lunes, 21 de agosto de 2023

San Martín vuelve a Mendoza, 1823, desde Chile.- 21- 08 - 2023.-

SAN MARTÍN VVELVE A MENDOZA, 1823. "Finalmente, a mediados de enero de 1823 consiguió fuerzas para emprender viaje hacia su anhelada paz de labriego en los Barriales, su chacra mendocina, guiado por baqueanos y acompañado por dos oficiales que le proporcionó el gobierno, además de Eusebio y el perrito Guayaquil. Nuevamente debía partir de un país al que había dado su libertad y luchado por su independencia, con un sabor amargo en la boca. Le costaba comprender esa realidad, en la que él parecía no tener cabida. Chile ahora, Perù antes, parecían extraños que no lo conocían. Solo cinco años habían pasado desde aquellos días de gloria y su nombre ya se había olvidado en ese país que amaba como a su propia patria, hacia la que ahora partía, esperanzado. Sería su octavo y último cruce de la cordillera, por un paso que no conocía pero que era el mas directo hacia Mendoza, el de Piuquenes, en cercanías de Tunuyàn. Además, esa ruta lo acercaba a los baños chilenos de Cauquenes, lugar dónde lo habían traído en tan mal estado tres años atrás, cuando sus granaderos debieron alzarlo en camilla para poder trasladarlo. Aprovecharía para llegarse a reponer fuerzas e intentar combatir su reuma en las aguas sulfurosas que tanto bien le habían hecho aquella vez. Aún recordaba a Rudecindo y Necochea intentando convencerlo de la necesidad de hacer ese viaje… “Encontré en Mendoza al general San Martín tan agravado de sus dolencias que desesperé de su conservación y juzgué necesaria su inmediata traslación a Chile. Llamé al sargento mayor de artillería y comandante del parque (Luis Beltrán) para encargarle la construcción de una camilla tan cómoda como fuera posible, previniéndole el secreto, que él sin duda adivinó por la prontitud con que ejecutó mi encargo. Preparado todo, incluso 60 hombres que debían cargar en sus hombros la camilla, invité al coronel Necochea a que me acompañara para persuadir al general, que se hallaba en San Vicente (Godoy Cruz)- una legua distante de Mendoza - a aceptar el obsequio que le llevaba para salvar su interesante vida y los respetos que le eran debidos, próximamente amenazados por una revolución general en la República. Bastante sorprendido el general con nuestras observaciones, dijo que él no veía ese peligro que le anunciábamos, y esforzando nuevas razones conseguimos al fin que aceptara su marcha, no sin expresarnos que cedía a la persuasión de sus amigos y no a sus convicciones. La marcha a Chile se hizo inmediatamente del modo preparado" (Memorias del General Rudecindo Alvarado) Había cruzado muchas veces esas montañas. Tantas, que ya no recordaba cuantas. En el silencio de la marcha, el monótono ruido de los cascos de su mula contra la piedra y el sol del mediodía lo adormecían, embotado por el láudano con que calmaba los dolores. Intentaba en silencio volver a la realidad, hacer funcionar su mente, despertar los sentidos recordando cada uno de esos pasos. ¿Eran ocho? Tantas veces había cruzado los Andes que se confundía. Regresaba al Plumerillo aquella fría mañana en que por fin había podido dar la tan esperada orden de “¡Vámonos!” que tanto tiempo había deseado escuchar en su propia boca. Era el 24 de enero de 1817 y partía jubiloso y seguro de lo hecho y lo por hacer, buscando la gloria para la Amèrica. Cruzar el macizo por primera vez, por el extraño paso de Los Patos, en el sur de San Juan y su temida cumbre en el Espinacito a mas de 4.600 metros sobre el nivel del mar, con mas de 3.200 hombres. Parecía una locura, o lo era, y eso mismo quería que los realistas creyeran. Y lo creyeron, y él los engañó. Luego Chacabuco y su entrada triunfal en Santiago. Y la necesidad de volver a Buenos Aires para seguir planificando y asegurar el apoyo del Directorio al plan según lo acordado. Y su vuelta por Uspallata