lunes, 4 de abril de 2022

Malvinas Argentinas. Carta, a Cuarenta años de la Gesta. - 04 - 04 - 2022.-

Héctor Gustavo Pugliese, envió esta carta de un ex combatiente. Muchas gracias por tu recuerdo de la última Gesta de la Patria,MALVINAS. Soldado AOR SERGIO RODRIGUEZ . "Yo vi morir a nuestro querido teniente "Toto" Estévez Pertenezco a la clase 63 e ingresé en febrero de 1982 en el Regimiento de Infantería 25 que tiene asiento en la localidad de Sarmiento, provincia del Chubut. A poco de haber llegado, los que teníamos estudios fuimos separados del resto de los soldados conscriptos. Yo estaba cursando la carrera de analista de sistemas en el primer año; me ubicaron en la sección de aspirantes a oficiales de Reserva.El teniente Roberto Néstor Estévez, quien posteriormente dejaría un recuerdo imborrable en todos nosotros, fue el que nos seleccionó personalmente uno a uno.Comenzó una instrucción que no vacilo en calificar de dura y severa hasta el 24 de marzo a cargo de Estévez, que pertenecía al grupo de Comandos y su segundo jefe de sección, el cabo primero Faustino Olmos, también de esa misma especialidad.La instrucción era diurna y nocturna con todo tipo de armamentos, teoría y práctica y estaba destinada solamente a este grupo seleccionado al que yo, gracias a Dios, tuve la suerte de integrar.Debo añadir que esta instrucción fue altamente valiosa a la hora del combate y Estévez, un jefe calificado que no sólo se preocupaba por nuestro estado físico sino también por nuestra espiritualidad no cesaba de damos ánimo y valor con sus propios gestos personales. Les cuento un ejemplo:Allá en el sur hay unos espinillos ásperos y filosos y durante nuestros habituales "cuerpo a tierra" y posterior deslizarse, tratábamos de evitados. Al darse cuenta de esto, Estévez hizo él mismo el ejercicio sin importarle de las lastimaduras que tales arbustos le ocasionaron y luego nos dijo: “Si están en pleno combate no van a tener tiempo de bordearlos, la guerra es así".Este tipo de ejemplos era muy a tono con su naturaleza de persona de una alta moral, ética y honor, y sólo tenía 24 años. Nosotros los AOR (Aspirantes a oficiales de Reserva) en la mitad de la noche más de una vez fuimos levantados y nos hacían salir a correr sorpresivamente bajo fina lluvia o nevizca, solo vestidos con pantaloncitos cortos y ballenera (remera de manga corta).Y como decía Nietzsche, lo que no te mata, te fortifica. Ese fue nuestro caso. Del inicial grupo escogido, cuarenta y cinco, quedamos cuarenta. Y esos cuarenta fuimos a Malvinas.Aquel inolvidable 2 de abril nos tocó desembarcar a mediodía y nos sentíamos muy orgullosos en razón de pertenecer al único elemento del Ejército que participó de la operación de neto corte aeronaval en aquel momento. A bordo del Almirante Irizar fuimos partícipes de una tocante ceremonia que nos concernía de un modo muy especial.Como no habíamos tenido tiempo de jurar la bandera se organizó para nosotros una jura de nuestra enseña nacional, que tuvo el carácter de provisoria y levantó nuestro orgullo hacia las nubes. Y ahí nos enteramos que íbamos a Malvinas. Puedo afirmar que entre lágrimas y abrazos, ahí mismo se terminó de consolidar nuestro grupo.Estuvimos brevemente en Puerto Argentino y luego, a bordo del barco Isla de los Estados fuimos enviados a Darwin con el objetivo de ocuparlo. Nuestro grupo de AOR era parte de la compañía C formada por tres secciones, Gato, del Subteniente Reyes, Bote la de Estévez y Romeo, a cargo del Teniente Gómez Centurión. Entre el 4 y 5 de abril nos asentamos en Darwin y comenzamos nuestras tareas de limpieza, minado y excavación de "pozos de zorro" y puestos de ametralladora. Nuestro jefe directo era Estévez y el jefe de la compañía, el teniente primero Daniel Esteban. Yo era tirador de MAG (ametralladora pesada) y fui elegido para eso debido a mi buena puntería en aquellos ejercicios anteriores en Chubut. Disponíamos de 2 MAG, 2 lanzacohetes y fusiles FAP y FAL. Nuestra base de operaciones era una escuela kelper construida íntegramente de madera que constaba de dos pisos, ahí estaba ubicada la compañía C. Recuerdo que faltando algo de raciones algunos oficiales y suboficiales, se fueron a cazar avutardas y durante tres días esos pajarracos fueron parte distinguida denuestro menú. Disponíamos de un buen equipo de abrigo, muchas medias de recambio y guantes que