miércoles, 16 de agosto de 2023

El Final de San Martín. Bulogne Sur Mer, Francia. - 16 - 08 - 2023.-

GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN, SU HISTORIA. 16 - O8 - 185O. ¿Quién fue San Martín? Breve reseña. José F. de San Martín nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1778. En 1781 su familia se trasladó a Buenos Aires; vivieron en una casa en la calle Piedras. Tanto su madre, Gregoria Matorras, como su padre, Juan de San Martín, nacieron en España, en Castilla la Vieja. Juan de San Martín era coronel, y en 1774 fue nombrado teniente gobernador de Yapeyú. Tuvieron cinco hijos; José de San Martín era el menor de los hermanos. En 1784 San Martín llegó con su familia a España. Entre 1789 y 1811 dio sus primeros pasos en la milicia en el Regimiento de Murcia, como cadete; luego, ya con mayor rango, participó en las campañas de África y de Europa. San Martín tomó contacto en Londres con la Gran Reunión Americana, sociedad patriótica ligada a la masonería (grupo que proclamaba la igualdad, la libertad y la fraternidad). El 9 de marzo de 1812 regresó a Buenos Aires para ponerse a las órdenes del gobierno patriota y al servicio de la emancipación en América. Creó el Regimiento de Granaderos y se convirtió en coronel el 7 de diciembre de 1812. A mediados de ese año fundó, junto con Alvear (poner el nombre de pila), una filial de la Logia de los Caballeros Racionales, que rebautizó con el nombre de Logia Lautaro. El nombre fue tomado de un cacique araucano que se sublevó en el siglo XVI contra los españoles. El 12 de noviembre de 1812 San Martín –que tenía 34 años- se casó con María de los Remedios de Escalada. Ella lo ayudó en la formación del Ejército de los Andes: fundó la Liga Patriótica de Mujeres, y donó sus joyas para ayudar a la campaña. María de los Remedios falleció el 3 de noviembre de 1823. Fruto de ese matrimonio fue su hija Mercedes, que nació en Mendoza el 23 de agosto de 1816. Mercedes se embarcó con su padre hacia Europa el 10 de febrero de 1824, y el 13 de diciembre de 1832 se casó en París con Mariano Balcarce. Murió en esa ciudad el 28 de febrero de 1875. El 3 de febrero de 1813 José de San Martín tuvo su bautismo de fuego en territorio americano, en la batalla de San Lorenzo, que se convirtió en su primer triunfo en estas tierras. Hacia la liberación… El 29 de enero de 1814 San Martín asumió el mando del Ejército del Norte (que dirigía Manuel Belgrano). El 10 de agosto de ese año se convirtió en gobernador intendente de Cuyo. La gobernación de Cuyo no era un cargo político codiciado, pero lo colocó en el lugar indicado para desarrollar su plan de liberación: cruzar la Cordillera, expulsar a los españoles de Chile y, luego, avanzar hasta el Perú, bastión realista de América del Sur. Cuando asumió el cargo, el Cabildo mendocino le ofreció una casa que el Libertador no aceptó; pero además, decidió cobrar sólo la mitad del sueldo que se le había asignado. En 1816 se aprobó su plan para liberar Chile y Perú. El exilio en Europa El 11 de febrero de 1824 el Libertador se embarcó hacia Europa. Allí siguió trabajando para consolidar la Independencia. El 23 de abril llegó al puerto francés de El Havre. Su presencia despertó sospechas: sus papeles fueron incautados y revisados por sus antecedentes revolucionarios, pero sus documentos le fueron devueltos. El 4 de mayo se embarcó con su hija a Inglaterra, y poco después se radicó en Bruselas. En 1825 escribió las famosas Máximas para mi hija. En 1829 San Martín llegó a Buenos Aires pero no desembarcó: se negó a tomar partido en las luchas internas. Regresó a Europa. En 1830 dejó Bélgica y se trasladó junto con su hija a Francia. En 1834 compró una casa en Gran Bourg. Últimos días y legado En 1844 redactó su testamento en París. En 1846 ofreció sus servicios a Rosas. Dos años después, se trasladó a Boulogne-sur-Mer, donde falleció el 17 de agosto de 185O. Sus restos fueron repatriados en 1880, y actualmente descansan en un mausoleo construido dentro de la Catedral porteña. En casi todas las localidades argentinas hay una plaza, una calle, una escuela o un club con el nombre de San Martín. Y, en muchas, hay monumentos en su homenaje (incluso, en 1951, fue inaugurada una estatua de San Martín en el Central Park de Nueva York). Su imagen también está en billetes, monedas y estampillas ........................................................................... BOULOGNE-SUR-MER : EL FINAL DE SAN MARTIN.16-O8- 2O23. El señor anciano, el señor argentino, vivía en el piso alto de la casa que le alquilaba el doctor Gerard, en