hasta Mendoza, en dónde lo alcanzaría un chasqui con la noticia de la reagrupación de las tropas españolas en el sur y su apurado retorno a Chile, sin poder llegar a ver a Pueyrredón. Tres veces había cruzado la cordillera en 90 días, en 1817. ¿Y la cuarta? ¿Cuándo habrá sido? Se confundían en su mente las fechas y los hechos. Ah, sí, enseguida después de Maipú. A solo cinco días de la batalla que aseguró la independencia de Chile, apuró ese cuarto viaje interrumpido hacía mas de un año, el que le proporcionó la primera sorpresa desagradable al advertir que Buenos Aires ya no se preocupaba por la suerte de su Plan Continental y el apoyo para continuar hacia el Perù no era tan firme como cuando él había dejado la ciudad. Luego, volver a Chile hacia fines de 1818, para retornar tres meses después, en febrero del 19, con la intención de seguir consiguiendo apoyos en Buenos Aires, pero otra vez es retenido en el camino por acontecimientos inesperados. ¿Cuándo fue? Sí, era su sexto cruce y en marzo de 1819, llegando a San Luis sabe del motín realizado por los prisioneros de Chacabuco y Maipú que estaban presos en esa ciudad con “la ciudad por cárcel”, o sea libres pero sin poder salir de ella. Había generales y altos oficiales, y hasta Marcó del Pont, la máxima autoridad española derrotada en Chile. Los vecinos habían reaccionado muy violentamente a la traición de su hospitalidad con los reos y habían apagado el motín con mucha sangre. Él había puesto orden y restablecido la tranquilidad en la ciudad, pero supo de las montoneras que asolaban el camino a Buenos Aires y no pudo seguir viaje. Volvió a Los Barriales y disfrutó unos meses en familia con Remedios y Merceditas. Pero su esposa enfermó de tuberculosis y tuvo que enviarlas a ambas a la Capital, al cuidado de la familia Escalada, ya que él debería partir nuevamente, llamado por O Higgins desde Chile. ¡Pobre Remedios! Tan mal la había visto la última vez, que no sabían si llegaría viva a Buenos Aires. ¡Qué triste había sido aquella despedida, sabiendo que sería la última vez que la besaría! Y su niñita, tan inocente al lado de la madre moribunda… Recuerda su carta a Manuel Belgrano, suplicándole protección en el camino para su familia contra las montoneras alzadas, y el respeto de éstas a la integridad de ellas cuando, rodeada la caravana en una posta cordobesa, supieron quien viajaba. Tantos recuerdos, tantas penas. Le costaba encontrar en su mente momentos buenos, como si éstos se hubieran ido apagando bajo las cenizas de tantas amarguras. No comprende por qué solo llegan a su cabeza recuerdos malos, si está seguro de haber sido feliz muchas veces, tanto aplauso, tantos vítores, tanta gloria… al final ¿Para qué? Si el recuerdo de esa caravana lúgubre, con su esposa moribunda y su niñita vestida de blanco y celeste con su gran moño de seda negra en el pelo, y ese ataúd atado en el carro de atrás, lo tapan todo… Y otra vez los dolores y el reuma, y los cuidados de Jesusa… y Rudecindo y Mariano cargándolo hasta las termas… Y después el Perù. Toda la gloria en el Perù. ¿Toda la gloria? Se vio a sí mismo entre los vahos del láudano, cansado por la subida al Portillo, con frìo bajo ese poncho húmedo sobre la mula que echaba chorros de aliento blanco por su hocico congelado, seguido por dos baqueanos, dos arrieros y Eusebio con el perro en una caja de mimbre… ¿Qué gloria?" ("El cóndor herido. San Martín, de Perú a Francia", de Ariel Gustavo Pérez. Para adquirir el libro, comunicarse por wspp al 3413095416) ......................................................... La Memoria De Guayaquil. -17- O8 - 2O23. EL DÍA QUE MURIÓ EL HIJO DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN EN SANTA ROSA, EL ORO, ECUADOR. Por Pedro A Valero Merino Investigador en Historia y Arqueología Un día como hoy 17 de agosto, pero de 1850 moría en Francia el general argentino y prócer de