nos pro-tegían manos y pies del frío. El 1ro de Mayo a las 8 de la mañana los Harriers ingleses atacaron a los Pucará estacionados en el aeropuerto de Darwin. Nosotros estábamos ubicados a unos 500 metros del aeropuerto y vimos perfectamente todo. Darwin es un caserío, una especie de pequeña bahía, todo bastante plano geográficamente hablando. Luego del ataque abandonamos la escuela y nos instalamos en nuestros "pozos de zorro". Desde ahí en más el agua y el frío fueron nuestros íntimos compañeros. Recuerdo que rezábamos al levantamos y al acostarnos. En los respiros que nos daban los desayunos hablábamos de nuestras respectivas familias y el hecho histórico y singular que estábamos protagonizando todas esas cosas no hacían más que reforzar la alta moral que, inculcada por la labor encomiable de Estévez, existía en el grupo. Debo añadir que el día 24 de abril hicimos nuestro juramento oficial a la bandera en suelo malvinense, privilegio que, creo, nadie lo tuvo. Después La compañía se dividió. Rumbo a San Carlos marchó Esteban y Reyes , al caserío de Darwin, Gómez Centurión con su gente y nosotros quedamos en nuestros "pozos de zorro" a cargo de Estévez. Y permanecimos en aquel sitio hasta el 27 de mayo, momento en que el teniente coronel Piaggi le ordenó a Estévez que debíamos marchar hacía la primera línea de combate debido a que los ingleses, que habían desembarcado en San Carlos el 10 de mayo, avanzaban hacia Darwin y ya se habían producido enfrentamientos con efectivos del Regimiento de Infantería 12. Según nos testimonió el capellán militar padre Mora, al recibir la orden, Estévez se puso contento: y al fin. Era lo que estaba esperando", dijo. A las 2 de la madrugada del 28 de mayo llegamos a Boca House (Casa Boca), sitio cercano al cementerio de Darwin que ya era zona de combate. Al hacerlo nos cruzamos con gente del Regimiento 12 a cargo del subteniente Peluffo que venían de combatir. Estévez nos hizo desplegar en abanico y quedamos distribuidos allí. Luego, a la derecha del abanico entró en contacto con el enemigo y nosotros, que aún no estábamos en las posiciones que debíamos ocupar según las órdenes recibidas, nos unimos con los del 12 para permitirles un respiro pues mientras ellos se replegaron nosotros contraatacamos. Al hacerlo, chocamos con la compañía A del batallón de paracaidistas ingleses, que tenía unos ciento cincuenta efectivos y estaban muy bien armados. Se peleó muy duro, sin dar ni pedir cuartel en un combate que desde las 5 de la mañana se prolongó hasta casi las 10. Fueron casi cinco horas de auténtica estadía en el infierno. Nosotros efectuamos tres repliegues y sucesivos contraataques. Ellos tenían apoyos de las fragatas que estaban en San Carlos y de artillería, combinada con los Blowpipe (misiles antiaéreos) que barrían el terreno. La disparidad de fuerzas era abrumadora en favor del enemigo. Al hablar de lo que fue ese combate recuerdo las balas trazantes que iluminaban la oscuridad, los morterazos, los gritos de dolor y de furia con que unos a otros nos animábamos. Debido a la elevada preparación física espiritual con que contábamos, durante el combate estábamos calmos, tranquilos. La angustia previa al choque con el enemigo nos había tenido nerviosos, pero, ahora, en plena lucha las cosas se revelaban tan simples como terribles. Y en la sencillez del "matar o morir" todo estaba resumido. Yo estaba a cargo de una de las dos MAG que teníamos y Zabala, otro soldado conscripto,era mi cargador de municiones. Desde nuestro puesto disparaba a todo lo que veía o creía ver frente a mí. De pronto un proyectilde mortero cayó muy cerca de nosotros. El pobre Zabala recibió de lleno las esquirlas y murió en el acto. Yo recibí impactos de esquirlas en el perineal izquierdo. Recuerdo que antes de perder la lucidez, atontado por la onda explosiva, le pedí a Dios que no me dejara morir allí.Realmente no sé cuánto tiempo estuve inconsciente o atontado. Luego, sin soltar mi MAG me arrastré hasta un pozo cercano mientras sentía la tibieza de la sangre en mi piel y no sabía que tan herido estaba. Me zambullí en el pozo y encontré que allí había soldados del 12.Ese pozo era como tener una butaca para contemplar el infierno. El cabo Castro había intentado llegar también al pozo donde yo estaba cuando un proyectil de fósforo lo alcanzó y lo envolvió, convirtiéndolo enuna antorcha humana. Oíamos sus gritos desgarradores. El pobre decía: "¡Rodríguez, máteme!