domingo, 28 de junio de 2020

La Bandera que Belgrano nos legó.- Te cuento.- 28 - 06 - 2020.-

  La bandera que nos legó Manuel Belgrano.

  En este texto, extraído del libro "Belgrano, el gran patriota argentino", recientemente publicado por                                                                            Sudamericana, se cuenta la creación de la enseña patria, hecho que aún incluye no pocos ribetes                                                            polémicos. La Capital.-Rosario.- Por Daniel Balmaceda / Historiador y periodista.-

    La Capital. - Sábado 20 de Junio de 2020
    El episodio más conocido en la historia de Belgrano, la creación de la bandera, ha generado una serie de polémicas y debates a lo largo de la historia. Sobre todo la cuestión referida al origen de los colores. También se ha discutido cómo fueron dispuestos esos colores en aquel pabellón original. Las pistas documentales son escasas y han posibilitado muchas conjeturas. Nos encantaría poder echar luz sobre este tema, pero es muy poco lo que lograremos aportar.
    En una muy escueta relación vamos a evocar aquella historia.
    Belgrano había partido de Buenos Aires rumbo a Rosario con el objetivo de alistar las baterías que ya estaban en construcción en la costa del Paraná. Llegó a su destino el 7 de febrero. Su primera inquietud fue que los soldados tuvieran un distintivo propio, una escarapela. Y esto nos obliga a aclarar que los distintivos civiles por cuestiones políticas eran las cintas, mientras que las escarapelas eran usadas por los militares para diferenciarse en el campo de batalla. Eran de un diámetro mayor al habitual y solían estar integradas al uniforme.
    Belgrano le escribió al Triunvirato para pedir que a sus soldados los autorizaran a usar la escarapela “blanca y celeste”. Una semana después recibió la aprobación oficial. Entonces se apresuró a reclamar una nueva autorización, la de una bandera que tuviera los colores de la escarapela.
    En realidad, se tomó la atribución de encargar su confección y emplazarla antes de recibir la conformidad. Esto ocurrió el 27 de febrero de 1812 en las barrancas de Rosario con motivo de la inauguración de una de las dos baterías. El mismo día, en Buenos Aires, el gobierno le encargaba que viajara al norte y tomara las riendas del derrotado ejército que en ese momento comandaba Pueyrredón (a quien, dicho sea de paso, no le pareció buena la idea de la escarapela).
    Los chasquis se cruzaron. El que viajaba a Rosario portaba la orden de que Belgrano se dirigiera a Jujuy, mientras que el que hacía el camino a Buenos Aires informaba sobre la creación de una bandera. El Triunvirato desaprobó la innovación y le escribió al jefe militar para censurar su conducta.
    El coronel no se enteró porque ya había partido al norte cuando llegó el chasqui. Desconociendo la prohibición, y entusiasmado con la bandera, el 25 de Mayo, en el segundo aniversario de la Revolución, realizó en Jujuy una ceremonia con el pabellón nacional. En un acto cargado de protocolo, la bandera, en brazos de su creador, fue bendecida en la catedral de Jujuy. Los pormenores de este suceso fueron comunicados al Triunvirato. Belgrano no estaba enterado de que le habían prohibido la insignia. Volvieron a escribirle en un tono más enérgico. La nota le causó una gran desazón. No esperaba que Rivadavia, secretario del Triunvirato, le impidiese aportar un elemento simbólico que podía ser entendido como una señal de unión entre los pueblos.
    Bernardino Rivadavia desaprobó la creación de Belgrano. Después viajaron juntos a Europa, en 1815.
    Bernardino Rivadavia desaprobó la creación de Belgrano. Después viajaron juntos a Europa, en 1815.