la independencia sudamericana José de San Martín. Oficialmente estuvo casado con María de los Remedios Escalada con quien tuvo una hija, Mercedes, pero al militar argentino se le atribuyen otros romances largos y otros furtivos siendo uno de ellos con la guayaquileña Carmen Mirón y Alayón quien salió embarazada el día en que San Martín estuvo en Guayaquil para la entrevista con el general Simón Bolívar los días 26 y 27 de julio de 1822. Se presume que Carmen Mirón fue enviada a contactar a San Martín con fines de espionaje. Según el historiador y genealogista Fernando Jurado Noboa el prócer reconoció a su hijo, quien fue inscrito con el nombre de Joaquín Miguel de San Martín y Mirón y bautizado en el templo de San Agustín el 13 de mayo de 1823 ubicado en aquel entonces en lo que hoy son las calles Pedro Carbo (antes San Alejo) y 10 de Agosto (antes La Cárcel). En sus años de juventud prestó servicio en la marina. Joaquín Miguel fue un hombre de ideología liberal, se menciona que participó en el atentado contra el conservador el Dr. Gabriel García Moreno en Lima el año de 1866, esto lo mantuvo muchos años alejado de Ecuador y radicado en el Perú. En 1875 murió asesinado el presidente Gabriel García Moreno y Joaquín regresó al Ecuador empleándose de reportero en diario El Globo y luego se dedicó a laborar como comisario de las poblaciones de Daule, Yaguachi, Baba y finalmente en Santa Rosa, El Oro, donde se había granjeado una gran impopularidad. Estando en esa localidad acostumbraba a transitar hasta altas horas de la noche y se preocupó por mantener habilitado el camino hacia Tumbes. El 31 de octubre de 1893 Joaquín y sus subalternos intentaron capturar a un tal Zabala, quien por estar ebrio realizaba escándalos en la vía pública, el hombre estaba armado y no le tembló el pulso para disparar a Joaquín, pero afortunadamente ningún disparo impactó en su humanidad. El individuo huyó. En la noche del mismo día a eso de las 20:00 acompañó a varias amistades al muelle que se disponían a embarcarse en el vapor Olmedo que iba rumbo a Guayaquil. Joaquín iba primero, en una mano portaba un farol y en la otra el bastón, de pronto en la oscuridad de la noche se escuchó un disparo que lo mató instantáneamente. Los motivos del crimen no han quedado establecidos y se presume que fue Zabala. Joaquín Miguel tuvo varios compromisos y varios hijos e hijas tanto en Ecuador como en Perú. Fuente La Noche de Los Libertadores N º 2 de Fernando Jurado Noboa Diario El Globo Nº. 1851 Guayaquil 3 de noviembre de 1893 Cuadro del Gral. San Martín en 1828 realizado en Bruselas, Bélgica. ................................................................................................ Por el CPN. e historiador.Esteban Domina. LAS TRES VIDAS DE SAN MARTÍN. José de San Martín vivió 72 años, entre 1778 y 1850. La suya no fue una vida lineal, monocorde, sino todo lo contrario; bien podría decirse que tuvo tres vidas en una si se toman en cuenta otras tantas etapas claramente diferenciadas, con roles disímiles y escenarios cambiantes en cada una de ellas. Aunque el protagonista es siempre el mismo, en esos tres momentos asoman distintos perfiles de su personalidad, dignos de ser descubiertos para comprender la integralidad del sujeto histórico. El período más intenso transcurrió entre 1812 y 1822, cuando ocupó la centralidad de esa primera hora patria en que se jugaba la suerte de la independencia americana y llevó a cabo las hazañas que lo inmortalizaron. Es el capítulo más conocido de su legajo, exhaustivamente abordado en la abundante bibliografía de todo género que recoge las peripecias de ese tiempo histórico fundacional. Una década que media entre dos decisiones íntimas y trascendentales que cambiaron su destino: el regreso a su tierra natal y el ulterior retiro para emprender un largo exilio, ambas adoptadas con plena conciencia de sus implicancias. Dos