sábado, 25 de abril de 2020

Autobiografía de Manuel Belgrano. -22 - 04 - 2020.-



Fachada de la Universidad de Salamanca, donde Manuel Belgrano cursó parte de sus estudios. Crédito: Captura de Internet

Fachada de la Universidad de Salamanca, donde Manuel Belgrano cursó parte de sus estudios. Crédito: Captura de Internet

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Revisitando notas autobiográficas de Manuel Belgrano

El Litoral. S.F.- Por Teresa Suárez. Miércoles. - 22- 04 -2020.-


Las reflexiones vertidas en textos testimoniales, suelen estar motivadas en acontecimientos significativos para el sujeto que lo hace. Don Manuel Belgrano, testigo de entresiglos, tuvo un antes y un después en su experiencia vital: el viaje a España con su hermano Francisco para continuar estudios superiores en la Universidad de Salamanca y luego en Valladolid, Madrid y Valladolid nuevamente.

En España
¿Qué ejes tuvo aquel viaje? Según el proyecto paterno debía lograr “instruirse en el comercio y volver con mercaderías”. Sin embargo, Manuel eligió los estudios de leyes; sus motivaciones fueron la Economía Política, el Derecho Público y los idiomas. No era para menos: las lecturas de Jovellanos y Campomanes, pero además de Quesnay, Genovesi, Smith, Montesquieu, entre otros, le revelaron un universo de conocimientos inesperado, encontraba una causa que daría nuevo sentido a su vida.

Las convicciones monárquicas que había ido conformado hasta entonces, propias de un español americano, empezaban a tambalear. Esa convulsión de ideas generada en la diversidad de autores ilustrados mencionada se vio fortalecida con vínculos sociales: una de las figuras que Don Manuel destaca especialmente fue Diego María de Gardoqui y Arriquibar, ministro plenipotenciario español en EE.UU., colaborador material de los revolucionarios contra los colonizadores ingleses.
Desde el Consulado de Comercio
Pese al nuevo marco ideológico que iba adoptando al residir en Europa durante la revolución francesa, Belgrano no regresó a Buenos Aires como un independentista -eso vendría más tarde- tan sólo como partidario de libertades que armonizaran con una monarquía limitada y un catolicismo incuestionable. Ese ideario lo impulsaba a intervenir para mejorar lo que consideraba el “estado lamentable del reino”. En orden a lograrlo desde la secretaría del Consulado, nombramiento hecho por Carlos IV a sugerencia de Gardoqui, Belgrano formuló sus propuestas en las Memorias anuales de dicha institución.
En el organismo de comercio pudo conocer el ambiente mercantil y adoptar una posición más ajustada a la realidad. Reiteradamente manifestó en “Autobiografía” su desilusión por quienes integraban la institución; los comerciantes de Buenos Aires eran todos monopolistas movidos sólo por sus intereses personales, en vez de preocuparse por la multiplicación de los frutos: “compran por cuatro para vender por ocho”. Todo cuanto promovió para el fomento de la agricultura, industria y comercio, careció de aprobación. Es tal vez pensando en ello que manifestó el valor atribuido a quienes dedican su tiempo a servir a los demás, la sociedad o la patria; y que no sólo se sirven a sí mismos.
En una reflexión desde el punto de vista ético, afirmó que el hombre público necesita mostrar sus cualidades, dar un testimonio ejemplar. En ese sentido, la Autobiografía permite distinguir claramente entre su presentación inicial como patricio al estilo de los documentos coloniales, manifestando su filiación, lugares de nacimiento de sí mismo y sus padres; y más tarde dando cuenta de las diversas posiciones públicas que ocupó, a los efectos de ser juzgado por errores o virtudes.
“Un vestido más que ponerme”
No obstante las propuestas educativas vertidas en las Memorias, los resultados no fueron los esperados, de ahí que el fortalecimiento de sus convicciones políticas y responsabilidades en el plano expedicionario se conjugaran para reorganizar su vida definiendo fuertemente la faz militar. Había dicho: “Todos mis paisanos y muchos habitantes de la España saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos éstos debí a Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires en su creación; por consiguiente mi aplicación poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar, y si en el 1796 el virrey Melo, me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la misma capital, más bien lo recibí como para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera. Así es, que habiendo sido preciso hacer uso de las armas y figurar como capitán el año 1806 que invadieron los ingleses, no sólo ignoraba cómo se formaba una compañía en batalla, o en columna, pero ni sabía mandar echar armas al hombro, y tuve que ir a retaguardia de una de ellas, dependiente de la voz de un oficial subalterno, o tal vez de un cabo de escuadrón de aquella clase.”
Fue capaz de hacer esa transformación porque entendió que su responsabilidad de hombre público le exigía aceptar la tarea que hiciera falta, aunque su capacidad de realizarle no fuera la mejor. De allí que con total humildad descubriera su decisión de formarse en la preparación para la guerra. En tiempos de Sobremonte días antes que entrara Beresford, le solicitaron organizar un cuerpo: En este estado, señaló, “tomé un maestro que me diese alguna noción de las evoluciones más precisas y me enseñase por principios el manejo del arma”.
Ideario político, pautas educativas y género
Las notas de Don Manuel parecen dejar claro que fue su ideario político lo que le llevó a adoptar la lucha revolucionaria sin obstaculizar mandatos, jefaturas o expediciones que se le encomendaran. Efectivamente, su convicción cada vez más clara lo llevó en 1813 a finalizar la traducción del discurso de despedida del presidente norteamericano George Washington -de 1786- al retirarse a la vida privada. Belgrano le asignó un carácter liminar al decir: “si tienen la oportunidad de luchar por la independencia de America que no se separen de este librito”.

Para terminar esta selección de ideas comunicadas por Don Manuel Belgrano, va un aspecto que muestra su postura sobre la vida privada, al momento de diagramar pautas educativas. En una posición sesgada propone la educación de las niñas para evitar la ociosidad -diciendo que ellas “son más proclives a ese vicio que los varones”- eligiendo labores para servir a los demás integrantes de la familia. Por supuesto también incluye la enseñanza de la religión cristiana. Con lo dicho Belgrano supone que las niñas serán luego buenas madres, destino único para ellas. La enseñanza elemental sería común a varones y mujeres pero mientras que la misma significaba un techo para ellas, era un piso para ellos, que podrían aspirar a otros destinos. Si bien se trataba de un consenso sociocultural epocal, Belgrano acordaba con ese disciplinamiento instaurado secularmente por la enseñanza católica para organizar la vida familiar, modelo adoptado sin más por el Estado revolucionario.

Las tres décadas de intensa actividad pública de Manuel Belgrano lo muestran como un sujeto político comprometido, que fue modificando su accionar conforme al contexto que le tocó vivir, sin engañarse a sí mismo ni mucho menos a sus compatriotas. Formó parte de una generación de antiguo régimen que protagonizó cambios encaminados a un Estado Nacional moderno.

(*) Serie producida para El Litoral por la Junta Provincial de Estudios Históricos.

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