sábado, 22 de agosto de 2020

Corresponjdencias entre Belgrano y San Martín. -22. - 08 -2020.-

OPINIÓN.- 2020, AÑO BELGRANIANO NACIONAL.- La correspondencia entre Belgrano y San Martín. Dario La Prensa. POR ROBERTO L. ELISSALDE 22.08.2020. A pocos días del aniversario del general San Martín, en esta columna trataremos de mostrar algunos párrafos quizás olvidados de las primeras cartas que le enviara Manuel Belgrano antes de su encuentro. Sólo unos pocos meses se vieron en su vida entre enero y abril de 1814, pero fueron lo suficiente para establecer una comunión de ideales y apreciar cabalmente cada uno de ellos las dotes del otro. En una de las primeras del 8 de diciembre de 1813 desde Humahuaca le escribía: “no siempre uno puede lo que quiere, ni con las mejores medidas se alcanza lo que se desea: he sido completamente batido en las pampas de Ayohuma cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes y nada me arredrará para servir, aunque sea en la clase de soldado, por la libertad e independencia de la Patria”. Un rasgo común en ambos hombres la entrega y el renunciamiento, en aras de la causa patriota. En esa misma carta vemos el reconocimiento de Belgrano a San Martín por sus dotes militares y la estrechez de miras del gobierno porteño: “Lo pedí a Ud. desde Tucumán, no quisieron enviármelo, algún día sentirán esta negativa; en las revoluciones y en las que no lo son, el miedo sólo sirve para perderlo todo”. Más adelante agregaba esta crítica a él mismo y a sus compañeros alistados en el ejército: “Somos todos militares nuevos, con los resabios de la fatuidad española y todo se encuentra, menos la aplicación y contracción para saberse desempeñar; puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca, tratemos de otros esfuerzos que son dados a los hombres que pueden y deben llamarse tales”. Una semana después le llegó a Belgrano la noticia del nombramiento de San Martín, desde el mismo lugar le escribió: “Vuele Ud., si es posible; la Patria necesita que se hagan esfuerzos singulares, y no dudo que Ud. los ejecute según mis deseos para que yo pueda respirar con alguna confianza, y salir de los graves cuidados que me agitan incesantemente… no tendré satisfacción (mayor) que el día que logre tener la satisfacción de estrecharlo entre mis brazos, y hacerle ver lo que aprecio el mérito y honradez de los buenos patriotas como Ud…”. Desde Jujuy el día de Navidad de 1813, Belgrano le comentaba el estado del ejército. No dudaba en reconocer la lealtad y capacidad de Manuel Dorrego “único jefe con quien puedo contar, por su espíritu, resolución, advertencia, talentos y conocimientos militares”. En la misma después de firmar agrega este párrafo que habla por sí solo de la nobleza de Belgrano: “He pedido a Holmberg, conozco su constancia en el trabajo, conozco los principios científicos que posee, como también su genio y puede ser utilísimo”. Es el mismo Holmberg que no había dudado en enviar a Buenos Aires dos días después de la batalla de Tucumá Belgrano hace referencias a menudo del estado del ejército, así “una porción de gente nueva a quien se está instruyendo lo mejor posible, pero todos cual Adán”. No hace falta ser más gráfico. En una carta Tomás Manuel de Anchorena a su hermano Nicolás, fechada en Jujuy el primer día del año 1814, aclara el motivo por el cuál Belgrano gozaba de opinión en la capital. La carta destinada a alguien que residía en Buenos Aires demuestra los verdaderos motivos. Belgrano se hacía responsable de todo y veremos cuantos nombres conocidos caen en los que abandonaron al general: “Del estado de luto en que se halla ese pueblo, y las execraciones con que se producen muchísimos contra Belgrano. Ya es sabido que todo general vencedor es un héroe, aunque sea un facineroso o tirano, y que el vencido es un inicuo, aunque esté lleno de virtudes, porque los pueblos, en lo más de su número, corrompidos e ignorantes, juzgan de las acciones por su resultado, y gradúan su mérito, según más o menos lisonjean sus pasiones y deseos. Belgrano sólo siente la pérdida, y desprecia todo cuanto digan, pues ni él se ha constituido jamás en la obligación de vencer siempre, sino tan solamente de poner los medios para lograr la victoria; y, de éstos, los que están a su alcance como un ciudadano, que jamás ha aprendido el arte de la guerra, y es general porque le mandan que lo sea, ni se considera culpable de las desgracias acaecidas… Es bien constante que él se ha sostenido hasta el fin, cuanto ha podido en las dos acciones, que los jefes no le han ayudado en nada, y que éstos, muchos