rosarina, en una imagen captada en el año 1900.
A principios del siglo XVIII Rosario era una pequeñísima aldea rural enclavada en el cruce del camino terrestre y fluvial que unía a la ciudad de Buenos Aires, sede de la entonces Gobernación del Río de la Plata, con Santa Fe y Córdoba, y el resto de las jurisdicciones del Virreinato del Perú, del que dependía el territorio de la actual Argentina.
Por lo tanto, su condición de “posta y puerto” es un elemento clave para entender el origen y la evolución de lo que hoy es una gran ciudad. Rosario, desprovista de los arbitrios de las urbes coloniales para su sustento, dispuso de una naturaleza favorable para la existencia de un poblado rural, punto de aprovisionamiento de viajeros y embarcaciones.
Estas condiciones fueron orgullosamente exaltadas ya en la primera crónica histórica de Rosario, dada a conocer en 1802 por Pedro Tuella, al vincular la fundación en 1527 del fuerte de Sancti Spiritu, en la desembocadura del río Carcarañá en el Paraná, con la demostración de que la región era la más apta para ser poblada, especialmente por las bondades de la tierra.
La llegada al mismo punto, años más tarde, de una expedición proveniente del Perú sería la demostración, según Tuella, de que aquel suelo “fue el primero en ser señalado tanto por los primeros que vinieron de Levante como los primeros que vinieron de Poniente”, dando a entender que esa zona era propicia no sólo para la población sino para la integración entre flujos provenientes del Atlántico y del Pacífico, y servir de puente entre el Litoral y el interior, dotes que seguirían siendo esgrimidas por generaciones de rosarinos en los siglos XIX y XX, y que en el presente acompañan las ponderaciones de Rosario como articuladora de regiones y corredores.
Podría decirse que el Tricentenario que hoy se conmemora tiene en la pluma de Pedro Tuella su génesis argumental. Fue uno de los vecinos más instruidos e influyentes de la humilde aldea de Rosario de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Nacido en Aragón, llegó al río de la Plata en 1759. En Rosario fue maestro de primeras letras, administrador de rentas, alcalde y promotor de distintas iniciativas a favor del vecindario. Se mantuvo siempre leal al rey, aun después de los sucesos de mayo de 1810, hasta su muerte en 1814.
Todo comenzó con la publicación de su “Relación histórica” de Rosario en el Telégrafo Mercantil de Buenos Aires, en artículos publicados el 4, 11 y 18 de abril de 1802. Su relato, con leyendas, recuerdos míticos y creencias dadas por ciertas, fue altamente tenido en cuenta en la tradición histórica local en el siglo XIX, y lo sigue siendo.
Comienza de la siguiente manera: “Este lugar de Nuestra Señora del Rosario de los Arroyos, que por ser ya un pueblo bastante crecido (según sus propias palabras tenía alrededor de cuatrocientos habitantes), se le avergüenza de que se le denomine Capilla, está a setenta leguas de Buenos Aires, sobre la barranca del gran Paraná...”. Y en cuanto su jurisdicción afirma: “No contando más de lo que en el día (1801) está poblado de estancias, es de veinte leguas en cuadro, cuyos límites son: al norte el Paraná, al sudoeste el arroyo del Medio, o la jurisdicción del pueblo de San Nicolás; al sudoeste las pampas, pero en este rumbo es indefinida la jurisdicción y en ella se cuenta el fuerte Melincué, y al norte el río Cará-cará-añá”.
Es en esta misma crónica donde Tuella explica el origen gaditano de la imagen de la Virgen de Rosario (que reemplazó a la que existía en el oratorio) llegada en 1773, y “la protección de su Soberana Patrona” durante treinta años. La religiosidad de aquella época explica la existencia de cuatro oratorios y la iglesia del convento de San Carlos.
Godoy, la leyenda del fundador
En su escrito afirmó que la fecha de nacimiento de la ciudad “era 1725”, coincidentemente con el arribo y radicación en la zona de aborígenes del Chaco protegidos por Francisco de Godoy e indios amigos, que convirtieron al Carcarañá en una línea de defensa fuente a tribus hostiles del norte: “Hacia el año 1725 se descubre el principio de este pueblo... Había por las fronteras del Chaco una nación de indios reducidos... llamados los Calchaquíes, o Calchaquiles a quienes hacían guerra e incomodaban mucho los Guaycurús, nación brava y numerosa. Era de los Calchaquíes muy amigo Francisco Godoy, y por libertarlos de estas extorsiones, los trajo a estos campos... Este fue el principio de este pueblo; y no sería mucho si entre sus glorias hiciese vanidad de tener su origen de un personaje que tenía el ilustre apellido de Godoy”.
Esta información llegó a Tuella por testimonios orales, pero él no fue contemporáneo de aquellos hechos porque arribó a Rosario aproximadamente medio siglo después de la supuesta presencia de Godoy.
La recopilación histórica de Eudoro y Gabriel Carrasco “Anales de la ciudad de Rosario”, publicada en 1897, da crédito a Tuella, en este y otros aspectos, aunque reconoce: “Pocas noticias hemos podido adquirir sobre el fundador de nuestra ciudad. Sabemos que pertenecía a una familia ilustre, y que en 1725 fundó al Rosario con algunos indios Calchaquíes” y agrega que se estableció con su familia, a la que le siguió la de su suegro, Nicolás Martínez. Los autores suponen que no figura en los registros parroquiales porque “se ausentaría pronto de aquellos parajes”.
Estanislao Zeballos, nacido en Rosario en 1854, también dio por cierta la fundación de Godoy (a quien llama Manuel en vez de Francisco) y efectuó algunos agregados a lo afirmado por Tuella en relación con los indios: los definirá como “pacíficos y civilizados”, perseguidos por los guaraníes y no por los guaycurúes. Según Zeballos en esta “tierra blanda a los arados, bondadosa por su clima, accesible a la civilización” se fundó en 1725 la “ciudad de Concepción del Paraná”, lo que no es extraño teniendo en cuenta que el oratorio que antecedió a la capilla del Rosario estaba bajo la advocación de la Virgen de la Concepción.
Frías, primera autoridad civil
Carente de un acta fundacional que atestigüe un deseo explícito de que Rosario naciera ciudad como sucedió con otras ciudades de la Corona española, cobran mayor relevancia las disposiciones oficiales que pueden interpretarse como indicadores de la existencia de la aldea.
