sábado, 16 de mayo de 2020

Evaluar los esfuerzos educativos.Te cuento las cuarenta.-16-05-2020.-

Pautas para evaluar los esfuerzos educativos en la pandemia.

Cuando se ha enseñado en circunstancias excepcionales, se deben evaluar los aprendizajes bajo esa misma impronta.
La Capital. .- Sábado 16 de Mayo de 2020. Pedro y José Romero.
“Duerme abismo mío, los reflejos dirán qué el descompromiso es total pero tú hasta en sueños dices que todos estamos comprometidos y que todos merecemos salvarnos”..- Roberto Bolaño.
Los avatares de un improvisado sistema de educación a distancia, anécdotas, desencuentros, conexiones accidentadas, incomodidades espaciales y esfuerzos denodados de docentes, padres y alumnos han sido objeto de una crónica muy rica. Sin embargo, la duración de la cuarentena hace también que los relatos pronto disminuyan en su vigor protagónico.
 La pandemia hasta hoy pisada y con una curva aparentemente controlada nos permite ir pensando en un precario futuro y mirar el particular camino recorrido. Indudablemente un trabajo difícil de imaginar aún desde la ficción. El sistema educativo y sus diversos actores comienzan a pensar la salida, que todo indica no será uniforme ni cotejable con el pasado. Más allá de considerar en cuánto tiempo retornaremos a las clases presenciales y a las rutinas de escolares, el tema que nos empieza a preocupar orbita en un interrogante: ¿cómo evaluaremos o acreditaremos lo realizado? El hábito nos mandata el empeñoso trabajo de observar quien escalará los diferentes peldaños que permiten avanzar en el sistema educativo. ¿Quién y cómo se promocionará el trimestre? ¿Quién aprobará la materia? ¿Quién regulariza? ¿Qué se ha aprendido y qué no? ¿Qué decisiones tomaremos los docentes o académicos con cada uno de nuestros alumnos y los aprendizajes? ¿Debemos esperar directivas de los decisores superiores?
La “realidad abismal” que aún transitamos, nos muestra tenues reflejos de algo que sabemos todos: la ausencia de compromiso funcional con muchos aspectos de nuestras vidas es profundo. Y no está mal que así sea. Nadie está “viviendo” como hace dos meses atrás. Vivimos rodeados de inseguridad, escenas de muerte, riesgos de contagio, inactividad, necesidades insatisfechas, incertidumbre, aislamiento, desempleo, violencia de género, etcétera. Todo ello y otros condimentos interiores, nos contraen a una existencia de supervivencia o a un habitar de características desconcertantes. En medio de estas escenas históricas debemos evaluar a los estudiantes en relación a los aprendizajes y en referencia a una planificación curricular propia de cada uno de los niveles del sistema educativo y transmitido en forma remota. El desafío nos coloca ante una tarea improbable, compleja, y con el riesgo enorme de saber por anticipado que seremos más imperfectos de lo que somos habitualmente. Si la evaluación es un tema arduo bajo cánones de normalidad, cuánto más en este momento donde la vivencia del hecho educativo no conserva ninguno de los parámetros habituales ¿Cómo evaluaremos y acreditaremos los saberes aprendidos en el particular tiempo transitado? ¿Es lo mismo evaluar lo enseñado bajo una modalidad presencial que a distancia?¿Pueden los modelos de evaluación tradicionales transferirse directamente al ambiente en línea o se necesitan nuevas formas de la evaluación?
Criterio general
Evitemos elaborar un manual para evaluar esta excepcionalidad educativa: atravesamos una experiencia única donde nos adeudamos una tarea empeñosa para poder reconocer el camino transitado. Un rápido reconocimiento nos lleva a pisar un terreno rico en hechos y casuísticas interminables. Aquellos que esperan un resultado correcto (o no) de lo trabajado en base a contrastar con lo indicado en un manual, seguramente se direccionan a un lugar equívoco que incrementa la confusión. Se ha enseñado en circunstancias excepcionales y por lo tanto se evaluarán los aprendizajes bajo esta impronta. Por esto, las autoridades educativas en las diversas instancias debieran evitar un rol excesivamente prescriptivo o regulativo. Sobre un Acuerdo de “principios básicos”, cada docente en forma autónoma y con el apoyo próximo de su institución puede afrontar la resolución de los casos particulares y las diversas disfuncionalidades que la realidad amerite. A esta altura, decidir de manera unánime puede conllevar la interpretación de la desvalorización de los esfuerzos realizados.
