jueves, 27 de agosto de 2020

Manuel Belgrano, la Agricultura, Industria y Comercio. -27 - 08 - 2020.-

Manuel Belgrano: Su obsesión era el fomento de la agricultura y la industria. Belgrano desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos.- Felipe Pigna. 20/06/2017.- Campo en Acción.-27 de Agosto,2020.- Belgrano se había formado en el Colegio de San Carlos y luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en España. En 1794, asumió como primer secretario del recientemente creado Consulado, desde donde se propuso fomentar la educación. Creó Escuelas de primeras letras, de Agricultura y de Comercio,de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. El 20 de junio de 1820 moría en Buenos Aires Manuel Belgrano quien fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor de la industria nacional e impulsor de la agricultura. Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes anuales del Consulado. Una de sus preocupaciones centrales en materia económica fue el fomento de la agricultura y de la industria. Belgrano desconfiaba de la riqueza fácil que no fuera con el trabajo, Su obsesión era el fomento de la agricultura, la ganadería y la industria. El secretario del Consulado proponía proteger mediante la subvención las artesanías e industrias locales. Consideraba que “la importación de mercancías impedían y perjudicaban el progreso de las manufacturas locales y conducían a la ruina de una Nación”. En la Memoria del Consulado 1802 presentó un plan industrialista: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse", y todo su empeño fue fomentqr y darle nueva forma, "a la industria nacional y después venderlas”. "Recuerden que estamos empeñados en vencer la ignoracia y la pobreza con la Educación, por eso creamos escuelas para varones y mujeres las cuales serán las madres de nuestros hijos y maestras desde la tierna infancia"; en otro párrafo insistiría: “Ni la agricultura ni el comercio serían suficientes para establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa Industria, el uso de la inteligencia y de las manos, propios de las personas emprendedoras” y explicaba:"debemos utilizar la madera y el cuero, así como tenemos las carretas, los puentes, los lanchones de madera y las riendas de cuero, del mismo modo fabriquemos los zapatos, produzcamos trigo y lino industrialicemos las fibras;tripliquemos la cría del ganado caballar, mular, ovino, de llamas, de alpacas para utilizar la carne y con la lana abastecer a los telares que producen indumentarias y ponchos como hacen numerosas mujeres que venden sus productos para ayudar al hogar; cultivemos en el Litoral la yerba, la mandioca, la piña, las naranjas y mandarinas; en las montañas ampliar la plantación de nogales,olivares, ciruelos y las vides, así tendremos frutos secos, aceite, vino y aguardiente; en la planicie cultivarán el trigo,el lino, la papa, la batata, el zapallo, la cebolla, los ajos,los porotos, las habas,los pimientos, con el fin de abastecernos y exportar. La industria y la exportación nos darán dinero.Además todos los habitantes tendrán "huerta familiar" así las amas de casa tendrán a mano verduras frescas y plantas aromáticas". Las ideas innovadoras de Belgrano encontraron la firme oposición de los miembros del Consulado, quienes eran “todos comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, que nada sabían más que su comercio monopolista, comprar por dos o cuatro para vender con toda seguridad a ocho”. En un artículo aparecido en el Correo de Comercio, Belgrano destacaba la imperiosa necesidad de formar un sólido mercado interno, necesario para una distribución equitativa de la riqueza: “El amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la Agricultura e Industria por medio del Comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la Patria, la cual no podrá salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio". "El Comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los objetos, aumentando los capitales y con éllos el fondo de la Nación. Es necesario buscar y facilitar el consumo, a un precio ventajoso, tanto para el creador como para el consumidor.De ello resultará el aumento de los trabajos útiles, la abundancia, la comodidad y la población como una consecuencia natural”. Sus incansables preocupaciones abarcaron desde la enseñanza estatal gratuita y obligatoria, hasta la reforma agraria. Infatigable ante los obstáculos encontrados a su paso