En primer lugar, debe destacarse el nombramiento de un “Alcalde de Santa Hermandad” para el Pago de los Arroyos, concretada en enero de 1725, porque alude a un proceso poblacional en ciernes.
Eudoro y Gabriel Carrasco, a fines del siglo XIX, y Manuel Cervera y Juan Alvarez, en el XX, dieron a conocer la designación efectuada por el cabildo de la ciudad de Santa Fe de un Alcalde de Santa Hermandad: Francisco de Frías, para el “Pago de los Arroyos”, en enero de 1725.
El hecho de que este nombramiento figure en las Actas del Cabildo de Santa Fe (que se encuentran digitalizadas y son de acceso público) otorga la posibilidad de contar con un documento oficial que permite datar fehacientemente los orígenes de un proceso que al menos en su faceta institucional se inició hace trescientos años.
Ese nombramiento tuvo por propósito ejercer jurisdicción sobre un amplísimo distrito rural que poseía aldeas, postas, estancias, y territorios escasamente habitados y hasta inexplorados. También en el “Pago de los Arroyos” se levantaban un oratorio, un embarcadero natural y un caserío disperso que lejos se encontraba de ser un pueblo. Tal es la conclusión de Juan Alvarez luego de relevar las Actas Capitulares: “No pudo asignársele sitio fijo como asiento de su autoridad, porque ningún pueblo existía hasta ese momento. Era un funcionario ambulante, recorredor de campañas mal delimitadas”.
Alvarez entiende que este nombramiento, junto a la llegada de “forasteros”, la designación de un cura párroco en 1730 y la donación de Santiago Montenegro en 1757 de un terreno para edificar una nueva capilla son antecedentes que se sumaron para la conformación de lo que después sería Rosario.
El “éxodo” como explicación
El nombramiento de Frías se vincula a una aspiración poblacional en estrecha relación con la seguridad. Entre el otorgamiento de la merced real a Luis Romero de Pineda en 1689, situándolo como primer propietario en lo que hoy es el ejido de la ciudad de Rosario, y la designación del Alcalde de Santa Hermandad en 1725 transcurrieron treinta y seis años. El proceso de subdivisión de esa propiedad no alcanzaría a explicar de por sí el incremento poblacional evidenciado en ese tiempo. ¿Qué sucedió?
La ciudad de Santa Fe se estaba despoblando, entre otros factores, por la ofensiva de tribus del Chaco, que llegaron a sitiarla, obligando a sus autoridades a solicitar auxilio de tropas de otras gobernaciones. Algunos de sus vecinos encontraron más seguro trasladarse al sur del río Carcarañá o al este, a la Bajada del Paraná, actual ciudad de Paraná.
La región del Pago de los Arroyos estaba bajo la jurisdicción de autoridades muy distantes, que se hacían presentes para requerir servicios a sus habitantes, como formar parte de los grupos de vigilancia rural o hacer contribuciones materiales.
Darío Barriera explica que el nombramiento en 1784 de un tercer Alcalde de Santa Hermandad en el territorio del cabildo de Santa Fe, como consecuencia de la creación del “Pago de Coronda”, separado del “Pago de los Arroyos”, se dio a tono con lo que estaba ocurriendo en otras posesiones de la corona por el incremento de las áreas rurales efectivamente ocupadas, por el crecimiento de las actividades económicas rurales y por el aumento de la población rural.
Se estima que en el territorio de lo que hoy es la provincia de Santa Fe había un total de 12.600 habitantes en 1797, de los cuales apenas 400 residían en proximidades de la capilla del Rosario.
El incremento de la actividad económica de la región y las necesidades mismas de la población hicieron que las atribuciones de los alcaldes de Santa Hermandad fueran aumentando durante el siglo en que tal cargo tuvo vigencia, entre 1725 y 1825. Además de la seguridad (que quedó subsumida entre las restantes demandas), pasó a entender en cuestiones civiles, la elaboración de padrones y realización de inspecciones, velar por la instrucción elemental y las obras públicas.
Es preciso señalar que no se trataba de un cargo rentado y que la complejidad creciente de la aldea motivó que los vecinos requirieran a las autoridades santafesinas su elevación al rango de Villa o Ciudad. En 1825 se la declaró “Ilustre y Fiel Villa”. Un año más tarde la Junta de Representantes le designó un “Alcalde Mayor”, lo que implicaba reconocerle a la Villa el título de pueblo.
Del amplio listado de quienes desempeñaron la función de Alcalde de Santa Hermandad, la figura de Francisco de Frías merece los mayores reconocimientos, no sólo por haber sido el primero sino por haberse desempeñado cinco veces: 1725, 1733, 1742, 1745 y 1748. En el libro de entierros de la Iglesia Catedral consta que el sargento mayor Frías “murió pobrísimo” el 8 de octubre de 1748.
Según Wladimir C. Mikielievich la familia de Frías se habría radicado aproximadamente en 1720 cerca de la propiedad de Francisco Gómez Recio, de quien les separaba el arroyo del Animal. Desde entonces ese curso de agua, cercano a la actual localidad de Alvear, se llama “arroyo de Frías”.
Con el nombre de la Virgen
En 1730, cinco años después del nombramiento del primer alcalde y la supuesta fundación de Godoy se creó el curato (parroquia) del Pago de los Arroyos y Ambrosio de Alzugaray fue nombrado cura párroco. Fue él quien tomó de los aborígenes asentados cerca del río Carcarañá la imagen de la Virgen del Rosario con la cual reemplazó a la de la Concepción.
A partir de entonces, la aldea comenzó a ser conocida como “Capilla del Rosario”. El sacerdote abrió una escuela de primeras letras contigua al templo, donde también comenzó a funcionar el cementerio. Se sostiene que el cura fue la primera autoridad (aunque eclesiástica) con asiento fijo y duradero, porque el alcalde era itinerante dentro de su amplia jurisdicción que comprendía prácticamente todo lo que existiera al sur de la ciudad de Santa Fe.
Por mucho tiempo Rosario fue conocida como “Villa del Rosario” (1823) y “Ciudad del Rosario” (1852), respetando la denominación dada tradicionalmente en relación con la devoción por la Virgen.
