sábado, 13 de junio de 2020

Belgrano en la Provincia de Córdoba. Te cuento. -13- 06- 2020.-

2020, AÑO BELGRANIANO NACIONAL.

El Prócer y la provincia de Córdoba.

Córdoba es el corazón de la Argentina, cruce de meridiano y paralelo que divide en dos longitudes y alturas casi equivalentes la patria continental. La docta, la ciudad de la Universidad la Casa de Trejo, no podía estar ausente en la vida de Belgrano, que aunque se formó en España, supo muy bien la calidad de esa casa de estudios.
Recorriendo el Epistolario Belgraniano, no faltan cartas en las que el prócer se dirige al Gobierno, Cabildo y personas de esa ciudad. Camino a hacerse cargo del Ejército Auxiliador del Perú, a cargo de Juan Martín de Pueyrredon atraviesa las postas de Córdoba a matacaballo en un carruaje tan destartalado que maltrecho tuvo que dejarlo en Tucumán. Desde allí el 31 de marzo de 1812 le escribió a don Santiago Carreras, gobernador intendente de Córdoba: “aplaudo su celo y le empeño a que continúe inspirando el espíritu público que es tan necesario para que en los casos que se presenten halle la Patria el fuego del Patriotismo que he observado por todas partes tan apagado”. El término Patria y Patriotismo aparece reiteradamente en sus misivas.
Ya al mando del ejército, el 5 de abril volvió a escribir al gobernador y al Cabildo, dándoles cuenta de las falsas noticias que propalaban los realistas, “con malicia”, dando cuenta que seguían esas tropas en Suipacha, para pedirles a los destinatarios que lo hicieran “entender a ese vecindario, le inspire la constancia de su patriotismo que tan repetidas ocasiones tiene acreditado”.
No dejaba el general de bregar por la educación, en cualquier ámbito en que le tocara actuar, y el 4 de junio desde Jujuy le envía al gobernador el Reglamento que acababa de dictar para instruir a los reclutas “con que reforzar el Ejército de mi mando…”. A continuación agrega: “En consecuencia, hará V.S. que se publique y dispondrá su ejecución en todos los puntos de su distrito, dando las órdenes convenientes y pasando las copias de los formularios de los Jueces a quienes corresponda para que se llenen y lleve el predicho Reglamento a su más exacto cumplimiento. La Patria se gozará de este servicio y mirará a los primeros que lo entablen, como a verdaderos hijos suyos, que trabajan para el goce de sus derechos…”, para finalizar “Importa si de que las personas encargadas de la ejecución, sean honradas y patriotas a toda prueba…”.
Poco después del 10 de setiembre de 1812 las voces de bronce de las iglesia de Córdoba eran echadas a vuelo por orden del Gobernador, porque el 4 de ese mes Belgrano le informaba que había triunfado “en la tarde de ayer en Las Piedras.. Hágalo saber a todos los pueblos de su jurisdicción, convocándolos igualmente a dar gracias al Todopoderoso, con misa solemne y Tedeum, disponiendo se anuncien tan plausibles noticias con repique general de campanas”.
El 28 de setiembre desde Tucumán, le contesta al gobernador por su anhelo en “socorrer a este Ejército y entre los medios adoptados se propuso enviarme reclutas cuya dirección se varió por ordenes superiores; más ahora no es presumible que halle V.S. tropiezo igual”. El Triunvirato había ordenado a Belgrano bajar y él desobedeció esas órdenes dando batalla en Las Piedras y en Tucumán con las victorias conocidas, después del sacrificio del pueblo jujeño con su éxodo dejando atrás tierra arrasada. El 9 de octubre volvía a agradecerle haber celebrado con Tedeum por “el triunfo de las armas de la Patria”.
El 12 de enero de 1813 volvió a tomar la pluma para decirle al gobernador, que le pedía las medidas de los 4.000 zapatos que se iban a fabricar para calzar el ejército, “puede mandar se arreglen a cuatro tallas diferentes de hombres, y que todas cuatro sean sobre grandes, anchos y de punta redonda con concepto a que como todos los soldados por lo general se han criado descalzos, tienen en su talle el pie más grande que el común de los demás hombres que han usado siempre calzado, procurando que sean de suela descarnada en lugar de cordobán”.
En junio de 1819 Belgrano llega con el ejército a Córdoba y acampa a 44 kilómetros de la ciudad capital, a la vera del Camino Real en las cercanías de una capilla donde se veneraba desde 1698 una imagen de Nuestra Señora del Pilar, en el viejo camino de las postas. El general se encontraba delicado de salud y allí un 11 de setiembre de 1819 entregó el mando a su segundo el coronel don Francisco Fernández de la Cruz. Su entereza no le permitió alojarse en una casa y soportó las penurias de la vida de campamento junto al río, como lo apuntara el destacado historiador Efraín Bischoff. Se despidió de los solados con estas palabras: “Sigan conservando el justo nombre que merecen por sus virtudes” y ellos habituados a la disciplina pero también a la nobleza de su jefe decían: “Adiós, mi general, Dios nos lo devuelva con salud y lo veamos pronto”.

El histórico predio

Ese histórico predio quedó olvidado durante años, y fue el gobernador general Carlos B. Chasseing, quien durante su gobernación lo declaró monumento histórico provincial y además se restauró. Recuerdo que cordialmente invitado por el general José Giner a la sazón ministro de ese gobierno, visité el lugar cuando se estaban realizando las obras y posteriormente. 
Pero a estos episodios se agrega que desde Pilar, Belgrano escribió a San Martín, el 17 de agosto de 1819, donde después de comentar sobre la relación entre Blanco Encalada y Cochrane, comenta “Me complazco mucho de que Ud. se halle aliviado de sus males; yo, hace unos cuatro días que conozco hallarme mejor, y estoy con las mismas esperanzas que Ud. de que, calentando el tiempo, se pase esta incomodidad”. A Tomás Guido desde el mismo sitio le comentó lo mismo el 26 de agosto, sin embargo el mal estado de su salud iba a continuar, mientras tomaba el camino a Tucumán.
Volvería a pasar por la ciudad de Córdoba en su marcha a Buenos Aires en marzo de 1820, allí enfermo y carente de recursos fue el vecino Carlos del Signo quien le prestó 418 pesos para continuar viaje a su ciudad natal. Recluido en la chacra de San Isidro el 4 de abril le escribía a del Signo, “del comercio de Córdoba” anunciándole “desde el día 1º. de éste me hallo entre los míos, sin haber experimentado cosa alguna en el camino… Si me proporcionare alguna buena tropa de hombre de confianza agradeceré a Ud. me remita los efectos de mi equipaje que dejé a su cuidado, y la carretilla puede venir, hacia la culata de una de la tropa… Créame, que siento darle tantas incomodidades, todavía tengo que añadir otras…”. Le pedía además tres caballos que había dejado a cargo del maestro de postas de Impira y un “calisin” seguramente se trata del carruaje de un solo tiro de origen inglés que usaba en Tucumán.
Tuvo muchos amigos en esa ciudad y en esa provincia, donde su nombre lo recuerdan monumentos, calles y localidades, pero fundamentalmente en esa capilla del Pilar, nuevamente puesta en valor en los últimos años, donde concurría con asiduidad a pedir por su salud y la de la Patria, que la que deseaba ser “apenas un buen hijo”.

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