-gritaba mientras se quemaba vivo.A Romero, otro soldado que estaba allí le gritó lo mismo, pero nadie se atrevió a dispararle y terminar con su agonía. Un rato después no escuchamos más su voz; que Dios lo tenga en la gloria.Y llegó en mi relato a lo que considero el instante supremo del combate, desde mi situación personal por supuesto. No hay que olvidar que en medio de ese caos del combate muchos estaban sufriendo experiencias únicas e indelebles. La que les narro a continuación fue la mía:El teniente Estévez estaba recorriendo las posiciones, gritando órdenes a derecha e izquierda, todo esto, repito bajo el terrible fuego enemigo. Al salir del pozo contiguo al mío recibió dos balazos en el brazo y pierna izquierda, respectivamente. Tambaleándose llegó al pozo donde yo me encontraba. Este valeroso oficial, sin preocuparse de sus propias heridas me preguntó por las mías pues yo estaba ensangrentado. Le contesté que podía arreglármelas. Estévez tomó un FAL y comenzó a disparar; luego, por radio estuvo dandonuevas órdenes. Mi MAG la tomó otro soldado del 12 y abrió fuego contra el enemigo. Ese soldado recibió un balazo en la cabeza, obra de francotiradores -los que mayores bajas causaron en nuestra dotación-y cayó muerto. Éramos cinco en el pozo en ese momento. Comenzamos a soportar fuego directo de morteros y las cercanas explosiones de los proyectiles que caían nos arrojaban lluvia de tierra sobre nuestras cabezas. Estévez, lo repito, sin importarle de sus heridas tomó el casco del soldado muerto del 12 y me lo colocó en mi cabeza para protegerme, ya que nosotros usábamos boinas verdes y eso no protege nada ante una bala o una esquirla.En ese momento recibió un nuevo balazo en el pómulo derecho y se desplomó pesadamente a mi lado. "tratamos de auxiliarlo y le oímos decir algo que nadie entendió/ y luego expirar. Como estaba cargado de granadas cualquier proyectil podía impactarlas y volamos a todos, se las quitamos y sacamos el cuerpo fuera del pozo. Luego, afuera, su cuerpo de héroe recibió nume-rosos balazos más, quedó casi irreconocible y la prueba de esto es que luego del combate lo reconocieron por la manera especial que tenía, como lo hacen los comandos, de atarse los cordones de los borceguíes. Tomé la radio y después de algunos intentos logré comunicarme con el teniente coronel Piaggi y le informé que Bote (nombre clave de Estévez) estaba muerto. Le pedí instrucciones."Esperen y aguanten hasta que lleguen los Pucará de apoyo"-me contestó. Los Pucará nunca llegaron. Entretanto, los ingleses habían logrado tomar las alturas y desde allí su fuego nos estaba acribillando. El subteniente Peluffo, para evitar un inútil derramamiento de sangre, ya que habíamos agotado todas nuestras municiones alzó la bandera blanca y todo terminó para nosotros. Recuerdo que en nuestras posiciones los muchachos se pusieron a fumar o comer chocolates y caramelos, embargados de una total tranquilidad y satisfacción por haberse batido como bravos.Al tomamos prisioneros nos registraron los ingleses descubrieron que tenía mas ocultos cuchillos y "ahorcadores" (tanzas usadas para estrangular) y algunos suvenires de tropas británicas que habíamos conseguido después de desembarcar. Eso más que nada les hizo entrar en furia y nos golpearon. A mí, que estaba herido en el suelo tendido sobre un chapón, me propinaron un puntapié. La noche del 28 nos efectuaron los primeros auxilios. El soldado Giraudo, que fue herido cumpliendo funciones de estafeta bajo el fuego enemigo, fallecióesa noche. Sé que todos mis compañeros caídos, con el teniente Estévez a la cabeza, deben estar ahora en el paraíso brutal de los valientes. Y vaya mi recuerdo sincero y emocionado para todos ellos.Prosiguiendo con mí relato. A la mañana siguiente -era el 29 de mayo-nos llevaron a un hospital de campaña en San Carlos y allí me efectuaron dos operaciones, una colontomía (ano contra natura) y una aparato mía C operación de búsqueda en el interior de mi cuerpo, tratando de localizar fragmentos de proyectil). Posteriormente, cirujanos argentinos me hicieron otras cuatro operaciones. Debo añadir que estando internado, un compañero me relató que Gómez Centurión y un grupo de prisioneros intentaron fugarse para regresar a nuestras líneas pero no pudieron lograrlo. Luego fui