El Bicentenario
Al conmemorarse el Bicentenario de Rosario, en 1925, la ciudad ya era una de las metrópolis más grandes de Sudamérica, la más importante del interior del país. Factores económicos, políticos, sociales y culturales se conjugaron para ello. De los 400 habitantes de la aldea de principios de siglo XIX pasó a 9.758 en 1858, 221.592 en 1914 y 407 mil en 1926.
La leyenda de Godoy fue considerada antecedente suficiente para que la Intendencia decidiera conmemorar el “Bicentenario” y se optó por un domingo próximo a la festividad de la Virgen de Rosario, el 7 de octubre, tal como lo habían aconsejado los Carrasco y Zeballos.
La Capital propuso el día 3, porque un 3 de octubre de 1852 Urquiza había declarado la libre navegación de los ríos, “base del engrandecimiento de la ciudad”. Por su parte el historiador Calixto Lassaga, si bien adhería a la tesis de 1725, propuso que se conmemorara el 27 de febrero para hacerla coincidir con el día de la creación de la bandera, en 1812, hito emblemático de los rosarinos acorde con su tradición belgraniana. Todavía no se había establecido formalmente el 20 de Junio como Día de la Bandera.
La “obsesión de forjarse una identidad propia” evidenciada en la necesidad de establecer “una fecha fundacional”, tal como lo define el estudio de Santiago Javier Sánchez, se dio precisamente en tiempos de tal transformación y encumbramiento ante otras ciudades, de extensa prosapia y linaje, que la dirigencia local, signada de “fenicia”, “mercantil” e “inmigrante” (en sentido despectivo) se preocupó de no ser menos reconstruyendo “un pasado y una tradición lo más lejanos y prestigiosos posibles”.
Por entonces Juan Alvarez opinaba que había dos posturas dominantes entre los cultores del pasado local: “los que consideraban que Rosario tenía fundador”, y se esforzaban por hacer coincidir 1725-1925, y los que no, siendo estos últimos la minoría. En su opinión, para que hubiera fundación debía existir un pedido expreso a una autoridad superior y ésta recién se había concretado el 21 de septiembre de 1823, cuando los vecinos de la aldea solicitaron formalmente al gobernador de Santa Fe, Estanislao López, el rango de ciudad, que no le fue concedido. En cambio la Junta de Representantes de la provincia el 2 de diciembre le concedería el título de “Ilustre y fiel Villa” (en reconocimiento a los servicios prestados en la guerra por la Independencia) y designó como patrona a la Virgen del Rosario.
En 1823 el gobierno provincial argumentó que tan escasa población (estimada entre 1.000 y 1.500 almas), no podría sostener presupuestariamente las erogaciones requeridas para el gobierno de una ciudad. La capital provincial siguió siendo representada en la Junta de Representantes por ocho diputados contra uno solo de Rosario, que al ser “Villa” debía contentarse con un Alcalde Mayor y un comandante militar.
Gracias a Justo José de Urquiza le llegaría la hora de ser formalmente ciudad el 5 de agosto de 1852, cumpliéndose todos los requisitos formales para su nombramiento como tal. Su centenario no pudo festejarse por coincidir con el luto oficial por la muerte de Eva Duarte de Perón, la primera dama. Recién en 2002, y en ocasión de su sesquicentenario, fue puesto en valor, y se conmemora desde entonces ininterrumpidamente. El listado de hechos y personalidades a las que se les ha otorgado propiedades “fundantes” no estaría completo si no se mencionara a Santiago Montenegro, vecino que donó a mediados del siglo XVIII un terreno para la capilla de la Virgen del Rosario, fijando la plaza contigua, la actual 25 de Mayo. Contribuyó de esta manera al proceso de urbanización que se dio en la aldea.
El año 1725
Por vía de la tradición oral (Godoy) o a través de la documentación oficial (Frías) puede sindicarse a 1725 como un hito demostrativo de un aumento poblacional con capacidad de acelerar el proceso de gestación de una aldea, refrendada con la decisión de crear una parroquia, cinco años más tarde.
Godoy, Frías, Alzugaray, Montenegro y Tuella, inmigrantes todos, representan a la aldea en evolución. Cada uno aporta y simboliza acciones fundantes, tal como Belgrano y Urquiza en el siglo XIX, y todos aquellos rosarinos que con iniciativa y laboriosidad fueron completando luego el rico mosaico de identidades que es hoy la ciudad.
Construcción del Monumento Nacional a la Bandera.-28- 11 - 2025 -
Monumento Histórico Nacional a la Bandera, el símbolo máximo de la ciudad de Rosario
Se inauguró en 1957. En una pared lateral figuran los autores arquitectos Ángel Guido y los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti
Por Gabriela Couselo / Historiadora y docente (UNR)
28 de noviembre 2O25
MONUMENTO A LA BANDERA CONSTRUCCION 15 07-1943Foto: Archivo La Capital
MONUMENTO A LA BANDERA CONSTRUCCION 15 07-1943
La llama votiva del Monumento Histórico Nacional a la Bandera debe ser de los lugares más fotografiados de Rosario. Sucede que se trata de una postal ineludible, esa obra colosal cuya torre aparece imponente entre las columnas que rodean el recinto que funciona como estudio fotográfico, combina de forma tan perfecta con el río Paraná que parece estar ahí desde siempre.
En la escuela primaria, cuando las maestras introducen la historia de la ciudad, suelen enseñarnos que el Monumento tiene forma de barco y que, en parte, esto es así por su cercanía al río y porque simula una nave que representa el país. También nos explican que se trata del Monumento que recuerda (y marca) el sitio del primer izamiento de la bandera nacional. Sin embargo, el paisaje de 1812 no se parecía en casi nada al que vemos actualmente. La playita modesta en la que Belgrano reunió a los vecinos de la Capilla del Rosario era la culminación de una imponente barranca; pasarían muchos años para que la necesidad de un orden y de construir un puerto más moderno impulsara la delineación de las bajadas. Mucho más difícil de imaginar era la construcción de un monumento para que recordara ese acontecimiento que iba a estar, por casi cincuenta años, olvidado.