    Sin esconder su malestar, el gran patriota respondió con una carta que comenzaba diciendo que se sentía afectado por el contenido de la nota que recibió. Y continuaba de la siguiente manera:
    “Para hacer ver mi inocencia, nada tengo que traer más a la consideración de Vuestra Excelencia que el 3 de marzo referido no me hallaba en el Rosario. Pues conforme a sus órdenes del 27 de febrero, me puse en marcha el 1 o 2 del insinuado marzo, y nunca llegó a mis manos la comunicación de Vuestra Excelencia que ahora recibo inserta.
    “Pues, de haberla tenido, no habría sido yo el que hubiese vuelto a enarbolar tal bandera, como interesado siempre en dar ejemplo de respeto y obediencia a Vuestra Excelencia, conociendo que de otro modo no existiría el orden y toda nuestra causa iría por tierra”.
    Repasando en forma somera los hechos, Belgrano dijo a continuación:
    “Vuestra Excelencia mismo sabe que sin embargo de que había en el ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca, jamás la permití en el que se me puso a mandar; hasta que, viendo las consecuencias de una diversidad tan grande, exigí de Vuestra Excelencia la declaración respectiva.
    “Enseguida se circuló la orden, llegó a mis manos, la batería se iba a guarnecer, no había bandera y juzgué que sería la blanca y celeste la que nos distinguiese como la escarapela. Y esto, con mi deseo de que estas Provincias se cuenten como una de las naciones del Globo, me estimuló a ponerla”.
    Hasta allí, Rosario. Pero también necesitaba dejar en claro su accionar y motivaciones en Jujuy:
    “Vengo a estos puntos [latitudes]. Ignoro, como he dicho, aquella determinación. Los encuentro fríos, indiferentes, y tal vez, enemigos. Tengo la ocasión del 25 de Mayo y dispongo la bandera para acalorarlos y entusiasmarnos, ¿y habré, por esto, cometido un delito?
    Lo sería, Señor Excelentísimo, si a pesar de aquella orden, hubiese yo querido hacer frente a las disposiciones de Vuestra Excelencia. No así, estando enteramente ignorante de ella, la que se remitiría al comandante del Rosario y la obedecería, como yo lo hubiera hecho si la hubiese recibido”.
    Para que no quedaran dudas acerca de su obediencia, aclaró qué haría a partir de haber tomado conocimiento de la censura del gobierno.
    “La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya memoria de ella. Y se harán las banderas del Regimiento Nº 6, sin necesidad de que aquella [la bendecida en Jujuy] se note por persona alguna. Pues, si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el Ejército. Y como éste está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que se les presente”.
    De todos modos, se permitió expresar que los indios, un alto porcentaje de la población del norte, “ni gustan oír el nombre del rey, ni se complacen con las mismas insignias con que los tiranizan”. Por otra parte, dejando traslucir cierto estado de ofensa y molestia, aclaró a su amigo Rivadavia:
    “Puede Vuestra Excelencia hacer de mí lo que quiera, en el firme supuesto de que hallándose mi conciencia tranquila, y no conduciéndome a esa no otras demostraciones de mis deseos por la felicidad y glorias de la Patria (…), recibiré con resignación cualquier padecimiento, pues no será el pri­mero que he tenido por proceder con honradez y entusiasmo patriótico.
    Mi corazón está lleno de sensibilidad y quiera Vuestra Excelencia no extrañar mis expresiones, cuando veo mi inocencia y patriotismo apercibido en el supuesto de haber querido afrontar sus superiores órdenes, cuando no se hallará una sola de que se me pueda acusar, ni en el antiguo sistema de gobierno y mucho menos en el que estamos y que a Vuestra Excelencia no se le oculta [rotura del papel] sacrificios he hecho por él.
    “Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Jujuy, 18 de julio de 1812”.
    Por un lado, esta respuesta demuestra el enojo de Belgrano. Pero, por el otro, nos permite sumar algunos indicios acerca de la creación del emblema nacional.