Boulogne-sur-Mer. Promediaba un agosto fuerte, de calores húmedos. Sólo refrescaba en la alta noche cuando la brisa del mar traía los olores salinos del puerto. La brisa entraba como una amiga y él la respiraba profundamente. Ya no dormía. Permanecía sentado contra las almohadas en la penumbra. Pensando. Recordando. Estaba a solas con su larga muerte. A veces se preguntaba desde cuándo empezó a morir. ¿Desde el fin de aquella tarde en Guayaquil? ¿Desde 1829, cuando decidió no desembarcar e irse para siempre de esa patria que empezaba a preferir la anarquía a la grandeza? Ningún ser sabe con certeza desde qué momento pertenece más bien a la muerte, aunque crea seguir por la vida. Hacía mucho que no recibía visitantes. Esa ingratitud lo eximía de tener que fingir preocupación por las cosas reales. La fiesta, las angustias, las glorias... le parecía que no las había protagonizado él, sino otro. Eran como de la vida de otro. Tenía 72 años y estaba casi ciego y ya doblegado por los dolores intestinales. Sabía que los achaques no venían de las cabalgatas terribles a 4000 metros de altura ni de las vigilias antes del ataque (cuando el jefe necesita eso que Napoleón llamaba "el coraje de las dos de la mañana"). La enfermedad venía del universo de chismes y calumnias, de la inesperada pequeñez de hombres de los que no se había dudado. Se quedaba sentado todo el día esperando los embates del dolor. Cuando no los aguantaba llenaba el vaso con agua y volcaba el láudano ya sin contar las gotas. Juntaba fuerzas hasta el momento en que llegaría Mercedes, la hija, y entonces se pararía y fingiría tener energías como para ordenar los libros del estante o agregar agua para las flores. Lo invaden imágenes perdidas: el resplandor verde y caliente de las selvas de Yapeyú con el portal de piedra de la iglesia jesuítica devorado por las lianas de la irreductible América. Ese aldeón de tejas, Buenos Aires; ve al niño que fue, escapándose en el solazo de la siesta de verano (las gallinas picoteando maíz en los bordes de la Catedral). Ve un teniente coronel, un piano en casa de los Escalada. Las risas de Remedios, Mercedes, Mariquita, quebrándose como cristales en el silencio del atardecer. Ellas, las mujeres, son las que más retornan. Siguen pareciéndole un misterio. Son las dadoras de gracia y de vida. Extraños seres: su madre, la melancólica Remedios; Rosa Campusano, de las noches triunfales de Lima; María Gramajo, y hasta aquellas gitanas de sus primeras experiencias en sus tiempos de cadete en Murcia. Hasta hace poco podía ir erguido, con su bastón y su chalina, por la calle de la iglesia hasta la plaza del municipio. Todavía podía comprarse algún cigarro bueno si había llegado desde Perú su devaluada pensión. El alcalde alguna vez les había hecho saber a los vecinos que se trataba de un gran general, que había vencido a regimientos de España que no había podido derrotar el mismo Napoleón. Todos le decían "le général". Antes, cuando todavía podía hacerlo, él mismo iba a encargar carne de vaca que hacía cortar de una forma extraña. Una vez, el señor Brunet, dueño de la bucherie chevaline contó que el general había señalado con el bastón la cabeza de caballo dorada, insignia del negocio, y le había dicho: "No se deben comer los caballos, señor Brunet". Sería porque en algunas noches sus entresueños se llenan de caballos. A veces son las mulas firmes y astutas en el terrible frío de los roquedales andinos, otras los caballos cargando por el llano, con los ojos enrojecidos, las crines al viento, echando espuma. Le parece oler el noble sudor cuando su asistente retiraba la silla y los acariciaba. A veces tiene la suerte de ser visitado por lo que es para el la más noble de las músicas: el retumbar de los cascos cuando su regimiento azul iba tomando carrera y ya se ordenaba desenvainar sables y bajar lanzas. Si fuera poeta, si no fuera tan reservado, trataría de escribir para retener eso que siente. Trataría de decir que es algo grande, una exaltación suprema de la vida, como la culminación del amor. Son amigos inolvidables. Los caballos del combate, los de las infinitas marchas por los despeñaderos, los del triunfo (cuando entró en Lima y encontró la sonrisa de Rosa) o los callados compañeros de la derrota que lo trajeron, con las cabezas bajas , como apunados, hasta su chacra en Mendoza. ¿Cómo puede haber gente que coma caballos? Sabe que llamarán al doctor Jackson. Si fuera por él, mantendría escondida su muerte. Es cosa de mero pudor: dicen que el cóndor y el tigre se esconden para morir. Por si viene Mercedes, se