martes, 24 de marzo de 2020

Epidemia del cólera. (1867 a 1873.) - 24 - 03- 2020.-

 
A PROPÓSITO DEL CORONAVIRUS
 .
- Por Roberto L. Elissalde * La Gaceta Mercantil.24 de Marzo,2020.

De la tremenda epidemia de cólera

Entre 1867 y 1873 Buenos Aires vivió un incesante peligro por la aparición del cólera y más tarde
 de la fiebre amarilla. De aquellas hogueras, estas cenizas.
Desde la India en 1817 y se propagó a Europa. En 1831 llegó a París con graves secuelas, como se pudo leer en las cartas del general José de San Martín. También en el último artículo mencionamos la epidemia que se desató en los ejércitos que participaban en la Guerra de la Triple Alianza, tanto de los aliados como del Paraguay.
Entre 1867 y 1873 Buenos Aires vivió un incesante peligro por la aparición del cólera y más tarde de la fiebre amarilla. Lo cierto es que la primera de esas enfermedades era considerada por su difusión la cuarta pandemia mundial. El brote en los ejércitos pronto hizo crisis en Corrientes y posteriormente en Rosario y, mal solapado, a veces parecía haberse combatido, como lo escribió en octubre de 1867 el general Bartolomé Mitre, sin pensar que al poco tiempo iba a hacer estragos no sólo en la ciudad de Buenos Aires sino en la mayoría de las provincias.

Prilidiano Pueyrredon y la epidemia de cólera en España

Curiosamente, la provincia de Córdoba fue la que en ese momento tomó medidas de avanzada como cuando instaló un lazareto de observación en Río Segundo, el que de poco sirvió ante la crudeza del mal, que en los primeros días de diciembre de 1867 llegaba a Villa María y diez días después a la ciudad capital. Entonces se indicaba esta prescripción: “Cuando se sienten vahídos, flojedad en las piernas, síntomas de indigestión o cualquier otra enfermedad del género debe meterse al enfermo en la cama y conservar abrigo, tomar té de manzanilla lo más fresco posible. Cuando es sólo atacado por el estómago o vientre basta con té o infusión fuerte de musgo perlado legítimo”. Para avalar esto se informaba que en San Nicolás, Rosario y Corrientes había sido probado con éxito.
A Adrián Carbonetti y María Laura Rodríguez se les debe, entre otros documentos, este curioso hallazgo de un diario cordobés: “Cigarrillos contra el cólera: No hay mozalbete que ahora no use cigarrillos a la Raspaill contra el cólera. Ello es que el Sr. Mayuard se ha hecho celebridad en la preparación de cigarrillos y que tendrá pedido exorbitante. Con que caballeritos de la buena facha que no llevéis antídoto, proveeos de él”.
Francois Vicente Raspail, así se escribía el apellido, era un reconocido médico, químico y naturalista francés. Como era socialista, varias veces fue a dar con sus huesos a la cárcel, lo que le permitió estudiar las enfermedades de los prisioneros "in situ" y escribir varios libros y ensayos. Reconocido higienista, propugnaba el uso del alcanfor.
La ciudad de Buenos Aires tenía el Teatro Colón, iluminación a gas y, en ese crecimiento, se trataba de parecer a las grandes capitales del mundo. Pero la realidad era otra, como la describió el doctor Emilio Coni: “La ciudad de los Buenos Aires, como la bautizaron sus fundadores, se convirtió en un lugar malsano, donde las enfermedades contagiosas habían adquirido derecho de ciudadanía… la ciudad ha estado desprovista hasta ahora de un sistema de evacuación de inmundicias y la distribución del agua ha sido absolutamente insuficiente a las necesidades de la población”.

