Juana Azurduy. La Gesta Olvidada.
”No podemos
olvidar la participación de las mujeres en las históricas luchas por la
independencia.
Dar la vida por la patria/ es hazaña de más
fama/ que llevados del amor/ dar la vida por su dama”, rezaban los versos
anónimos que circulaban por las calles de la Buenos Aires colonial los días
previos a la Revolución de Mayo.
Los varones,
formaban las escuadras, los regimientos, vivían en los vivac o en los fortines,
eran la vanguardia de la gesta independentista.
Las mujeres, participaban sin nombre propio, cuidando la casa y los hijos, cosiendo
banderas, ayudando como enfermeras, cuidando heridos, arrojando aceite caliente
desde las azoteas cuando las tropas reales se abalanzaban contra la insurgencia
criolla.
Sin embargo,
aunque pocos lo vieran por ese entonces, el levantamiento del 25 de mayo de
1810 tuvo su inspiración más directa en la asonada chuquisaqueña que justo un
año antes había comenzado a resquebrajar el poder virreinal en la región del
Alto Perú (actual
República de Bolivia). En esa insurrección primigenia de 1809 en Chuquisaca,
-precedida por varios
levantamientos de aborígenes,
cruentamente reprimidos,- tuvo su bautismo de fuego una aguerrida luchadora por
la independencia latinoamericana: Juana
Azurduy.
Juana Azurduy de Padilla nació en La Plata -hoy ciudad de Sucre -, el 12 de Julio de 1780 - falleció en Sucre el 25 de Mayo de 1862, Juana fue una patriota del Alto Perú, hoy Bolivia, que acompañó a su esposo Manuel Asencio Padilla, en las luchas por la emancipación en el Virreinato el Río de la Palta contra el reino de España.
A la muerte de su esposo asumió la comandancia de las guerrillas que conformaban luego denominada Republiqueta de la Laguna, por lo que es honrada su memoria en la Argentina y en Bolivia. Hablaba el castellano y quechua. Se educó en el prestigioso Convento de Santa Teresa de Chuquisaca.
Manuel Ascensio Padilla, nació en La Plata, actual Sucre hoy ubicada en el Departamento de Chuquisaca, Bolivia. Se educó en el prestigioso Convento de Santa Teresa de Chuquisaca y hablaba tanto los idiomas español como el quechua.
Azurduy y su esposo Padilla se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 1809 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas, en la que tuvo protagonismo Juan Antonio Álvarez de Arenales.
Ligados con el Ejército del Norte enviado desde Buenos Aires, al mando primero de Antonio González Balcarce, combatieron a los realistas.
Tras la derrota de las fuerzas patriotas en la Batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811, los ejércitos del rey, al mando de José Manuel de Goyeneche,
recuperaron el control del Alto Perú. Las propiedades de los Padilla, las cosechas y sus ganados fueron confiscados, siendo apresada
Juana Azurduy y cuatro hijos, pero Padilla logró rescatarlos
refugiándose en las alturas de Tarabuco.
Padilla y Azurduy al lado del General Belgrano.
En 1812 Padilla y Juana Azurduy se pusieron a las órdenes del general Manuel belgrano, nuevo jefe del Ejército del Norte, reclutaron 10.000 milicianos.
Producido el , al pasar por Jujuy prestaron colaboración con la retaguardia comandada por el mayor general Eustaquio Díaz Vélez.
Durante la Batalla de Vilcapugio, Padilla y sus milicianos debieron transportar la artillería sin participar en la derrota.
Juana Azurduy organizó luego el "Batallón Leales" que participó en la Batalla de Ayohuma, el 9 de noviembre de 1813, nueva derrota que significó el retiro de los ejércitos argentinos del Alto Perú.
A partir de ese momento Padilla y sus milicianos se dedicaron a realizar acciones de guerrillas contra los realistas.
