martes, 23 de junio de 2020

Epitafio de Santo Tomás Moro. Te cuento las cuarenta.- 23- 06 -2020.-

Salvador Fornieles
EL EPITAFIO DE SANTO TOMÁS MORO
«Tomás Moro, nacido en la ciudad de Londres, de familia honrada, sin ser célebre, y un tanto entendido en letras, tras haber ejercido en el foro durante algunos años de su juventud y administrado justicia como Under-Sheriff en aquella ciudad, fue llamado a la Corte por el muy invicto rey Enrique VIII, (que fue el único entre los reyes que mereció el justo título de Defensor de la Fe, como verdaderamente lo demostró con la pluma y con la espada: renombre hasta entonces desconocido). Se le nombró miembro del Consejo, siendo hecho Caballero, luego Vice-Tesorero, más tarde Canciller del ducado de Lancaster y, finalmente, por admirable favor del rey, Canciller de Inglaterra».
Estas breves palabras autobiográficas de Tomás Moro pertenecen al principio del epitafio, redactado por él mismo en 1532, a los cincuenta y tantos años. Además de la semblanza, de la que sólo incluimos algún párrafo más, el epitafio trae una poesía que había compuesto en su momento a causa de las cosas que se dijeron de él por su segundo matrimonio. No sería extraño pensar que la poesía intente justificar el deseo de trasladar los restos de su primera mujer, al lado de donde irían él y su segunda esposa.
La historia, aunque abreviada, fue así. En 1505 se había casado con Jane Colt –Juana-, con la que tuvo cuatro hijos, pero el matrimonio no duró mucho. Efectivamente, a los seis años de casados Jane murió, por lo que Moro se casó nuevamente, con Alicia Middleton, por cierto, viuda y con una hija.
«Trasladados aquí –sigue el epitafio- los huesos de su primera esposa, cuidó la construcción de este sepulcro para avezarse, día a día, a la idea de que la muerte se acerca arrastrándose sin tregua. Y, para que no haya erigido en vano esta tumba mientras vive, y no tiemble ante al horror de la inminente muerte, sino que la acepte con alegría por ansias de Cristo, y para que la muerte no le sea cruda extinción sino entrada a una vida más feliz, te suplico, buen lector, que le ayudes en vida con tus piadosas oraciones y las continúes cuando muera.
Aquí yace Juana, querida mujercita de Tomás Moro;
sepulcro destinado también para Alicia y para mí.
En los años de mocedad estuve unido a la primera: gracias a ella me llaman padre un chico y tres chicas.
La otra fue para con ellos –cosa rara entre madrastras- madre cariñosa, como si de hijos propios se tratara.
De igual modo vivo con ella como viví con la anterior: difícil es decir cuál de las dos me es más querida.
¡Ay, qué gran suerte sería estar juntos los tres!
¡Ay, qué dicha si lo permitieran la religión y el destino!
Y por eso pido al cielo que esta tumba nos cobije unidos, concediéndonos así la muerte lo que no pudo la vida» .
En 1534 –dos años más tarde de esta redacción- le pidieron que se presentara a jurar el Acta de Sucesión del rey, es decir, a reconocer la unión de éste con Ana Bolena, su pretendida segunda esposa, y su prole como legítimos herederos del trono. Además, en dicha acta se repudiaba «cualquier autoridad extranjera, sea príncipe o potestad».
Moro se negó al juramento, por lo que fue condenado a prisión.
No conforme con dicho juicio, al año siguiente fue nuevamente juzgado por alta traición ya que no quiso reconocer una nueva Acta por la cual el rey se convertía en el jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra. Moro fue condenado a la horca, pero el rey conmutó magnánimo la pena por decapitación. Fue ejecutado el 6 de julio de 1535.
Su cuerpo después de ser enterrado dentro del recinto de la Torre de Londres, fue arrojado a una fosa común para que no se lo pudiera reconocer con posterioridad. Sin embargo, la cabeza, que había sido expuesta en una pica en la entrada del puente de Londres, fue recuperada por su hija Margarita bajo soborno, y ahora descansa en la tumba de los Roper, en la Iglesia protestante San Dunstand de Canterbury.
-texto sacado del del libro: "Y te den gloria"- Salvador Fornieles.

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