La guerra de la Triple Alianza y la epidemia del cólera

El mismo Eduardo Wilde apuntó que “los pantanos se tapaban con las basuras, los depósitos de inmundicias, estos verdaderos focos de infección, producían, especialmente en verano, un olor insoportable y atraían millares de moscas que invadían a todas horas las casas inmediatas…”.
El mal llegó desde el frente de la guerra y también desde el puerto; como ahora el aislamiento (el subarayado es mío para colaborar con las medidas que ha dado el Gobierno Nacional), cobró un protagonismo central. Los médicos recomendaron la limpieza y desinfección de letrinas, y entendían que la higiene se tomaba con superficialidad. Ese año (1867) hubo 1653 defunciones y se calcula que se enfermó el 3 por ciento de la población.

San Martín y la epidemia del cólera en París (II)

Una de las víctimas fue el vicepresidente de la Nación, doctor Marcos Paz, que se encontraba a cargo del Poder Ejecutivo ya que el general Mitre se hallaba en el frente de la guerra como comandante del Ejército aliado. El 28 de diciembre Paz sintió los primeros síntomas del mal, que fue fulminante, y el 1º de enero el doctor Guillermo Rawson, ministro del Interior y destacado médico, le escribió a Mitre: “Apenas tengo esperanzas de salvarle la vida”. Al día siguiente murió y fue sepultado en la Recoleta. La ciudad estaba casi despoblada porque muchos de los que podían se habían refugiado en las quintas o guardaban lo que llamamos cuarentena. Sin embargo la muerte de Paz hizo ver que no respetaba jerarquía ni condición social y un silencioso e imponente cortejo acompañó sus restos. Había ejercido el cargo desde junio de 1865, por casi tres años.
El gobierno quedó acéfalo y los ministros Guillermo Rawson, Lucas González, Marcelino Ugarte y José Evaristo Uriburu, reunidos dispusieron que “mientras el presidente de la República se traslada a esta ciudad y reasume el ejercicio del Poder Ejecutivo, los ministros de Estado, en acuerdo general, tomarán las resoluciones que fuesen indispensables para la marcha regular de la administración, de lo que se dará oportunamente cuenta al Jefe del Estado, adoptando cada uno para sí solo las que correspondan al régimen económico de sus respectivos departamentos”.

San Martín y las epidemias en la campaña libertadora (I)

Al recibir la noticia en el frente de guerra, Mitre delegó el mando de los ejércitos aliados en el duque de Caxías y se trasladó a Buenos Aires, adonde llegó el 18 de enero. Aprobó la conducta de sus ministros y habiendo éstos renunciado colectivamente, para facilitarle la reorganización del gabinete, nombró el de Interior a Domingo F. Sarmiento. Como éste se encontraba de ministro en Estados Unidos, fue designado interinamente Eduardo Costa y Sarmiento declinó el cargo. En Relaciones Exteriores quedó Rufino de Elizalde, Eduardo Costa en Justicia e Instrucción Pública, Wenceslao Paunero en Guerra y Marina, y Cristóbal Aguirre en forma interina en Hacienda.
Este episodio dio origen a la ley 252 de acefalía, por la que se dispone la forma de cubrir el cargo al frente del Ejecutivo por el presidente Provisional del Senado o por el Presidente de la Honorable Cámara de Diputados. Recuerdo, por haberlos vivido, varios casos: la renuncia de Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, y que ante la ausencia en el país del doctor Díaz Bialet, presidente provisional del Senado, asumió Raúl Lastriri, presidente de la Cámara baja. Por renuncia de Eduardo Duhalde a la vicepresidencia asumía en tiempos de Carlos Menem su hermano Eduardo, presidente provisional de Senado y también Mario Losada, que en ese cargo reemplazó alguna vez al presidente Fernando de la Rúa por renuncia de Carlos “Chacho” Álvarez. Y finalmente, ante la vacancia producida por Cristina Fernández de Kirchner y su vicepresidente Daniel Scioli, a las 0 horas del 11 de diciembre de 2015 asumió el Ejecutivo el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo.
* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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