diría: “Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría a favor de las provincias por personass que por sus intereses particulares posponían el bien común. Sin embargo, me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”. Referencias: Belgrano Mario,Historia de Belgrano. Giménez Ovidio,Contador e Historiador-1909-1998- Felipe Pigna, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma, 2004, págs. 348-350. ................................................................................. Autor: Felipe Pigna En estos días de tanta discusión y poco debate se hace necesario recurrir a aquellos que pensaron el país antes que nosotros. Recurrir al pensamiento de uno de nuestros padres fundadores El Dr.Manuel Belgrano, Economista, fue el primero que pensó económicamente estas tierras, a las que soñó distintas, prósperas y justas. Se llamaba Manuel Belgrano y había nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España, en las Universidades de Valladolid y Salamanca. Llegó a Europa en plena Revolución Francesa y vivió intensamente el clima de ideas de la época. Así pudo tomar contacto con las ideas de Rousseau, Voltaire, Adam Smith y al fisiócrata Quesnay. Se interesó particularmente por la fisiocracia, que ponía el acento en la tierra como fuente de riqueza y por el liberalismo de Adam Smith, que había escrito allá por 1776 que “La riqueza de las Naciones” estaba fundamentalmente en el trabajo de sus habitantes, en la capacidad de transformar las materias primas en manufacturas. Belgrano pensó que ambas teorías eran complementarias en una tierra con tanta riqueza natural por explotar. En 1794 regresó a Buenos Aires con el título de abogado y con el nombramiento de Primer Secretario del Consulado, otorgado por el rey Carlos IV. El consulado era un organismo colonial dedicado a fomentar y controlar las actividades económicas. Desde ese puesto, Belgrano se propuso poner en práctica sus ideas. Había tomado clara conciencia de la importancia de fomentar la educación y capacitar a la gente para aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo técnico, de matemáticas y de náutica. Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes anuales del Consulado en los que tratará por todos los medios de fomentar la industria y modificar el modelo de producción vigente. Desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrolla a la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Su obsesión era el fomento de la agricultura y la industria. Daba consejos de utilidad práctica para el mejor rendimiento de la tierra recomendando que no se dejara la tierra en barbecho, pues “el verdadero descanso de ella es la mutación de producción”... Aconsejaba el sistema que se usaba en aquel tiempo en Alemania, que hacía de los curas párrocos verdaderos guías de los agricultores, realizando éstos, gracias a sus conocimientos, experimentos de verdadera utilidad, enseñándoles las prácticas más adelantadas. Belgrano, el más católico de todos nuestros próceres, entendía que estas eran funciones esenciales de los curas que encuadraban dentro de su ministerio, “pues el mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen”. El secretario del Consulado proponía proteger las artesanías e industrias locales subvencionándolas «un fondo con destino al labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos». Porque «La importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación». Esta era, a su entender la única manera de evitar “ los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que, desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, sólo aspiran a su interés particular, o nada les importa el que la clase más útil al Estado, o como dicen los economistas, la clase productiva de la sociedad, viva en la miseria y desnudez que es consiguiente a estos procedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan». En Memoria al Consulado 1802 presentó todo un alegato industrialista: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas.” En unos de sus últimos artículos en el Correo de Comercio, resaltaba la necesidad imperiosa de formar un sólido mercado interno, condición necesaria para una equitativa distribución de la riqueza: “El amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la agricultura e industria por medio del comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la patria porque mal puede ésta salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio y por consiguiente, lejos de hablar de utilidades, no sólo ven sus capitales perdidos, sino aun el jornal que les corresponde. Sólo el comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos, aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación, porque buscando y facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso, así para el creador como para el consumidor, de que resulta el aumento de los trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como una consecuencia forzosa.” Belgrano fue el primero por estos lares en proponer a fines del siglo XVIII una verdadera Reforma Agraria basada en la expropiación de las tierras baldías para entregarlas a los desposeídos: “es de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se le dan propiedades ( …) que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan, al menos en una mitad, si en un tiempo dado no se hacían las plantaciones por los propietarios; y mucho más se les debería obligar a los que tienen sus tierras enteramente desocupadas, y están colinderas con nuestras poblaciones de campaña, cuyos habitadores están rodeados de grandes propietarios y no tienen ni en común ni en particular ninguna de las gracias que les concede la ley, motivo porque no adelantan …». Se trata como puede leerse de un pensamiento sabio, muy avanzado para la época, de una actualidad que asombra y admira, la de aquel hombre que se nos fue un 20 de junio de 1820 en medio de la indiferencia general, mientras en plena guerra civil Buenos Aires tenía tres gobernadores en un mismo día, aquel genial Manuel Belgrano que alcanzó a decir “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias.» Bibliografía: - Giménez Ovido.-1909- 1998-Vida obra y legado de Belgrano. - Belgrano Mario, Vida de Mauel Belgrano. - Pigna Felipe, Mitos de la Historia Argentina.El Historiador.com.ar ........................................................................... Belgrano, mucho más que el primer economista argentino. Juan Carlos de Pablo. (Entrevista al Historiador Hispano Argentino Ovidio Giménez). Hace 250 años nacieron Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y Ludwig van Beethoven. Seguramente que los argentinos nos acordaremos mucho más del genial músico alemán que sus compatriotas del creador de nuestra bandera. Belgrano es mi prócer favorito, porque es el "boy scout" (hoy, ¿persona scout?) de la historia argentina. En los dramáticos primeros años, luego de la revolución de mayo de 1810, cuando hubo que enfrentar situaciones difíciles, él nunca dijo que no. Al respecto conversé con el español Ovidio Giménez (1909-1998), quien a partir de 1935 y durante 37 años desarrolló una importante carrera empresaria en Molinos. En 1960 la fundación que lleva su nombre creó un premio anual, que entre otros recibieron José María Dagnino Pastore, Celso Manteiro Furtado, Carlos García Martínez, Luisa Montuschi, Julio Hipólito Guillermo Olivera y Vicente Vázquez Presedo. Lo entrevisté porque, de manera póstuma, se publicó su Vida, época y obra de Manuel Belgrano, una obra de 794 páginas que, según Enrique de Gandia, "es un formidable esfuerzo de erudición: tal vez el más grande que se ha hecho después de Mitre". -Es evidente que usted admira a Belgrano, pero el tenor de libro es sobrio. -Prefiero que la admiración del lector surja de mi descripción del hombre y la circunstancia, y no porque yo se la imponga o siquiera se la sugiera. -¿Por qué el padre de Belgrano lo mandó a España a estudiar? -Porque sabía, por su experiencia, que el comercio ultramarino producía grandes utilidades, pero requería amplios conocimientos que no se podían adquirir en la colonia. Lo cual tenía poco que ver con el arte de comprar y vender y mucho con las regulaciones. Belgrano en Salamanca, como Adam Smith en Oxford, aprendió más en la biblioteca que en las aulas. Más importante fue que, al relacionarse con gente de cultura, prestigio e influencia ante la Corte, logró que lo nombraran Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires. -Se lo considera el primer economista argentino. -Por los informes que enviaba a la Corona, que están llenos de hechos, reflexiones y propuestas. Belgrano no conocía personalmente el interior del país y carecía de tiempo para recorrerlo, pero invitaba a su despacho a cuanta persona podía y creía que pudiera serle de utilidad con su información. -¿Es cierto que el sistema comercial entre España y las colonias en la