esfuerza en sentarse ante el escritorio. Cree adivinar en el muro el retrato de Bolívar, del que nunca se separó en sus viajes. Hace no mucho escribió a un amigo: "Es el genio más asombroso que tuvo América". Desde 1830 está muerto. Sin embargo, lo siente vivo. Lo ve llegar con su fasto, su huracán de vida, sus impecables oficiales, rodeado de las mujeres más espléndidas. "César tuvo que haber sido así." Lo escucha citando poetas ingleses o filósofos clásicos. Lo ve junto a Manuela Sanz, la maravillosa amazona, con su casaca de húsar con alamares dorados y su cabellera negra cubriendo las charreteras del rango de oficial que ella misma se había otorgado. Seguramente fue Alberdi, cuando vino a visitarlo, quien le contó que Bolívar dijo que "había arado en el mar". ¿Sí? ¿Hemos arado en el mar? ¿Nunca serán naciones civilizadas? ¿Será la Argentina para siempre una frustración, el eterno retorno del caos de la incapacidad? Escucha voces desde abajo. Parece que monsieur Gerard dice que es el 17 (él ya no les encuentra significado a los números del calendario). Sabe que han llamado al doctor Jackson y hace un esfuerzo para llenar la caja de rapé, que le agrada al médico. Entonces siente el zarpazo que sabe final. El tigre que lo acecha desde las fiebres de Huaura esta vez lo venció. Se derrumba en el lecho. Trató de calmar a Mercedes murmurando algo como "la tempestad que lleva al puerto". Se adormece. A veces surgen ráfagas de su filosofía íntima o atisbos del consuelo religioso. Pero nada agregan a su largo silencio ante la muerte. Nada puede rozar su misterio. Tiene la majestad de ese Aconcagua que le parece ver nítidamente recortado sobre el azul helado del espacio. "¿Hemos arado en el mar? No, general Bolívar. Tal vez sea poco lo que hemos hecho, algunas cabalgatas heroicas... tal vez pudimos hacer más. Pero ellos harán el resto y mucho más, estoy seguro. Le digo que América será. La Argentina será." En su susurro final había seguramente ya más fe que convicción: la cruel América, con su politiquería, había destrozado a sus héroes. Abel Posse En la imagen "El sueño de San Martín", pintura de Sofía Posadas expuuesta en el Museo Histórico Nacional. ........................................................ ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN. 1850 - 17 de agosto – 2O23 El prócer máximo argentino y libertador de la Argentina, Chile y Perú, el General José de San Martín, falleció el 17 de agosto de 1850, en su casa de Boulogne-sur-Mer, Francia, rodeado de sus seres queridos. Sus restos fueron repatriados en 1880 y actualmente descansan en un mausoleo dentro de la Capilla Nuestra Señora de la Paz, ubicada en la Catedral Metropolitana, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En la República Argentina se lo reconoce como el "Padre de la Patria", en Perú, se lo recuerda como el libertador de aquel país, con los títulos de "Fundador de la Libertad del Perú", "Fundador de la República" y "Generalísimo de las Armas" y en Chile su ejército lo ha destacado con el grado de Capitán General. Pero más allá de su gesta libertadora, San Martín es una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad nacional y a partir de su célebre figura y heroico proceder, se construye esa gran narración que nos identifica como país. Más información y video educativo sobre el General José de San Martín, haga clic aquí: www.marambio.aq/fallsanmartin.html FUNDACION MARAMBIO info@marambio.aq www.marambio.aq/redessociales.html Visite: www.marambio.aq .................................................... Corrientes es Así. LAS TRES VIDAS DE SAN MARTÍN. "José de San Martín vivió 72 años, entre 1778 y 1850. Sin embargo, la suya no fue una vida lineal, monocorde, sino todo lo contrario. Bien podría decirse que tuvo tres vidas en una si se toman en cuenta otras tantas etapas claramente diferenciadas, con roles disímiles y escenarios cambiantes en cada una de ellas. Aunque el protagonista es siempre el mismo, en esos tres momentos de su vida asoman perfiles dispares de su personalidad, dignos de ser descubiertos. El período más intenso de la vida de San Martín transcurrió entre 1812 y 1822, cuando ocupó la centralidad de esa hora en que se jugaba la suerte de la independencia americana y llevó a cabo las hazañas que lo inmortalizaron. Es el capítulo más conocido de su legajo, exhaustivamente abordado en manuales escolares y la abundante bibliografía de todo género que recogen las peripecias de ese tiempo histórico fundacional. Una década que media entre dos decisiones íntimas y trascendentales que cambiaron