sábado, 16 de mayo de 2020

Toda crisis desnuda la verdad,Te cuento las cuarenta.-16-05-2020.-

Marcelo Gullo analiza el impacto de la pandemia en la sociedad global: "Toda crisis desnuda la verdad"

Uno de los grandes intelectuales del pensamiento nacional, Marcelo Gullo,(Cs.P.-UNR) aborda la crisis de la pandemia desde tres niveles: 
el económico, el geopolítico y el antropológico. Un análisis a fondo, en donde revela el rol de la oligarquía financiera internacional,
 y señala un inédito control social y mediático.(.Fuente: Redacción-Digital.- 16-05-2020.)-


“La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”.

ALETEIA. Esp.  Insider | 20 de Sept.  2016.

«La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad». Esta frase, atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial.
Veinticinco años después, durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill dijo «en tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras». Esas dos frases, verdaderas en sus tiempos y en sus contextos histórico, tal vez nunca como ahora son más verdaderas debido a los grandes avances en las comunicaciones.
En la Primera Guerra Mundial, los corresponsales usaban palomas, telégrafos o mensajeros lentos para sacar sus historias. Hoy utilizan comunicaciones satelitales y teléfonos inteligentes.
Pero, mientras la tecnología ha dado saltos cuánticos, la verdad (si es que sigue siendo el objetivo de reporteros de guerra honestos e independientes) sigue siendo demasiado a menudo una víctima.
Y esto se debe en cierta medida a que las redes sociales han permitido que las partes en conflicto, sobre todo en esos conflictos de zonas complejas como el Medio Oriente, se salten los medios de comunicación y la post-propaganda para llegar directamente el público.
El Estado Islámico puede publicar videos de una decapitación en vivo. Hace solo algunos años, estos grupos tenían que enviar video-cassettes (¿se acuerdan? Eran grandes como libros) a las cadenas de televisión.
De ahí que los reporteros que están buscando la verdad sean más necesarios, pero al mismo tiempo se han incrementado los peligros que afrontan, pues a menudo se convierten en objetivos no deseados por ambos bandos.
Los corresponsales de guerra son una variedad especial, gente a la que admiro, respeto y agradezco. Yo no he cubierto ninguna guerra, pero he conocido a muchos periodistas que lo han hecho. Ken Shork de Reuters fue asesinado en Sierra Leona en 2000; otro amigo, David Blundy del “London Sunday Times” fue asesinado en El Salvador a principios de los 80.
Uno de los principales desafíos que afrontan los reporteros de guerra (y muchos de ellos lo consideran un deber) es contar cómo afectan las guerras a la gente normal.
Shork, el corresponsal de guerra de la Reuters asesinado en África, se volvió famoso en parte por sus cobertura de las guerras balcánicas en los 90, y particularmente por su reportaje que pasó a la historia del periodismo como Romeo y Julieta en Sarajevo.
Sus nombres eran Boško Brkic y Admira Ismic. Ambos tenían 25 años. Él era un ortodoxo serbio-bosnio y ella era una bosnia musulmana. Tenían religiones diferentes (uno cristiano y la otra musulmana), por lo que su historia queda muy bien en lo que se está discutiendo en estos días en Asís. Fueron asesinados por francotiradores en 1993 mientras trataban de cruzar el Puente Vrbanja. Estaban tratando de escapar juntos. Sus cuerpos permanecieron en el suelo durante días porque nadie podía ir a recuperarlos debido a los francotiradores. Están enterrados juntos, en el Cementerio del León en Sarajevo. Kurt fue asesinado siete años más tarde, mientras estaba cubriendo otra guerra, pero esta vez en Sierra Leona. Su cuerpo fue cremado y, según su voluntad, la mitad de sus cenizas fueron enterradas cerca de Boško and Admira
He estado hablando hasta ahora principalmente sobre los medios impresos, pero me gustaría volver a otro aspecto del periodismo de guerra(la fotografía), porque la cámara a menudo puede contar una historia mejor que las palabras o incluso que un video.
La guerra de Vietnam fue la primera que llevó al público los horrores del conflicto con gran velocidad, cuando la transmisión de imágenes a lo largo del mundo ya era más rápida. Todos recordamos esa foto famosa de 1972 con niños llorando y una niña desnuda mientras escapan de un ataque de napalm en Vietnam.
Esta es una de las fotografías más poderosas de siempre para mostrar lo que la guerra provoca en la gente normal. Como dijo el autor y periodista estadounidense Pete Hamill, lo que los fotógrafos estaban buscando en Vietnam y lo que más les importaba era «la verdad, la elusiva y frustrante verdad».
Han pasado muchos años desde la época de Vietnam, pero, desafortunadamente, no ha cambiado mucho en relación con las víctimas civiles (directas o indirectas) de una guerra.
Hace un año, en septiembre de 2015, la foto de Alan Kurdi, el niño siro de dos años cuyo cuerpo fue encontrado en una playa de Turquía, dio la vuelta al mundo casi inmediatamente después de haber sido tomada. Lo recordamos todos. Como el “New York Times” dijo en un editorial, le puso un rostro humano a la crisis de los refugiados.
Hace poco, Sebastian Junger, autor de «La tormenta perfecta» y corresponsal en la guerra de Afganistán, escribió un artículo para “Vanity Fair” en el que dijo que ahora los fotógrafos de guerra son más importantes que nunca.
Escribió: «En un tiempo en el que las imágenes de la inhumanidad nos abruman (y la gente del mundo camina con cámaras en los celulares) el papel del fotógrafo de guerra podría parecer obsoleto. Pero no lo es. Los conflictos de la actualidad exigen cronistas con experiencia para registrar una verdad matizada y para contrarrestar la rampante distorsión y la propaganda en la Era Digital».
Estas imágenes pueden «shockear», deberían «shockear».
Como conclusión, tal vez «shockear» es el último objetivo del periodismo de guerra, ya sea escrito, en televisión o en fotografías. «Shockear» a la gente para que haga algo para acabar con las guerras, para obligarnos a levantarnos de nuestros sofás y romper nuestras «zonas de comodidad».
El objetivo último del periodismo de guerra debería ser ayudarnos a combatir la llamada “fatiga de la simpatía” que puede nacer fácilmente con una abundancia de malas noticias. Esa que hace más fácil para nosotros apagar la tele, cambiar de página y simplemente seguir con nuestras vidas diarias y anular la realidad en la que sufren tantas personas. Sin reporteros de guerra, equipos televisivos, fotógrafos, permaneceríamos en la ignorancia. En la ignorancia de lo que está sucediendo verdaderamente, y, mucho más importante, ignorando que todos tenemos el deber de buscar la verdad.
* Vaticanista de Reuters.

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