    Antes de enfocarnos en el tema del color creemos necesario hacer una aclaración. Algunos investigadores han interpretado la nota del 27 de febrero como un anuncio de que Belgrano estaba mandando a hacer la bandera. Según esa corriente, el gran patriota no habría enarbolado el pabellón nacional en Rosario el 27 de febrero, solo habría mandado confeccionarlo. La expresión del creador fechada ese día fue la siguiente: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia”.
    Este hecho parecía ser confirmado por la falta de algún tipo de mención sobre la bandera en el discurso o arenga que les dio a sus hombres en aquel día, además de que no han quedado rastros de ella.
    Creemos que la respuesta que envió a Rivadavia nos ofrece una pista muy concreta cuando aclara que nunca recibió en Rosario la nota del gobierno, y aclaró: “Pues, de haberla tenido (la instrucción), no habría sido yo el que hubiese vuelto a enarbolar tal bandera”. Notemos que dice “vuelto a enarbolar”. Está afirmando que ya había enarbolado antes una bandera. Por lo tanto creemos que esta mención de Belgrano apoya la idea de que efectivamente el 27 de febrero la bandera blanca y celeste ondeó en el cielo de Rosario.
    El otro asunto, más complejo, se refiere al origen del blanco y celeste. Se ha dicho: que fueron los colores empleados por los morenistas en 1811, que fueron tomados del manto de la Virgen, que eran los de la banda de la Orden de Carlos III, que correspondían a los colores del penacho de los Patricios, que representaban al escudo de Buenos Aires donde el río de la Plata sería el blanco y el firmamento, el cielo, el celeste.
    Definitivamente no vamos a poder resolver el enigma, pero sí queremos poner la lupa en un comentario de la carta a Rivadavia donde dice: “Vuestra Excelencia mismo sabe que sin embargo de que había en el ejército de la Patria cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca, jamás la permití en el que se me puso a mandar; hasta que, viendo las consecuencias de una diversidad tan grande, exigí de Vuestra Excelencia la declaración respectiva”. Es notable la manera en que Belgrano aclara que ya había cuerpos militares que la utilizaban. Incluso, que él no la había permitido entre sus hombres. Está reconociendo en estas líneas que él no fue quien definió los colores.
    Por lo tanto, si bien no sabríamos explicar el origen de ellos, debemos dejar en claro que Belgrano no los aportó, sino que ya venían impuestos por alguna costumbre más allá de sus ideas y creencias.
    En torno al pabellón
    Entonces, ¿Belgrano creó la bandera? La respuesta es compleja. Si bien tuvo la intención, su proyecto fue rechazado por el gobierno. No obstante, con el tiempo, aquella idea de crear un distintivo terminó resolviéndose en conjunción con el proyecto belgraniano.
    Hay un par de puntualizaciones que vale la pena remarcar. En la década de 1820 se realizaron muchos homenajes a Belgrano. En ellos participaron sus amigos, parientes y también soldados. Ninguno de sus contemporáneos llamó a Belgrano “el creador de la bandera”. Se le prodigaron elogios de todo tipo. Se mencionaron sus acciones en el Consulado, en la Primera Junta, sus campañas, su acción diplomática y su participación en el Congreso de Tucumán, pero nadie evocó aquella tarde de febrero en Rosario ni lo postuló como el hombre que nos dio la insignia patria. Es importante para entender que la relevancia que le damos al hecho en nuestro tiempo no la tuvo hace doscientos años.