Acuerdo de principios básicos
1. Toda evaluación posee una dimensión ética; en cierto sentido es un contrato ético entre el educador y sus alumnos. Tal vez lo primero que tengamos que asumir es que el esfuerzo que hemos puesto para enseñar en este contexto no es nuestra mejor versión profesional. No obstante, debemos reconocer que la mayoría de los docentes lo han hecho de una manera admirable. Aún así, una cosa es dominar la disciplina en el aula y desde ese escenario enseñar y otra muy diferente es hacerlo bajo la modalidad de la distancia. El sistema educativo casi en su totalidad, con algunas excepciones en nivel superior universitario, no ha desarrollado educación a distancia y por lo tanto carecemos de la formación adecuada para enseñar y evaluar bajo esta modalidad. Un 75% de los educadores coinciden que fundamentalmente se ha realizado un acompañamiento remoto donde el contenido curricular fue una especie de excusa profesional. Si el esfuerzo docente estuvo en acompañar, estimamos que ahora no podemos hacer un balance estricto de los avances curriculares.
2. Indulgencia con los méritos ¿No convendría ser indulgentes con los méritos que deben acreditar alumnos o estudiantes frente a las exigencias de cualquier currículum? Al fin y al cabo transitamos en medio del fenómeno sanitario-social y económico más ameritocrático de los últimos siglos. Esta realidad conceptual ha afectado la subjetividad profundamente, ocasionando indiferencias, desganos e indolencias colectivas. Pretender que el sistema educativo mantenga incólume los ánimos de esfuerzo y dedicación es una fantasía educéntrica.
3. Aprendizajes de contexto más importante que la evaluación curricular. Ningún conocimiento de todo nuestro complejo curricular podría trasmitir ni siquiera equipararse a la novedad vivida. El aprendizaje comunitario hasta el momento experimentado es más importante que la evaluación. Revisemos sin ánimo de exhaustividad lo experimentado hasta ahora:
   a. Aislamiento y corte abrupto del funcionamiento habitual de las rutinas laborales o culturales.
   b. Limitaciones importantes en la variación de los entretenimientos.
   c. Exposición radical a un relato angustioso del peligro de contagio y la amenaza de muerte.
   d. Aburrimiento o hastío en escala masiva o vivencia de un tiempo monótono con un relato dramático que o que nos obliga a problematizarnos.
   e. Obligación de hacer el bien indicativo y no equivocarse bajo amenaza de percibir sanciones muy duras con una superexposición a los medios masivos de comunicación.
   f. Experiencia de desinstitucionalización parcial, masiva y simultánea.Todas las instituciones funcionan con excepciones o parcialmente.
   g. Imposibilidad de representaciones claras ante los hechos nos dejan habitando el territorio de la confusión, la incertidumbre, la ansiedad, el temor o el riesgo. No tenemos capacidad para empalabrar, manipular u ordenar la realidad. Todos somos empujados de forma sincrónica a creer allí donde la ciencia muestra sus límites.
   h. Se convive con una creciente virtualidad que nos aleja de la habitual proximidad.
Objetivo general
La realidad que nos envuelve, nos muestra con tenues reflejos el abismo. Todos hemos vivido en un descompromiso funcional. No está nada mal ejercitar nuestras facultades oníricas y observarnos comprometidos. Al fin y al cabo nadie sueña lo correcto o lo incorrecto, lo verdadero o lo falso. El “sistema educativo debe salvarnos a todos” bajo la potestad de los soñantes.
(*) Director de la Cátedra de Estudio y Análisis Prospectivo del Paradigma para una Nueva Educación. CEI. UNR.
(**) Secretario del Área de Internacionalización de la UNR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario