lunes, 11 de abril de 2022

Justo José de Urquiza. Recopilación de Esteban Domina.-11- 04 - 2022-

- JUSTO JOSE DE URQUIZA -Palabras del Historiador: Esteban Dómina, CPN.Córdoba. -11-O4- 2O22. Justo José de Urquiza fue asesinado el 11 de abril de 187O en el Palacio San José, su residencia familiar en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. Los autores del crimen eran del palo federal, impulsados por el rencor que le guardaban por, según esa visión, haber defeccionado en la batalla de Pavón y su prescindencia ulterior, facilitando que el mitrismo se adueñara del país y arrasara los últimos focos de resistencia federal. Urquiza tenía entonces 68 años. Durante su vida había alternado entre los negocios y la política, menesteres para los que poseía reconocida habilidad. Su temprana incursión en la arena política fue en 1826, como presidente de la Legislatura entrerriana. Renunció al poco tiempo y en los años siguientes se dedicó a ensanchar su patrimonio y a traer hijos al mundo, no todos reconocidos. En las dos décadas posteriores, se movió dentro del sistema federal, cuya centralidad ocupaba Juan Manuel de Rosas, con quien mantenía algunas diferencias que aún no era tiempo de exponerlas públicamente. Entretanto, se fogueaba como militar en las batallas de Pago Largo, Cagancha y Sauce Grande. En 1842 fue designado gobernador de la provincia de Entre Ríos, que gobernó hasta 1854 de modo progresista y tolerante; dio fuerte impulso a la educación, fundó el prestigioso Colegio del Uruguay y la colonia agrícola de San José. Convertido en el máximo referente federal en la región, participó en las batallas de Arroyo Grande, en 1842, y de India Muerta, en 1845. Sin embargo, para entonces, el espacio federal no era monolítico, presentaba fisuras internas. Con los unitarios en retirada, la mayor ebullición estaba en el Litoral, especialmente en Entre Ríos, que contaba con un jefe —Urquiza— con inocultables ambiciones de poder, una fuerza militar considerable y una economía autosuficiente, desairada por el monopolio portuario que Buenos Aires defendía a rajatabla. El momento oportuno para romper el vínculo con Rosas finalmente llegó el 1 de mayo de 1851 y pasó a la historia como el “Pronunciamiento de Urquiza”. Trascartón, los hechos se precipitaron: Urquiza selló la temeraria alianza con el Imperio del Brasil y organizó el Ejército Grande, la mole que venció a Rosas en Caseros, el 3 de febrero de 1852. Sin embargo, la elite porteña, pese a haberlos librado del “tirano” a quien no habían podido desbancar por sus propios medios, le dio la espalda, y Buenos Aires se mantuvo separada de la Confederación Argentina durante nueve años. El pleito se dirimió en la batalla de Pavón, en 1861, donde, pudiendo cantar victoria, Urquiza ordenó la retirada y, tras el derrumbe de la Confederación Argentina, se recluyó en su provincia, alternando la gestión gubernativa con largas estancias en su placentera residencia, desentendido de todo lo demás. Nunca explicó las razones que tuvo para obrar de ese modo, y al respecto existen lecturas disímiles. Lo cierto es que casi nadie valoró su apartamiento como un gesto de pacificación o concordia para terminar con el enojoso conflicto entre Buenos Aires y las demás provincias, sino que fue percibido como una traición a la causa federal. Protagonistas de esa hora definitoria, como Juan Bautista Alberdi y José Hernández, entre otros, condenaron duramente la actitud asumida por el líder entrerriano. Su última acción política fue la candidatura presidencial en las elecciones de 1868 que consagraron a Domingo Faustino Sarmiento. La gota que colmó el vaso de la exasperación de sus detractores fue la reconciliación con el sanjuanino, a quien, en febrero de 1870, agasajó en su residencia palaciega. Dos meses más tarde, el 11 de abril, al grito de “¡Muera el traidor vendido a los porteños!”, una turba irrumpió en el Palacio San José. Sorprendido junto a su familia, en medio de la confusión y el griterío, recibió un balazo en pleno rostro. Cayó junto al vano de una puerta, estampando la huella de su mano ensangrentada en uno de los postigos. Lola, una de sus hijas, presa de la desesperación, abrazaba a su padre, tendido en el piso. Esa noche, en Concordia, caían asesinados dos de sus hijos: Justo Carmelo, jefe de Policía, y Waldino, jefe Militar. Entretanto, Ricardo López Jordán, autor intelectual del crimen, se hacía nombrar gobernador de Entre Ríos. El juicio histórico sobre Justo José de Urquiza varía según prevalezca el reconocimiento por haber piloteado un momento crucial y facilitado la sanción de la Constitución Nacional, o la factura por abandonar la causa federal y dejar a sus referentes a merced del centralismo. Hasta hoy, hay quienes piensan que Urquiza fue un caudillo provinciano que dedicó su vida a amasar una inmensa fortuna y acumular poder, en tanto que para otros fue alguien capaz de ver más allá de las pasiones y urgencias de su tiempo para permitir que el anhelado sueño de la unificación nacional se consumara. El debate sigue abierto…

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