El Monumento Histórico Nacional a la Bandera se inauguró el 20 de junio de 1957 luego de catorce años de construcción. En la pared lateral de la esquina de Córdoba y 1º de Mayo figuran los nombres de los autores: el arquitecto Ángel Guido y los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti. En una tipografía diferente aparece el nombre de Eduardo Barnes, el escultor encargado de los relieves que están en el interior de la Galería de Honor de las Banderas de América. Estos datos no dicen nada de su historia previa, de las discusiones y vaivenes que marcaron su destino.
Luego de dos intentos fallidos para construir el Monumento a la Bandera en 1872 y en 1909, Ramón Araya, presidente de la Comisión Popular Pro-Monumento a la Bandera, que se había formado en 1923, se empeñó en llamar a un concurso internacional de anteproyectos en el año 1927. Este concurso fue declarado desierto, pero al igual que los intentos anteriores, dejó un legado que llegará hasta el Monumento actual. Como veremos a continuación, el significado de la obra que se inauguró en 1957 se relaciona con su pasado, es una síntesis de su propia historia.
Retrato del arquitecto Ängel Guido junto a la maqueta del monument o_Col. Chamorro. c. 1938_Archivo Fotográfico Museo de la Ciudad
Retrato del arquitecto Ängel Guido junto a la maqueta del monument o_Col. Chamorro. c. 1938_Archivo Fotográfico Museo de la Ciudad
El 25 de abril de 1928 Angel Guido todavía no había cumplido 32 años. Se sentó en su escritorio, tomó una de sus hojas membretadas y escribió a Ricardo Rojas estas líneas: “[estamos con mi hermano Alfredo] embarcados en una contienda argentinista por reconquistar el respeto que no ha tenido una comisión para con los artistas argentinos”. Y continuaba: “El Monumento a la Bandera, por incultura de aquella comisión extranjerizada, que no quiere ver su fracaso ineludible, está a punto de caer en manos extrañas a nosotros y a nuestro país, mediante proyectos de tipo standard, industrializados”.
El destinatario, Ricardo Rojas, era su principal referente intelectual. El tema central de la carta era la construcción de la casa del autor de “La restauración nacionalista”, el fragmento que citamos, breve, se refiere al concurso internacional para la construcción del Monumento a la Bandera que se había llamado en el año 1927. Casi treinta años más tarde Guido estaría presenciando, como director y autor, la inauguración de la obra de arte público más importante de Rosario y, probablemente, de la Argentina.
Lo interesante de esta cita, más allá del enojo de Guido, es que serán las sugerencias sobre el diseño del Monumento a la Bandera que recopila la comisión que critica las que se usarán en el concurso del que saldrá victorioso en 1940. Para entender el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, entonces, hay que tener en cuenta diversos contextos que definieron su diseño y emplazamiento. Como veremos, se trata de una obra que combina las discusiones estéticas de la década de 1920 con la arquitectura monumental estatal de la década siguiente.
El concurso al que se llamó en 1927 tenía la intención de subsanar los errores que se habían cometido en los proyectos inconclusos de etapas anteriores. Ramón Araya, el presidente de la comisión que se había formado en 1923, era un ingeniero civil que había sido un influyente funcionario municipal. Como director de Obras Públicas, primero entre 1894 y 1895, y luego desde junio de 1909 a agosto de 1911, desarrolló múltiples actividades, entre las que se destacan el levantamiento de los rieles del Ferrocarril Oeste Santafesino que corrían por el centro del bulevar Santafesino, hoy Oroño, y el bulevar Argentino, actual avenida Pellegrini. Entre los dos períodos que ocupó el cargo mencionado, Araya fue diputado provincial, primero por el departamento Belgrano y luego por el de Rosario. Desde este rol estuvo ligado a la historia del Monumento tempranamente, ya que fue uno de los diputados firmantes de le ley que autorizaba la erección del mismo en Rosario en 1898 durante la intendencia de Lamas. Si bien esta idea no avanzó, sirvió para marcar el sitio en el que había estado la batería Libertad y se colocó la piedra fundamental que actualmente se encuentra en la cripta del Monumento. Además, es de este año la idea de abrir un pasaje que una la plaza 25 de Mayo con el sitio del primer izamiento.
Araya, entonces, luego de la rescisión del contrato con Lola Mora en 1925, pensó que la solución a la cuestión del Monumento a la Bandera era llamar a un concurso internacional de anteproyectos. Entre sus objetivos se encontraba subsanar lo que había significado el fracaso de la obra proyectada por la artista tucumana, quien había sido contratada de forma directa por la Comisión Nacional del Centenario en el año 1909. Sin embargo, el argumento principal se centraba en que el Monumento debía ser el más espectacular del país y para conseguirlo había que abrir la convocatoria a todas las mentes brillantes del mundo. Pero, más allá de su notable empeño, el concurso fue anulado por el Poder Ejecutivo nacional a partir de los reclamos que expresaron los miembros de la Sociedad de Artistas Argentinos y los de la Comisión Municipal de Bellas Artes. Si bien se pueden distinguir tres aspectos principales del conflicto —el envío de invitaciones especiales, la convocatoria al jurado una vez finalizado el concurso y la designación de una mayoría para la comisión popular que presidía Araya—, todos estaban teñidos por un enfrentamiento profundo entre lo nacional y lo extranjero. En definitiva, la principal cuestión giró en torno a cómo garantizar el carácter nacional que debía contener el Monumento: ¿por su autor?, ¿por los materiales?, ¿por el jurado?
Plaza Belgrano 1939 (14)--Archivo Documental MHNB
Plaza Belgrano 1939 (14)--Archivo Documental MHNB
Más allá de la discusión sobre este concurso, de la que, como vimos, participaron los hermanos Guido, esta experiencia dejó como legado una lista de opiniones “sobre la ideología del Monumento”. Esta recopilación está precedida por una carta que envió Araya en 1925 en la que requería sugerencias sobre el diseño y la magnitud que debería tener el Monumento y la preeminencia histórica de la ciudad como cuna de la bandera. Las palabras de Araya sintetizan por primera vez lo que se pretendía para el Monumento, señalando que se trataba no sólo de un monumento, sino de un sitio histórico y un espacio público que debía ser visitado y apropiado por los contemporáneos y las generaciones futuras.