su destino: la de regresar a su tierra natal y la de retirarse de escena para emprender un largo exilio, ambas adoptadas con plena conciencia. Dos puntos de inflexión en el expediente sanmartiniano que siguen dando pie al devaneo intelectual de historiadores y analistas. Regresó a su patria en 1812, con 34 años cumplidos. Atrás quedaban los seis años de su primera infancia transcurridos entre Yapeyú y Buenos Aires y los ulteriores 28 años en España, donde labró su formación militar y ganó preseas y reconocimiento por su desempeño en los campos de batalla. Ingresó con apenas once años al ejército real y participó de cinco guerras al menos; la postrera, contra la Francia de Napoleón Bonaparte. Cuando la España borbónica había quedado reducida a la isla de León, tomó la decisión de sumarse a la causa independentista. Junto con otros camaradas que compartían igual propósito, obtuvo la baja, y pasó por Londres, donde se embarcó en la George Canning, la fragata que arribó a Buenos Aires en marzo de aquel año. La década siguiente fue a puro vértigo, sumido en una guerra de final abierto y en los avatares y volteretas de la política criolla. El punto más alto de esa etapa fue la organización del ejército más poderoso que conoció América, el cruce de los Andes y las resonantes victorias que abrieron paso a la liberación de Chile y Perú. Nada le fue fácil ni libre de complicaciones, más bien todo lo contrario: desde la desconfianza inicial, hasta la falta de apoyo que le impidió completar la misión en el Perú. En julio de 1822 se reunió con Simón Bolívar en Guayaquil para reunir una fuerza capaz de enfrentar con éxito al enemigo que controlaba parte del territorio peruano. No pudo ser, y entonces decidió retirarse y permitir que fuera Bolívar quien concluyera la gesta americana, como efectivamente pasó. La renuncia al Protectorado del Perú fue el último acto de esa agitada segunda vida sanmartiniana, para dar paso a la tercera. En febrero de 1824 partió a Europa con Merceditas, su única hija, cuya madre, Remedios Escalada, había fallecido pocos meses antes. La finalidad de ese viaje era doble: alejarse de las intrigas palaciegas y encaminar la educación de la niña. Aún no sabía que ese destierro libremente elegido duraría 26 años, hasta su muerte, en 1850. Esa tercera vida transcurrió en el Viejo Continente, entre Bruselas, París y Boulogne Sur Mer. Durante todo ese tiempo estuvo acompañado por Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y las dos nietas que alegraron sus días. Y acosado por recurrentes problemas de salud. Tras el intento fallido de retorno de 1829, abandonó la idea de regresar a su patria y de asumir responsabilidades públicas, aunque se mantuvo informado de todo lo que pasaba. Se congratuló a la distancia de la defensa de la soberanía nacional en tiempos de Juan Manuel de Rosas, mientras recibía a visitantes connotados —Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros— quienes dejaron sus impresiones de esos encuentros. Son entrañables los recuerdos de esa última temporada recopilados por uno de sus primeros biógrafos, Benjamín Vicuña Mackenna., hasta que, según sus propias palabras, la tempestad llegó al puerto. Del final de sus días nos ocuparemos en la próxima nota. Entonces comenzó otra saga, ya no terrenal, cubierta de la gloria que no disfrutó en este mundo en el que debió soportar mezquindades, cuando no agravios e injurias. Por fortuna, el tiempo hizo su trabajo y la memoria de José de San Martín decantó del modo más justo y virtuoso. Ocupa el lugar más alto del podio de los padres fundadores, junto a otros grandes de esa primera hora, y es uno de los pocos personajes históricos merecedores de respeto y consideración unánimes entre sus compatriotas. Y bien ganado se lo tiene ". .................................................................................................. LA MUERTE LEJANA DEL PADRE DE LA PATRIA. por Esteban Dómina. José de San Martín murió el 17 de agosto de 1850 en Boulogne sur Mer (Francia) donde residía con su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce, y sus dos nietas, Mercedes María y Josefa Dominga. A comienzos de 1848, el movimiento revolucionario que sacudió a Francia persuadió al anciano general de que lo mejor era abandonar París y buscar un sitio menos agitado para pasar sus últimos días. El lugar elegido fue aquella ciudad, a la vera del canal de la Mancha. Poco antes de la mudanza, Mercedes logró convencer a su padre de que posara ante una cámara hasta que su imagen, digna y recia, quedara impresa en la chapa del