trasladado al buque hospital Uganda y ahí un capellán inglés que hablaba un perfecto castellano me dijo: "La guerra se terminó para vos". Antes que me trasladaran al Bahía Paraíso, el 5 y 6 de junio debísoportar, como todos mis compañeros, el interrogatorio de la inteligencia inglesa. El hecho de tener prisioneros a "boinas verdes" en San Carlos y Darwin y la enconada resistencia que les opusimos les hacía no creer que cincuenta efectivos con sólo dos MAG, dos lanzacohetes y fusiles hubieran podido detener a toda una compañía de tropas altamente especializadas, obligándolas a replegarse tres veces durante aquellas cinco horas infernales. Así fue, ciertamente, el combate de Goose Green o Pradera del Ganso. Algunos pocos soldados del 8 y del 12 y nuestra sección AOR diomaterial al jefe del comando inglés, brigadier mayor Julián Thompson que en su libro No picnic describió la dureza de esta batalla que retrasó considerablemente los planes ingleses de tomar Darwin.También supe que en otra acción durante el 29, el teniente coronel Jones, jefe del batallón de paracaidistas ingleses murió en un choque con las fuerzas de la sección Romeo a cargo del subtenienteGómez Centurión. El regresoEl 7 de junio desembarqué en Puerto Belgrano y permanecí internado en el hospital naval por seis meses, afrontando, como ya dije, cuatro operaciones más.Recibí la condecoración de herido en combate y aquí quiero dejar constancia de algo que mis compañeros y yo consideramos como asunto pendiente. Creemos que en algún momento debemos ser acreedores al grado de Oficiales de Reserva ya que estábamos destinados a un curso de siete meses que nos daría tal grado y dicho curso no pudo ser efectuado por la llegada de la guerra. Pero creemos, con toda la humildad del mundo, que el comportamiento y las experiencias vividas en el campo de batallanos hacen dignos y orgullosos merecedores de ostentar tal condición. Quiera Dios que alguna autoridad competente,al leer estas líneas, ponga las cosas en su justo lugar. Así sea.Aquel maravilloso grupo formado por el teniente Estévez aún perdura. Entre agosto y octubre de cada año solemos reunirnos en comidas de camaradería donde abundan los recuerdos, las emociones y porqué no alguna que otra lágrima furtiva.A pesar de todas las penurias sufridas, he logrado rescatar lo positivo que hubo y que fue mucho. Quien tiene a la muerte cara a cara no deja, después de esos momentos, de mirar la vida de otra forma, la jerarquiza y trata de darle el más valioso y noble de los sentidos, el del amor a la familia, el trabajo, el estudio, la responsabilidad y el respeto.El haber tenido el privilegio de estar junto a hombres de la talla del teniente Estévez, que se convirtió en un modelo a seguir en mi vida, es algo que me ha marcado a fuego y que jamás olvidaré.Malvinas fue un punto de inflexión en nuestra historia. Nada será igual después de eso. Ojalá todos los argentinos nos encolumnemos tras el objetivo de recuperarlas, esta vez siguiendo los caminos de la diplomacia, el respeto mutuo y la paz. En lo personal, me he propuesto rastrear, investigar y profundizar para rescatar del olvido a esos héroes y sus ejemplos, cosa que noto está faltando en la actual sociedad argentina. Los conceptos de patria, Pertenencia, probidad, honor, moral, ética, sustentados con la propia vida, estrella polar de los que cayeron en el Atlántico Sur, no deben caer jamás en saco roto. A las nuevas generaciones debemos hacerles conocer quiénes fuimos los que padecimos y luchamos y que ahora tenemos una edad de alrededor de cuarenta años; nosotros comenzamos a ser los nuevos dirigentes de este ciclo. Dios quiera que sepamos volcar nuestras experiencias para construir una Argentina mejor.Deseo volver a Malvinas, detenerme ante la tumba del teniente Estévez y las de mis compañeros caídos. Quiero volver a cierta gruta natural donde junto al padre Mora emplazamos la imagen de la Virgen ante la que teníamos misa por las mañanas. Quiero volver a rezar allí por el alma de los vivos y los muertos y agradecerle por haberme preservado. Y pedirle fuerza y conciencia para que mi vida no sea inútil sino provechosa para quienes me rodean, mi comunidad y mi familia.Después de todo, ese es el mensaje que nos legó el teniente Estévez. ...................................................

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