El General José de San Martín
Los extractos de testimonios que se reproducen aquí fueron compilados en su
 mayoría porJosé Luis Busaniche en el libro –lamentablemente agotado- San 
Martín visto por sus contemporáneos. El informe de Bowles al Almirantazgo
 británico fue publicado por Ricardo Piccirilli en San Martín y la política de los pueblos (Ed. Cure, 1957).
Informe al Almirantazgo británico del Comodoro William Bowles, comandante
 en jefe de la estación sudamericana de la Armada Real (año 1818)
Quizás no carezca de interés si concluyo este despacho con un pequeño boceto de
 la persona que ha sido su principal sujeto y que ciertamente no tiene igual al 
presente, en esta parte de América del Sur, sea por su influencia o por su talento.
 […]
El general San Martín tiene como cuarenta y cinco años; alto, reciamente 
constituido, de tez obscura y notable porte. Es perfecta su buena crianza y extremadamente placentero en sus modales y conversación. Su modo de vida es
 en sumo grado simple y austero y raramente se sienta siquiera a la mesa, 
comiendo en pocos minutos cualquier vianda que acontece estar lista cuando se 
siente con hambre. Se dedica laboriosamente a los asuntos, no tolerando que
 nada escape a su personal atención y llevando toda la correspondencia oficial sin
 ayuda de terceros.
 Desdeña el dinero, aunque si sus miras hubieran sido interesadas o personales, hubiese podido fácilmente amasar una voluminosa fortuna
Su única diversión es la práctica de tiro; de lo cual se paga mucho, declarando
 siempre su intención de retirarse de los negocios públicos en cuanto se concluya
 la guerra. Desdeña el dinero, y creo que está muy poco más rico que cuando yo 
vine a este país, aunque, si sus miras hubieran sido interesadas o personales, 
hubiese podido fácilmente amasar una voluminosa fortuna desde su entrada a
 Chile. Es ilustrado, lee mucho y posee mucha información general. Su concepción
 política es amplia y liberal, y lo es particularmente respecto del comercio, que
 entiende bien (…)
San Martín es extremadamente bien querido por todas las clases de su ejército, 
como que, con ser rigurosa su disciplina, sabe conciliar su respeto así como 
obtener su obediencia. […] Su salud es mala y está sujeto a violentas hemorragias
 pulmonares, lo que es consecuencia de una caída del caballo hace algunos años.

 Sólo es de esperar que la pacificación de este país tenga efecto antes de que 
pierda el único hombre en cuya integridad y desinterés se puede depositar 
confianza y cuya muerte sería seguida probablemente por nuevas escenas de 
anarquía y confusión.[…]
Testimonio del Capitán Basilio Hall, "viajero" inglés, probablemente espía
 (año 1920)
 Nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible
A primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se
 puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Es hombre hermoso,
 alto, erguido, bien proporcionado. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación
 en sus maneras, excesivamente cordial e insinuante y poseído evidentemente de 
gran bondad de carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor 
fuese más irresistible. En la conversación abordaba inmediatamente los tópicos sustanciales, desdeñando perder el tiempo en detalles; (…) mostraba admirables 
recursos en la argumentación… pero su manera tranquila era no menos sorpren
dente y reveladora de una inteligencia poco común.
Retrato de San Martín, por Samuel Haigh, viajero inglés  (año 1817)
 Me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de Los Andes
Esa noche  [N. de la E.: de mayo de 1817, en Santiago de Chile, durante un 
agasajo al comodoro Bowles, de la armada inglesa, cuya fragata estaba anclado
en Valparaíso] fui presentado al general San Martín por míster Ricardo Price y me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de Los Andes. Es de elevada 
estatura y bien formado, y todo su aspecto sumamente militar: su semblante es
 muy expresivo, color aceitunado obscuro, cabello negro, y grandes patillas sin
bigote; sus ojos grandes y negros tienen un fuego y animación que se harían 
notables en cualesquiera circunstancias. Es muy caballeresco en su porte, y 
cuando le vi conversaba con la mayor soltura y afabilidad con los que le rodeaban; 
me recibió con mucha cordialidad, pues es muy partidario de la nación inglesa.  (…)
Muchos de mis compatriotas estaban en el ejército patriota y entre los presentes a
 la reunión se contaban el capitán O'Brien y los tenientes Bownes y Lebas; estos 
habían estado en la batalla de Chacabuco.  [Extractado de Bosquejos de Buenos
 Aires , Chile y el Perú]

San Martín visto por un agente norteamericano –  W.G.D. Worthington (envía
 un informe a su Ministro en Washington; este documento se encuentra en los
archivos de la diplomacia estadounidense)
San Martín es una personalidad sobre la cual es necesario que usted tenga todos 
los datos que estoy en condiciones de hacerle conocer, aunque no sean muy prolijo
s y nada parecido a una biografía regular. Sin embargo, trataré de esbozar algunos
 de sus rasgos más salientes. Es nativo de la región del Virreinato de Buenos Aires 
colonizada en forma tan original por los jesuitas y que se llama el territorio de 
Misiones. San Martín vio la luz en un pueblo denominado Yapeyú. Tiene, según
 creo, 39 años; es hombre muy bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco 
delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy amarillento, 
pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz
 aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmen
te simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el 
pensamiento.
 Es sencillo y enemigo de la ostentación en el vestir, y no le tienta la pompa ni el fausto
Es valiente, desprendido en cuestiones de dinero, sobrio en el comer y el beber (…). Es sencillo y enemigo de la ostentación en el vestir, decididamente retraído y no le 
tienta la pompa ni el fausto. Aunque un tanto receloso y suspicaz, creo que esta personalidad sobrepasa las circunstancias de tiempo en que le ha tocado actuar y 
las personalidades con quienes colabora. Habla francés y español y fue ayudante
 del Marqués de la Solana en la guerra peninsular. (…)
Confía mucho, según creo, en sus cualidades de estratego como militar y en su
 sagacidad y fineza en materia de partidos y de política; sin embargo parece haber 
encontrado en sus cualidades militares los mejores y más eficaces medios para 
seguir adelante. Me temo que si lo hacen Director, en Buenos Aires no tardará
 en descubrir algún complot y si ocupa el sillón de gobernante aunque sea por
 un año, su salud, lo mismo que su fama, sufrirán mucho, si no resultan destruidas
 para siempre. Cuando se concentra demasiado en asuntos políticos y diplomáticos
, suele sufrir hemorragia de los pulmones y es de natural predispuesto a la melanco
lía, con alguna sombra de superstición. (…)
Mi primera entrevista con él tuvo lugar después del desastre de Talca (Cancha 
Rayada). Me pareció que lo había conmovido mucho, pero lo soportaba como un
 hombre. (…)
Vi a San Martín después de la batalla de Maipú, porque estuve por la noche a
 congratular al Director (Bernardo de O'Higgins). San Martín estaba sentado a su 
derecha. Me pareció despreocupado y tranquilo. Vestía un sencillo levitón azul. Al
 felicitarlo muy particularmente por el reciente suceso, sonriendo con modestia, me
 contestó: -Es la suerte de la guerra, nada más.
 Lo considero el hombre más grande de los que he visto en 
la América del Sur
Acompaño a Usted la proclama que dio después de la derrota de Cancha Rayada;
 me parece que es una muestra de sinceridad, no diferente al reconocimiento que
 hizo Napoleón de su desastre en la Campaña de Rusia. (…)
Con lo que dejo escrito estará usted en condiciones de formar una opinión sobre el 
Héroe de los Andes, a quien considero el hombre más grande de los que he visto
 en la América del Sur; creo que, de haber nacido entre nosotros, se hubiera distin
guido entre los republicanos; creo también que, si se dirige al Perú, habrá de emanciparlo y que será el jefe de la Gran Confederación.

Retrato físico y moral del general San Martín, por Jerónimo Espejo  (subordina
do del Libertador en las campañas de Chile y Perú)
El general San Martín era de una estatura más que regular; su color, moreno, tosta
do por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva; ojos negros grandes y pesta
ñas largas; su mirada era vivísima; ni un solo momento estaban quietos aquellos 
ojos; era una vibración continua la de aquella vista de águila: recorría cuanto le
 rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin
 que se le escaparan aún los pormenores más menudos. Este conjunto era armoni
zado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. El grueso de su 
cuerpo era proporcional a su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho
 saliente; tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, al soldado de 
campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada; 
sus orejas medianas, redondas y asentadas a la cabeza; esta figura se descubría
 por entero por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda,
 como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución.
 Su trato era fácil, franco y sin afectación. Jamás se le escapaba una palabra descomedida o que pudiese humillar
Su boca era pequeña: sus labios algo acarminados, con una dentadura blanca y 
pareja; (…) Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegrida
s y bien pobladas. (…)
Su voz era entonada, de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa. Hablaba muy bien el español y también el 
francés (dice Pueyrredón) aunque con un si es no es de balbuciente. Cuando habla
ba, era siempre con atractiva afabilidad, aun en los casos en que tuviera que reves
tirse de autoridad. Su trato era fácil, franco y sin afectación, pero siempre deján
dose percibir ese espíritu de superioridad que ha guiado todas las acciones de su
 vida. Tanto en sus conversaciones familiares cuanto en los casos de corrección, 
cargo o reconversión a cualquier subalterno suyo, jamás se le escapaba una 
palabra descomedida o que pudiese humillar el amor propio individual; elegía siem
pre el estilo persuasivo aunque con frases enérgicas, de lo que resultaba que el
 oficial salía de su presencia convencido y satisfecho y con un grado más de afec
ción hacia su persona.
 Como político, era observador, creador, administrador. De una laboriosidad infatigable, y popular en sumo grado
Jamás prometía alguna cosa que no cumpliera con exactitud y religiosidad. Su pala
bra era sagrada. Así todos, jefes, oficiales y tropa, teníamos una fe ciega en sus 
promesas. (…)
El general San Martín era de una inteligencia perspicaz, discreta y privilegiada.
 Como militar era tan diestro como experimentado en el servicio de campaña: 
estratégico como pocos; matemático hasta para las trivialidades; y previsor sin 
igual. (…) Como político, era observador, creador, administrador, con una pureza 
y tacto exquisitos. De una laboriosidad infatigable, y popular en sumo grado. Estas 
eran las cualidades que lo hacían apto para el mando.