daguerrotipo. Afortunadamente, una de las dos placas obtenidos aquel día se conserva en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires (imagen). En Boulogne alquiló los pisos altos de la residencia señalada con el número 105 de la Grand Rue, con cuyo propietario —el abogado Adolphe Gérard, que ocupaba la planta baja— entabló una sincera amistad. Llevaba una vida apacible y austera; solía dar largos paseos por la orilla del mar en compañía de sus nietas, con quienes tenía una relación entrañable. “De qué valen estas condecoraciones si no sirven para callar el llanto de un niño”, había dicho a Mercedes cuando su hija recriminó a las pequeñas por jugar con sus preciadas medallas. Cuenta Vicuña Mackenna que conservó un perro que le habían regalado en Guayaquil y pasaba horas enseñándole trucos y piruetas que solazaban a los visitantes. El número fuerte consistía en “fusilarle con su bastón después de haberle condenado como desertor, agudezas que el animal ejecutaba a maravillas siendo el favorito de la casa, hasta que murió de vejez”. Lo que más lamentaba era no poder leer y escribir como solía hacerlo por la enfermedad de cataratas que lo aquejaba; Mercedes le leía los periódicos y la correspondencia y escribía las cartas que le dictaba en tanto que sus nietas hacían de lazarillos durante las salidas. Sus dolencias crónicas —reuma, gastritis y asma— seguían presentes; casi no frecuentaba a personas ajenas al círculo familiar ni recibía visitantes, salvo a su vecino Gérard. Su vida se iba apagando lentamente. Según Bartolomé Mitre, uno de sus biógrafos, el 6 de agosto de aquel año, salió a recorrer la costa del canal de la Mancha en carruaje, porque casi no caminaba. Fue entonces cuando sufrió alguna dolencia que le obligó a interrumpir el paseo. Regresó a su hogar visiblemente desmejorado: “Es la tempestad que lleva al puerto”, susurró en francés con apenas un hilo de voz al oído de Mercedes, que lo recibió consternada y lo ayudó a llegar a sus aposentos. En los días que siguieron estuvo postrado y casi no probó alimentos. El sábado 17 de agosto, sintiéndose algo mejor, pidió ser trasladado a la habitación contigua para que le leyeran los periódicos. Allí le sobrevino una nueva crisis. Con visible dificultad, pidió a Mariano que lo llevara de regreso a su alcoba, donde expiró a las 3 de la tarde, la hora en que, según se afirma, se “Conservó hasta último momento la lucidez de su ánimo y la energía moral de la que estaba dotado en alto grado”, dijo su yerno. Fue velado en esa misma casa. De allí partió el día 20 un reducido cortejo hacia la Catedral de Nuestra Señora de Boulogne, donde el ataúd quedó depositado hasta noviembre de 1861, cuando fue trasladado al panteón familiar en el cementerio de Brunoy, donde se mudaron sus deudos. En 1844 había escrito de puño y letra su testamento. Además de legar el sable corvo a Juan Manuel de Rosas, expresó el deseo íntimo de que su corazón descansase en Buenos Aires. La repatriación de sus restos se cumplió recién en 1880, siendo presidente Nicolás Avellaneda. El expresidente Domingo Faustino Sarmiento pronunció un discurso memorable antes de que el féretro fuera depositado en un magnífico mausoleo erigido en una de las capillas laterales de la Catedral de Buenos Aires, donde continúa hasta hoy, custodiado por efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo. Mercedes falleció en París en 1875, en tanto que su esposo, Mariano Balcarce, murió en 1885. La mayor de las nietas pereció en 1860; en tanto que Josefa Dominga vivió hasta 1924, sin dejar descendencia. Fue ella quien le remitió a Mitre el archivo de su abuelo, que sirvió de fuente para la “Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana”. También fue Josefa quien, en 1899, envió a la Argentina los muebles del dormitorio del general que había conservado, junto a un croquis para que se los colocara respetando su disposición original, tal como se hallan exhibidos en el Museo Histórico Nacional. En 1909 se inauguró en Boulogne sur Mer la estatua ecuestre del Libertador, a orillas del mar. Ese día, tras correr el velo que la cubría, el poeta Belisario Roldán pronunció el memorable rezo laico que comienza: “Padre nuestro que estás en el bronce…” .................................................................................. Repaso de la historia Sanmartiniana. - 17 O8- 2O23.