práctica era un disparate? -Así es. ¿A quién se le pudo haber ocurrido, con los medios de transporte y el poder de policía entonces existentes, que dicho comercio solo se podría hacer desde un puerto español hacia otro ubicado en América, desde donde las mercaderías serían distribuidas por tierra? El contrabando fue un obvio subproducto de un esquema empíricamente absurdo. -El 25 de mayo de 1810 no murió nadie. -Lo cual no quiere decir que desde el primer momento estuvo todo claro y calmo. Juan Bautista Alberdi decía que la Revolución de Mayo había sido porteña, no argentina. Y Cornelio Saavedra describe en sus memorias la situación de angustia que en los primeros momentos dominaba a los responsables de los sucesos de Mayo. Los poderosos de algunas provincias estaban en contra y podían reaccionar utilizando las armas, y encima existía la posibilidad de que España, liberada de Napoleón, intentara la reconquista de las tierras que habían declarado su independencia. -¿Qué me puede decir de la personalidad de Belgrano? -Que no era un orador, su timbre de voz no lo ayudaba; sí era un escritor nato y un periodista hábil, pero en aquel entonces pocos sabían leer. Era un estadista, pero no un hombre de gobierno para épocas revolucionarias. Carente de ambición, pacífico por naturaleza, modesto por carácter, la vigorosa personalidad de Mariano Moreno inicialmente eclipsó, en los primeros momentos, su figura mesurada y serena. -Abogado, metido a militar. -La historia se presta más a señalar su actuación militar, pero donde su figura verdaderamente se ilumina es en su accionar cívico y su personalidad civil. En marzo de 1812, el gobierno lo nombró al frente del ejército del Norte, dejándolo librado a su suerte al no poder prestarle ayuda. En Jujuy ordenó "tierra arrasada". No huyó, retrocedió; no se fue, solo se retiró. Tenía órdenes de bajar hasta Córdoba. Bernardino Rivadavia, desde Buenos Aires, insistió con la orden, pero la carta llegó una semana después de que Belgrano venciera en Tucumán. Luego vinieron la victoria de Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. -Sobre esta última, el general José María Paz le criticó el proceso decisorio. -En sus Memorias, Paz dijo: "Hay generales que forman el plan de batalla en su cabeza y después buscan un terreno adecuado para realizar su ideal concepción. Ante un incidente, falla el plan y su aplicación práctica desencadena errores que se pagan muy caros. Belgrano no debió con tanta anticipación ocupar el campo de batalla que había elegido, revelando de este modo sus intenciones. Pezuela presentó la más bella ocasión de vencerlo, bajando tan lenta como estúpidamente una cuesta que era un verdadero desfiladero. Si en esos momentos hubiera sido atacado, es más que probable que hubiera sido deshecho. La batalla de Ayohuma estuvo perdida antes de darse". -Es decir, Paz no revisó la decisión de Belgrano porque perdió la batalla; la hubiera criticado igual. -Como tiene que ser. El arquero que cuida un ángulo del arco, cuando la pelota se le mete en el ángulo opuesto, no se equivocó; porque por algo tomó la decisión. -¿Es cierto que quería implantar una monarquía? -Quien mira el pasado con ojos del presente, no entiende nada. A comienzos de 1814, Fernando VII había sido restituido, la revolución chilena había fracasado, el bastión español continuaba fuertemente entronizado en Lima como poderoso centro militar, y Brasil no cejaba en sus asechanzas e intentos expansionistas. El odio a Buenos Aires alzaba a las provincias, el desorden era la única ley vigente, la disciplina parecía quebrada y el fanatismo estaba en ebullición. En este contexto, Belgrano quiso "monarquizar" a la Argentina, dotarla de personalidad, darle nobleza e imprimirle jerarquía. En Europa, república era una mala palabra, y de democracia ni se hablaba. -Belgrano murió pobre. -Y con salud siempre precaria. Su muerte pasó inadvertida para la población de Buenos Aires. Durante su sepelio no hubo formación de tropas, ni discursos, ni gentes: solo el silencio como homenaje. El día de su fallecimiento, el 20 de junio de 1820, es recordado como el día de los tres gobernadores. -Pero al menos murió en su país, no como José de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. -Así es. -Don Ovidio, muchas gracias. Bibliografía: - Mitre Bartolomé. Belgrano y la Independencia. - Belgrano Mario. Vida de Manuel Belgrano. ...

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