    Asimismo, nos gustaría ofrecer una mirada acerca de la disposición de los colores de aquella primera bandera. No existe ninguna referencia de la de Rosario y las posteriores han sido muy diferentes. Por ejemplo, las banderas que aparecieron escondidas en una iglesia de Macha, el pueblo al que se dirigió luego de ser vencido en Vilcapugio, tienen franjas invertidas: una de ellas es celeste-blanca-celeste, mientras que la otra es blanca-celeste-blanca. Algunos historiadores sostuvieron que, como Belgrano habló de blanco y celeste al referirse a los colores de la escarapela (y luego dijo que mandó hacer una bandera de los colores de la escarapela), el pabellón solo tenía dos franjas. Esta teoría puede comprobarse con una obra de arte. Durante la estadía en Londres, en 1815, Belgrano y Rivadavia se retrataron cada uno por su cuenta frente al mismo pintor. El cuadro de Belgrano, cuyo original se encuentra en la ciudad de Olavarría, presenta una escena de la batalla de Salta a espaldas del prócer. En ella se advierten tres banderas. Salvo una cuya forma no puede determinarse, las otras dos muestran claramente pabellones de dos únicas franjas, la blanca en la superior y la celeste en la inferior.
    Allí en Londres estaban juntos los dos protagonistas de la creación de la bandera. Hombres que en 1815 compartieron meses de navegación y de actividad diplomática. Con tanto tiempo de convivencia, ¿acaso jamás conversaron sobre aquel episodio que les tocó vivir en febrero de 1812, mientras uno estaba en Buenos Aires y el otro se movía de Rosario a Jujuy? Que el cuadro de Belgrano muestre aquella disposición de la bandera es algo que no debemos pasar por alto porque no se pintó frente a dos ignorantes del tema.
    Otro comentario: en 1814, Belgrano le entregó el ejército a San Martín. En una carta posterior, le pidió que conservara la bandera que le había dejado y que la enarbolara cada vez que hubiera formación. En caso de que la insignia aludida en la correspondencia haya tenido dos cuerpos, uno blanco y otro celeste, terminaría siendo similar al pabellón del Ejército de los Andes que mandó confeccionar San Martín a fines de 1816.
    De todas maneras, y aun siguiendo esta idea, cabe aclarar que las primeras dos veces que los realistas mencionaron la bandera (en mayo de 1813 y en una fecha posterior ese mismo año), en ambos casos la describieron de tres franjas, de las cuales la superior y la inferior eran celestes, mientras que la del medio era blanca. En una de las citas dicen que la franja blanca era más ancha que las otras dos.
    ¿Esto deja sin efecto la teoría de la relación entre la bandera que Belgrano le dejó a San Martín y la que creó el Libertador para el Ejército de los Andes? Creemos que no, porque el descubrimiento de las dos banderas en Macha prueba que convivían distintos modelos. Lo único que se sostenía en todos los ejemplares era la combinación del celeste y el blanco.
    Otro de los detalles curiosos que podemos aportar a la historia de los colores de la bandera es la mención que hace la Gaceta de Buenos Aires el viernes 23 de octubre de 1812, a un mes de la victoria de las tropas de Belgrano en Tucumán.
    Por empezar, el sorpresivo título: “Triunfo de las banderas de la Patria”. Aun sabiendo que en realidad el pabellón no flameó en Tucumán, este fue el primer reconocimiento oficial de la bandera, o al menos, su aceptación pública en Buenos Aires. En esa extensa nota se hizo mención a un decreto del gobierno que proponía que a los soldados que habían participado en la acción de Tucumán se les concediera “el distintivo de una charretera de hilo de lana blanca y celeste”. Lo mismo para los sargentos, a quienes les otorgaron “un cordón de lana blanca y celeste con borlas”. A los oficiales, hasta el rango de coronel, “un escudo de paño blanco con orlas de paño celeste”. Esto significa que en cuanto asumió el Segundo Triunvirato (el 8 de octubre de 1812), se sumó a la idea de los tonos señalados por el gran patriota. Quisimos destacar esta publicación porque se trata de la primera mención que se hace de los colores patrios, más allá de las disposiciones planteadas por Belgrano y el Primer Triunvirato en febrero del mismo año.
    A partir de entonces, parecían todos encaminados en el mismo sentido. Nuestros hombres debían marchar detrás de una nueva bandera. Y los colores de los cordones para celebrar el primer gran triunfo militar de la patria fueron nada menos que el blanco y el celeste

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