- Se acerca el 17 de agosto, cuando San Martín pasó a la inmortalidad. Fue en 185O en Francia, aunque él hubiese querido que fuera en otro lugar. Después de hacer lo suyo acá, en Chile y en Perú, San Martín se instaló en Mendoza con la idea de una vida más tranquila. Su esposa Remedios agonizaba en Buenos Aires y José pidió permiso para instalarse ahí. Rivadavia, con quien se llevaba nada bien, se lo negó. Cuando tiempo después decidió igualmente ir, la escena fue calamitosa: Remedios llevaba meses muerta y su familia no quería saber nada con él, imputándole el abandono de Remedios y su hija Mercedes. En 1824 decidió irse a Europa con su hija. Recaló en Inglaterra, donde Mercedes se quedó y él siguió por Escocia y Bélgica pero algo no le cerraba, él quería estar en otro lado. En 1829 decidió volver al Rio de la Plata pero se encontró con una Buenos Aires convulsionada por el golpe de Lavalle y el fusilamiento de Dorrego. No se quiso ni bajar del barco. “Nos dijo que deseaba vivir y morir en el país, porque encontraba un gran vacío en Europa (…) pero que había resuelto expatriarse y no volver (…) mientras asomase la guerra civil y la anarquía”, escribió Tomas de Iriarte, quien lo acompañó hasta el barco de su exilio definitivo. Desencantado, San Martín no volvió más. Su cuerpo terminó sus días en Francia pero su cabeza y su corazón siempre estuvieron en otro lado: “ocupo mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi pequeño taller de carpintería. Por la tarde salgo a paseo, y en las noches, en la lectura de algunos libros y papeles públicos. He aquí mi vida. Usted dirá que soy feliz; sí, mi amigo, verdaderamente lo soy”, le escribía a Tomás Guido. “A pesar de esto -agregaba-, ¿creerá usted si le aseguro que mi alma encuentra un vacío? (...) el no estar en Mendoza. Prefiero la vida que hacía en mi chacra a todas las ventajas que presenta la culta Europa”. Por: De Historia Somos ................................................................................ El 17 de Agosto - Paso a la inmortalidad del General José de San Martín. EL SAN MARTÍN QUE NO CONOCEMOS.- 17 - O8 - 2O23.- Su comida preferida era el asado, que casi siempre comía con un sólo cubierto: el cuchillo. Era muy hábil en comer así. Solía morder un pedazo de carne, y como los paisanos, cortaba el sobrante con un cuchillo afilado. ¡Había quienes se maravillaban que no se cortara la nariz! Conocía mucho de vinos. Y podía reconocer su origen con sólo saborearlo. Era muy buen jugador de ajedrez, y realmente era muy difícil ganarle. Se remendaba su propia ropa. Era habitual verlo sentado con aguja e hilo, cosiendo sus botones flojos o remendando un desgarro de su capote, el cual, abundaba de ellos. Usaba sus botas hasta casi dejarlas inservibles. Más de un vez las mandaba a algún zapatero remendón, para que les hagan taco y suela nuevos. Predicaba con el ejemplo. El mismo enseñaba el manejo de cada una de las armas, como lo atestiguan las melladuras del filo de su Corvo, inigualable instrumento de enseñanza de la esgrima. Y jamás, daba una orden a sus subordinados, que él mismo no pudiera cumplir. Era muy buen guitarrista, habiendo estudiado en España con uno de los mejores maestros de su época. Hablaba inglés, francés, italiano, y obviamente español, con un pronunciado acento andaluz. Tenía la costumbre de aparecerse por el rancho, y pedirle al cocinero que le diera de probar la comida que luego comería la tropa. Quería saber si era buena la comida de sus muchachos. Y allí mismo, en la cocina, la comía de parado. Luego de comer, dormía una siesta corta, de no más de una hora, para luego levantarse y volver al trabajo. Aquella famosa frase Sanmartiniana que dice: "De lo que mis Granaderos son capaces, sólo lo sé yo. Quién los iguale habrá, quién los exceda, no", originalmente era "De lo que mis muchachos son capaces...". En Campaña, era el último en acostarse, después de cerciorarse que todos los puestos de guardia estuviesen cubiertos, y el resto de la tropa descansando. Y para cuando empezaba a clarear el sol en el horizonte, hacía rato que el General contemplaba el alba. Del muro de Alicia Alzugaray... #SanMartin #generalsanmartin #patria #argentina. ............................................................................ José Francisco de San Martín y Matorras Nació en Yapeyú,Corrientes el 25 de febrero de 1778- Falleció en Boulogne-sur-Mer, el 17 de agosto de 185O en Francia. Fue un militar y político cuyas campañas revolucionarias fueron decisivas para las independencias de Argentina, Chile y Perú. Junto con Simón Bolívar, fue reconocido libertador de América por sus importantes contribuciones a la autodeterminación de una gran parte de la América española. En abril de 1784, cuando tenía seis años, llegó con su familia a Cádiz, España ―previa estadía en Buenos Aires― y se radicó luego en la ciudad de Málaga. Comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Ingresó posteriormente al ejército español e hizo su carrera militar en el Regimiento de Murcia. Combatió en el norte de África, luego contra la dominación napoleónica de España y participó en las batallas de Bailén y La Albuera. Con 34 años, en 1812, tras haber alcanzado el grado de teniente coronel, y luego de una escala en Londres, retornó a Buenos Aires, donde se puso al servicio de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se le encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo (que hoy lleva su nombre), que tuvo su bautismo de fuego en el combate de San Lorenzo. Más tarde se le encargó la jefatura del Ejército del Norte, en reemplazo del general Manuel Belgrano. Allí concibió su plan continental, comprendiendo que el triunfo patriota en la guerra de la independencia hispanoamericana solo se lograría con la eliminación de todos los núcleos realistas que eran los centros de poder leales a mantener el sistema colonial en América. Nombrado gobernador de Cuyo, con sede en la ciudad de Mendoza, puso en marcha su proyecto:11 tras organizar al Ejército de los Andes, cruzó la cordillera del mismo nombre y lideró la liberación de Chile, en las batallas de Chacabuco y Maipú. Luego, utilizando una flota organizada y financiada por Chile y luego de recibir instrucciones del Senado de Chile, atacó al centro del poder español en Sudamérica, la ciudad de Lima, y declaró la independencia del Perú en 1821. Finalizó su carrera de las armas luego de producida la Entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, en 1822, donde le cedió su ejército y la meta de finalizar la liberación del Perú. Partió hacia Europa, donde murió el 17 de agosto de 185O. ..................................................................................... San Martín, momentos de su vida. "Fue la primera vez que vi feliz al general. O, por lo menos, ya no estaba tan triste. Había cambiado su gesto y no se quedaba tanto tiempo en silencio. Conversaba alegremente con los amigos que lo visitaban, daba caminatas cortas por la ciudad y por la noche se sentaba en el patio de la casa y se quedaba con Doña Pepa charlando mucho rato. Ya casi no tomaba sus medicinas. Yo estaba tan contento como él solo de verlo así de cambiado, si hasta parecía que se había olvidado de mí. Ya no me necesitaba tanto. Una mañana se acercó sin que yo lo notara y me tomó por los hombros, me atrajo hacia sí y me abrazó bastante fuerte, sin permitir que me soltara. Me dijo, sin dejar de abrazarme: -Gracias, Eusebio. Sos una de las pocas cosas buenas que me traje del Perù, y le agradezco a Dios que nos haya puesto en el camino del otro. Si así lo quieres, seguirás conmigo. Creo que nos va bien juntos. -Sí, señor. Seguro, gracias,-le dije, sin intentar soltarme. Sabía que el general esperaba que por fin aceptara su contacto. -Aquí nos quedaremos un tiempo. Procuraremos molestar lo indispensable hasta que me halle del todo repuesto de mis dolores y podamos establecernos en la chacra de los Barriales. Ayuda en todo lo que se te mande, aunque creo no será mucho, y respeta a doña Josefa como a mí. Todas las mañanas pide tus órdenes para el día y luego de terminadas tus tares, puedes vagar por la ciudad. Si te aprenden o alguien te interroga, menciona mi nombre. Espero de ti la corrección a la que me tienes acostumbrado. -Sí, señor. -Ocúpate de Guayaquil, de nuestros dormitorios y de nuestra ropa. No quiero sumar tareas a la dueña de casa. -Sí, señor. -Como ves, deberemos acomodarnos en ésta casa, donde no tendremos las comodidades de la Magdalena o el Conventillo, Asì que procuraremos ser buenos huéspedes. Sé que estaremos bien, hace mucho que no vivimos en un hogar, y esto se parecerá bastante. -Sí, señor. Me alegra verlo tan repuesto, se ve que Mendoza le sienta bien. -Mendoza y las personas, Eusebio. Las que están cerca y los que se quedaron lejos. No se puede tener un cuerpo sano si el alma está enferma, y la señora Pepa me está ayudando con ambos. Asì que cuidaremos el alma y el cuerpo seguro sanará. Y ahora vete a la plaza y no vuelvas hasta muy noche". ("El cóndor herido. San Martín, de Perú a Francia", de Ariel Gustavo Pérez. Para adquirir el libro, comunicarse haciendo clic aquí https://wa.me/3412104045 ........................................................... MUERTE DEL GENERAL SAN MARTÍN.- SÁBADO 17 DE AGOSTO DE 185O.