Esta heroína
estuvo al frente de una agrupación de aborígenes, mestizas y criollas “Las Amazonas”, dispuestas
a dar la vida por la liberación de sus pueblos del yugo español.
Mujeres en Acción. Mujeres mártires.
Las mujeres
condujeron y participaron en acciones de guerra, discutieron estrategias y
asumieron consecuencias como la tortura y la muerte.
De acuerdo
con los datos que aporta Wexler, trata de develar el rol de la mujer en las
guerras de la independencia, se las menciona de puertas adentro del hogar, se ocultaba solapadamente el rol político que
estas mujeres tenían, sin embargo existen datos en los que se ven sus
cualidades, destrezas y sentimientos patrios, a la par de los varones.
Sabemos que
en Bolivia se festeja el Día de la Madre el 27 de mayo, fecha en que las
Mujeres de Cochabamba, en 1812, participaron de un asalto al cuartel general en
la ciudad ante un ataque de tropas reales en el cerro de la Coronilla. Eran
treinta mujeres del sector popular –aborígenes y mestizas- a las que el militar
español José Manuel de Goyeneche dio la
orden de matarlas como represalia.
“Estas mujeres en las luchas por la independencia rompieron con los cánones de la organización
social de género de la época, destaca la
investigadora
“La
historiografía, como muchas disciplinas, ha estado construida bajo categorías
analíticas androcéntricas. Es el hombre el centro y el eje sobre el cual giran,
avanzan y se explican los sucesos históricos. Es el hombre quien protagoniza y
le da importancia al desarrollo de la humanidad”, reconoce Martha Noya Laguna
-directora del Centro Juana Azurduy, en Sucre, Bolivia- en el prólogo a la edición
boliviana del libro de Wexler.
“Los
historiadores han logrado que el imaginario social asocie los hechos históricos
importantes con el ‘hombre’, no sólo en un sentido biológico, sino enmarcado
dentro de un concepto cultural y de género”. Es habitual leer en documentos que
contienen información sobre las luchas emancipatorias de América del Sur que
las mujeres luchaban con “virtudes sensibles”, mientras que los caballeros eran
los que tenían “profesionalismo militar”.
Los bronces
de las plazas argentas y los libros de texto que todavía se utilizan en clase
son un claro ejemplo de esa historia oficial, contada en masculino y jalonada
sólo por las acciones heroicas de algunos varones. “Parecería que siempre
estuviéramos embarazadas, pariendo o cocinando”, sintetiza la historiadora
Fernanda Gil Lozano.
Para
conformar una renovada historia social argentina, Gil Lozano considera imprescindible resituar a las mujeres,
deslizarlas desde el lugar marginal al que fueron confinadas en los relatos
tradicionales hacia el centro de la escena. Esta operación tiende no sólo a
hacer visibles a las mujeres sino también a elevarlas a la categoría de sujetos
dignos de la Historia, “entendida como un relato global que, aunque heterogéneo
y complejo, pueda dar cuenta de los diferentes sectores que formaron en el
pasado a la sociedad argentina, sin connotaciones androcéntricas ni prejuicios
sexistas”.
La
participación de las mujeres en situaciones de guerra o enfrentamientos bélicos
en muchos casos estuvo vinculada con el apoyo a familiares, garantizando la
logística militar y haciendo conexiones como emisarias o espías. Estas
modalidades, determinantes en un momento dado, no sólo no fueron valoradas,
sino que no fueron recogidas, analizadas e incorporadas a la historia.
Bibliografía.
Cfr. Fuente:
CD Salta. Cámara
de Diputados de la Provincia de Salta. Autoría y Dirección José de Guardia de
Ponté.
Lucía Gálvez,
observa en Las mujeres y la patria (Ed. Punto de Lectura)
Fernanda Gil Lozano, integrante del Instituto Interdisciplinario de Estudios de
Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y coautora de Historia de
las mujeres en Argentina (Alfaguara).
Wexler,Berta.Juana Azurduy. Sucre. Bolicia.Edición boliviana.
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