puntos de inflexión en el expediente sanmartiniano que siguen dando pie a distintas conjeturas y alimentando el devaneo intelectual de historiadores y analistas. Regresó a su patria en 1812, con 34 años cumplidos. Atrás quedaban los seis años de su primera infancia transcurridos entre Yapeyú y Buenos Aires y los siguientes 28 años en España, donde labró su formación militar ganando preseas y reconocimiento por su desempeño en los campos de batalla. Ingresó con apenas once años al ejército real y participó de cinco guerras al menos; la postrera, contra la Francia de Napoleón Bonaparte. Cuando la España borbónica había quedado reducida a la isla de León, tomó la decisión de sumarse a la causa independentista americana. Formó parte de una logia con otros camaradas que compartían igual propósito, obtuvo la baja, y pasó por Londres, donde abordó la George Canning, la fragata que arribó a Buenos Aires en marzo de aquel año. La década siguiente fue a puro vértigo, sumida en una guerra de final abierto y en los avatares y volteretas de la política criolla. El punto más alto de esa etapa fue la organización del ejército más poderoso que se conoció en América, el cruce de los Andes y las resonantes victorias que abrieron paso a la liberación de Chile y Perú. Nada le fue fácil ni libre de complicaciones en todo ese trance, más bien lo contrario: desde la desconfianza inicial, hasta la falta de apoyo que le impidió completar la misión en el Perú, escala final de su campaña libertadora. En julio de 1822 se reunió con Simón Bolívar en Guayaquil para requerir su apoyo y reunir una fuerza capaz de abatir al enemigo que controlaba buena parte del territorio peruano. No pudo ser, y entonces decidió retirarse y facilitar que fuera Bolívar quien concluyera la gesta americana, como efectivamente pasó. La renuncia al Protectorado del Perú fue el último acto público de esa agitada segunda vida sanmartiniana, para dar paso a la tercera. En febrero de 1824 partió a Europa con la pequeña Mercedes, su única hija, cuya madre, Remedios Escalada, había fallecido pocos meses antes. La finalidad de ese viaje era doble: alejarse de las disputas de poder y encaminar la educación de la niña. Aún no sabía que ese destierro voluntario duraría 26 años, hasta su muerte, en 1850. Esa tercera vida transcurrió en el Viejo Continente, entre Bruselas, París y Boulogne Sur Mer. Durante todo ese tiempo estuvo acompañado por Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y las dos nietas que alegraron sus días. Y acosado por sus crónicos problemas de salud. Tras el intento fallido de retorno de 1829, abandonó la idea de volver y, menos aún, de asumir responsabilidades públicas, aunque se mantuvo informado de todo lo que pasaba. Se congratuló a la distancia de la defensa de la soberanía nacional en tiempos de Juan Manuel de Rosas, mientras recibía a visitantes connotados —Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros— quienes dejaron sus impresiones de esos encuentros. Son entrañables los recuerdos de esa última temporada recopilados por uno de sus primeros biógrafos, Benjamín Vicuña Mackenna., hasta que, según sus propias palabras, la tempestad llegó al puerto en Boulogne sur Mer. Entonces comenzó otra saga, ya no terrenal, cubierta de la gloria que no disfrutó en este mundo en el que debió soportar mezquindades, cuando no agravios e injurias. Por fortuna, el tiempo hizo su trabajo y la memoria de José de San Martín decantó del modo más justo y virtuoso. Ocupa el lugar más alto del podio de los padres fundadores, junto a otros grandes de esa primera hora, y es uno de los pocos personajes históricos merecedores de respeto y consideración unánimes entre sus compatriotas. Y bien ganado se lo tiene.. ................................................................................................

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