En cuanto al diseño, Araya proponía algunos motivos tradicionales (obelisco, pirámide, columna, torre, arco del triunfo, estatua), que acompañaba con algunos ejemplos (el Arco del Triunfo o la bandera en el Capitolio de Washington), enfatizando que el Monumento sería una obra arquitectónica, escultórica, o de ambas combinadas. La bandera debía ser la protagonista, “enarbolada en forma no superada por nadie, para que flamee por siempre en el cielo de la ciudad, sobre el Río y sobre las Islas” ubicada en un basamento que “rememorando la batería Libertad sirva de museo de banderas”. En el exterior, debía contener “un altar patriótico frente al sol y al cielo abierto”, adonde puedan acudir “generaciones de jóvenes soldados a jurar la gloria de su bandera”, pero también “políticos y ciudadanos a meditar sus responsabilidades de gobierno”. Araya también destacaba que el Monumento debía ser visitado “popularmente en toda su altura” y estar “poderosamente” iluminado durante la noche. Con una considerable convicción, enfatizaba: “Un gran pueblo no debe señalar con mezquindad el sitio donde nació su bandera. Una nueva y grandiosa nación requiere un no copiado y grandioso monumento. (?) Por otra parte, sucede que el sitio es único. No existe otro igual. Cupo en grande pero también en grave suerte poseerlo la ciudad de Rosario. Todo Rosarino nace por esto, con el alto honor de ser hermano de cuna de su bandera [Monumento a la Bandera Nacional, Bases del concurso de plantos preparados por la Comisión Popular Pro-Monumento, Talleres Fenner, Rosario, 1927].
Al tratarse de la bandera, Araya consideraba que era necesario pedir la opinión de todos los que tuvieran algo que decir, algo que expresar sobre el mejor modo de homenajearla. Las instituciones y personalidades a las que se dirigió incluían, entre otros, a la Junta de Historia y Numismática Americana, al Museo Histórico Nacional, al Museo Nacional de Bellas Artes, al obispo de Paraná, Abel Bazán y Bustos, a la Comisión Nacional de Bellas Artes y a la Comisión Municipal de Bellas Artes de Rosario. La variedad de respuestas a la propuesta de Araya se relacionaba directamente con la variedad de las personas consultadas. En general, el relato histórico que debía transmitir el Monumento no aparece en ninguna de las respuestas, la presencia de Belgrano en Rosario y el primer izamiento de la bandera nacional el 27 de febrero de 1812 en ocasión de la inauguración de la batería Libertad aparece como un dato que no necesita mayor explicación. De hecho, a partir de la lectura de estas “opiniones” se puede inferir que el Monumento no pretende un relato de lo que había sucedido en 1812, sino un homenaje a la bandera misma y a lo que ella representa.
El informe que mandó la Junta de Historia y Numismática Americana, firmado por Antonio Dellepiane, director del Museo Histórico Nacional, y Antonio Mallié, jefe del Archivo General de la Nación, que a priori podría ocuparse del relato histórico requerido para la obra, se ocupaba casi exclusivamente de cuestiones estéticas. Una vez más, el punto de partida destacaba la cualidad de sitio histórico de Rosario, su lugar en la historia nacional, su rol como “cuna de la enseña nacional” que le otorgó a la ciudad “el carácter venerable propio de los lugares en que se ha cumplido algún hecho de real trascendencia de los destinos humanos”. Para estos autores no importaba si se trataba de una obra escultórica, arquitectónica o mixta, sino que el requisito ineludible era que reflejara la “grandiosidad del asunto”, no por su tamaño, sino por su expresividad. Específicamente, cuando hablaban del contenido ideológico que debía tener el Monumento, del modo de representar aquel hecho sucedido en 1812, los miembros de la Junta de Historia y Numismática Americana le otorgaron a la obra un contenido que determinará no sólo el carácter de los proyectos presentados en 1928, sino también de aquellos que se presentarán en el concurso de 1939.
"El recuerdo del acto de creación de la Bandera, con ser, ya de suyo importante, no ha de agotar el significado de la obra. Más que rememorar el hecho de la creación, más que a glorificar al inspirado creador, ella debe constituir un monumento a la Bandera misma, vale decir, a lo que ésta representa y simboliza, o sea, en último análisis, a la Nación Argentina, a su fisonomía y a su carácter, a su tradición, a su historia, a sus ideales y a sus propósitos de vida, a su hidalgo y liberal espíritu humanitario, a su honesto y generoso internacionalismo”.
Con estas precisiones y sugerencias, Dellepiane y Mallié estabilizaron el sentido del Monumento: la obra no iba a relatar la creación o el primer izamiento de la bandera, como tampoco sería un monumento a Belgrano. Con mucha claridad, el sentido histórico de la obra es colocado en un segundo lugar frente a la “expresividad”, no se pretendía que narre en mármol el acto de la creación de la bandera, sino que contagie la emoción ante la contemplación de la enseña patria.
MONUMENTO A LA BANDERA CONSTRUCCIóN 12-1943
MONUMENTO A LA BANDERA CONSTRUCCIóN 12-1943
Foto: Archivo La Capital
En 1936, ocho años después de que se anulara el concurso que había impulsado Araya, se formó en Rosario una nueva comisión con el objetivo de construir el Monumento a la Bandera. Los comienzos de esa década introducen varias cuestiones a tener en cuenta a la hora de analizar su simbología. Sólo por mencionar algunas, no podemos dejar de considerar que este período se caracterizó por la proliferación de obras de arquitectura de encargue oficial al mismo tiempo que significó el auge del urbanismo y sus planes reguladores. Simultáneamente, durante estos años se define, entre otras fechas del calendario litúrgico nacional, que el 20 de junio se celebre el Día de la Bandera. Estas preocupaciones por el pasado nacional, además, tuvieron su correlato en la formación de dos instituciones que van a participar en el concurso del Monumento a la Bandera: la Academia Nacional de la Historia y la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos.
En este contexto, entonces, se forma una nueva comisión que pese a varios cambios en su composición, se mantendrá en funciones hasta la inauguración del Monumento en 1957. Durante todos estos años, más de veinte, la preocupación principal de la Junta Nacional Ejecutiva de la Comisión fue la de recaudar fondos. Luego de mucho insistir con el Estado nacional, consiguieron que en 1939 se asignara un millón de pesos moneda nacional, lo que les permitió llamar a un concurso de anteproyectos. Para definir el lema ganador, se formó también una subcomisión evaluadora compuesta por arquitectos, historiadores, artistas y los miembros de la Junta Nacional Ejecutiva de la comisión.