de los comandantes, y la mayor parte de la oficialidad, han procedido con la mayor cobardía, huyendo unas veces, escondiéndose tras de morros y barrancas, otras, tendiéndose de barriga en el suelo, de modo, que, al fin de las investigaciones, no ha tenido la tropa oficiales que la manden. Y de esto ¿quién tiene la culpa? El gobierno, que ha conferido los empleos militares a hombres sin talentos, sin honor y sin educación, que sólo sirven para sacrificar a los demás, por atender a consideraciones particulares, y dar de comer a quienes vivían en la miseria por su inutilidad. El gobierno que no tuvo rectitud y energía para castigar a los cobardes del Desaguadero (es el culpable de estas derrotas). El gobierno no ha sabido sostener a Belgrano en los castigos que ha hecho con varios oficiales ineptos, y que cuando han sido algunos arrojados de este ejército, por indignos de vestir el uniforme, al momento los ha colocado y aún ascendido, a pesar de los informes que se le han hecho, execrando de este modo la autoridad y la justicia, y protegiendo abiertamente el crimen. ¿No es un escandaloso crimen que debe ser castigado con un presidio el que Perdriel# y Aráuz#, únicos comandantes que han quedado de infantería, viendo el estado de desorganización en que se halla el ejército y nuestros graves apuros, hayan pedido licencia para retirarse a ésa, el primero, y al Tucumán el segundo? Pues esto mismo han hecho varios oficiales, y el General que a todos se las concede, porque conoce su cobardía e ignorancia, y la perversidad de su corazón, que son capaces de todo mal, estrechándolos a servir contra su voluntad. Díaz Vélez pasó a Tucumán a activar los trabajos de la fábrica, y curarse, al mismo tiempo, de una sarna leprosa que le ha salido. De mismo modo se hallaban en todos los demás ramos de su facultad, y si se duda de esto, pregúntese ¿Cuándo se los ve leer a nuestros oficiales? ¿Qué obras militares tienen? Pero ¿qué digo que obras militares? ¿Otros tienen las ordenanzas y el color, y en que tiempo las saludan? Y, por aquí, fácilmente se podrá colegir el sumo grado de ignorancia en que se hallan.- No piensan en otra cosa que en jugar y putear, y es necesario que el General visite los cuarteles, para que se barran, porque de lo contrario la tropa se atolla en inmundicia y se enferma, que recorra continuamente los hospitales, el parque y maestranza, pues de no, todo está en desorganización, y, por último, que ande por las calles, de día y a deshora de la noche, celando la tropa, que no juegue ni se reúna en las pulperías, rompiendo a cada paso bastones en dar palos, porque ni para esto, ni para contener de noche en los cuarteles a los soldados, sirven los señores oficialejos. Todo su Dios y atención es la de recorrer estrados, jugar y fornicar cuanta puta se les presenta, para después salir enfermos, y licenciarse al mejor tiempo, a pretexto de curarse. Dirá cualquiera ¿y porque Belgrano no los contiene? Pero, ¿cómo? Nadie ignora todo lo que se requiere para imponer un castigo grave a un oficial, y cuando Belgrano ha procedido contra alguno, como ha debido y lo exigían las circunstancias, el gobierno ha aprobado su conducta en papel, pero la ha desairado con sus manejos, protegiendo a los delincuentes. En cuanto a mí, va enhorabuena que crean me han engañado y que estoy atolondrado. Si esto es así, me servirá por ahora de fundamento para seguir en mi atolondramiento, el que todos estos pueblos lo estén, pues a pesar de estos contrastes aprecian sobremanera a Belgrano, porque, aunque no lo tengan por héroe, creen que no ha de venir otro mejor que él. La muchedumbre de Potosí que se ha reputado y reputa aunque tan contraria a nosotros, lo recibió a su regreso de Ayohuma, como a un general victorioso. Estos dos pueblos, el de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, han hecho motu propio con sola la noticia de nuestra última desgracia, con lo que dan una prueba, la más decisiva y auténtica, de la confianza que tienen en este jefe, y del aprecio que les merece”. Estos párrafos esclarecedores, nos demuestran el por qué el deseo de Belgrano por la llegada de San Martín, como escribió a fines de febrero de 1814: “Al fin he logrado que el ejército tenga un Jefe de conocimientos y virtudes”. Pero también Belgrano como lo afirmó el Libertador años después: “yo me decido por Belgrano: éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América lleno de integridad, y talento natural: no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur”

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