- Predicaba, pues, con el ejemplo, el más grande de los criollos del Nuevo Mundo, pues vivió haciendo sacrificios, y legó a la posteridad el ejemplo de una vida singularmente pura, caracterizada por el ajuste inflexible de la conducta a principios morales inconmovibles. Lázaro Schallman, SAN MARTÍN y los Principios Morales del Judaísmo. Félix Frías llegó el día siguiente del deceso del Libertador. Este fue su relato: “Cumplo hoy con el doloroso deber de comunicar la más triste noticia que pueda transmitirse a las repúblicas de la América del: la muerte del general don José de San Martín. En la noche del 17 salí para el puerto de Boulogne, acompañado por un compatriota, con el objeto de visitar al ilustre enfermo, cuya salud se hallaba en estado alarmante, como anuncié a usted el mes pasado. En la mañana del siguiente día, supimos la noticia de su muerte, acaecida el mismo día de nuestra partida.” “Don Mariano Balcarce, esposo de la noble hija del General, nos refirió con el corazón destrozado por el dolor y bañados los ojos en lágrimas, sus últimos momentos.” “El 17, el general se levantó sereno y con las fuerzas suficientes para pasar a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los diarios, que el estado de su vista no le permitía desde mucho tiempo leer por sí mismo.” “Hizo poner rapé en su caja para convidar al médico que debía venir más tarde, y tomó algún alimento. Nada anunciaba en su semblante ni en sus palabras el próximo fin de su existencia.” “El médico le había aconsejado que trajera a su lado una hermana de la caridad, a fin de ahorrar a su hija las fatigas ya tan prolongadas de sus cuidados, y a fin de que el mismo enfermo tuviera liberad para pedir cuanto pudiera necesitar lo que a veces n o hacía por no molestar a su hija. Esta señora no quería ceder a nadie el privilegio, tan grato para su amor filial y de que disfrutó hasta el último instante, de asistir a su padre en su penosa enfermedad.” “El señor Balcarce salió en la mañana del mismo día a hacer esa diligencia, acompañado por don Javier Rosales, a quién comunicó las esperanzas que abrigaba en el restablecimiento del General y su proyecto de hacerle viajar; tan lejos estaba de prever la desgracia que le amenazaba y tanta confianza le inspiraba el estado, en ese día y los anteriores, de su padre.” “El señor Rosales procuró disipar esas ilusiones que podían hacer más sensible el golpe que él consideraba inmediato, y sus tristes predicciones no tararon, por desgracia, en realizarse.” “Después de las dos de la tarde, el general San Martín se sintió atacado por sus agudos dolores nerviosos al estómago. El doctor Jardón, su médico, y sus hijos estaban a su lado. El primero no se alarmó y dijo que aquel ataque pasaría como los precedentes. En efecto, los dolores calmaron, pero repentinamente el General, que había pasado al lecho de su hija hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce con palabras entrecortadas que la alejara, y expiró casi sin agonía. Es más fácil comprender que explicar la aflicción de sus hijos en presencia de esa muerte súbita e inesperada.” “Algunos días antes, el General se sintió atormentado en la noche por sus dolores, tomó una dosis de opio mayor que la prescripta para clamarlos, y en la mañana siguiente amaneció moribundo. Las aplicaciones de sinapismos lograron reanimarlo, pero vino luego una reacción con fiebre violenta, que entiendo ha influido en su muerte imprevista, a pesar de las engañosas apariencias de mejoría que se notaron en los cuatro últimos días.” “En la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba os rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba colocado sobre el pecho, otro en una mesa entre dos velas que ardían al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver.” Bajé enseguida a una pieza inferior, dominado por los sentimientos religiosos que le se levantan en el corazón del hombre más incrédulo al aspecto de la muerte. Un reloj de cuadro negro, colgado de la pared, marcaba las horas con un sonido lúgubre, como el de las campanas de la agonía, y este reloj se paró aquella noche en las tres, hora en que había expirado el general San Martín.” “¡Singular coincidencia! El reloj de bolsillo del mismo general se detuvo también en aquella última hora de su existencia.” ____________ Instituto Nacional Sanmartiniano, José de San Martín, Libertador de América. Envvío de Victor Nardiello. José Luis Busaniche, San Martín vivo. Julio César de la Reta, (ANH), Antología Sanmartiniana ......................................................................................

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