A los interesados en participar del concurso se les entregó una carpeta que contenía, además de las Bases del Concurso, el reglamento de la subcomisión evaluadora, las “Opiniones sobre la ideología del Monumento a la Bandera”, el plano de relevamiento y el plano de altimetría de la plaza general Belgrano, cuatro fotografías aéreas de la plaza Belgrano y sus alrededores, y copia de dos decretos del Poder Ejecutivo nacional del año 1939. Tanto las bases del concurso como el reglamento de la subcomisión evaluadora marcaban diferencias (posiblemente de manera intencional) respecto a lo sucedido en 1927. En las bases, por ejemplo, se enfatizaba el carácter nacional de la obra, expresado en su autor y los materiales a utilizarse. Este énfasis en la nación y la necesidad de que se vuelva tangible en los materiales y comprobable en la identidad de sus autores se debe al cambio de coyuntura. La década de 1930, como mencionamos, ordenó el modo en que el ser nacional debía fortalecerse: mediante calles, monumentos, libros de historia y celebraciones patrióticas.
Al concurso se presentaron doce anteproyectos, de los cuales fueron admitidos a evaluación siete. Si bien se otorgaron cuatro premios y tres menciones, todos los autores recibieron un monto de dinero en compensación al esfuerzo realizado. El 22 de septiembre de 1940 se reconoció como ganador al proyecto “Invicta”, presentado por los arquitectos Alejandro Bustillo y Angel Guido y los escultores José Fioravanti y Alfredo Bigatti. De acuerdo al fallo del jurado, el primer premio, que correspondía a la adjudicación de la obra, fue votado por ocho miembros del jurado, mientras que los cuatro restantes expresaron que el concurso debía declararse desierto.
Entre las facultades de la comisión se encontraba la de proponer modificaciones al proyecto original, por lo que a partir de la definición del concurso hasta el inicio de la construcción existió un constante intercambio de correspondencia entre aquélla y los autores de “Invicta”. Entre los cambios propuestos se destacan el reemplazo del Océano Pacífico por el Río Paraná, el cambio de lugar de las esculturas de los puntos cardinales, la incorporación de la fuente y la eliminación de las figuras de la ganadería, la agricultura, la industria y el comercio. Otro cambio significativo fue el de los relieves externos, que originalmente estaban dedicados al trabajo en La Pampa y en los Andes y, actualmente, tienen como protagonista a José de San Martín.
El espacio más problemático fue, desde el comienzo de la construcción, el Propileo, el cual se planteó como un anexo al Monumento (torre, fuente y cripta): “El propileo, viene a constituirse en verdadero vínculo monumental entre el monumento propiamente dicho y el pasaje Juramento. En esta forma, desde la plaza de Mayo, se podrá admirar el monumento recortado por las elegantes y ágiles columnas del Propileo” [Memoria descriptiva Lema “Invicta”, original en el Archivo Documental del Monumento Histórico Nacional a la Bandera].
El Propileo se había sido planteado como el lugar en el que se iba a homenajear a San Martín y Belgrano. Con ese fin iba a contener cuatro esculturas, dos de cada héroe, una en su función militar y otra como civiles. De hecho, en 1947, tres años antes del centenario de la muerte de San Martín, el Propileo es propuesto como templo “San Martiniano”. Finalmente, se opta por la eliminación de las columnas interiores y la incorporación de llama votiva y de las cuatro estatuas de América que dialogan con la Galería de Honor de las Banderas que se encuentra debajo. En un libro publicado el mismo año de la inauguración, Guido expresaba que este espacio es en el que concreta su “ideal americanista” y que no es su objetivo el enfrentamiento con la “sabia” Europa, sino fortalecer la salvación de la “castigada cultura occidental” [Angel Guido, “Galería de Honor de las Banderas de América”, 1957, página 13].
En este espacio, la única sala de museo que hasta el momento tiene el Monumento a la Bandera, se encuentran, además de las banderas de los distintos países de América y sus símbolos patrios, los relieves que tienen como protagonistas a los personajes rosarinos que participaron del primer izamiento: Julián Navarro, el cura párroco que habría bendecido la primera bandera, Cosme Maciel, el civil que la habría izado, y María Catalina Echevarría de Vidal, la mujer que habría confeccionado la bandera.
De los tres, el que cuenta con más soportes historiográficos es Cosme Maciel. Juan Alvarez, el historiador que aporta su nombre a la Biblioteca Argentina de Rosario, sostiene que Belgrano “hizo enarbolar el pabellón celeste y blanco en la batería Libertad el día 27 de febrero a las seis y media de la tarde, confiando el honor de izarlo al joven Cosme Maciel como premio a la dedicación con que colaboró en la obra “ [Juan Alvarez, “Historia de Rosario” (1943), 1998, página 167].
Detalle del Monumento a la Bandera
Detalle del Monumento a la Bandera
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
El rol de Julián Navarro, párroco que también habría estado aportando ayuda a los granaderos que pelearon junto a San Martín en el combate de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813, tampoco aparece tan cuestionado como el de María Catalina. A partir de la intención de incorporar a la mujer al Monumento a la Bandera se produce una intensa polémica en los diarios locales. Para Félix Chaparro, un historiador aficionado bastante conocido en aquellos años, no había dudas sobre la participación de María Catalina en la confección de la primera bandera. Del otro lado, Wladimir Mikielievich, otro aficionado y coleccionista, contestaba que no existían documentos que lo probaran. Chaparro respondía a cada una de las impugnaciones historiográficas de Mikielievich señalando que si no había fuentes que verificasen la participación de María Catalina, tampoco las había con relación a la responsabilidad de otras posibles damas que habrían cosido la primera bandera. Entonces, concluía Chaparro, por qué negar la tradición popular. La disputa, finalmente, se cierra a favor del mito, y el propio Angel Guido argumentará que fue por la influencia de Chaparro que se decidió incorporar los relieves con los rosarinos.
Llegados a este punto, vale la pena recuperar algunas precisiones sobre la trayectoria de Guido, ya que será él quien tome las decisiones finales sobre el diseño del Monumento a la Bandera. Entre septiembre de 1940 y la firma del contrato en diciembre de 1942, Alejandro Bustillo renuncia y queda afuera de la concreción de la obra. A partir del inicio de la construcción en 1943, Guido será designado como director del proyecto.
