sábado, 23 de mayo de 2020

¿Había paraguas el 22 y 25 de Mayo?.Te cuento las cuarenta. 23-05-2020.-

¿Había o no paraguas el 25 de mayo de 1810?

La controversia sobre los cuadros de la época, único registro gráfico de las jornadas de la Revo
lución, se zanja aquí con documentación incostrastable.
La Gaceta. Roberto Elissalde. -23-05-2020.-
La del título es una pregunta que todos nos hemos hecho algunas vez, lo que atribu
yo a las imágenes de nuestra niñez en la escuela, cuando el Billiken reproducía el
cuadro de Pedro Subercaseaux del Cabildo Abierto del 22 de mayo en las que uno 
de los asistentes, Juan José Paso, pensativo, escuchaba junto a un religioso las pala
bras de Juan José Castelli, apoyado en un paraguas. O las de Francisco Fortuny, 
que muestra a un compacto grupo con paraguas frente al Cabildo.
Hemos encontrado en nuestras investigaciones que el 21 de abril, a pesar del luto que imponía el Sábado Santo, se hizo el inventario de los bienes decomisados en el contrabando fallido de la nave inglesa "Dart", en las cercanías de la Ensenada de Barragán. Entre otras cosas había 81 sombrillas de seda, dos sombreros de paja, tres docenas de sombreros de felpa de seda y una de sombreros elásticos, seis piezas de algodón para pañuelos, varias docenas de medias de algodón de seda, ocho barriles de aceite de comer, más de 300 paraguas, guantes de seda, todos los cuales debían venderse en pública subasta.

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El 15 de junio se hizo el remate que empezó con una oferta de 500 pesos por una parte del decomiso, pero siguió la puja haciéndose propietario, al bajar el martillo y en 17.750 pesos, don Bernardo Vergara, y pocas veces se vio una concurrencia tan grande.
Siguiendo nuestras pesquisas, en el Correo de Comercio del 9 de junio de ese año se da cuenta del arribo en la víspera de la fragata inglesa "George Canning", la misma que en marzo de 1812 habría de traer a San Martín, Zapiola, Alvear y Holmberg, entre otros. A bordo llegaba una carga de pañuelos, panas, hilo, frasquitos de mostaza, camisetas, cintas de hilo y paraguas. Pero claro, había pasado el 25 de mayo y nos seguía quedando la duda.

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Encontramos entonces en el Archivo General de la Nación un curioso documento en el sector Judiciales que vino a despejar la duda. En la noche del viernes 17 de marzo de 1810 sucedió un episodio lamentable en el domicilio del matrimonio de don Francisco González Rodríguez, natural de Pravia en Asturias, y María Tomasa Claudia Ramona Cayetana Rospigliosi, que se habían casado en la iglesia de la Merced el 17 de noviembre de 1803. Ella era natural de Buenos Aires, donde había nacido el 13 de setiembre de 1784 del matrimonio del letrado Claudio Rospigliosi y de María Isabel Gascón, hermana mayor entre otros del congresal Esteban Agustín Gascón.  José María Mariluz Urquijo trazó esta descripción de la familia: “Los Rospigliosi descendían de una familia romana que había contado con ilustres figuras como el Papa Clemente IX y cuya rama americana incluía a hombres como el capitán José Julio Rospigliosi, destacado soldado de las guerras de Chile del siglo XVI o el jesuita Ramón Julio -hermano de Claudio-, profesor de filosofía de la Universidad de Córdoba en el momento de la expulsión. Doctor en teología, bachiller en cánones, Claudio Rospigliosi se había examinado de abogado ante la Audiencia del Plata en 1750 y había tenido luego una controvertida actuación como relator de la Audiencia de Charcas y administrador del Banco de Potosí hasta que regresó a Buenos Aires, su ciudad natal". Además había sido hombre cercano al virrey Vértiz, que lo nombró “asesor del Superior Gobierno y Virreinato”. Había fallecido en 1787. A su vez el padre Furlong comenta la magnífica biblioteca del letrado, la que el 15 de julio de 1801 su viuda ofrecía en el Telégrafo Mercantil en 1.400 pesos.
Esa noche del 17 de marzo el matrimonio había recibido la visita de doña Mercedes Bayo y, siendo muy tarde, González tuvo la gentileza de acompañarla hasta su casa en vez de hacerlo alguno de los esclavos. El matrimonio había alquilado uno de los cuartos a Patricio Willis, oficial de la marina británica. Seguramente, González llegó antes de lo previsto porque se encontró en la sala con Willis, en una “postura indecente” junto a su mujer. Inmediatamente “atacó al sujeto a bofetones y otros castigos ignominiosos e infames, los cuales corresponden a un canalla que abusó de las leyes de la hospitalidad, y lo arrojó a la calle”, en presencia de muchos testigos.

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El escándalo tomó proporciones y fue la comidilla del fin de semana. El lunes, apenas abrieron los tribunales, González denunció al oficial de la marina de S.M.B. por el insulto que había inferido a su casa en la noche del viernes y se paseaba muy tranquilo por la ciudad mientras que su mujer guardaba por tan grave inconducta una reclusión rigurosa. El ofendido solicitó que el marino quedara preso en su barco para evitar un lance de honor al que lo desafiaría en cualquier momento, ya que con su presencia ultrajaba a su persona, a las leyes y al debido respeto a toda la sociedad.
El viernes 23 se tomó declaración a varios testigos por el episodio. Manuel Galiana manifestó que al oír ruidos y fuertes gritos en lo de su vecino, fue llamado por los esclavos de éste, que se acercó a la casa pensando que habían entrado ladrones pero que al llegar a la sala vio a un hombre sentado en una silla, “con los calzones caídos”, a quien Gutiérrez le daba bofetadas. El alférez de Dragones Granaderos Francisco Castilla, que pasaba por ahí, escuchó gritos y pensó que se trataba de borrachos y se detuvo. Cuando entró a la casa “vio al inglés Willis con un cuchillo de monte en la mano, al que supuso pasado por la bebida, que estaba siendo atacado a golpes en la cara, en un estado bochornoso y repugnante a la decencia, con las bragas caídas”. Cuando llegó Mariano Larrazábal, escuchó el grito de González: “Sean todos testigos de la infamia que este pícaro me ha hecho” y vio la grave situación. De la misma indecencia fue testigo el teniente de Blandengues José Ruiz. El negro Tomás, esclavo de la mujer de don Francisco, María Teresa, vio cuando el marido de su ama atacaba a Willis a golpes con un paraguas, mientras le ordenaba salir a la calle a buscar gente como testigos. Juana María, otra esclava, declaró en los mismos términos. La autoridad ordenó al comandante de la nave inglesa que pusiera a su súbdito a buen reparo para evitar un crimen mayor.

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Así, gracias a este episodio de infidelidad conyugal, nos enteramos con seguridad de que ya había paraguas en nuestra ciudad el 25 de mayo de 1810.
* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Autor de "Diario de Buenos 1810".

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