Guido y Bustillo fueron grandes protagonistas de la arquitectura de las décadas de 1920 y de 1930 y, si bien fueron contemporáneos, transitaron sus carreras por espacios diferentes. Mientras que Bustillo había cursado sus estudios en la Universidad de Buenos Aires y egresó como arquitecto en 1914, Guido fue estudiante en la Universidad Nacional de Córdoba y realizó viajes por América Latina que lo alejaron del estilo que practicaba Bustillo. Mientras que Guido fue un defensor del estilo euríndico o regional americano durante la década de 1920, Bustillo se hará famoso en Buenos Aires por sus palacios estilo francés y las obras de arquitectura pública monumental. Si observamos la situación de Bustillo al momento de la firma del contrato, parecería que tener que lidiar con una comisión evaluadora que se involucrara en la toma de decisiones no era algo a lo que estuviera acostumbrado y esta situación puede haber influido en su renuncia. Además, en simultáneo tenía otras obras de las que debía ocuparse: la remodelación del Banco Nación de la ciudad de Buenos Aires, las obras de urbanización de la costanera de Mar del Plata y el diseño de caminos en el Parque Nacional Nahuel Huapi.
Una vez aclarada esta cuestión, debemos decir que el Monumento que existe en la actualidad, con, inclusive, la incorporación del Pasaje Juramento, se debe a la influencia y la formación de Angel Guido en diferentes momentos de su carrera. Como dijimos más arriba respecto al Monumento en sí, Guido también da cuenta de los cambios en la arquitectura y el urbanismo de las décadas de 1920 y 1930.
El estilo arquitectónico con el que más suele identificarse a Guido se denomina neocolonial americano, ya que recupera elementos de la tradición colonial y americana, y está presente no sólo en la arquitectura, sino también en la literatura. Este estilo es parte de la exaltación indigenista que se vivió en Latinoamérica durante la primera mitad del siglo XX como parte de la reflexión por la(s) identidad(es) nacional(es). En la vivienda de Ricardo Rojas, de la que se ocupa en la segunda mitad de la década de 1920, Guido toma como modelo la casa histórica de Tucumán. Esta recuperación o copia de obras del pasado se debía, para algunos autores, a una reacción a la influencia desmedida de la arquitectura italiana y francesa que invadía las ciudades.
De acuerdo a lo que han estudiado otros historiadores, las ideas sobre la fusión de lo hispánico y lo indígena que el propio Rojas sintetizó en su obra “Eurindia” (1924), Guido las vinculó con el viaje que había realizado por Perú, Bolivia, Chile y el norte argentino entre 1919 y 1920. En Rosario, las ideas de fusión defendidas por Guido se vieron expresadas en el Museo Histórico Provincial de Rosario, inaugurado en 1939, en el que se incorporaron las estatuas del escultor Troiano Troiani representando a la América India, la América Colonial y la Historia Patria. Estas esculturas dialogan directamente con las cuatro representaciones de América que se encuentran en el Propileo del Monumento a la Bandera. En el mismo sentido, las escalinatas del patio cívico y la capilla de indios en la que se coloca a la Madre Patria son características de este neocolonial americano o arte mestizo del que fue defensor y exponente en la década de 1920.
Sin embargo, más allá de estas evidencias, sería un error calificar a Guido sólo como el arquitecto de Eurindia. Gracias a la beca Guggenheim viajó durante ocho meses por Estados Unidos entre octubre de 1932 y mediados de 1933, lo que le permitió apreciar lo que los avances de la técnica habían logrado en las ciudades norteamericanas. Podemos coincidir, entonces, con los investigadores que plantean que Guido fue nacionalista y moderno al mismo tiempo. Esto se observa claramente en su incursión en el urbanismo, ya que mientras que para los planes reguladores de Salta y Tucumán prioriza sus convicciones euríndicas, para el de Rosario utiliza el “zonning” con la intención de revertir el crecimiento sin orden. Esta práctica se basaba en establecer zonas dentro de la planta urbana, que se dedicaran a actividades específicas. Por otro lado, es innegable que la torre del Monumento a la Bandera simula un rascacielos que, en el momento de la inauguración, se imponía en una ciudad bastante chata.
De este modo, podemos afirmar que Guido llega a la construcción del Monumento a la Bandera luego de haberlo imaginado en los diferentes contextos que influenciaron, al mismo tiempo, la obra y su propia trayectoria. En 1927 participó del debate en torno al arte nacional que suscitó el concurso impulsado por Ramón Araya y en 1935 incorpora la obra en el Plan Regulador para Rosario que había influenciado su viaje a Estados Unidos. En la sección “zonas especiales y de conjuntos monumentales” se puede leer que, de las dos grandes avenidas proyectadas, la que correrá este-oeste y la que lo hará norte-sur, la primera sería el escenario de un “verdadero sistema de centros monumentales” que comenzaría por el “conjunto del Monumento a la Bandera”. En esta avenida, al estilo del Paseo de la Reforma de Ciudad de México, se “consagraría con nobles formas plásticas los aspectos más representativos e influyentes en la historia y la vida de nuestra ciudad” [Della Paolera, Carlos María, Farengo, Adolfo & Guido, Angel, “Plan Regulador y de extensión de Rosario”, Municipalidad de Rosario, 1935, página 58. Original en la Biblioteca Argentina].
Monumento a la Bandera
Monumento a la Bandera
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Los antecedentes de Guido en el urbanismo posibilitaron que su forma de pensar el Monumento a la Bandera fuera a partir de su relación con la ciudad. Su tema no fue sólo la obra, sino la ciudad misma. Esta pasión por Rosario es, en cierto modo, la que permite explicar su constancia luego de ver naufragar múltiples proyectos para nuestra ciudad y su insistencia con la proyección del “Gran Parque Nacional a la bandera”. Este proyecto, posterior a la presentación del lema “Invicta”, tenía como idea central crear un centro cívico y religioso que incluyera la plaza 25 de mayo, la catedral y el Palacio Municipal y que se prolongara hasta el río. Planteado de manera general, Guido propuso diferentes alternativas para su ejecución en las que predominó la idea del pasaje Juramento como unión de la plaza y el Monumento. En la versión más osada, del año 1957, había pensado inclusive en la posibilidad de incorporar tres monobloques de viviendas que no superaran en la altura a la torre y a la nueva iglesia catedral. El conocimiento más detallado de este proyecto se debe a una publicación auspiciada por el Club de Leones como aporte a la inauguración del Monumento en la que Guido destacaba que “constituye la remodelación monumental de la zona urbana de mayor prosapia tradicional, ya que abarca el sitio de la Catedral —lugar de la vieja Capilla del Pago de los Arroyos — y del hecho más importante en la historia rosarina: la creación de la bandera” [“Gran Parque Nacional a la Bandera”, Club de Leones, Rosario, 1957, página 2].
Más allá de que para Guido sus intenciones quedaron frustradas, en la década de 1990 se reactivó esta idea que terminaría desembocando en la inauguración del pasaje Juramento en dos etapas: 7 de octubre de 1997 y 27 de febrero de 1999. Ambas fechas por demás de significativas. La primera ligada a la rosarinidad desde el siglo XIX, pero más notablemente desde el festejo de un posible/supuesto bicentenario en 1925. La segunda, más conocida, remite al día en que Belgrano inauguró la bandera argentina en 1812.
El propósito del pasaje Juramento no fue reeditar el monumento inconcluso de Lola Mora, sino presentar el grupo escultórico “como una extensión del Monumento a la Bandera en un marco especial acorde al valor patrimonial de sus trabajos” [Memoria descriptiva del proyecto ganador, disponible en el Archivo Documental del Monumento Histórico Nacional a la Bandera]. Por otra parte, el pasaje Juramento se proponía tener un protagonismo “mesurado” en relación al resto del Monumento. Esta característica será valorada por los jurados del concurso, quienes especifican en su evaluación que el proyecto ganador relaciona y pone en valor la Municipalidad, la catedral, el Monumento, el grupo escultórico y la plaza 25 de Mayo.
“De este modo, es la significación de este conjunto de valor histórico institucional lo que se resalta potenciando sus valores preexistentes, asumiendo el proyecto la simple pero difícil tarea de construir un marco sensible y de un protagonismo mesurado, que relaciona adecuadamente los distintos elementos y situaciones que intervienen en la composición” [Revista Arquitectura, Sociedad Central de Arquitectos, Nº 180, 1996].
Desde entonces, al cruzar por el pasaje Juramento vemos partes del polémico monumento que Lola Mora imaginó entre 1903 y 1909. En la escena “Belgrano y la Bandera”, destinada al frente del Monumento, se observa al general en primer plano y, a su derecha, a un personaje con levita y con la galera en la mano, a la vez que los soldados apostados, firmes con sus armas, forman la escolta de la enseña patria en el último plano. Una observación más general del pasaje Juramento permite destacar que dependiendo del lugar desde donde lo abordemos, puede ser el ingreso al Monumento, el desenlace del paseo o simplemente un paso entre la calle Córdoba y la avenida Belgrano. De este modo las esculturas de Lola Mora, sin demasiada explicación para los visitantes y para muchos rosarinos ajenos a la procedencia de las obras que embellecen los espejos de agua, aparecen ubicadas de un modo bastante aleatorio, sin dialogar ni entre ellas ni con las del Monumento.
Antes del cierre, algunas palabras sobre la presencia-ausencia de Manuel Belgrano en el Monumento. El homenaje principal es haber recuperado algunas de sus palabras para que acompañen el recorrido por los diferentes espacios. Pero, para ser justos, queda bastante opacada con la voluptuosidad y tamaño de las dos esculturas de la patria. En la cripta del Monumento, una bóveda ubicada debajo del ascensor, se encuentra la estatua de un Manuel Belgrano civil realizada por José Fioravanti. Siguiendo motivos anteriores, el escultor presenta al prócer sentado en actitud reflexiva, se trata de mostrarlo como un intelectual y político. Respondiendo a la exigencia de rigurosidad histórica, Fioravanti tomó como modelo la pintura de Carbonnier que también sirvió como referencia al reciente inaugurado mural inmenso que mira hacia el Propileo. En este retrato se ve a Belgrano sentado, con una mano apoyada sobre sus piernas cruzadas. De este modo, el sitio dedicado al prócer está relacionado con la contemplación y la única alusión al primer izamiento de la bandera está en las palabras ubicadas siguiendo la circunferencia de la cripta: “En este sitio sagrado para los argentinos —entonces barrancas del Paraná— el general Belgrano izó por primera vez la bandera de la Patria, siendo las 6.30 de la tarde del día 27 de febrero de 1812.
Luego de este recorrido podemos afirmar que el Monumento Histórico Nacional a la Bandera condensa no solamente las preocupaciones y trayectoria de Ángel Guido, sino también las de su propia historia. Si nos animamos a indagar sobre cada sector de esta nave, vamos a descubrir que el sitio histórico es el mismo que había señalado en 1872 Nicolás Grondona, un funcionario rosarino que fue el primero en intentar construir un monumento a la bandera. Si bien esa intención naufragó, cuando hubo que determinar el sitio histórico de la batería Libertad se tomó como referencia el lugar que él, desde su rol de ingeniero municipal, había señalado. Las esculturas de Lola Mora, casi como restos arqueológicos del monumento fallido del Centenario de 1810, decoran y espían el recorrido que hacen los visitantes al cruzar el pasaje Juramento. Del problemático concurso al que se llamó en 1927, nos queda nada menos que la síntesis de su significado: el Monumento debe representar lo que la bandera representa. Cabe aclarar que estos indicios de los intentos anteriores no dan cuenta de una historia heroica que tenía como destino la obra dirigida por Ángel Guido. Más bien lo contrario. El pasado del Monumento a la Bandera fue problemático, con vaivenes políticos, con discusiones sobre arte nacional, con disputas entre disciplinas y comisiones por la definición de las esculturas destinadas al espacio público. Para cerrar, vale la pena enfatizar que su presencia es tan potente, tan ineludible, que pareciera que siempre estuvo ahí, que siempre tuvimos ese lugar para festejar las alegrías y para protestar por las injusticias. Porque, por sobre todo lo demás, el Monumento Histórico Nacional a la Bandera es el espacio público más importante de nuestra ciudad, es donde nos convertimos en ciudadanas y ciudadanos, donde nos reconocemos como vecinas y vecinos de la ciudad de Rosario.
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